2ª Corintios 3: 16
Pero cuando se conviertan al Señor, el VELO se quitará.
Ayer le pregunté a mi esposa:
"¿Qué te ocurriría si de repente recibieras mucha luz?"
Ella me contestó:
"Me cegaría".
Le dije:
"Eso es exactamente lo que ocurre cuando comenzamos a recibir la nueva luz de Tabernáculos. La resistimos, nos da temor e incluso tendemos a rechazarla o huir de ella".
Poco después leímos el pasaje de Oswald Chambers que nos remitió nuestro hermano-amigo colombiano Rafael Restrepo que es claramente confirmatorio.
Cuando tratamos de comunicar las verdades de Tabernáculos a quienes aún están en Pentecostés, ellos huyen de esas cegadoras ráfagas de luz. Sus pupilas espirituales sólo están preparadas para la luz de la Menorá, pero no para la luz refulgente de la Shekiná en el Lugar Santísimo. Tienen un velo espiritual que les impide percibir las verdades espirituales concernientes a Tabernáculos. Porque están en el desierto, todavía andan en la mentalidad del Antiguo Pacto. ¡El velo que separa su alma de su espíritu, el velo de su carne, aún no se ha rasgado! Esto pasa igualmente cuando los de Pentecostés tratan de trasladar su penetrante luz pentecostal a los del Atrio Exterior de la Pascua, aún acostumbrados a la simple luz natural.
Pero, aún más, incluso recién cruzada la línea, cuando la nueva luz nos alcanza, somos cegados en parte y necesitaremos un periodo de transición o adaptación para adaptarnos a la nueva y mayor intensidad de luz, para sintonizarnos con la nueva verdad.
Jesús le dijo a Nicodemo: "Os es necesario nacer de nuevo".
Eso es exactamente lo que ocurre cuando morimos cruzando el Jordán y nacemos de nuevo a la Vida, con mayúscula; es decir, a la vida de resurrección. Los niños cuando nacen necesitan unos días para que sus delicados ojos acostumbrados a la oscuridad puedan adaptarse a la luz.
No rechacemos lo que no entendamos de la nueva luz. Avancemos, apartando las espinas y comiendo el resto del pescado. Cuando nuestras pupilas se hayan adaptado a la nueva intensidad de luz, la mayoría de esas espinas dejarán de serlo.
Aún así actuemos con prudencia y con oración, pidiendo al Señor que no permita que seamos confundidos con lo que no venga de Él y que nos muestre si el canal por el que esa luz nos llega es de fiar. Por otra parte, esto es algo muy propio y frecuente en épocas de transición, en las que hay mucha mezcla y confusión, tanto en nuestra transición personal, como en la transición de kairos a kairos, de Edad a Edad, de dimensión espiritual a dimensión espiritual.
No
seamos orgullosos al pensar que ya lo sabemos todo y no actuemos
presuntuosamente atreviéndonos a juzgar a los que van más adelante
en el camino, tachándolos de apóstatas y desechando su instrucción,
sólo porque no entendemos o no se acomodan a nuestros patrones
teológicos. Recordemos cuantas veces hemos pensado que estábamos en
la verdad, hasta que un día dejamos de pensar así y cambiamos
nuestra mentalidad. Más bien oremos por ser ensanchados en nuestros
espíritus para poder recibir el vino nuevo. Sólo cuando ensanchamos
en sitio de nuestra tienda podemos extendernos,
Isa. 54: 2-3 Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no escatimes; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas. 3 Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas.
Nunca dejemos de reconocer que crecer tiene el riesgo de abandonar la comodidad del nido. Pero tal empresa siempre será segura si nos mantenemos cerca de mamá águila y observamos y aprendemos de los polluelos experimentados de nidadas precedentes. ¡Crecer es cambiar, ser ensanchados! Sólo así nuestra obstinación y nuestros ídolos del corazón serán quebrados.
Salmos 4: 1 Respóndeme cuando clamo, oh Dios de mi justicia. Cuando estaba en angustia, tú ME HICISTE ENSANCHAR; Ten misericordia de mí, y oye mi oración.
¿POR QUÉ NO SE NOS HABLA CON CLARIDAD?
Oswald Chambers
Marcos 9: 9 "Les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos".
Así como se les ordenó a los discípulos, tú tampoco debes decir nada hasta que el Hijo del hombre haya resucitado en ti. Es decir, hasta que la vida del Cristo resucitado te domine de tal manera que verdaderamente entiendas lo que Él enseñó mientras estuvo aquí en la Tierra.
Cuando llegas al estado interior apropiado, las palabras que Jesús pronunció se vuelven tan claras que te sorprende no haberlas comprendido antes. Pero, no las podías entender porque no habías desarrollado una adecuada disposición espiritual que te permitiera sobrellevarlas. Nuestro Señor no oculta estas cosas, pero sólo estaremos preparados para recibirlas cuando la condición de nuestra vida espiritual sea idónea.
Jesús dijo:
Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar (Juan 16: 12).
Primero debe existir una comunión con su vida resucitada para que podamos soportar cualquier verdad en especial.
¿Realmente sabemos algo sobre la vida del Jesús resucitado que mora en nosotros? La evidencia de que sí lo sabemos es que comenzamos a entender su Palabra. Dios no puede revelarnos nada, si no tenemos su Espíritu (en resurrección). Y nuestros puntos de vista obstinados e inflexibles efectivamente van a impedir que Él nos revele algo. Sin embargo, nuestra obtusa manera de pensar terminará tan pronto permitamos que la vida nueva en Cristo actúe con libertad en nosotros.
Les mandó que a nadie dijeran ... Pero son tantos los que hablan de lo que vieron en el Monte de la Transfiguración, de su experiencia en la cumbre. Han tenido la visión y dan testimonio de ella, pero no hay una relación entre lo que hablan y la manera en que viven. Sus vidas no tienen sentido porque el Hijo del hombre todavía no ha resucitado en ellos.
Me pregunto, ¿cuándo se va a formar Cristo en ti y en mí?
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