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DE PENIEL A BET-EL: DE VENCEDOR IMPUTADO A VENCEDOR POR EXPERIENCIA, Witness Lee

NOTA ADMINISTRADOR: 

Gén 35:10. Y le dijo Dios: Tu nombre es Jacob; no se llamará más tu nombre Jacob, sino Israel será tu nombre; y llamó su nombre Israel. 11 También le dijo Dios: Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. 12 La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra.

Ante ayer escuchaba en la radio-biblia Génesis 35. Cuando escuché el versículo 10 me vino al pensamiento el porqué el Espíritu Santo le otorga a Jacob por segunda vez el nombre "Israel", pues ya lo había hecho el ángel en Peniel, en el capítulo 32, que para mí equivale al cruce del Jordán. Esto me llevó a repasar algunas cosas, entre ellas este capítulo que les traslado a continuación. En resumen podría decirse que en Génesis 32 Jacob fue imputado como Israel, mientras que en Génesis 35 llega a ser Israel por experiencia. El nombre Israel se traduce por "Príncipe de Dios" y "el que lucha con Dios", y también por "el gobierno de Dios", que mí me gusta más, porque es cuando somos derrotados por Dios que realmente vencemos, al conocer la soberanía de Dios, somos llevados a la rendición, mediante el abandono de todas nuestras obras muertas, entrando en Su reposo. Desde aquí comenzamos a crecer en Él, en quietud, en abandono y gratitud, hasta que nos convertimos por experiencia en el nuevo Israel.

Además este capítulo es muy instructivo en cuanto a la Casa de Dios (Bet-el), el Dios de la Casa de Dios (El Bet-el), la importancia del Cuerpo y los procesos graduales del altar, la consagración, la transformación y la aparición de Dios.

MENSAJE OCHENTA

TRANSFORMADO

(3)

5) La experiencia de Bet-el

(Estudio Vida de Génesis de Witness Lee: 
http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=3D5FEEDD)
Vimos que muchas semillas cruciales de la verdad están sembradas en el libro de Génesis. La casa de Dios, Bet-el, es una de ellas. No obstante, pocos cristianos saben en qué consiste experimentar la casa de Dios. Indudablemente, muchos saben que, según el Nuevo Testamento, la casa de Dios denota la Iglesia (1 Ti. 3:15). Sin embargo, ¿dónde está la vida práctica y adecuada de iglesia? Hay millones de cristianos en la Tierra, pero pocos experimentan la verdadera vida de iglesia. Muchos se sientan simplemente en la congregación durante el culto dominical y escuchan a un ministro o a un pastor. Pero ésa no es la vida práctica y apropiada de iglesia que revela la Biblia. La Biblia enseña que en la verdadera vida de iglesia todos los salvos deben ser miembros que viven y actúan. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo deben ejercer su función. Los miembros no solamente ejercen su función, sino que también viven juntos para expresar a Dios en Cristo, diariamente de una manera viva. Esta es la vida práctica de iglesia revelada en la Biblia. Las verdades relacionadas con esta vida fueron sembradas en Génesis.
Antes del capítulo treinta y cinco, Dios era llamado el Dios de cierta persona, por ejemplo, el Dios de Abraham o el Dios de Isaac. El era el Dios de individuos. Pero en 35:7, tenemos “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios. Ya deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos; ahora es el Dios de un cuerpo, de una entidad colectiva: la casa de Dios. Muchos cristianos solamente experimentan a Dios como su Dios individual. Pocos le experimentan como el Dios de la casa de Dios. ¿Qué tanto ha experimentado usted de Dios como el Dios de una entidad corporativa? Todos debemos experimentar a Dios de esta manera, pues El no es sólo el Dios nuestro individualmente, sino el Dios de la casa de Dios. Existe una gran diferencia entre ambas cosas.
En Génesis 35 vemos un cambio crucial y radical. No obstante, son pocos los hijos de Dios que dan importancia a ello. Leen este capítulo repetidas veces sin reconocer el cambio radical que contiene. Antes de este capítulo, Dios era el Dios de algunos individuos. El era el Dios de Abel, el Dios de Enós, el Dios de Enoc, el Dios de Noé, el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero aquí El deja de ser solamente el Dios de unos individuos, para ser El-bet-el, el Dios de la casa de Dios. En hebreo “El” significa Dios. En el título “El-bet-el”, la palabra hebrea que significa Dios se usa dos veces, tanto al principio como al final. En cierto sentido, el Dios de la casa de Dios es doble. Debemos reconocer que todavía no tenemos mucha experiencia de esto; aún así, le damos gracias al Señor porque después de entrar en la vida de iglesia, hemos experimentado el hecho de que Dios es el Dios de nosotros como cuerpo, como entidad colectiva. En la vida de iglesia experimentamos a Dios de manera corporativa y no sólo individualmente. Todos podemos testificar que el Dios que experimentamos en la vida de iglesia es mucho mejor y más dulce que el Dios que experimentamos en nuestra vida individual. Esta es la razón por la cual nos gusta dedicar más tiempo a la vida de iglesia. Individualmente, podemos experimentar al Dios de Abraham o al Dios de Isaac, pero no al Dios de Bet-el. Sólo podemos experimentar al Dios de la casa de Dios en la vida de iglesia. Hace muchos años, ustedes se habrían extrañado al oír hablar del Dios del Cuerpo. No obstante, esto no es nada extraño para nosotros ahora. Conocemos esta experiencia y la apreciamos mucho más que la experiencia individual que tenemos de Dios.
No obstante, con esto no desconocemos el aspecto de experimentar a Dios de manera individual. Hoy día todavía existe este aspecto. No olvide jamás que las verdades bíblicas presentan dos aspectos. Esto también se aplica a experimentar a Dios, pues experimentar a Dios tiene un aspecto corporativo y también un aspecto individual. Muchos cristianos ahora no experimentan a Dios en absoluto o sólo lo experimentan a un nivel individual. No le experimentan de manera corporativa. Sin embargo, en todas las reuniones de la vida de iglesia, experimentamos a Dios colectivamente.
Quisiera dirigir una palabra franca a algunos de ustedes. Ustedes se reúnen con nosotros semana tras semana, pero no tienen una experiencia corporativa de Dios. Por ejemplo, ustedes oran a diario en su vida privada, pero nunca oran en las reuniones de la iglesia. En las reuniones ustedes son espectadores, como si estuvieran observando un juego de pelota; miran a los demás jugar, pero no participan. Inclusive, algunos critican a los que participan, diciendo que son demasiado osados o demasiado activos. ¿Pero usted qué? ¿Está aquí para criticar, para ser espectador o para participar en la vida de iglesia? Esto indica que entre nosotros, algunos no valoran la experiencia que se tiene de Dios corporativamente. Algunos entre nosotros todavía no oran en las reuniones. Si alguien le pide a usted que ore, siempre encuentra pretextos. Esto demuestra que considera a otros como sacerdotes y a usted mismo como una persona común. Al actuar así, establece una jerarquía de clero y laicado. A los ojos de Dios, ésta es una herejía. Todos debemos orar para derrocar el sistema de clérigos y laicos.
He observado que la reunión de oración que se hace en Anaheim es mucho mejor que la de cualquier otra iglesia. He visitado casi todas las iglesias y puedo testificar que la reunión de oración de Anaheim es la mejor. La razón es sencilla: no hay clero ni laicado en nuestra reunión de oración. Aunque muchos oran, nadie termina una oración solo, pues se puede necesitar muchos de nosotros para concluir una sola oración. En el método viejo y tradicional, cuando alguien oraba, no terminaba una sola oración sino dos o tres de una vez. La gente o bien no oraba o hacía varias oraciones seguidas. Pero en Anaheim, después de que alguien hace una corta oración, otra persona lo sigue. De este modo, muchos funcionan conjuntamente ofreciendo una sola oración. Así se experimenta a El-bet-el, la experiencia que tenemos de Dios corporativamente.
Génesis 35 es un cambio radical de experimentar individualmente a Dios a experimentarle corporativamente. Antes de este capítulo no se menciona a El-bet-el. Elohim fue revelado en el capítulo uno, y Jehová en el capítulo dos. Más adelante, Dios le dijo a Jacob que El era el Dios de Abraham y el Dios de Isaac. Pero como destacamos ya, en el capítulo treinta y cinco vemos un nuevo título divino: “El-bet-el”, el Dios de la casa de Dios.
Más adelante en este mensaje veremos el significado de lo que dijo Dios a Jacob acerca de su nombre, que ya no debía ser Jacob sino Israel. Dios le dijo a Jacob: “Israel será tu nombre” (v. 10), y Jacob parecía decir a Dios: “Tu nombre es El-bet-el”. ¿Quién es usted ahora, Jacob o Israel? ¿Qué significa Israel? Contestar que significa luchador de Dios es bastante doctrinal. Israel es el pueblo que constituye la iglesia, y El-bet-el es la vida de iglesia. Nosotros constituimos la iglesia, los que estamos en la vida de iglesia. Esta no es una doctrina, sino una experiencia. El pueblo que conforma la iglesia es un pueblo lleno de Dios, y la vida de iglesia es la vida corporativa de Dios. Quienes constituyen la iglesia son un pueblo lleno de Dios, y viven juntos para disfrutarlo y expresarlo. Este es el Israel de El-bet-el.

a) El altar de Jacob

Jacob erigió un altar en Bet-el (vs. 6-7). El tuvo una experiencia progresiva del altar. Cuando recibió la visión en Bet-el (28:18-19), no levantó ningún altar. El interpretó correctamente su sueño, pero sólo erigió una columna. Durante los años que Jacob pasó en Padan-aram, no construyó ningún altar sobre el cual pudiese ofrecer algo a Dios. Por el contrario, usó muchas tretas para suplantar a Labán. Después de salir de Padan-aram, Jacob primero regresó a la parte oriental del Jordán, a Sucot (33:17). En 33:17-18 la Biblia no dice que Sucot estuviera “en la tierra de Canaán”, como lo hace con respecto a Siquem. En Sucot Jacob construyó una casa para sí y cabañas para su ganado, pero no erigió altar para Dios. Esto revela que se ocupaba de sí mismo y de su ganado, mas no de Dios. Finalmente, Jacob salió de Sucot y permaneció en Siquem en la tierra de Canaán, donde plantó su tienda y erigió un altar (33:18-20). Jacob llamó a ese altar “El-Elohe-Israel” que significa, el Dios de Israel. Este altar fue construido para el Dios que Jacob experimentaba personal e individualmente. Al llamar el altar El-Elohe-Israel, en realidad lo llamaba el Dios de sí mismo. Muchos cristianos son semejantes a él. Buscan experiencias espirituales para sí mismos de modo individual. Han aprendido a experimentar a Cristo y a confiar en Dios de manera individual. Para ellos Dios no es El-bet-el, sino El-Elohe-Israel. Sin embargo, pocos cristianos se preocupan por otro aspecto de Dios: el Dios de la casa de Dios. Casi todos los que buscan a Dios se preocupan por que Dios sea su Dios. Algunos de ellos dicen: “¿No era acaso Dios el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? ¿Qué hay de malo en decir que Dios es mi Dios? Oh, este Dios maravilloso es mi Dios”. Es posible que el libro de Génesis que ellos tienen no tenga más de treinta capítulos. Ellos deberían proseguir hasta el capítulo treinta y cinco y ver que Dios deja de ser simplemente el Dios de algunos individuos, y que es el Dios de la casa de Dios.
En Bet-el, en el capítulo veintiocho, en Padan-aram y en Sucot, Jacob no tenía ningún altar; en Siquem edificó un altar. Era bueno construir un altar en Siquem, pero este altar no fue construido en la casa de Dios, la vida de iglesia, sino que fue erigido en un lugar alejado de la vida de iglesia. Si usted observa un mapa, verá que Siquem no está lejos de Bet-el. La palabra Siquem significa hombro, lo cual denota fuerza. Cuando Jacob llegó a Siquem, fue fortalecido, pues Siquem era un lugar de fortaleza. Del mismo modo, cuando llegamos a nuestro “Siquem”, nosotros también somos fortalecidos. Casi todos los avivamientos que ocurren en el cristianismo actual se llevan a cabo en “Siquem”. Estos avivamientos sólo fortalecen a la gente. Muchos cristianos necesitan un “Siquem”, un avivamiento una vez al año para ser fortalecidos. Ninguna persona activa en avivamientos se preocupa por la vida de iglesia. Sólo les interesa fortalecer a la gente para que siga la vida cristiana. Ellos no dicen nada que tenga que ver con la iglesia.
El altar construido en Siquem fue llamado El-Elohe-Israel, que es el nombre de Dios en relación con un individuo, y no El-bet-el, el nombre de Dios que se relaciona con una entidad corporativa. Algunos dirán: “¿Acaso no es bueno ser fortalecido en Siquem?” Observe lo que le sucedió a Jacob en el capítulo treinta y cuatro. Después de establecerse en Siquem, tuvo que afrontar algunos problemas. El tenía una tienda donde morar y un altar sobre el cual ofrecer sacrificios a Dios. Puede ser que Jacob hubiese quedado satisfecho, pero Dios no lo estaba. Por consiguiente, necesitaba la experiencia del capítulo treinta y cuatro. Llegaron los problemas, y ellos hicieron que Jacob perdiese la paz. Después, en 35:1, Dios pudo decir: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar” a Dios. Dios parecía decir a Jacob: “No quiero que permanezcas en Siquem. No es bueno que seas solamente fortalecido en la vida cristiana. Una vida fortalecida jamás me satisfará. Yo deseo la vida de iglesia. No deseo tu fortaleza, sino Mi casa. No quiero que permanezcas en Siquem, sino que subas a Bet-el”. Después de llegar a Bet-el, Jacob hizo un altar y lo llamó El-bet-el.
La experiencia que tuvo Jacob del altar fue gradual. En Padan-aram y en Sucot no hubo altar. El altar de Siquem fue erigido para el Dios que experimentaba individualmente; no fue un altar relacionado con experimentar a Dios corporativamente. Experimentar a Dios a nivel individual es bueno pero no suficiente. Debemos pasar de la experiencia individual a la experiencia corporativa.
Un altar sirve para la consagración. Es probable que todos ustedes se hayan consagrado al Señor. Pero ¿dónde ocurrió esa consagración, en Siquem o en Bet-el? ¿Era ésa una experiencia de El-Elohe-Israel o de El-bet-el? Antes de entrar en la vida de iglesia, me había consagrado más de una vez. Sin embargo, la consagración que hice después de entrar en la vida de iglesia fue mucho más elevada que cualquier consagración anterior. Mi consagración antes de la vida de iglesia me sirvió solamente a mí; tenía un propósito: ser santo, espiritual, victorioso y acepto a Dios. No obstante, después de entrar en la vida de iglesia, mi consagración fue algo distinta. Cuando usted vive en el nivel individual, no necesita mucha consagración. Pero después de casarse, se da cuenta de que su esposa le causa problemas y que usted necesita consagrarse por causa de esta nueva situación. Usted quizá diga al Señor: “Señor, antes de casarme, me consagré a Ti para ser santo, espiritual y victorioso. Ahora que estoy casado, debo consagrarme a Ti con relación a esto. A mí me gustan las ventanas abiertas, pero mi esposa las prefiere cerradas. Necesito una consagración que concuerde con esta situación”. Esta consagración es nueva y diferente. Más adelante, usted tiene hijos, y esto requiere una consagración más profunda. Cuando usted entra en la vida de iglesia, no sólo tiene una persona que le causa problemas sino centenares de ellas. Muchos temen venir a Anaheim, pues piensan que es un lugar demasiado grande y que los ancianos aquí son muy serios y estrictos. Prefieren ir a una localidad más pequeña. Esto indica que cuando uno entra en la vida de iglesia, necesita una consagración más profunda. Cuando usted se casa, necesita consagrarse; cuando tiene hijos, necesita una consagración más profunda; y cuando entra en la vida de iglesia, particularmente en Anaheim, necesita una consagración mucho más profunda. Sin la consagración máxima, usted no podría soportar la vida de iglesia que existe en Anaheim. Usted pensará: “¡Cuán difícil es estar en Anaheim! Hay 'policías' por todos lados. No me puedo adaptar a esto”. Puesto que usted no se puede acoplar a esta situación, debe construir un altar para estar al nivel de esta situación. Como todos sabemos, en frente del templo había un altar, y nadie podía entrar en el templo sin antes pasar por el altar. Usted debe pararse en el altar y ofrecerse sobre él como sacrificio. Entonces, después de ser resucitado, tendrá vía libre para entrar al templo.
¿Qué significa el altar? Un altar se usa para ofrecer sacrificios. Algunos han dicho: “La vida de iglesia es buena, pero no soporto a los hermanos encargados”. Otros han dicho: “Yo aprecio la vida de iglesia, pero no aguanto a las hermanas que toman el liderazgo. Son demasiado santas. Su santidad me abruma”. ¿Entonces adónde debe ir usted: de regreso a Siquem o a Padan-aram? La única alternativa que usted tiene es subir al altar de Bet-el y ser sacrificado. El altar en Siquem es un altar individual, pero el altar de El-bet-el es un altar corporativo. Es el altar de la casa de Dios, y usted debe presentarse sobre él por causa de la casa de Dios. Yo he hecho esto muchas veces. Hace años fui inmolado. Ahora nadie me ofende. Uno no puede ofender a una persona que ya fue inmolada. Si usted no recibe este mensaje ni edifica un altar en El-bet-el, no permanecerá en la iglesia. Algún día usted se apartará o se volverá indiferente. Cuando esté contento, vendrá a las reuniones, pero cuando no lo esté, no vendrá. Parece que la iglesia es la iglesia, que usted es usted, y que usted y la iglesia no tienen ninguna relación entre sí. Si usted no se vuelve indiferente, se apartará por causa de alguna ofensa. La iglesia está llena de gente que ofende. Hace mucho fui inmolado por la vida de iglesia en la China continental. Por lo tanto, ninguno de ustedes me puede aniquilar. No puedo ser ofendido por ustedes. Esta es la experiencia del altar construido en El-Bet-el. Si usted todavía puede ser ofendido, significa que no tiene un altar en Bet-el a pesar de que tenga uno en Siquem. Tener un altar en El-Bet-el significa tener una consagración con miras a la vida de iglesia. Usted necesita ofrecerse a sí mismo intencional y definidamente al Señor por el bien de la vida de iglesia. Si usted hace eso, jamás será ofendido y estará listo para las pruebas y los sufrimientos. Todos necesitamos este altar. Esto es lo que se experimenta en El-Bet-el, en la vida de iglesia.
Si usted lee nuevamente los capítulos del veintiocho al treinta y cinco, y presta atención al altar, observará la progresión desde una situación donde no hay altar hasta el altar más elevado, el altar de El-bet-el. Necesitamos una consagración definida y específica por causa de la vida de iglesia. Debemos decir: “Señor, ahora deseo consagrarme total e incondicionalmente a Ti, no para ser santo ni espiritual ni victorioso, sino para experimentar Tu casa y permanecer en ella”. En 1 Timoteo 3:15 Pablo le dijo a Timoteo: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente”. Debemos experimentar a Dios en Su casa y actuar en Su casa. Esto requiere una consagración clara y un altar especial. El altar común y ordinario que experimentamos antes no es suficiente para ello. Todos necesitamos la máxima consagración en el altar de Bet-el.
En los siglos pasados, varios maestros cristianos escribieron muchos libros sobre la consagración. No obstante, hasta donde sé, ninguno de ellos alienta a los cristianos a consagrarse en pro de la casa de Dios. La señora Hannah W. Smith en su famoso libro The Christian’s Secret of a Happy Life [La clave para que el cristiano lleve una vida feliz], recalca bastante la consagración, pero solamente con miras a una vida cristiana feliz. Ella considera la consagración como la clave de una vida cristiana feliz, pero no dice nada acerca de la vida de iglesia. La convención de Keswick, en la cual participó la señora Smith, también puso mucho énfasis en la consagración. En realidad, al principio los mensajes dados en la convención de Keswick se centraban en la consagración. Sin embargo, que yo sepa, no se mencionó nada acerca de la consagración con miras a la vida de iglesia. En casi todos los avivamientos cristianos, se hace hincapié en la consagración, pero muy pocas veces oímos hablar de la consagración con miras a la casa de Dios. Puesto que los cristianos no han visto la vida de iglesia, construyen todos sus altares en “Siquem”. No obstante, en el recobro actual del Señor, debemos edificar nuestro altar en Bet-el. Necesitamos la máxima consagración por el bien de la vida de iglesia a fin de cumplir el propósito eterno de Dios y satisfacer el deseo de Su corazón.

b) La aparición de Dios

Jacob experimentó también un avance en la aparición de Dios. Dios se le apareció en un sueño en el capítulo veintiocho, pero esa aparición no fue física. Nada de lo que vemos en un sueño es material. Puede ser correcto, pero no es concreto. Nabucodonosor vio en un sueño una imagen enorme de un cuerpo humano (Dan. 2:31), pero esa imagen no era física como un cuerpo humano real, y las dos piernas de hierro vistas en el sueño no eran sólidas como lo fueron las dos secciones del imperio romano. Aunque Nabucodonosor vio estas cosas en sueño, no las experimentó. Del mismo modo, Jacob experimentó la aparición de Dios sólo en sueño, mientras que en Bet-el, experimentó la aparición física de Dios. El Señor habló a Jacob cuando éste estaba en Padan-aram (31:3), pero eso no fue una aparición sólida del Señor. En Génesis 35:1 el Señor habló con él, pero aquello tampoco fue una aparición física. Sólo en El-bet-el Jacob experimentó la aparición de Dios materialmente. Este es el progreso que Jacob experimentó en cuanto a la aparición de Dios.
Muchos de nosotros podemos atestiguar que antes de entrar en la vida de iglesia experimentamos en alguna medida la aparición de Dios. Dios en efecto se nos apareció, pero esta aparición no fue tangible. Sin embargo, después de entrar en la vida de iglesia y de estar allí por un tiempo, podemos testificar que aquí la aparición de Dios no sólo es real sino también concreta. Si alguien se aparta de la vida de iglesia después de haber estado en ella cierto tiempo, nunca podría negar que mientras estuvo en la vida de iglesia, experimentó la aparición de Dios de una manera concreta. Antes de entrar en la vida de iglesia, la aparición de Dios era bastante difusa. Pero la aparición de Dios en la iglesia es siempre concreta. Es tan sólida que casi la podemos tocar. La más elevada experiencia de la aparición de Dios se produce en la iglesia.

c) La bendición de Dios

Existe también una progresión en la bendición de Dios. En la visión de Bet-el (28:13-15), en Padan-aram y en Siquem (31:3; 35:1), Jacob no recibió la bendición de Dios. Dios bendijo a Jacob en Peniel, aunque allí no lo bendijo de manera sólida (32:29). Jacob no recibió la bendición concreta de Dios porque todavía no se hallaba en el lugar donde Dios deseaba que estuviese. En Peniel vemos que Dios bendijo a Jacob, aunque no vemos de qué manera. Pero en el capítulo treinta y cinco, en Bet-el, la bendición fue muy concreta. Allí Dios bendijo a Jacob, diciendo: “Yo soy el Dios omnipotente: crece y multiplícate; una nación y conjunto de naciones procederán de ti, y reyes saldrán de tus lomos. La tierra que he dado a Abraham y a Isaac, la daré a ti, y a tu descendencia después de ti daré la tierra” (vs. 11-12). Estos son los puntos concretos de la bendición que Dios dio en Bet-el.

d) Jacob experimenta su nuevo nombre

En Bet-el Jacob experimentó su nuevo nombre. Su nombre fue cambiado en Peniel (32:28, 30), pero él experimentó su nuevo nombre en Bet-el (35:10). En Bet-el todo el ser de Jacob fue cambiado, y él llegó a ser una nueva persona: Israel. Por muy buenos que hayamos sido como cristianos antes de entrar en la vida de iglesia, no éramos nuevos. Pero después de estar en la vida de iglesia, algo dentro de nosotros requería que fuésemos nuevos. Tuvimos que ser un nuevo marido, un nuevo padre de familia, un nuevo hijo. Todos experimentamos esta exigencia interior a diario. Nos dimos cuenta de que a partir de ese momento, debíamos ser otra persona. Esta es la experiencia de transformación.
La vida de la iglesia es una vida de transformación. En la iglesia, todos estamos en el proceso de renovación. Somos renovados día tras día (Ro. 12:2; 2 Co. 4:16). No somos corregidos, pues eso no significa nada; somos renovados. La iglesia es el nuevo hombre (Ef. 2:15), y la vida de la iglesia es la vida del Israel transformado. Es una nueva vida con una nueva persona y un nuevo ser. Aquí en Bet-el experimentamos la nueva vida, la cual es Dios en Cristo. Aquí en la vida de iglesia, somos renovados cada día. Cuanto más permanecemos en la vida apropiada de iglesia, más renovados somos. La edad de uno puede seguir aumentando, pero el ser de uno se sigue renovando. Los hermanos de edad avanzada deben ser más nuevos, más activos, más fuertes y más lozanos. Al compartir, deben tener más convicción y ser más vigorosos que los jóvenes.
Espero que todos los puntos de este mensaje se conviertan en experiencias prácticas. En la vida de iglesia necesitamos la consagración más elevada, la consagración para la casa de Dios, y no para el enriquecimiento personal. Si éste es el caso, entonces tendremos la aparición de Dios de una manera concreta y disfrutaremos de Su plena bendición. Entonces nos renovaremos continuamente cada día. Esta es la experiencia que se tiene en Bet-el, la experiencia de la vida de iglesia.

(En el siguiente enlace podrá leer algunos comentarios sobre Gén. 35:10, usando el traductor: http://biblehub.com/commentaries/genesis/35-10.htm)

TRANSFORMADO (1), E. V. Génesis, Witness Lee)

Debemos desechar todos los dioses ajenos y los adornos abominables, purificarnos y cambiar nuestros vestidos. Desechar los dioses ajenos también significa desechar todas las cosas en las que nos apoyamos. Todo nuestro ser debe ser purgado, interior y exteriormente, de toda contaminación, y debemos cambiar nuestra manera de vivir. Todo esto tiene como fin la vida de iglesia. Sin embargo, después de que Jacob y los que lo acompañaban se deshicieron de los ídolos, se purificaron y mudaron sus vestidos, cayó terror de parte de Dios sobre la gente de las ciudades. La limpieza que ellos experimentaron y la purificación que tuvieron causaron terror al enemigo. Esto indica que si, por la vida de iglesia, desechamos todos esos dioses ajenos y todos los adornos abominables que nos decoran, y si nos purificamos y cambiamos nuestros vestidos, los demonios y los pecados que nos rodean serán atemorizados. No habrá necesidad de combatir para vencer; el enemigo será aterrorizado y la victoria será nuestra.


ESTUDIO-VIDA DE GÉNESIS

MENSAJE SETENTA Y OCHO

TRANSFORMADO (1)


La Biblia comienza con la creación y concluye con la morada de Dios. Todos debemos recibir una profunda impresión de estas dos palabras: creación y moradaLa consumación de la Biblia es la morada eterna de Dios. Si queremos conocer la Biblia, debemos tener muy presentes estas dos cosas: la creación y la morada de Dios. Hemos visto que el libro de Génesis contiene casi todas las semillas de las verdades relacionadas con la economía de Dios. Quizá la última semilla de este libro es la Bet-el, la morada de Dios. En la conclusión de la Biblia, y también en la última parte de Génesis, vemos el final consumado de la economía de Dios: Bet-el, la morada de Dios. La palabra Bet-el significa casa de Dios, o templo de Dios, morada de Dios.
El libro de Génesis abarca las biografías de ocho personas importantes: Adán, Abel, Enós, Enoc, Noé, Abraham, Isaac y Jacob con José. Debemos considerar la vida de José como parte de la vida de Jacob. En Adán tenemos la obra de creación que efectuó Dios, y en Jacob tenemos la morada de Dios, Bet-el. En Jacob no vemos solamente la elección que Dios hace. La mayoría de los maestros cristianos ha dedicado muchísimo tiempo al hecho de que Dios escogió a Jacob. Efectivamente, esta elección es el comienzo, pero ¿cuál es el fin, la meta consumada, de la elección de Dios? Es Bet-el, la morada de Dios. Dios nos creó, nos escogió, nos llamó y nos salvó, para tener una morada en la eternidad. Esta semilla del edificio, como todas las demás que aparecen en Génesis, se desarrolla a lo largo de la Biblia. Si queremos entender el significado de esta semilla, debemos examinar toda la Biblia.
Después de Jacob, tenemos la casa de Israel. La casa de Israel era en realidad la casa de Dios. Después del éxodo de Egipto, entre la casa de Israel se produjo la construcción del tabernáculo y, más adelante, la construcción del templo. Por consiguiente, el Antiguo Testamento es un relato de ocho hombres destacados, desde Adán hasta Jacob, y también del tabernáculo y el templo. La construcción, la destrucción y la reconstrucción del templo nos llevan al final del Antiguo Testamento. ¿Qué tenemos en el Nuevo Testamento? Vemos nuevamente dos cosas principales: el tabernáculo, el cual era Jesús (Jn. 1:14), y el templo, que es la iglesia (1 Co. 3:16). La consumación de la iglesia como templo es la Nueva Jerusalén. Una manera significativa y sencilla de memorizar la Biblia consiste en recordar los ocho hombres destacados, desde Adán hasta Jacob, el tabernáculo y el templo como tipos o figuras del Antiguo Testamento, y el tabernáculo y el templo como la realidad en el Nuevo Testamento, cuyo resultado final es la Nueva Jerusalén. Estos trece puntos abarcan toda la Biblia.
¿Cuál es el tema de la Biblia? Algunos dirán que es la caída del hombre, la redención efectuada por Dios, nuestro arrepentimiento, el perdón que Dios concede, nuestra regeneración y nuestra salvación. Obviamente, todas estas cosas se encuentran en la Biblia. Otros afirmarán que la Biblia menciona cosas como serpientes, escorpiones y ranas. La Biblia, que consta de más de mil capítulos, no es un libro sencillo. Inclusive un solo capítulo puede contener muchos puntos. Entonces, ¿cuál es el tema de la Biblia? Estudiar la Biblia es como estudiar a un ser humano. Los estudiantes de medicina han estudiado anatomía y fisiología durante siglos, pero todavía no han agotado el estudio del cuerpo humano, el cual constituye la tercera parte del ser humano. Saben algo del cuerpo humano, pero nada del alma ni del espíritu humano. El hombre es muy complejo. No obstante, sigue siendo un hombre, una entidad completa. No podemos referirnos a un hombre como un corazón, un riñón o una nariz. Un hombre tiene nariz, pero él no es la nariz, y la nariz no es el hombre. Algunos dicen que el tema de la Biblia es la justificación. La justificación está incluida en la Biblia, pero no constituye el tema de la Biblia como tampoco la nariz humana constituye al hombre mismo. Si queremos saber cuál es el tema de la Biblia, debemos ver que la Biblia nos habla de ocho hombres, desde Adán en la creación, hasta Jacob con la casa de Dios, Bet-el, y que después de esto, tenemos el tabernáculo y el templo en el Antiguo Testamento y la realidad del tabernáculo y del templo en el Nuevo Testamento, lo cual tiene su consumación en la Nueva Jerusalén. Apocalipsis 21 afirma que la Nueva Jerusalén es el tabernáculo de Dios y que Dios y el Cordero son el templo en ella. Por lo tanto, la Nueva Jerusalén es la consecuencia final de Bet-el.

d. Transformado

Por la época del capítulo treinta y cinco, Jacob tenía unos cien años de edad. Pese a que había pasado por muchas cosas, no vemos en ninguna parte antes de este capítulo que él haya tenido un arrepentimiento total. El sufrió mucho con su hermano, con su tío y con sus primos, pues fue oprimido durante veinte años por su tío Labán. No obstante, Génesis nunca afirma que mientras Jacob pasaba por esos sufrimientos, hubiera sido purificado ni que se hubiera arrepentido por completo, sino que se nos habla de su habilidad y su forma de suplantar. Pero como veremos, cuando Dios le pidió a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el, éste experimentó un arrepentimiento total.
La primera vez que Dios se apareció a Jacob fue en un sueño (28:10-22) en el cual Jacob vio los cielos abiertos y una escalera que se extendía de la tierra a los cielos y sobre la cual ascendían y descendían ángeles. Cuando Jacob despertó de su sueño, por inspiración llamó el lugar Bet-el, y la piedra que había usado como cabecera, la erigió como columna y derramó sobre ella aceite. Después, él hizo un voto según el cual la piedra que había alzado como columna sería la casa de Dios, si Dios lo traía de regreso a salvo a la tierra de sus padres (28:22). En este sueño, Dios en Su gracia visitó a Jacob e hizo que él, en el espíritu, hablara de la economía eterna de Dios. Si Jacob no hubiese sido inspirado por el Espíritu de Dios, ¿cómo habría podido, siendo un suplantador, decir algo que revelara el propósito eterno de Dios? Habría sido imposible. Dios le reveló a Jacob el deseo de Su corazón, que es obtener a Bet-el.
No obstante, el sueño que tuvo Jacob en Bet-el no lo cambió en nada. Parece que después del sueño, la inspiración volvió a los cielos. Su modo de vivir no fue afectado. Sucede lo mismo con nosotros. En Bet-el Jacob profetizó de una manera maravillosa de la casa de Dios, pero parece que la profecía volvió a los cielos. Igual que Jacob, muchos de nosotros hemos recibido un sueño, una revelación o una inspiración donde declaramos una profecía a los hombres, o por lo menos a los ángeles. No obstante, al día siguiente, seguimos viviendo como siempre. Después del sueño que Jacob tuvo en Bet-el, siguió suplantando, especialmente a Labán, como si nunca hubiera recibido el sueño. De hecho, después del sueño él era aún más Jacob que antes.
En el capítulo treinta y tres, Jacob seguía siendo él mismo. El sueño celestial y los sufrimientos no lo habían cambiado. Pero algo sucedió en el capítulo treinta y cuatro que afectó el corazón de Jacob. Su hija única fue deshonrada, y sus hijos le causaron problemas al matar personas y saquear la ciudad de ellas. Estos acontecimientos afectaron profundamente a Jacob y le hicieron dar un viraje total. Después de esto, Dios vino a él y le habló.

1) Dios le recordó
que debía regresar a Bet-el

Dios no le dio a Jacob un sermón. Más bien, por el hecho de que el corazón de Jacob había sido conmovido, lo cual lo predispuso a escuchar la palabra de Dios, Dios sólo le dijo: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú” (35:1). Aquí vemos que Dios le pidió a Jacob que hiciera cuatro cosas: levantarse, subir a Bet-el, morar allí y hacer un altar al Dios que se le había aparecido. El cambio que Jacob experimentó en el capítulo treinta y cinco fue muy significativo.

2) La respuesta de Jacob

En Génesis 35:2-7 vemos la respuesta de Jacob a la palabra de Dios. Antes de este capítulo, no vemos a ningún hombre andar en la presencia de Dios y que se purificase a sí mismo y a toda su casa. Dice el versículo 2: “Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos”Para subir a Bet-el, Jacob y todos los que lo acompañaban tenían que experimentar una limpieza total y purificarse. En este capítulo Dios no dijo: “Jacob, ve a Bet-el para construir un altar allí; recuerda que debes ser santo. Yo soy santo, y tú también debes ser santo. Debes desechar todos tus dioses ajenos, purificarte de toda contaminación, y cambiar tus vestidos”. (Hace poco un cristiano de edad avanzada que había sido predicador por más de cuarenta años, preguntó si nosotros enseñábamos que se debe uno vestir de cierta manera. El había observado la manera en que los hermanos y las hermanas se vestían y se preguntaba si les habíamos enseñado a vestirse así. Yo le dije que en catorce años jamás habíamos impuesto ninguna regla acerca del vestido. Pero todo aquel que es tocado por la mano de Dios para ser parte de Su morada sentirá que algo en lo profundo de él le dice que debe arrepentirse y purificarse. Usted puede tolerar cierta contaminación y cierta liviandad en su vida. Pero cuando toque la iglesia y decida seriamente ante el Señor participar de la vida de iglesia, algo le revelará desde su interior que ciertas cosas no corresponden a la vida de iglesia.) Inmediatamente después de que Dios ordenó a Jacob que se levantara y subiera a Bet-el, Jacob mandó a los suyos que desecharan los dioses ajenos, se purificaran y cambiaran sus vestidos. Más adelante veremos que el cambio de vestido representa un cambio en nuestro modo de vivir, a saber: nos despojamos de la vieja manera de vivir y nos vestimos del nuevo hombre. Dios no le dijo a Jacob que hiciera eso, pero algo dentro de él lo requería. Si él hubiera recibido la comisión de ir a un lugar mundano, no habría sentido ninguna necesidad de purificarse; por el contrario, habría estado listo para contaminarse aún más. Jacob experimentó un cambio radical porque había sido llamado a Bet-el, la morada eterna de Dios.

a) Una limpieza total

(1) El rechazo de los dioses ajenos: los ídolos

Primero Jacob pidió a su casa y a todos los que estaban con él que se deshicieran de los dioses ajenos que hubiera entre ellos (35:2). Cuando Jacob y su casa huían de Labán, Raquel tomó los ídolos de la casa (31:34-35). Antes del capítulo treinta y cinco, Jacob no le había dicho a Raquel que se deshiciera de ellos. Pero después de que Dios le dijo que subiese a Bet-el, todos tenían que abandonar a sus dioses ajenos, sus ídolos. Esto es una sombra, un tipo, que se desarrolla a lo largo de la Biblia. Según el Antiguo Testamento y el Nuevo, la primera cosa que debemos eliminar por causa de la morada de Dios es nuestros ídolos.
Muchos afirmarán que jamás han tenido nada que ver con ídolos. Materialmente, es posible que esto sea cierto. Pero debemos saber cuál es el significado espiritual de un ídolo. Un ídolo es cualquier cosa que reemplace a Dios. Su educación, su aspiración, su posición, su fama, sus anhelos y sus intenciones pueden reemplazar a Dios en su vida y convertirse así en ídolos. Si usted considera esto bajo esta luz, deberá reconocer que ha tenido muchos dioses ajenos. Si un pariente o un amigo reemplazan a Dios en su vida, entonces él es un ídolo para usted. Nuestros padres, cónyuges e hijos pueden convertirse en nuestros ídolos.
¿Sabe usted por qué la gente adora a los ídolos? Indudablemente, los adora por causa de la seducción de Satanás. Pero desde la perspectiva humana existe una razón por la cuál la gente obra así. La gente adora ídolos para alargar la vida y tener felicidad. Satanás infunde temor a los seres humanos, diciéndoles que si no adoran ídolos, no tendrán larga vida ni felicidad, pero que si lo hacen, vivirán mucho tiempo y serán muy felices. La felicidad incluye muchas cosas: dinero, posición, aspiraciones, fama, aprobación, etc. Muchos tienen ídolos debido a su deseo de tener salud. ¿Por qué tiene usted cosas que reemplazan a Dios? Simplemente porque esas cosas pueden hacerlo feliz. A diferencia de Raquel, Jacob no tenía ningún ídolo físico, pero en su suplantación, sí tenía algunos ídolos. De hecho, su suplantación era un ídolo. ¿Por qué suplantaba Jacob a los demás? Por su deseo de felicidad y de deleite. Hoy en día, el hombre ha perdido a Dios, y en su búsqueda de dioses ajenos, busca su felicidad en los ídolos. No obstante, Dios es nuestra larga vida y nuestra felicidad.
Cuando Dios habló a Jacob acerca de Bet-el, Jacob recibió la revelación acerca de su vida y se dio cuenta de que su vida en la tierra no tenía como fin su propia felicidad; la finalidad de su vida era Bet-el, la casa de Dios. Por lo tanto, Bet-el se convirtió en su meta, el destino de su vida humana sobre la tierra. Anteriormente su meta era su propia felicidad. Ahora su meta y su destino fueron reemplazados. Su meta ya no era algo para sí mismo, sino para Dios. En Siquem, Jacob lo tenía todo. No obstante, debido a los problemas causados por sus hijos, él perdió su seguridad y su paz. En ese momento crítico, Dios parecía decir: “Jacob, sube a Mi casa. Aquí en Siquem no tienes ni seguridad ni paz. La seguridad y la paz se encuentran en Bet-el. Debes subir allí”. Por lo tanto, Bet-el se convirtió en la meta y el destino de Jacob. Jacob se dio cuenta de que la meta, la casa de Dios, era santa, y no era algo común. Nadie podía entrar en la casa de Dios trayendo consigo ídolos, contaminación o vestidos viejos y sucios. Por consiguiente, Jacob mandó que su casa y todos los que lo acompañaban quitasen de su medio todos los dioses ajenos.

(2) La purificación de sí mismos

Jacob también mandó que todos se purificaran (35:2). No sólo debemos desechar los dioses ajenos, sino también purificar todo nuestro ser. En otras palabras, nuestro ser, nuestra manera de vivir y nuestra expresión deben cambiar. Esta no es simplemente la regeneración ni un pequeño cambio de vida superficial, sino que se trata de una transformación completa. Aquí en Génesis 35 Jacob fue transformado.
En la Biblia la purificación significa purgarse de toda contaminación. Todo nuestro ser debe ser depurado de toda contaminación a los ojos de Dios. En 2 Corintios 7:1 Pablo declara: “Así que, amados, puesto que tenemos estas promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios”. El concepto que Pablo expresa en 2 Corintios 6 y 7 era el mismo que el de Jacob en Génesis 35. Como los corintios eran el templo de Dios, Pablo les dijo que se purificaran. No puede haber concordia entre el templo de Dios y los ídolos (2 Co. 6:16). Los ídolos son ídolos, y el templo de Dios es el templo de Dios. ¿De qué lado se pone usted? Si escoge los ídolos, entonces vaya con sus ídolos. Si escoge el templo de Dios, entonces venga al templo sin ningún ídolo.
Cuando usted entró en la vida de iglesia, nadie le sugirió nada, pero en lo profundo de su ser, algo le convenció de que ciertas cosas debían desaparecer por causa de la vida apropiada de iglesia. Cada uno de nosotros ha experimentado esta limpieza al entrar en la iglesia. En dicha ocasión, desechamos muchos dioses ajenos, a lo mejor todos, pues nos deshicimos de cosas, asuntos y personas en que confiábamos para ser felices, y dijimos: “No deseo conservar estas cosas. Todos los ídolos ajenos deben desaparecer”. En la vida de iglesia, no debemos ceder ni un solo centímetro a los dioses ajenos. Además, cuando entramos en la vida de iglesia fuimos purificados. Por lo menos, aspirábamos a ser puros, y dijimos: “Por causa de la vida de iglesia, decido ser puro en todo mi ser, en mi mente, mi parte afectiva y mi voluntad”. Tuvimos el mismo deseo que Jacob. Cuando los que estaban con Jacob subieron a Bet-el, se purificaron y entre ellos no se halló ningún dios ajeno.
Muchos de nosotros, incluyéndome a mí mismo, nos damos cuenta de que no somos muy buenos. Es posible que aún hoy usted haya dicho: “Yo no soy muy bueno, y mis pensamientos todavía no son muy puros”. Aún así, compare su presente manera de vivir con la pasada. Ciertamente no debe estar orgulloso, pero sí debería decir: “Señor, gracias. No estoy muy contento conmigo mismo, pero si me comparo con lo que era anteriormente, tengo que agradecerte y alabarte porque soy bastante diferente”. En el capítulo treinta y cinco, Jacob todavía no era maduro, pero indudablemente había cambiado. En el mensaje siguiente, veremos cómo Jacob fue transformado radicalmente. Dios volvió a cambiar su nombre por Israel, y le dijo que ya no se llamaría Jacob y que su nombre sería Israel.
He conocido a muchos de ustedes por doce años o más. Sé que muchos no están contentos consigo mismos ahora. Cuando alguien les pregunta como están, ustedes por costumbre contestan: “Muy bien”. Pero interiormente, no se sienten tan bien. Quizá usted acaba de arrepentirse y ha clamado al Señor; pero cuando alguien le pregunta cómo está, responde que está bien. Usted puede decir que está bien a un hermano, pero nunca puede decirle eso al Señor. No debemos sentirnos orgullosos ni estar desilusionados. Compárese con lo que era hace doce años. ¿No nota un gran cambio? ¿Quién lo cambió? Todos debemos reconocer que nosotros no nos cambiamos a nosotros mismos; fuimos cambiados para estar en Bet-el, en la vida de iglesia. Si usted se aparta adrede de la vida de iglesia durante algunas semanas, su frialdad anterior regresará, la cola de zorro se hará visible, la lengua de serpiente se ejercitará y todos los bichos estarán activos. Pero si sigue viniendo a la iglesia, y se mantiene en contacto con la iglesia, la cola de zorro será eliminada así como la lengua de serpiente, y los bichos serán envenenados. Si usted viene a la iglesia, todos los bichos serán exterminados.
La vida de iglesia es la purificación más eficaz. Hace poco, experimenté mucha purificación en la reunión de oración. Mientras estaba sentado en la reunión, uniéndome a las oraciones, fui bañado y purificado. No diría que me purificaron las oraciones, pero sí la iglesia. La iglesia es una bañera grande donde todos somos lavados y purificados. Si la iglesia no tiene esta función, me temo que no seguirá siendo la iglesia. Mientras la iglesia sea la iglesia, tendrá esta función. Con frecuencia, al momento de ir a la reunión, algo dentro de nosotros empieza a purificarnos, diciéndonos que debemos limpiarnos. En camino a la reunión, a menudo hemos orado: “Señor, voy a la reunión. Perdóname por esto, límpiame de este asunto, y sácalo de mí”. Esta es la purificación necesaria para subir a Bet-el. Purifiquémonos, pues debemos levantarnos, subir a Bet-el y encontrarnos con nuestro Dios. No podemos encontrarnos con El en vejez y contaminación; debemos ser purificados. Esta purificación no es un asunto de obras, sino de la mano divina que obra sobre nosotros. Cuando nos ocupamos de Bet-el, la mano divina nos purifica.

(3) El cambio de vestido

Además de desechar a sus dioses ajenos y de purificarse, ellos cambiaron sus vestidos (35:2). La Biblia afirma que el cambio de vestido se refiere al modo de vivir. Efesios 4:22-24 revela que la vieja manera de vivir era la de la humanidad caída, y que la nueva manera de vivir está relacionada con la iglesia. La iglesia es la nueva creación regenerada, y la humanidad es la vieja creación caída. Cuando no éramos salvos, llevábamos una vida que pertenecía a la vieja creación caída. Después de ser salvos y regenerados y de haber sido introducidos en la vida de iglesia, debemos tener una nueva manera de vivir. Debemos despojarnos del viejo hombre y vestirnos del nuevo. Deshacernos del viejo hombre equivale a desechar los vestidos viejos, la vida vieja; y vestirnos del nuevo hombre consiste en ponernos la nueva manera de vivir, la iglesia.
Después de desechar los dioses ajenos y de purificarnos, debemos mudar nuestros vestidos, cambiar nuestra manera de vivir. Ya deberíamos dejar de expresarnos de un modo viejo, y hacerlo como iglesia, como el nuevo hombre, en la nueva manera de vivir. Eramos la vieja creación caída, pero ahora somos la nueva creación regenerada. Muchos de nuestros parientes, amigos, compañeros y vecinos pueden testificar que después de que entramos en la vida de iglesia, nuestra vida cambió radicalmente. La iglesia ha cambiado y sigue cambiando nuestra manera de vivir. Esto se relaciona con Bet-el.

(4) El entierro de los zarcillos

Dice el versículo 4: “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem”. No sólo fueron sepultados los ídolos, sino también los zarcillosLos zarcillos, artículos que sirven para embellecer, recibieron el mismo trato que los ídolos. A los ojos de Dios, en muchos casos los zarcillos, y los artículos usados como adorno equivalen a ídolos. Cuando los de la casa de Jacob desecharon sus dioses ajenos, también desecharon sus zarcillos, lo cual indicaba que para su conciencia, sus zarcillos eran tan abominables como sus dioses ajenos. Después de entrar en la iglesia, muchas hermanas tuvieron la misma convicción y desecharon esta clase de adorno abominable. Esto no está relacionado con la moralidad, sino con la casa de Dios.
Dios no mandó a Jacob que hiciera esta limpieza. Y tampoco le dijo: “Jacob, debes decir a toda tu casa y a todos los que te acompañan que hagan una limpieza general y que se purifiquen”. Entonces, ¿por qué Jacob ordenó a todos que hicieran tal cosa? Porque la casa de Dios no es un asunto individual. No se trataba solamente de Jacob. La casa de Dios debe ser la casa de Jacob y debe convertirse en la casa de Israel. Finalmente, todos los descendientes de Jacob se convirtieron en la casa de Dios, Bet-el. El verdadero Bet-el no era el tabernáculo, sino los hijos de Israel. Asimismo debemos ver que hoy en día nosotros somos la iglesia. Debemos purificarnos no solamente porque vamos a Bet-el, sino porque hemos de ser Bet-el. Debemos desechar todos los dioses ajenos y los adornos abominables, purificarnos y cambiar nuestros vestidos. Desechar los dioses ajenos también significa desechar todas las cosas en las que nos apoyamos. Todo nuestro ser debe ser purgado, interior y exteriormente, de toda contaminación, y debemos cambiar nuestra manera de vivir. Todo esto tiene como fin la vida de iglesia.

(5) El terror infundido a los enemigos

Dice en el versículo 5: “Y salieron, y el terror de Dios estuvo sobre las ciudades que había en sus alrededores, y no persiguieron a los hijos de Jacob”. Es muy alentador ver que sus enemigos sintieron terror. Debido a los problemas causados por los hijos de Jacob, éste tenía miedo de que la gente de las ciudades combatiera contra él y lo matara. Sin embargo, después de que Jacob y los que lo acompañaban se deshicieron de los ídolos, se purificaron y mudaron sus vestidos, cayó terror de parte de Dios sobre la gente de las ciudades. La limpieza que ellos experimentaron y la purificación que tuvieron causaron terror al enemigo. Esto indica que si, por la vida de iglesia, desechamos todos esos dioses ajenos y todos los adornos abominables que nos decoran, y si nos purificamos y cambiamos nuestros vestidos, los demonios y los pecados que nos rodean serán atemorizados. No habrá necesidad de combatir para vencer; el enemigo será aterrorizado y la victoria será nuestra. ¿Ha atemorizado usted los pecados alguna vez? ¿Ha atemorizado las apuestas, la bebida o el cigarrillo? Quizá ha encontrado que estas cosas son difíciles de vencer. Si tal es el caso, no ha desechado los dioses ajenos ni se ha purificado ni ha cambiado sus vestidos. Si usted obra así, todos esos “bichos, escorpiones y topos”, se atemorizarán, huirán y se esconderán. He leído algunos libros sobre vencer el pecado y el mundo. Hace cuarenta o cincuenta años practicaba lo que leía en estos libros. Pero cuanto más practicaba, más vencido era, porque no estaba en la iglesia. Estar en la iglesia desechando las cosas ajenas en que confiamos, purificarnos y cambiar nuestros vestidos, atemoriza al pecado y la mundanalidad, y hace que obtengamos la victoria. ¿Está usted irritado por el pequeño “topo” de su ira? Este bicho será atemorizado. Génesis 35:5 afirma que la gente de las ciudades no se atrevió a seguir a Jacob. Dios le proporcionó a Jacob un viaje próspero hasta Bet-el. Cuando estamos en la iglesia, todos los “topos” son atemorizados.

b) El ascenso a Bet-el

Después de que Jacob experimentara un cambio total, él y todos los suyos se levantaron y subieron a Bet-el (vs. 3, 6). En Bet-el, construyó un altar a Dios y “llamó al lugar El-bet-el” (v. 7), pues se dio cuenta de que Dios era su Dios en Bet-el. Debemos responder al llamado de Dios o a su recordatorio de que subamos a la iglesia donde podemos edificar el altar de nuestra verdadera consagración y experimentarle en la práctica. Después de entrar en la iglesia, nos percatamos de la necesidad de una verdadera consagración. Con esta consagración, experimentamos que Dios es nuestro Dios en Su casa, la iglesia.

3) La limpieza que Dios realiza

Dice el versículo 8: “Entonces murió Débora, ama de Rebeca, y fue sepultada al pie de Bet-el, debajo de una encina, la cual fue llamada Alón-bacut”. Durante cierto tiempo, no podía entender por qué en este preciso momento murió Débora, la nodriza de Rebeca. La Biblia no desperdicia ninguna palabra. Débora era la nodriza de Rebeca, la madre de Jacob. Rebeca debe de haber muerto antes del regreso de Jacob. Por tanto, es muy probable que Débora fuese muy querida para Jacob como consuelo en lugar de su madre. En el momento preciso en que Jacob tuvo la experiencia de Bet-el, Débora, su consuelo, fue llevada por Dios. Como muchos de nosotros podemos testificar, Dios intervino para quitar nuestra “Débora”, nuestras nodrizas, cuando desechamos los dioses ajenos, nos purificamos, cambiamos nuestros vestidos y entramos en la vida de iglesia. Muchos de nosotros hemos tenido una “Débora”, alguien o algo que amamos, que nos comprende y nos consuela. Pero el día que llegamos a la vida de iglesia, Dios quitó espontáneamente a esta persona, y nuestra “Débora” murió. La vida de iglesia no requiere nodrizas. Ninguno de los santos de la iglesia necesita una nodriza. Sin embargo, lamento decirlo, a algunos de nosotros todavía nos gusta tener a estas personas que nos comprenden, que nos consuelan y nos confortan como una madre que cuida a su pequeño. Todo lo positivo que se pueda decir de las nodrizas tiene que ver con niños. Después de estar en la iglesia durante tanto tiempo, ¿todavía necesita usted que alguien lo cuide? Pero incluso los santos de edad avanzada desean todavía una “Débora” que los consuele y los cuide. Si tenemos una relación seria con el Señor en cuanto a Bet-el, El quitará nuestras nodrizas.
En estos versículos vemos que se sepultaron tres cosas: los ídolos, los zarcillos y la nodriza. Todas estas cosas fueron sepultadas debajo de una encinaLa encina simboliza la vida floreciente. Por lo tanto, los dioses ajenos, las cosas que usamos para embellecernos y las nodrizas quedan sepultados debajo de la vida que florece, particularmente la vida de iglesia. Esto no es una doctrina, sino algo que corresponde a nuestra experiencia. La vida florece en la iglesia igual que una encina, pero debajo de ella se encuentran las “Déboras”. Nosotros desechamos los ídolos y nos deshicimos de los zarcillos, pero Dios hará morir a nuestra “Débora”. Esta es una verdadera purificación, tanto por nuestra parte como por parte Dios. Nosotros desechamos y Dios quitó. Nosotros desechamos los dioses ajenos, los zarcillos, las contaminaciones y los vestidos, y Dios se llevó a las nodrizas. En la vida de iglesia no necesitamos ni la comprensión ni el cuidado de las nodrizas. Todas nuestras “Déboras” deben ser sepultadas.
La encina debajo de la cual Débora fue sepultada se encontraba “al pie de Bet-el” (v. 8). Esto indica que nuestra experiencia de desechar y sepultar a nuestras “Déboras” no se encuentran en un nivel elevado, pues están debajo del nivel de la iglesiaLa iglesia como casa de Dios se encuentra en el nivel más elevado, y aquí en la iglesia debemos tener algunas experiencias que también se hallan en el plano más elevado, como por ejemplo experimentar a Cristo como nuestra vida y nuestra persona. Experimentar la sepultura de nuestra “Débora” es algo bastante pobre; se encuentra al pie de Bet-el. Por consiguiente, la encina de la sepultura fue llamada Alón-bacut, la encina del llanto. Este no es motivo de regocijo.