TRADUCTOR-TRANSLATE

Mostrando entradas con la etiqueta DAÑO DE LA SEGUNDA MUERTE. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta DAÑO DE LA SEGUNDA MUERTE. Mostrar todas las entradas

LOS QUE SE NIEGAN A ENTRAR Y AQUELLOS A LOS QUE UNA COSA LES FALTA, José (Administrador)




24 de febrero de 2021


Juan 8: 39

Respondieron y le dijeron: Nuestro padre es Abraham. Jesús les dijo: Si fueseis hijos de Abraham, las obras de Abraham haríais.

Lucas 14: 23

Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa. 24 porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará mi cena.


Hay cristianos que ya han conocido y entendido lo suficientemente el mensaje de la Era de Tabernáculos, pero no se deciden a dar el paso de la rendición total para salir del desierto. ¡Se resisten a morir!


Han leído a los precursores de Tabernáculos como George Warnock, Clayton Sonmore, Martin Stendal, J. Preston Eby, Charles Newbolt …, pero incomprensible y obstinadamente se niegan a avanzar más allá. Me recuerdan a Moisés en el Monte Nebo, que oteando el horizonte pudo ver la Tierra que fluye leche y miel, pero murió en esa cumbre y nunca entró. Él representaba el Viejo Pacto. Los que  habiendo oteado la buena Tierra ahora se niegan a entrar, están aferrándose al Viejo Pacto y no abrazan el Nuevo,  representado por Josué.


Se les nota en que de la abundancia de su corazón habla la boca. ¿Cuándo? Siempre que alguien les comenta algo de la degradación de la actual Iglesia en el Desierto, se posicionan de su lado; la disculpan con comentarios del tipo: "Dios es misericordioso", "Dios los tocará a su tiempo", "Déjalos, Dios hará la obra", etc.


Hablan continuamente de morir al viejo hombre, pero permanecen en una agonía interminable por aferrarse a los afectos humanos y materiales, a los últimos ídolos por vencer que, tristemente, aún están por encima de su amor a Dios. ¡Capaces de todo menos de obedecer! ¡Todo menos morir!


Después de cierto tiempo me preguntaba el porqué de tal actitud. ¿Tal vez estén defendiendo y excusando la tibieza de otros para condonarse y justificarse a sí mismos? ¿Será que así piensan detener el juicio de Dios? ¿Acarician en lo íntimo que Dios no los juzgará a ellos, mientras permanezcan agazapados entre la mayoría asentada en la incredulidad de los sin Ley (anarquía), que obstinadamente se niegan a obedecer y abandonar toda argucia o treta carnal, toda religiosidad, todo ídolo, toda hueca verborrea espiritualoide …?


No solo eso, sino que además, de alguna manera un tanto inconsciente, 'halan' hacia atrás de aquellos que ya cruzaron, como queriendo acomodarlos en su misma posición de incredulidad y queja. Debido a su ceguera interior, puede que inconscientemente piensen que nadie podría ir más adelantado que ellos en el camino. Tal vez en su interior farfullan, “¿quién podría haberse atrevido a cruzar el Jordán antes que yo?”


Quizás en lo íntimo de su corazón acaricien la idea de su propio reino, aunque sea muy pequeño; puede que solo del tamaño de su hogar o del grupo en casa que presiden, pero su propio reino al fin y al cabo. ¿Cómo podrían abrazar ellos una conjunción espiritual superior a la que someterse y por la que orientarse, alguien que los 'paternalice' espiritualmente, haciéndose a sí mismos morir a su propia anarquía, preconcepciones, planes, reinos, ...? ¡Imposible, porque ellos, los visionarios, lo saben todo!


Incluso cuando conocen y confiesan su demora y extravío en la desértica rotonda de Pentecostés, cuando se les dice que eso debería equivaler a reconocer con humildad que aún están en la carne, en la religión y en la vida almática, paradójicamente hierven de enojo en su interior. ¡De modo incomprensible se niegan a admitir que no se puede reconocer que se está en la etapa del desierto y al mismo tiempo pretender que se anda en el espíritu!


Y tiene cierta lógica que piensen así, pues al no haber sido circuncidados sus corazones no pueden discernir su alma de su espíritu, la carnalidad religiosa de la espiritualidad, tal y como Pablo nos dice en Heb. 4: 12,


Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos [del alma] y las intenciones del corazón [espíritu].


Así actuaban los fariseos en tiempos de Jesús. Pensaban que por ser judíos genealógicamente hijos de Abraham, no necesitaban someterse al Hijo; como si se pudiera tener al Padre sin reconocer al Hijo. ¡Qué ilusos!


Así también abundan los cristianos tibios, que piensan que por ser hijos de Dios, pues ya experimentaron el primer nivel de la salvación (Pascua), o incluso el segundo (Pentecostés), no serán juzgados ni cosecharán gran pérdida, aunque obstinadamente se nieguen a cruzar el Jordán, y dejar atrás la Era de la Iglesia en el Desierto, para ser vencedores que entran a la de Tabernáculos.


¿Cuáles juicio y gran pérdida? Pues nada más y nada menos que los de los rebeldes, que habiéndose negado a entrar a la Tierra, serán juzgados con gran aflicción y se perderán la Primera Resurrección y solo serán levantados pasados los mil años, junto con los incrédulos. También se perderán la recompensa de gobernar en el Reino Milenial.


Eso sí, esos creyentes tibios al menos tendrán el consuelo de que al haber sido salvos, sus nombres estarán inscritos en el Libro de la Vida en la Segunda Resurrección y no tendrán que pasar por el Lago de Fuego, aunque no se librarán de recibir muchos o pocos azotes, según sus obras en el cuerpo.


Lucas 12: 47

Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48 mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá.


¡Mucho cuidado! El juicio comienza por su Casa y sin duda vendrá, no tardará, aunque por misericordia se haya demorado para invitarnos al arrepentimiento. ¡La puerta permanece abierta, pero solo hasta que se cierre! El pueblo de Israel fue soportado-perdonado por 490 años (70 veces siete), pero al final la Mano Gubernativa de Dios cayó sobre ellos para juzgarlos con el yugo de hierro del cautiverio babilónico.


Romanos 15: 4

Porque las cosas que se escribieron antes, PARA NUESTRA ENSEÑANZA se escribieron, a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza.


Si usted no se considera entre los que se niegan a entrar, sino entre los que quieren hacerlo, pero tienen miedo de abandonarse en una rendición completa y luchan por poder ceder a las pulsiones del Espíritu Santo a afirmar el rostro para ir a Jerusalén y ser vencedores, ore por valentía conforme a 2ª Timoteo 1: 7, “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”; hasta que esta Palabra se haga carne en su corazón.


Aún con miedo, pero ore. Ore que Dios agite su nido empujándolo a entrar por esa puerta estrecha. Ore que le ayude quitando todo impedimento por mucho que le duela, y Él lo hará. Ore para que lo arrincone en el callejón sin salida donde no tenga otra escapatoria que la rendición. Ore para entregarle eso que, en lo más íntimo, usted sabe que Él le está pidiendo; ese "una cosa te falta" que su Dedo santo le señala todo el tiempo. Pero ore así solo si está seguro de querer pagar el precio de enfrentar la dureza de lo que le llegará, para llevar su carne al hoyo de la sepultura en el Jordán.


Recuerde, al final, la piedra de toque del evangelio para los vencedores es lo que Jesús le dijo al joven rico:


Marcos 10: 21

Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: UNA COSA TE FALTA: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz.


JOSÉ


Descargar en PDF:

Mega:

LOS QUE SE NIEGAN A ENTRAR Y LOS QUE UNA COSA LES FALTA, José


Drive:

LOS QUE SE NIEGAN A ENTRAR Y LOS QUE UNA COSA LES FALTA, José


Primera Corintios 15 (6) - ADÁN Y CRISTO, Dr. Stephen Jones



16/09/2017



Habiendo establecido la doctrina de la resurrección en general, Pablo enseña lo que Jesús realizó en Su resurrección. Él escribe en 1 Corintios 15:21,22,

21 Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. 22 Porque como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.

Adán trajo la muerte; Cristo trajo la vida. Más específicamente, el pecado de Adán trajo mortalidad a todos; la justicia de Cristo trajo inmortalidad a todos. El pecado de Adán fue imputado a todos los hombres, porque todos los hombres y, de hecho, toda la Creación, estaban bajo la autoridad de Adán.

Por la Ley de Jefatura, aquellos bajo la autoridad de Adán fueron afectados por su pecado. Por la misma Ley, aquellos bajo la autoridad de Cristo fueron afectados por Su acto de justicia. Aquellos que fueron afectados por Adán y Cristo no fueron consultados, porque las acciones de las dos cabezas fueron hechas aparte de la voluntad de aquellos bajo ellos.

Así que nos volvimos mortales, no porque pecamos, sino porque Adán pecó. Y somos salvos, no porque fuéramos justos, sino porque Cristo era justo. En ambos casos, los actos del jefe en autoridad fueron totalmente imputados a los que estaban bajo su autoridad.


Comparando a Adán con Cristo
La comparación entre Adán y Cristo se discute con mayor detalle en el capítulo quinto de Romanos. Romanos 5:12 dice literalmente,

12 Por lo tanto, así como por un solo hombre entró el pecado en el mundo, y la muerte por el pecado [de Adán], y así la muerte se extendió a todos los hombres, porque [eph ho, "por el cual"] todos pecaron.

Pablo dice que todo comenzó con "un hombre" que pecó. Cuando Adán pecó, el castigo por el pecado entró en el mundo. Esa pena era la muerte. Esto no significó que de inmediato cayó muerto, significó que ya no era inmortal; en otras palabras, recibió la mortalidad, la certeza de que envejecería y moriría.

Más aún, esta condición mortal vino no sólo sobre sí mismo, sino sobre todos sus descendientes, así como impregnó también a todo el dominio que se le había confiado cuando Dios dijo en Génesis 1:26, "señoread". No fue el pecado de Adán lo que se extendió a todos los hombres, sino más bien la muerte de Adán, o la mortalidad. Pablo dice que "la muerte se extendió a todos los hombres". Para decirlo en términos legales, el pecado de Adán fue imputado a todos, y así todos tuvieron que pagar el castigo por el pecado de Adán. Por lo tanto, todo se hizo mortal.

En un lenguaje más común, Pablo dice que todos fueron culpados por el pecado de Adán, y por eso todos hemos tenido que pagar la misma pena, -la muerte.

Entonces, debido a que la mortalidad trajo debilidad a todos nosotros, habiendo perdido la gloria de Dios, todos pecamos también. Pablo dice literalmente que la muerte se extendió a todos los hombres por la cual todos pecaron. En otras palabras, pecamos porque somos mortales; no nos volvimos mortales cuando pecamos. Nadie ha nacido inmortal, y es posible que hasta el más inocente bebé no nacido muera antes de que haya pecado.


La segunda muerte
El paso final en esto, por supuesto, es que cuando nosotros mismos pecamos, entonces hay un castigo añadido, que Juan llama "la segunda muerte" ( Apocalipsis 20:6,14). Juan es el único que usa este término en la Escritura, pero es un término que se encuentra a menudo en el Targum. En su sección sobre "Resurrección", la Enciclopedia Judía dice,

"Este castigo duradero es llamado 'segunda muerte' (Targ. Dex., 14)".

El Targum era la traducción y explicación de las Escrituras, hecha necesaria después del cautiverio babilónico. Las Escrituras fueron escritas en hebreo, pero después de pasar 70 años en Babilonia, los judíos hablaban arameo, el lenguaje de Babilonia. Por lo tanto, era necesario traducir y explicar las Escrituras. Así también, Esdras 4:7 dice que "el texto de la carta fue escrito en arameo y traducido [tirgam] del arameo".

Por lo tanto, el Targum muestra que los rabinos del primer siglo se refirieron al Juicio Final como "la segunda muerte". Esencialmente, en Apocalipsis 20 Juan usa el término precisamente como se estaba usando en el judaísmo, sin ofrecer alteraciones o correcciones a su uso común.

Sin embargo, una segunda muerte implica también que hay una primera muerte. La primera muerte, obviamente, es la mortalidad -el juicio que se impuso a todos los hombres a causa del pecado de Adán. La Segunda Muerte es el juicio por los propios pecados, porque Juan nos dice en Apocalipsis 20:13, "fueron juzgados, cada uno de ellos según sus obras".

Sabemos que la única razón de que haya una segunda muerte es porque "todos han pecado" (Romanos 3:23). Sin embargo, Pablo también nos dice que la razón por la que pecamos es porque somos mortales, y la mortalidad es un juicio, no por nuestro propio pecado, sino por el pecado de Adán. Si Dios no nos hubiera imputado el pecado de Adán, no habríamos sido hechos mortales, y no habríamos pecado por la mortalidad. Por lo tanto, siguiendo la cadena lógica de los acontecimientos, podemos ver que el pecado de Adán es el origen y la causa de nuestros propios pecados.


La injusticia temporal
Es inherentemente injusto que los hijos de Adán sean condenados a muerte por el pecado de su padre, de acuerdo con la Ley Bíblica. Deuteronomio 24:16 dice,

16 Los padres no serán muertos por sus hijos, ni los hijos serán muertos por sus padres; todos serán condenados a muerte por su propio pecado.

A causa de esta ley, el rey Amasías de Judá no ejecutó a los hijos de los que habían asesinado a su padre (2 Crónicas 25:3,4). Por lo tanto, surge una pregunta legal cuando Pablo dice que todos hemos sido hechos mortales a causa del pecado de Adán. Por la Ley Bíblica, que expresa el carácter y la naturaleza de Dios mismo, y que define Su propio sentido de la justicia, esta situación no puede permanecer para siempre. Que Dios condene a todos los hombres a muerte por el pecado de Adán y luego los haga responsables cuando la mortalidad los hace demasiado débiles para resistir su propio pecado es inherentemente injusto.

Sólo hay camino para que Dios sea justificado, es decir, que Dios sea verdadero para Sí mismo. Y vemos la solución a este problema en 1 Corintios 15:22,

22 Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados.

Cuando Cristo fue enviado a la tierra para morir por el pecado del mundo, Él invirtió el problema original que había venido al mundo a través de Adán. Así como el pecado de Adán trajo muerte a todos los hombres, así también el acto justo de Cristo trajo vida a todos los hombres. El alcance del problema se convirtió en el alcance de la solución, pues sólo así se podría rectificar plenamente la injusticia inherente al problema.

Si el pecado de Adán trajo mortalidad a todos los hombres, pero el acto justo de Cristo hubiera llevado la inmortalidad sólo a unos pocos, el problema de la injusticia (como se define en Deuteronomio 24:16) habría sido sólo parcialmente rectificado. Pero Pablo dice claramente que "en Cristo todos serán vivificados". Él no se deja a nadie que haya recibido la muerte de Adán. La muerte fue imputada a todos los hombres, y la vida es igualmente imputada a todos los hombres. Cristo es la solución a Adán.

Así como la mortalidad se impuso a todos los hombres sin consultar la voluntad de ningún hombre, así también la inmortalidad de la muerte y la resurrección de Cristo se impone a todos los hombres aparte de su voluntad. Sin embargo, como Pablo muestra más adelante, las acciones de los hombres ciertamente serán juzgadas en el juicio del Gran Trono Blanco en lo que se conoce como "la segunda muerte".

La responsabilidad del hombre por su propio pecado, sin embargo, está subordinada a la mayor responsabilidad de Dios por imponerles la mortalidad, haciéndolos así débiles y asegurando que todos pecarían. De hecho, el hombre será juzgado, pero sólo en el plano de su responsabilidad limitada. En otras palabras, Su juicio no durará para siempre, sino que será temporal, limitado a una edad (aionian). Al final, Dios se ha mantenido como responsable del destino de todos los hombres y de la Creación en su conjunto. Por esta razón, Él proveyó la solución final al problema del pecado enviando a "el último Adán" (1 Corintios 15:45) para revertir la maldición del primer Adán.


Asumir la responsabilidad
La injusticia de sentenciar a los hijos a muerte por el pecado de su padre ha sido completamente revertida por otra injusticia: la injusticia de la crucifixión de Cristo. Esencialmente, Dios asumió toda la responsabilidad de Su Creación y de Adán mismo, porque como Creador, Él posee todo lo que Él ha creado. Un propietario siempre es responsable de lo que posee.

Comienza con Génesis 1:1, "En el principio, Dios creó los cielos y la tierra". Dios creó todas las cosas; por lo tanto, Él es dueño de todas las cosas. Porque Él es dueño de todas las cosas, Él es responsable de todo lo que Él posee. Por lo tanto, cuando Adán pecó, Dios no podía simplemente culpar a Adán, porque la sabiduría de Dios podría haber descubierto una manera de prevenir el pecado. A Dios nunca le ha faltado a la sabiduría, ni, de hecho, Él diseñó un plan para la Creación que le haría un perdedor de ninguna manera.

Las Leyes de la Responsabilidad, que expresan la naturaleza de Dios, nos dicen que si un hombre cava un pozo, es dueño de él. Si lo deja descubierto y el buey de otro hombre cae en el pozo y es asesinado, el dueño del pozo no puede culpar al buey por su estupidez o por ignorar la señal de advertencia. El propietario debe pagar por los daños, simplemente porque él es el dueño del foso. (Véase Éxodo 21:33,34).

Si un buey acornea a un hombre, el propietario del buey es considerado responsable, junto con el buey mismo (Éxodo 21:32,35,36). Castigar al buey por su "pecado" no reduce la responsabilidad de su dueño. Cualquier factor de "libre albedrío" que el buey pueda tener es irrelevante para la Ley. La Ley sólo se ocupa de la Ley de Propiedad. El dueño es responsable del buey, y el dueño también tiene derecho a disciplinar a su buey. Pero éstas son dos cosas separadas, y disciplinar al buey no reduce la responsabilidad del dueño.

Lo mismo sucede con lo que Dios posee. Adán era el “buey” de Dios. El “buey” pecó, y Dios juzgó al “buey”, pero esto no eximió a Dios de la responsabilidad última por lo que había creado. Así que Jesucristo vino a la Tierra para pagar los daños causados por Su “buey”. Esa es la Ley.

Mientras tanto, Dios también juzgó al “buey”, pero como ya lo hemos demostrado, la responsabilidad del hombre por su propio pecado es limitada, porque su propio pecado es causado por un problema más profundo y fundamental: la mortalidad. Por lo tanto, Jesús vino a morir por el pecado del mundo (1 Juan 2:2), para que este problema más profundo pudiera ser resuelto.

El resultado, dice Pablo, es que "así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados". O, como dijo Pablo en Romanos 5:18,

18 Así pues, como por una transgresión resultó condenación a todos los hombres, así también por un solo acto de justicia resultó la justificación de la vida para todos los hombres.


Aun así, no todos son inmortales, ni vemos los resultados del "acto de justicia" de Cristo. Los resultados siguen progresando a través de las edades del tiempo. El acto de Cristo ha rectificado la raíz del problema (el pecado de Adán), pero el problema del pecado de cada hombre aún no ha sido resuelto por la Segunda Muerte. El propósito del juicio divino es tratar también este problema (menor). Como veremos, el Plan Divino llama a las dos edades por venir "los siglos de los siglos", durante las cuales todas las cosas serán puestas bajo los pies de Cristo.

Etiquetas: Teaching Series
Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones

APOC. 20 – P-11: EL LAGO DE FUEGO (Apoc. Nuevo Estudio), Dr. Stephen E.Jones


31 de agosto de 2016




13 Y el mar entregó los muertos que estaban en él, y la muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados, cada uno de ellos según sus obras.

Las opiniones rabínicas variaban ampliamente en los días de Juan. La Enciclopedia Judía nos dice en su artículo sobre "Resurrección",

"De acuerdo con R. Simai (Sifre, Deut 306.) Y R. Hiyya bar Abba (Gen. R. xiii 4;... Los Lev R. xiii, 3), la resurrección espera solamente a los hijos de Israel; según R. Abbahu, sólo el justo (Ta'an, 7a); algunos mencionan especialmente los mártires (Yalk. H. 431, después de Tanhuma). R. y R. Eleazar Abbahu limitan la resurrección a los que mueren en la Tierra Santa; otros se extienden a los que mueren fuera de Palestina (Ket. 111 bis)".

Como vemos en esto, algunos "confinan la resurrección a los que mueren en la Tierra Santa". El punto de vista se basa en ciertas Escrituras que hablaban de heredar la Tierra. El mismo artículo en la Enciclopedia Judía continúa,

"La resurrección, por lo tanto, se cree que tiene lugar exclusivamente en la Tierra Santa … Jerusalén es la ciudad por sí sola en la cual los muertos florecerán como la hierba (Ket. 111b, después de Ps. LXXII. 16). Los que están enterrados en otro lugar, por tanto, se verá obligados a arrastrarse a través de las cavidades en la tierra hasta que llegan a la Tierra Santa …"

Una vez más, se dice,

"La principal dificultad ... es averiguar lo que la creencia de la resurrección en realidad implicita o compone, ya que los mismos rabinos antiguos difieren entre si la resurrección va a ser universal o solamente un privilegio del pueblo judío, o solo de los justos".

Al parecer, Juan estaba familiarizado con estas creencias diferentes, por lo que nos asegura que esta resurrección es universal e incluye incluso a los que se habían perdido en el mar. Nadie debe ser olvidado o dejado en la muerte perpetua. Todos serán resucitados para el juicio, y todos serán restaurados.


La segunda muerte
Apocalipsis 20:14,15 continúa,

14 Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego. Esta es la muerte segunda, el lago de fuego. 15 Y si el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue arrojado al lago de fuego.

Una "segunda muerte" implica ya sea más de una muerte (hecho posible por la resurrección de la primera muerte) o bien dos clases de muerte. La opinión común es que ambas muertes son del mismo tipo. Sin embargo, el Nuevo Testamento, en particular, en realidad habla de dos clases distintas de muerte. La primera es el tipo de muerte que es el resultado de la mortalidad que entró por el pecado de Adán. La segunda es la muerte de "la carnalidad", que experimentó Pablo cuando dijo en 1 Corintios 15:31, "cada día muero".

Pablo habla a menudo de poner la carne a muerte, o la crucifixión del "hombre viejo". Este tipo de muerte es el resultado de una vida renovada, no la muerte real. Esto se logra principalmente por sofocar la voluntad de la carne con el fin de seguir la voluntad del Espíritu. Pero negar la carne (o la voluntad del viejo hombre) debe hacerse cada momento, ya que no muere por completo hasta que la mortalidad reclama su presa. Por esta razón, la segunda muerte es una forma de vida, no la condición de un cadáver.

Pablo nos dice aún más en Romanos 6: 6,7 (La Diaglotón Enfática),

6 Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado pueda ser reducido a la impotencia; para que ya no seamos esclavos del pecado; 7 porque el que murió ha sido justificado del pecado.

La justificación se logra sólo a través de la muerte. Por lo tanto, todos los que son justificados han muerto la segunda muerte incluso antes de haber muerto como resultado de ser mortales. La segunda muerte, entonces, es el mejor antídoto para la primera. O morimos estando aún viviendo en este cuerpo mortal, o habrá que morir después de la resurrección. De un modo u otro, todos morirán la segunda muerte, porque todos serán justificados en algún momento de la historia. Así que Pablo dice en Romanos 5:18,

18 Así que, como a través de una transgresión [de Adán] vino la condenación a todos los hombres, así también por un acto de justicia [de Cristo] resultó la justificación de vida para todos los hombres.

Puesto que ningún hombre puede ser justificado, aparte de la segunda muerte, esto es, la muerte del viejo hombre, se deduce que todos los hombres pondrán al viejo hombre a muerte con el fin de dar lugar a la "justificación de vida para todos los hombres". Esta segunda la muerte se llama "el lago de fuego".


El origen del lago de fuego
Juan no dice nada sobre el origen de este "lago". Para entender su origen, es preciso volver al Daniel 7: 9 y 10, donde el profeta vio el juicio final en términos de "el Anciano de los Días" sentado en el Trono. Leemos,

9 ... su trono llama de fuego, sus ruedas fuego ardiente. 10 Un río de fuego procedía y salía de delante de él …

El "Río de Fuego" fluía desde el Trono del Anciano de los Días para formar el "lago" que Juan vio. El Río formó el Lago, pero el Río se originó en el Trono de Fuego. Los tronos representan la autoridad, que es el derecho de mandar y de administrar leyes. Por lo tanto, cuando un monarca se sienta en un trono, gobierna por la Ley. El Fuego que fluye desde el Trono, entonces, retrata la administración de la Ley y el Juicio sobre las personas.

Moisés fue en realidad el primero en echar un vistazo al Trono de Fuego y el Juicio Final, pues nos dice en Deuteronomio 33: 2-4 KJV,

2 Y dijo: "El Señor vino de Sinaí, y levantándose de Seir les esclareció; Resplandeció desde el monte de Parán, y vino con diez mil santos; en su diestra la ley de fuego para ellos. 3 Aun amó a los pueblos; todos los santos están en tu mano; y se sentaron a tus pies; cada uno recibió de tus palabras. 4 Moisés nos ordenó una ley, por heredad a la congregación de Jacob".

La "ley de fuego" vino de "su mano derecha", y al mismo tiempo, "todos los santos están en tu mano". El fuego es la única manera en la que Dios es retratado a nosotros (Deuteronomio 4:12), porque representa su naturaleza, tal como se expresa en Su Ley. Pero Moisés también vio a los santos en la mano de Dios. Esto nos muestra que los santos también tienen la misma naturaleza que el mismo Dios, cuando la Ley está escrita en sus corazones. Esta naturaleza de Dios es "la herencia de la congregación de Jacob".

El hecho de que estos santos están en la mano de Dios también sugiere que son los administradores de la Ley de Fuego. El juicio de Dios no tiene lugar, sin los santos. Más bien, los santos son parte de "el río de fuego", así como del "lago de fuego", es decir, el proceso de juicio, y del resultado a largo plazo.


Verdadera justicia
Es evidente para todos que el fuego es el juicio de Dios. Sin embargo, muchos han perdido el hecho de que los juicios específicos están determinados de conformidad con la Ley de Dios. Todas las cosas se llevan a cabo con el estándar de la naturaleza divina. Cualquier cosa menos que eso debe ser juzgado con el fin de ser corregido y reconciliado. En ninguna parte de la ley se ordena o incluso permite el tormento eterno como un juicio por ningún pecado. Todo juicio siempre es directamente proporcional al delito. Ningún hombre puede cometer tanto pecado en un solo tiempo de vida para justificar el juicio ilimitado.

A menudo se dice que Dios debe juzgar todo pecado con el fin de ser justo y santo. Eso es cierto, pero es igualmente cierto que Dios tiene que juzgar con justicia con el fin de seguir siendo justo y santo. Si el juicio es demasiado pequeño, es injusto. Si es demasiado grande, es injusto. La cantidad de juicio debe ajustarse de forma precisa con el delito. Por lo tanto, si un hombre roba 1000 $, tiene la obligación de reembolsar a su víctima 2000 $, la doble restitución (Éxodo 22: 4). Porque condenar a un hombre a pagar $ 999, o $ 2001 no está a la altura de la gloria y la naturaleza de Dios mismo.

Por otra parte, la propia Ley Divina pone límites al juicio. Porque para delitos menores la ley limita los golpes, se nos dice en Deuteronomio 25: 3, "Él puede azotarlo cuarenta veces, pero no más". Incluso si más de cuarenta azotes parecieran estar justificados, la gracia prohíbe la cuadragésimo primer azote. Por delitos, la Ley limita la esclavización a un máximo de 49 años o hasta cuando el año del Jubileo llegue (Levítico 25:10). Incluso si debía aún más deuda, Dios extiende Su gracia al deudor.

Estos son ejemplos de la gracia de Dios incorporados en la Ley. La gracia no contradice o aparta la Ley, sino que pone limitaciones en la cantidad de juicio que se ha de imponer. Tal es el juicio de un Dios de amor. Esto demuestra que el fin último de la Ley es para corregir y para restaurar a los pecadores, no destruirlos o castigarlos para siempre.

La Ley de Fuego de Dios nos muestra, entonces, que la verdadera justicia no se hace hasta que la plena restitución se haya pagado a todas las víctimas de la injusticia. No se trata de castigar; se trata de hacer justicia. A lo largo de la historia, los hombres han pecado en contra de sus vecinos, y la mayoría de esos pecados nunca fueron juzgados. Los pecadores se han salido con sus crímenes, especialmente aquellos que eran lo suficientemente ricos o suficientemente poderosos para permanecer inmunes al enjuiciamiento. Por lo tanto, muchas de las víctimas de la historia nunca vieron justicia en su tiempo de vida.

El propósito del juicio del Gran Trono Blanco es recuperar todos los muertos y para administrar justicia verdadera para cada crimen (pecado) jamás perpetrado largo de la historia. Sólo cuando todo pecado ha sido juzgado de acuerdo con la ley se puede decir que se ha hecho justicia.


La pena de muerte
Este simple principio de la Ley de Dios nos muestra que a pesar de que la pena de muerte es uno de los juicios divinos, nunca puede hacer justicia a todos en la escala que se requiere por la naturaleza de Dios. Los que creen que el Lago de Fuego aniquila a los incrédulos no entienden la Ley o la exigencia de justicia. Si un ladrón está muerto, ¿cómo recompensará su víctima por su pérdida? No, el ladrón debe ser obligado a pagar una indemnización, y una vez que esto se logra, la ley perdona su pecado y no tiene más interés en su caso. Los libros son cerrados. El perdón es obligatorio. Se ha hecho justicia, y poner el ex pecador a muerte es un castigo excesivo e injusto.

La pena de muerte fue instituida cuando Dios juzgó a Adán mediante la imposición de la mortalidad sobre él y sus descendientes. Este fue en realidad un acto de misericordia, porque retrasó su muerte real, dándole tiempo no sólo para arrepentirse, sino también para experimentar la segunda muerte mientras él viviera. Todos nos beneficiamos de la misma manera, a excepción de los que mueren jóvenes.

Más tarde, cuando Dios le dio la legislación por medio de Moisés, algunos pecados estaban más allá de la capacidad de los tribunales terrenales para juzgar correctamente. El asesinato premeditado, por ejemplo, no tenía solución, porque los hombres no podían restaurar a sus víctimas levantándolos de los muertos. Si un hombre robaba otro hombre (secuestro), ¿cómo iba a restaurar dos hombres como exige la Ley? Violar a una mujer comprometida o casada no se puede deshacer en un tribunal de justicia. Todo esto requería la pena de muerte, a menos que el pecador fuera perdonado por la víctima por la Ley de Derechos de las Víctimas. En tales casos, la pena de muerte no fue diseñada para castigar, sino para apelar el caso al Tribunal Superior, donde podría ser escuchado en el Gran Trono Blanco al final de la edad. Sólo esa Corte es capaz de administrar justicia en estos casos "difíciles". De hecho, estos casos no son tan difíciles que Dios deba ponerlos a muerte forma permanente.

El objetivo final de la historia es que Dios a recupere todo lo que le corresponde por Derecho de Creación, conciliando todo lo que ha creado (Colosenses 1: 16-20), y para poner todas las cosas bajo los pies de Cristo, de modo que pueda ser "todo en todos" (1 Corintios 15:28).

La segunda muerte es un tiempo de corrección, donde los hombres o bien pagarán a sus víctimas o se venderán como esclavos para trabajar por sus deudas hasta el Jubileo, cuando todos regresemos a nuestra herencia perdida, y el mismo Cristo recibe la herencia completa que siempre fue suya desde el principio.


Por lo tanto, el Lago de Fuego, que describe la muerte segunda, es el juicio de Dios con el objetivo de restaurar el orden legítimo con arreglo a las sentencias de la Ley. Se nos exhorta a "morir diariamente", pero si no lo hacemos en este tiempo de vida, lo haremos en la era después de la sentencia del Gran Trono Blanco.

Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas

Dr. Stephen Jones