Capítulo
1
LA
RAMERA
La
caída de la Babilonia Misteriosa, que se representa como una Gran
Ramera, se cubre con considerable detalle en Apocalipsis 17-19, lo
que lleva a la Segunda Venida de Cristo. Apocalipsis 16 registra (y
profetiza) las demandas legales presentadas contra Babilonia en la
Corte Divina, junto con los veredictos decretados contra la ciudad.
Los próximos tres capítulos nos dan detalles de la caída de la
Novia Ramera y el levantamiento de la verdadera Novia, la Nueva
Jerusalén.
Apocalipsis
17: 1-2
comienza diciendo:
1
Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas y habló
conmigo, diciendo: Ven aquí, te mostraré el juicio de la gran
ramera que está sentada sobre muchas aguas, 2 con la cual los reyes
de la tierra cometieron actos de inmoralidad, y los moradores de la
tierra se embriagaron con el vino de su inmoralidad”.
La
secuencia de decretos contra Babilonia alcanzó su clímax al final
de Apocalipsis 16. Ahora un ángel llama aparte a Juan para darle
detalles más específicos sobre la identidad de la Gran Ramera y
mostrarle la forma en que ella cayó del poder. Juan no fue
específico, pero nos dice que este ángel fue uno de los siete que
derramó una copa de vino sobre Babilonia (Ap.
15: 7).
Mi propia revelación me indica que este fue en realidad el primero
de los siete, conocido por mí como el Ángel de la Redención.
El
Ángel de la Redención revela toda la información del capítulo 17,
que culmina en Apocalipsis
17: 18,
que dice:
18
“Y
la
mujer que viste es la gran ciudad, que reina sobre los reyes de la
tierra”.
En
otras palabras, se representa a Babilonia como una mujer, una
ramera y una ciudad. La mujer no es una mujer literal,
aunque en los tipos y sombras de la profecía pasada, Jezabel se
destaca como principal representante de esta ramera. Incluso la
“ciudad” misma es figurativa, porque es más que una ciudad. La
antigua ciudad de Babilonia fue un tipo de un Sistema Mundial
completo. Sin embargo, estas metáforas bíblicas son importantes
desde un punto de vista legal, porque invocan ciertas leyes por las
cuales las rameras y las ciudades pueden ser juzgadas.
Una
de esas leyes, como ya hemos explicado, es la Ley de Redención
aplicada a la propiedad urbana de Lev.
25: 29-31.
La compra de una propiedad urbana otorga al propietario anterior un
derecho de rescate de un año. Babilonia es una ciudad. Así que esta
ley profetiza la manera en que el Ángel de la Redención derroca a
Babilonia. En cierto sentido, el arnion
(Cristo
y su Cuerpo) han comprado una propiedad urbana. De hecho, han
comprado (o redimido) toda la ciudad, lo que significa que se deben
seguir ciertas leyes.
Cuando
realizamos nuestra Campaña de Oración Jubilar del 21 al 29 de
noviembre de 1993, entendimos que estábamos “comprando un terreno
urbano” y así supimos que veríamos los resultados reales un año
después (29 de noviembre de 1994). Este período de espera coincidió
y fue respaldado por la profecía de Dan.
4: 29.
El mismo principio se aplicó en octubre de 2014 cuando la
transferencia de autoridad dio jurisdicción sobre la Tierra a los
Vencedores al final de los “siete
tiempos”
del juicio divino. Sabíamos que tendríamos que esperar otro año
para otorgarle a la “ciudad” sus derechos de redención, en el
caso de que pudieran redimir su propiedad.
Si
bien algunos pueden pensar que todo esto es absurdo, debemos
recordarles a todos que la Ley profetiza, porque es la guía por la
cual Dios juzga a los hombres, las naciones y el mundo mismo. Cada
vez que hablamos de juicio divino, debe entenderse que Dios juzga por
su
Ley,
no por las leyes de los hombres. Por lo tanto, su
Ley es más que una norma moral a seguir por los hombres; es también
profética, porque establece los parámetros de la justicia divina
cuando el Tribunal Divino emite sus fallos.
Como
veremos más adelante, otros ángeles además del Ángel de la
Redención tienen su papel en este juicio divino. Eran siete los que
derramaron las copas del vino y del juicio. En Apocalipsis 17-20
vemos a cuatro ángeles participando en el juicio: el Ángel de la
Redención en 17: 1, un “ángel
que tiene gran autoridad”
en 18: 1, y un
“ángel
fuerte”
en 18: 21, y finalmente, un ángel “teniendo
la llave del abismo”
en 20: 1. Diremos más sobre éstos a medida que avancemos.
La
Gran Ramera
El
Ángel de la Redención es el primero en identificar a Babilonia como
una ramera
en
Apocalipsis
17: 1.
Ella "se
sienta sobre muchas aguas",
y esto se interpreta más tarde en Apocalipsis
17: 15,
15
Y
me dijo: Las aguas que has visto donde se sienta la ramera, son
pueblos y muchedumbres y naciones y lenguas.
Por
lo tanto, así
como la ramera misma no es literal, tampoco lo son estas aguas sobre
las que se sienta.
La metáfora se ve en Isaías
57: 20-21,
20
Pero
los impíos son como el mar embravecido, que no puede estar quieto; y
sus aguas arrojan basura y lodo. 21 “No hay paz,” dice mi Dios,
“para los impíos”.
Mientras
las naciones estén en rebelión contra el Creador y el Mesías,
negándose a ser gobernadas por la Ley Divina, no puede haber paz
duradera. Solo puede haber una ley, y solo cuando gobierne el
Príncipe de Paz entraremos en una Era de paz. Esto está profetizado
en Génesis
49: 10 en
la profecía de la venida de “Silo”,
palabra que se basa en shalom,
“paz”, y habla de un pacificador. El Príncipe de Paz es
retratado más tarde por Salomón y su reinado pacífico.
La
Ramera no solo se sienta sobre “muchas
aguas”,
sino que también se le ve “sentada
sobre una bestia escarlata”
en Apocalipsis
17: 3,
3
Y
me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre
una bestia escarlata, llena de nombres de blasfemia, que tenía siete
cabezas y diez cuernos.
La
Bestia Escarlata, entonces, es el equivalente a las aguas. La
diferencia es que las aguas hablan generalmente de las naciones en
tumulto, mientras que la Bestia Escarlata parece hablar más
específicamente de un grupo
de
naciones. Que esta es la misma mujer del versículo 1 es evidente en
el versículo 5, donde la vemos etiquetada en la frente. Ella no es
solo una "gran
ramera",
sino también "la
madre de las rameras".
Dirige una especie de burdel espiritual para los reyes de la Tierra.
Redimiendo
a la Ramera
La
metáfora de la Ramera invoca leyes específicas por las cuales se
juzga a Babilonia. Los profetas hablan de la
idolatría como adulterio y prostitución.
Los ídolos también son llamados “abominaciones”
en 2º
Reyes 23: 13,
donde la Septuaginta usa la misma palabra griega (bdelugma)
que usa Juan en Apocalipsis
17: 4.
Adorar
ídolos o dioses falsos era cometer adulterio contra el Dios que
había desposado a Israel en el Sinaí.
Oseas
era un profeta de la Casa de Israel, a quien Dios (Cristo) había
desposado. Oseas se casó con una ramera (Oseas
1: 2)
para ilustrar el matrimonio fallido de Dios con Israel. Su
experiencia de vida sentó un precedente profético para cosas
futuras: el gran divorcio (Oseas
2: 2).
Él la echó de la casa (Os.
2: 14),
pero luego la redimió de la esclavitud (Os.
3: 1-2).
En
Oseas vemos la historia de la redención de la Ramera, y esto también
constituye el telón de fondo del libro de Apocalipsis, aunque
pocos tienen ojos para ver más allá del tiempo del juicio. Sin
embargo, es el Ángel de la Redención quien le revela estas cosas a
Juan y quien también inicia el juicio en la Primera Copa de vino. Su
propósito final es redimir no solo a la Casa de Israel, sino todo lo
que se perdió en Adán, es decir, toda la Tierra. Mientras
tanto, sin embargo, como con la esposa de Oseas, hay un tiempo de
juicio divino que es el tema principal en la superficie de
Apocalipsis 17-20.
El
matrimonio y el Sumo Sacerdote
Jesucristo
es nuestro Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec (Heb.
7: 17).
Apocalipsis
21: 9 también
habla de “la
novia, la esposa del Cordero”.
El hecho de que nuestro Sumo Sacerdote (junto con su Cuerpo) tenga
una Esposa trae a colación ciertos requisitos legales que parecen
ser un impedimento para tal matrimonio. Lev.
21: 13-15 especifica
con qué tipo de mujer se le permite casarse a un sumo sacerdote:
13
Y
tomará mujer en su virginidad. 14 No
podrá tomar a la viuda,
ni
a la repudiada,
ni a la profanada por prostitución;
sino que se casará con una virgen de su propio pueblo; 15 para que
no profane su descendencia entre su pueblo; porque yo soy el Señor
que lo santifica”.
Las
Escrituras aclaran, especialmente en el libro de Oseas, que la Casa
de Israel era una Ramera y por lo tanto inelegible como Esposa de
nuestro gran Sumo Sacerdote. Además, Oseas
2: 2 y
Jer.
3: 8 habla
del divorcio de Israel, haciéndola nuevamente inelegible. La Ley
misma en Deut.
24: 4 prohíbe
a un hombre volver a tomar a su ex esposa de quien se ha divorciado
legalmente.
Hay muchas leyes que levantan barreras contra la elegibilidad de
Israel para volver a casarse con su Esposo original.
Sin
embargo, Cristo tiene una Novia, y Oseas
2: 19 dice
que Cristo nuevamente la “desposará”
a ella “en
justicia”.
¿Cómo puede Él hacer esto sin violar su Ley? La respuesta no se
reveló claramente hasta que Cristo
murió en la cruz y resucitó como una Nueva Creación.
Este enigma bíblico fue revelado encubiertamente por Isaías, aunque
apenas se entendió hasta siglos después. Isaías 53 habla de la
muerte del Mesías, y en el próximo capítulo Dios llama a Israel
una “viuda”, diciendo en Isaías
54: 4-7,
4
“No
temas, porque no serás avergonzada; ni te sientas humillada, porque
no serás deshonrada; sino que te olvidarás de la vergüenza de tu
juventud, y del oprobio de tu
viudez
no te acordarás más. 5 Porque tu
marido es tu Hacedor, cuyo nombre es el Señor
[Yahweh]
de
los ejércitos;
y tu Redentor es el Santo de Israel, llamado el Dios de toda la
tierra. 6
Porque
el Señor te ha llamado como a una esposa abandonada y afligida de
espíritu, como
a una esposa
en
la juventud cuando es rechazada, dice tu Dios. 7 “Por
un breve momento te abandoné, pero con gran compasión te recogeré”.
Aquí
se representa a Israel como una viuda, cuyo esposo es Yahweh de los
ejércitos, "el
Dios de toda la tierra".
Dios había abandonado a Israel “por
un breve momento”,
a causa de su adulterio, pero al final dice que “con
gran compasión os reuniré”.
Esto se logró mediante una ley apenas contemplada por los escribas y
fariseos en sus debates mesiánicos. Los
papeles de divorcio terminan los contratos de matrimonio (Deut.
24: 1-4),
pero también lo hace la muerte.
Rom.
7: 2 dice,
2
Porque
la mujer casada está ligada por ley a su marido mientras éste vive;
pero si su marido muere, ella queda libre de la ley concerniente a su
marido.
Por
lo tanto, cuando Jesucristo murió, sucedieron muchas cosas. Primero,
Israel enviudó.
Segundo, Israel
fue liberada de su matrimonio del Antiguo Pacto en Sinaí.
En tercer lugar, Cristo
mismo, que había sido el Esposo de Israel, se convirtió en una
Nueva Creación
y, a partir de entonces, fue reconocido legalmente como otra
Persona,
que como tal, era elegible por Ley para casarse con su ex cónyuge,
porque la Ley no contemplaba ninguna violación de Deut.
24: 4 en
eso.
Hay
tantas facetas diferentes de la Ley y la profecía que se están
desarrollando al mismo tiempo que es difícil separarlas todas.
Israel estaba divorciada, pero debido a que Judá e Israel se
habían dividido en dos naciones, la porción de Judá no estaba
divorciada de Dios.
Las
profecías de la Casa de Israel por lo general siguen el tema del
divorcio, y su problema era que la Ley prohibía al hombre reclamar a
su ex esposa divorciada. Sin embargo, Judá todavía estaba
técnicamente “casada” cuando Jesucristo murió en la cruz.
Aunque Judá se había rebelado contra Cristo mientras hipócritamente
defendía la Ley de labios para afuera, Dios no podía divorciarse
de Judá sin poner en peligro el estado legal de Cristo, quien
todavía tenía que nacer a través de ella. Si Dios se hubiera
divorciado de Judá y luego hubiera engendrado a Cristo a través de
su ex esposa, Jesús habría sido legalmente ilegítimo.
Judá
enviudó después de matar a su Esposo. Ella no necesitaba el
divorcio, porque su Esposo ya estaba muerto, así que creo que es por
eso que el Nuevo Testamento no dice nada acerca de darle el divorcio
a Judá (carnal). No obstante, fue expulsada de la Casa (la tierra de
Israel) en el año 70 dC.
Cuando
Cristo resucitó de entre los muertos como una Nueva Creación,
comenzó a prepararse para otro gran matrimonio. Aquellos que lo aman
y tienen fe en Él como el Mediador del Nuevo Pacto, son elegibles
para casarse con Él en la boda de Apocalipsis
21: 2-3.
Esta es la manera en que Él cumplirá su promesa a Israel, pero esta
vez la nación de Israel se ampliará para incluir a cualquiera que
emigre al Reino de Dios (Isaías
56: 6-8).
Isaías dice que a todos los inmigrantes se les otorgan los mismos
derechos en el Reino, porque incluso los israelitas naturales tienen
que entrar en el Nuevo Pacto de la misma manera: por la fe en Cristo.
No hay diferencia, ni exenciones, ni privilegiados.
Todos
los verdaderos creyentes, por definición, han muerto legalmente,
porque Pablo dice en Rom.
6: 7,
“el
que murió ha sido justificado del pecado”
(The Emphatic Diaglott). En otras palabras, uno
no puede retener al viejo hombre y esperar ser un ciudadano del
Reino. El hombre viejo debe morir y el hombre nuevo debe ser
engendrado por el Espíritu para ser elegible para recibir esta
herencia del Reino.
Aquellos que piensan que el viejo hombre carnal (Adán o Israel)
heredará el Reino están tratando de reclamar la herencia para la
“ramera”.
La
Ramera es una Novia falsa, cuyos hijos creen que ella es la madre de
los herederos. La Ramera toma muchas formas, todas gobernadas por
la carne a través del Antiguo Pacto. Babilonia y Jerusalén son
las dos formas principales de la Ramera, pero están siendo
derribadas incluso ahora y expuestas por el Ángel de la Redención.
La
prostitución de la carne
Como
ya hemos mostrado, la prostitución toma más de una forma. La
idolatría es prostitución cuando se ve a la luz de ser infiel en el
matrimonio de uno con Dios (Cristo). A escala nacional, la
antigua Israel a menudo toleraba el adulterio espiritual o la
prostitución, cada vez que los reyes toleraban la idolatría como
parte de la religión nacional. La prostitución, entonces, es una
descripción precisa, ya sea que la apliquemos a la vida personal de
uno o a la vida nacional. La diferencia es que cuando la nación
se vuelve ramera, algunos individuos permanecen fieles a Dios,
incluso si la mayoría es infiel al seguir la dirección del
gobierno.
En
el nivel individual más profundo, “todos
pecaron”
(Rom.
3: 23),
y por lo tanto todos son culpables de prostitución. En otras
palabras, todos han violado su juramento del Antiguo Pacto de ser
obedientes a las Leyes de Dios. Dado
que el Antiguo Pacto era un pacto matrimonial, en el que Israel hizo
“votos de matrimonio”, cualquier violación de la Ley es
prostitución y adulterio espiritual.
Dado
que nadie podía ser justificado por su propia voluntad—su propio
voto de obediencia—Dios instituyó un Segundo Pacto que estaba
garantizado
para tener éxito.
El Nuevo Pacto fue el voto de Dios de obrar en nuestros corazones
para cambiar nuestra propia naturaleza. Cumpliríamos
con la Ley, no porque hubiéramos hecho votos con buenas intenciones,
sino porque Dios prometió hacerlo realidad. Por lo tanto, el Nuevo
Pacto se basa en “las
promesas de Dios”
(2ª
Cor. 1: 20).
Solo
cuando vemos las promesas de Dios en contraste con las promesas de
los hombres, podemos comenzar a comprender la diferencia entre el
Antiguo y el Nuevo Pacto. Sólo el Nuevo Pacto puede librarnos de
la prostitución personal. El Antiguo Pacto es un voto que el
“viejo hombre” (naturaleza adámica) hace con Dios. El Nuevo
Pacto es completamente diferente, aunque muchos piensan que es la
promesa de Dios de ayudar al viejo homnre a cumplir sus votos y así
llegar a ser perfecto. Nada mas lejos de la verdad.
Bajo
el Nuevo Pacto, un “hombre nuevo” es engendrado por el Espíritu
dentro de nuestros corazones, creando una identidad completamente
nueva, que tiene un Padre celestial y una madre terrenal. Aunque la
“madre” sigue siendo adámica, la simiente del Padre que lo
engendra es espiritual. La herencia se transmite a través del padre,
y así la responsabilidad de Adán por el primer pecado se transmite
a través del esperma natural de nuestra identidad adámica, es
decir, el “viejo hombre” carnal. La pena de muerte es lo único
que puede heredar la simiente de Adán por su identificación con el
primer pecador.
Sin
embargo, el “hombre nuevo” (KJV) o “nuevo yo” (Ef.
4: 24;
Col.
3: 10)
es engendrado por la simiente espiritual del Espíritu de Dios.
Teniendo a Dios como su Padre, “no
puede pecar”
(1ª
Juan 3: 9),
porque no está en su naturaleza hacerlo. Por lo tanto, cada
“hombre nuevo”, así como el Hombre Corporativo de la Nueva
Creación, cumplen plenamente con las Leyes de Dios, no por
obligación, sino porque “gozosamente
concuerdan con la ley de Dios”
(Rom.
7: 22).
En otras palabras, el
hombre nuevo es incapaz de actuar como una ramera, mientras que el
hombre viejo no puede evitarlo.
El
sumo sacerdote debe casarse con una virgen
En
Lev.
21: 14-15 se
ordena al sumo sacerdote que “se
case
con una virgen de su propio pueblo, para que no profane su
descendencia entre el pueblo”.
Cuando aplicamos esta Ley a nuestro propio gran Sumo Sacerdote de la
Orden de Melquisedec, Jesús, vemos que sería
ilegal para Él casarse con alguien que no sea virgen,
es decir, rameras, viudas, divorciadas. Pero Israel en la carne quedó
descalificada en todos los aspectos para casarse con Cristo. Oseas
dice que Israel era una ramera, Isaías dice que era viuda y Jeremías
dice que estaba divorciada.
Sin embargo, Israel recibió las promesas de Dios, e Isaías
62: 4-5
les dice:
4
Ya
no se dirá más de ti, “Abandonada”, ni de tu tierra se dirá
más, “Desolada”; sino que a ti te llamarán “Mi delicia está
en ella”, y a tu tierra, “Casada”; porque el Señor se deleita
en ti, y con Él será desposada tu tierra. 5 Porque como el joven se
casa con la virgen, así se casarán contigo tus hijos; y como
el gozo del novio con la novia, así vuestro Dios se regocijará con
vosotros.
Muchos
otros profetas, incluido Oseas, afirman esto. Pero, ¿cómo puede
Dios volver a casarse con Israel y, sin embargo, ser fiel a Sí
mismo, es decir, a su propia Ley, que procede de su naturaleza justa?
Una vez que Israel en la carne se convirtió en ramera, viuda y
divorciada, quedó descalificada
para siempre como
la Novia de Cristo. En
su carne adámica,
nunca podría revertir el curso y volver a ser virgen. El Nuevo
Pacto, sin embargo, ofrece un cambio de identidad, una oportunidad de
convertirse en una Nueva Creación,
teniendo un Padre diferente, y así evitar la herencia de muerte de
Adán.
Cómo
ser virgen
Los
que ponen su fe en Cristo, es decir, en las promesas de Dios, en
lugar de en las promesas de los hombres, son engendrados por Dios.
Este nuevo hombre no es el hombre exterior de carne que anda por esta
Tierra. Pablo lo llama “el
hombre interior”
(Rom.
7: 22).
Dice también en 1ª
Cor. 15: 50 que
“la
carne
y la sangre no pueden heredar el reino de Dios”.
Los
que sostienen su carne como base de su derecho a una herencia en el
Reino tienen una fe fuera de lugar.
La fe en la herencia carnal no es el tipo de fe que puede justificar
a nadie. La fe en la genealogía solo otorga la pena de muerte como
parte del cuerpo de Adán.
La
Gran Ramera de Apocalipsis 17 es principalmente un Sistema Mundial
opresor basado en el hombre caído que, en última instancia, se
remonta al pecado de Adán.
Es
la manifestación corporativa de Adán en todos sus peores atributos,
el fruto listo para la cosecha de la semilla corruptible. Sin
embargo, nunca debemos perder de vista el hecho de que esta Ramera
político-económica-social-judicial-religiosa
solo fue posible gracias a muchas
criaturas carnales individuales que desempeñaron su papel de
pequeñas rameras.
En
otras palabras, nadie puede escapar del hecho de que la Gran Ramera
de Apocalipsis 17 está más cerca de lo que queremos admitir, porque
todos tenemos dos naturalezas: carnal y espiritual. En nuestra falta
de entendimiento, todos tendemos a identificarnos con la carne,
diciendo: “Yo soy de Adán”, o “Yo soy de Israel”, o “Yo
soy de Abraham”, o “Yo soy de esta o aquella denominación”.
Pensamos que si podemos identificarnos con grandes hombres u
organizaciones del pasado, de alguna manera podemos escapar de la
sentencia de muerte (mortalidad) que viene con tal genealogía
carnal. Esa
es la gran ilusión, la ceguera, el velo que se extiende sobre toda
la Tierra
(Isaías
25: 7-8).
Debido
a que el hombre carnal, contaminado por el pecado de Adán, ha
perdido su virginidad, nuestra única esperanza es convertirnos en
una nueva creación. El camino del Antiguo Pacto no puede deshacer la
pérdida de la virginidad. Sólo el Nuevo Pacto nos proporciona
una manera de hacer esto, y esa simiente santa que es engendrada por
Dios no puede perder su virginidad con nadie más que con su Esposo,
el gran Sumo Sacerdote de la Orden de Melquisedec. De esta manera se
cumple la Ley, y la descendencia de Cristo y su Novia no son
profanadas (es decir, no son ilegítimas).
Y
así, como ya hemos señalado, los
Vencedores de Apocalipsis
14: 4 son
“vírgenes” (KJV) y por lo tanto son elegibles para casarse con
el Sumo Sacerdote
como Novia de Cristo.
https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-7/chapter-1-the-harlot