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Libro: SALID DE ELLA PUEBLO MÍO, Peter White (PDF)


60 Páginas


(E-Book) Este impresionante libro orienta a aquellas personas que por varios motivos han sido llamadas por el Señor Jesucristo para salir del sistema religioso donde se encuentran. Tambíen está dirigido a aquellos quienes interiormente saben que pueden tener una relación directa y personal con Cristo sin la necesidad de un grupo religioso o religión que intermedie.

C O N T E N I D O


Prefacio

Introducción

Capítulo 1: Babilonia la Grande

Capítulo 2: Organización y Estructura 

Capítulo 3: Autoridad y Sumisión en el Reino de Dios

Capítulo 4: Escape de Babilonia

Capítulo 5: La Experiencia del Desierto

Capítulo 6: Jesucristo Tendrá el Primer Lugar en Todo

Capítulo 7: La Palabra de Dios

Capítulo 8: La Nueva Jerusalén

Capítulo 9: Entrar a la Nueva Jerusalén

P R E F A C I O

La Cristiandad, como la hemos conocido, está en un proceso de división y desmoronamiento. La Iglesia se divide multiplicadamente a diario. Los miembros dejan una iglesia, se unen a otro grupo, y poco tiempo después encuentran que, dentro de sí mismos, se sienten tan insatisfechos y con tanta infelicidad como cuando estaban en su antigua iglesia. Otros abandonan la iglesia, no se unen a ninguna parte, y se dan cuenta que se les comprendió mal, que los rechazaron o los hicieron a un lado, por no conformarse a los sistemas aceptados por la tradición.

Los ministros renuncian a su ministerio y toman empleos seculares. Y dondequiera que vayamos, hay creyentes firmes en Cristo y en las Escrituras como la Palabra de Dios, que ya no están satisfechos con "asistir a la iglesia" y comportarse como si fueran buenos miembros de un club.
Las fallas humanas quizás tengan que ver con mucho de esto, pero hoy la gran mayoría de creyentes que no encuentran satisfacción en el "iglesismo" de hecho reciben la guía del Espíritu Santo, porque DIOS SÍ ESTÁ EN SU OBRA.

Los caminos del Señor no son nuestros caminos” (Isaías 55:8-9), y nos asombraremos al descubrir que Jesús se puede multiplicar, inclusive por medio de la división.

Para muchos de nosotros esta es una experiencia traumática, pues el anhelo de nuestros corazones está en conflicto con mucho de lo que se acepta como un cristianismo "adecuado." Con toda humildad examinamos ansiosa­mente nuestros corazones delante del Señor, porque nos preocupa que en nuestro interior haya algo equivocado y malo. Después de años de estar a gusto con los conceptos tradicionales de la "religión" y de las iglesias cristianas, estamos confusos porque ya no nos podemos identificar más con los caminos antiguos y, al mismo tiempo, mantener una buena conciencia. Nuestro hombre interior se rebela contra el sistema y sus estructuras, y en muchos de nosotros falta la seguridad de si es el Espíritu Santo quien nos dirige o si estamos en pleno engaño.

Pero, ¡tengamos ánimo! No nos encontramos solos. Por todo el mundo el Espíritu Santo mueve los corazones para sacarlos de Babilonia y llevarlos a la Nueva Jerusalén. En todas partes vemos miles de cristianos confundidos, o infelices por alguna situación de sus iglesias, o por haber salido de la iglesia y preguntarse qué hacer después. Mi viaje personal a lo largo de esta extraña ruta, comenzó hace casi veinte años, pero antes había pasado treinta años en el cristianismo tradicional. Este libro es un intento de ayuda a quienes están en el comienzo de ese camino y se ha escrito con la esperanza de ayudarles a encontrar un Jesús más fresco, muchísimo más vivo, como la única autoridad sobre el ser y función de su Cuerpo y de su Novia.

Si estás perfectamente contento con "tu iglesia" y te preguntas de qué trata todo esto, entonces, POR FAVOR, NO LEAS ESTE LIBRO... PORQUE NO SE ESCRIBIÓ PARA TI.

Peter Whyte
25 Victoria Drive, Highlands
Harare, Zimbabwe


INTRODUCCION

La iglesia a la que pertenecemos puede ser aquella a la que asistieron nuestros padres, o aquella donde nacimos de nuevo, o una a la que fuimos atraídos por su predicador carismático, su doctrina, o quizás por sus cánticos y su alabanza. Cualesquiera sean las razones, al final sostendremos las creencias del grupo al que nos hemos unido. Si asistimos a un instituto bíblico o a un seminario, nuestros conceptos, filosofías y ritos, se forman según los de esa escuela particular de pensamiento.

Pero, muy pronto, nos encontraremos incapaces de estar de acuerdo con millones de otros cristianos tan sólo porque su "indoctrinación" ha sido distinta de la nuestra. Aunque todos los creyentes han pasado del reino de las tinieblas al reino del amado Hijo de Dios, permanecemos divididos en miles de denominaciones y de grupos en desacuerdo. Estas son las consecuencias de nuestros conceptos, ideas, y tradiciones. Necesitamos sostenerlos más ligeramente, es decir, con menos firmeza, y estar preparados para, cuando sea el caso, descartarlos por completo del todo, si queremos movernos con Dios.

Nuestros antecedentes ambientales, sean las normas de nuestra sociedad, las enseñanzas de otros, o nuestros estudios y lecturas de la Palabra, afectan toda nuestra vida y nuestro ministerio. De hecho, influyen en todas y cada una de nuestras decisiones y acciones.

En general, en nosotros hay la tendencia a tener sobre todas las cosas un punto de vista "popular." Esta posición es compartida por la mayoría de los cristianos en nuestro círculo. Sin embargo, eso no garantiza que sea el punto de vista de Dios. Pertenecer a una "iglesia" reconocida, con un edificio, un ministro "ordenado," ancianos, diáconos, y estar comprometidos con todas las actividades que se asocian con el concepto popular de ser buenos cristianos, puede ser un engaño muy sutil. Podemos ser engañados por esas actividades y pensar que son un comportamiento que agrada a Dios, cuando en realidad para Dios son de muy poca importancia, a menos que obedezcamos a su Hijo.

En el monte de la transfiguración Dios habló audiblemente: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd" (Mat. 17:5).

Cuando Dios ordenó a los discípulos "OIR" a Jesús, en realidad les mandó: "OBEDECER A JESUS." Sin obediencia al Rey Jesús siempre estaremos impedidos y obstaculizados en nuestro crecimiento espiritual. Permaneceremos siempre carnales, como hombres-bebés. Ninguna cantidad de conocimiento bíblico, ni de actividades religiosas, o de buenas obras, tiene importancia en el Reino de Dios si no obedecemos al Rey.

La observancia religiosa, es decir, la práctica rutinaria de la religión, no es la prioridad de los discípulos del Rey y su Reino. Jesús y sus primeros discípulos constantemente chocaron con los líderes religiosos, por no conformarse a sus tradiciones y a los patrones aceptados del comportamiento religioso.

Cuando Jesús vino a anunciar las Buenas Nuevas del Reino de Dios, la Biblia afirma en forma clara:

"....Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos y creed en el evangelio" (Mar. 1:14-15).

El evangelio del Reino consiste simplemente en que se restaure el Gobierno de Dios, de manera que quienes creemos que hemos sido llamados, dejemos que el Rey reine sobre nuestras voluntades individuales libres. En todos y cada uno de los hijos de Dios existe el llamamiento a ser como Cristo en compañerismo amoroso y en sumisión a Dios, y a convertirse en "vencedor," para participar en el Gobierno de Dios sobre la tierra.

Durante siglos satanás ha estado trabajando como ángel de luz para engañar a la Iglesia de Jesucristo. El engaño es su mayor arma, porque por medio del engaño nos mantiene en su ciudad espiritual de Babilonia, aunque seamos creyentes llenos del Espíritu que "ganamos almas" para nuestras iglesias.

Babilonia representa el gobierno de satanás y es el nombre que Dios da en Apocalipsis para describir el reino de satanás sobre todo el sistema mundial, inclusive el sistema de las iglesias. El Espíritu Santo nos llama a salir de Babilonia y a entrar en la Nueva Jerusalén. Este es el motivo para el gran "revolcón" en el Cuerpo de Cristo y la incapacidad en millones de nosotros para continuar con la "iglesia de costumbre." Hay un gran sacudi­miento que tiene lugar una vez más a medida que Dios sacude la tierra. Y todo lo que hemos construido se quitará y se reducirá a escombros, hasta cuando lo único que permanezca sea el Reino de Dios.
Jesús enseñó que los terremotos, guerras, rumores de guerras, pestes, hambres, no son señales del fin, en cambio:

"...será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin" (Mat. 24:14).

El evangelio del Reino sólo se está comenzando a entender en la segunda mitad del siglo 20. Aún estamos a un largo camino de ver que lo que Jesús llamó "este evangelio del reino" se predique para testimonio "en todo el mundo." Casi todos los predicadores entienden muy poco de esto; por esto vemos a algunos de ellos con sus mentes sin renovar que discuten y pelean sobre su comprensión carnal del Reino de Dios.

Sin embargo, se oye "venir un estruendo por las copas de las balsame­ras" (1 Cró. 14:15). El Espíritu Santo está sacando de los sistemas eclesiales a millones de cristianos y en todas partes se levanta callada y misteriosamente una Iglesia gloriosa. Cantidades innumerables de pequeños grupos de cristianos que indudablemente son guiados por el Espíritu de Dios se reúnen sin necesidad de edificios, templos, bancas, declaraciones de fe, ministros profesionales, coros, compañías de danza, servicios fijos, equipos de sonido, ni comités de todas las cosas que son tan necesarias para perpetuar las iglesias en Babilonia. En lugar de las prácticas de la "religión cristiana," una vez más el Señor nos enseña a entender EL CAMINO DE ESTA VIDA.

La Iglesia del Reino, la Iglesia que Jesús construye, es UNA IGLESIA, UNA CON EL SEÑOR Y ÚNICA EN CADA UNO. No guarda ninguna semejanza ni tiene ningún parecido con las iglesias, estructuras y organizacio­nes que los seres humanos hemos construido en todos los siglos pasados.

La Iglesia del Reino es la Iglesia de los Vencedores.

Generalmente fracasamos en ser vencedores porque de manera muy sutil nos han engañado al hacernos pensar que la base para pertenecer a una iglesia se encuentra en estar de acuerdo sobre las doctrinas. Esta es justamente una de las más exitosas mentiras de satanás. Debemos detener su perpetuación si la rehusamos y decidimos no volverla a aceptar más.
La Iglesia de Jesucristo existe porque es una familia con un mismo Padre. Existe de la misma manera que lo hace una familia natural, no porque todos sus miembros estén de acuerdo entre sí, sino porque tienen un mismo padre. El único criterio para ser miembro de la Iglesia de Jesucristo es ser uno de los hijos de Dios. Si Dios es nuestro Padre, entonces somos miembros de su Iglesia.

Todos estamos de acuerdo en que Jesucristo es Señor y creemos en Él, pero creer EN Él no es suficiente. DEBEMOS CREERLE A ÉL. Debemos creer TODO CUANTO DIJO Y OBEDECERLE A ÉL. Antes que podamos entrar a la Nueva Jerusalén debemos regresar a esa simplicidad infantil que afirma: "SI JESUS LO DIJO, ENTONCES NO HAY DISCUSION Y PUNTO." Sólo entonces podremos ser libres de las redes de las diversas doctrinas y tradiciones que nos mantienen en Babilonia y comenzar nuestro viaje a la Ciudad cuyo arquitecto, constructor y hacedor es Dios.

La Iglesia primitiva estaba formada por personas a quienes se había enseñado LA PALABRA DE CRISTO, es decir, todo cuanto Jesús dijo a sus discípulos que enseñaran.

Debemos enfrentar la realidad que Jesús nunca ha cambiado sus instrucciones. La vía que tenemos por delante es arrepentirnos de nuestros antiguos conceptos, doctrinas, tradiciones, y prácticas, si son contrarios a las palabras del Rey y, de una vez por todas, DAR A JESUCRISTO EL PRIMER LUGAR EN TODO.

Descargar libro completo en nuestra página amiga "Mensaje de Paz": 


SIGNIFICADO DE LOS 12 CIMIENTOS DE LA NUEVA JERUSALÉN, por Peter White



Hace muchísimo tiempo pedí al Señor que me revelara el significado de las piedras preciosas que adornan los cimientos de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21. Varios años después me regalaron un libro muy viejo donde encontré una sección con el título de "El Significado Antiguo de las Piedras Preciosas". A medida que leía, el Espíritu Santo me iluminó repentinamente para comprender lo que comparto en las líneas que siguen. Que el Señor también ilumine tu entendimiento sobre sus significados espirituales, cuando los apliques a tus propios progresos, tanto en el plano personal como en el espiritual.

1) JASPE: es cuarzo opaco e impuro que se encuentra en las rocas metamórficas. Denota un proceso de cambio. Todos los creyentes sufrimos esta metamorfosis, a partir del momento en que somos nacidos del Espíritu de Dios. Aunque el jaspe es una piedra preciosa muy bella y muy fina, le falta brillo y rareza, pues es muy abundante, como los millones de cristianos que creen en el Señor. Siempre contiene impurezas, como todos nosotros.

2) ZAFIRO: significa libre de encantos. Indica que los múltiples atractivos de Babilonia ya no nos pueden engañar por más tiempo. El zafiro también denota arrepentimiento, pues quiere decir que hemos renunciado a nuestra discusión con Dios y abandonamos todas las tradiciones religiosas que en alguna oportunidad tuvieron tanta importancia dentro de nuestras vidas espirituales.

3) ÁGATA: quiere decir progreso hacia menos impurezas. Es menos opaca que el jaspe. A medida que respondemos al llamado que Dios siempre nos está haciendo de ser santos como Él es santo, rechazamos toda impureza de pensamiento y de obra. Entre más íntima sea nuestra relación personal con el Señor, más creceremos en Su semejanza, y más vamos a aborrecer y a rechazar el pecado. La Esposa se ha preparado y se viste de acciones justas, es decir, de lino fino, limpio y resplandeciente (Apocalipsis 19:7-8).

4) ESMERALDA: descubre falsos amigos y asegura un amor verdadero. Implica capacidad para discernir con todo poder lo falso de lo real. El Señor nos da estas capacidades a medida que ve la sinceridad de nuestros corazones hacia Él. El amor verdadero apenas se puede dar a Jesús cuando la belleza de la ciudad ramera ya no nos cautiva ni nos encanta más, y cuando Él tiene no sólo el primer lugar sino también el único lugar en todo. Asimismo, en nuestro crecimiento espiritual es factible alcanzar un punto donde podemos ver a través de quienes profesan ser nuestros amigos, pero que en verdad no lo son.

5) ÓNICE: se cree que asegura la felicidad conyugal, el éxito en el amor y la alegría en la unión. Esto habla de la fiel relación de la Esposa con Jesús. El adorno con esta piedra significa que ya no tenemos más relaciones adúlteras con Babilonia. Gozamos con Jesús de una íntima unión personal de amor que nos llena de gozo y hace que, en comparación, todo lo demás carezca de importancia.

6) CORNALINA (CARBUNCLO o RUBÍ): se encuentra en el pectoral de Aarón (Éxodo 28:17). Como todo creyente es un sacerdote, puede interceder ante Dios por quienes están sin Cristo, y también puede proclamar el Evangelio del Reino. Cuando actuamos como sacerdotes en favor de los incrédulos, se nos adorna con esta primera piedra sacerdotal.

7) CRISÓLITO: se supone que es el antídoto para la locura y denota una libertad total de las pasiones malignas. Cuando estamos libres por completo de la forma sutil de locura religiosa que nos mantenía cautivos en Babilonia, y que no es el Camino, quedamos en libertad de las malas pasiones que nos hacían amarla y con las que la amábamos. Entonces somos adornados con crisólito.

8) BERILO: es otra piedra que también aparece en el pectoral de Aarón (Éxodo 28:20). A medida que madura nuestro compañerismo con el Padre, progresamos en nuestra comprensión y en nuestra capacidad para obrar como sacerdotes de Dios. Funcionamos entonces exactamente de la misma manera como Jesús actuaba en su humanidad, mientras estuvo en este mundo, al representar y revelar a Dios ante los demás, cuando se nos adorna con el berilo.

9) TOPACIO: denota fidelidad, compañerismo y amistad. Estas características son resultado de un afecto personal muy estrecho e íntimo con el Señor.

"14 Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. 15 Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15: 14-15).

El topacio se reserva para los amigos de Jesús, completamente leales y dignos de toda confianza y que, además, también se aman entre sí de manera incondicional.

10) CRISOPRASO: resplandece en la oscuridad. Jesús dijo que Sus discípulos son la luz del mundo. Sólo podemos ser la luz del mundo cuando Cristo se haya formado en una manera completa y total en nosotros, y se manifieste en nuestras vidas a quienes están alrededor nuestro. Muchas actividades "cristianas" en el nombre de Jesús, no glorifican a Dios, pues a veces hablamos y obramos en una forma más que impía. El crisopraso se destina para quienes reflejan a Cristo en sus actitudes, palabras y comportamiento, de manera tal que brillan y resplandecen en medio de las tinieblas del mundo.

11) JACINTO: es translúcido y permite el paso de la luz, pero la difunde en una manera tan peculiar y especial que quien mira a través del jacinto no puede distinguir con claridad los objetos que están más allá de él. Todo profeta adornado con jacinto puede recibir en forma directa de Dios y revelar su luz y su verdad del Evangelio a los demás. Los que las reciben por medio del profeta no ven ni oyen las cosas con suficiente claridad. Antes de poder adquirir el adorno de esta piedra preciosa, debemos crecer en compañerismo con Dios hasta cuando podamos recibir las cosas que ojo no vio ni oído oyó.

12) AMATISTA: implica sinceridad y es un preventivo de las pasiones violentas. En todos nosotros se encuentra el deseo de aparecer como espirituales frente a otros cristianos.
Podemos hablar o actuar sin espiritualidad cuando no nos observan nuestros hermanos o hermanas; el grado hasta donde hagamos esto, revelará la insinceridad y la hipocresía escondidas en nuestros corazones. A medida que maduramos en Dios dejamos de preocuparnos por las opiniones ajenas y vencemos este deseo de tener buena fama y buena opinión ante los demás. En este punto pasamos a ser completamente sinceros y permitiremos que los otros vean nuestra verdadera naturaleza y nuestros verdaderos sentimientos íntimos.
Luego, si hay ira injusta, impaciencia, intolerancia, u otras impurezas ocultas en nuestro interior, se revelan y se exponen nuestras pasiones violentas. Quienes nos aman y cuidan de nuestras almas, pueden entonces ayudarnos a vencer estas cosas, y podremos así ser liberados de sus efectos dañinos para nuestro andar en la vida interior del espíritu. Sólo quienes de manera voluntaria han despreciado la fama y han muerto verdaderamente al ego, podrán ser galardonados con amatista.

El Espíritu Santo nos revelará muchísimo más sobre estos temas si tenemos voluntad para oír la voz de Jesús y fijar con firmeza nuestras raíces y afirmar nuestros terrenos en la Palabra de Cristo.

(Fuente: "SALID DE ELLA PUEBLO MÍO", de Peter White)

TRES RAÍCES PARA TODA CLASE DE MAL: Orgullo, Amor al dinero y Lujuria (Peter White)


Solamente hay tres raíces para todas las clases de mal. Cuando examinamos los pecados de cualesquiera categorías que sean, siempre encontraremos que su origen residirá en EL ORGULLO, EL AMOR AL DINERO Y LOS DESEOS DE LA CARNE.

Los hombres aman el estatus, el poder para gobernar a los demás y cuando alcanzan eso, el orgullo les hará retenerlo, con inusitada frecuencia, a expensas de herir a otros. Muy a menudo los hombres mentirán para impresionar a sus oyentes sobre su propia importancia o se darán ínfulas por sus logros. El orgullo es la raíz de la mentira. El orgullo se manifiesta cuando nos resistimos a las correcciones o a la instrucción de quienes nos aman. El orgullo hace que nos levantemos para reclamar nuestros "derechos" y nos impide pedir perdón o humillarnos. El orgullo hará que le echemos la culpa de todos nuestros problemas a los demás, o frecuentemente al diablo, cuando en verdad la causa del problema reside en nosotros mismos.

Las Escrituras a veces se traducen mal y no es raro que se citen aun peor. Por ejemplo, el versículo: " (1 Ti. 5:10), en verdad dice y se debería leer así: Los hombres matarán, robarán, asaltarán a otros para obtener riquezas o posesiones. También mentirán, defraudarán, engañarán y embaucarán por el amor al dinero.

Los pecados que tienen sus raíces en los deseos de la carne incluyen, entre otros, adulterio, fornicación, homosexualidad, lesbianismo, lujuria, incesto, rapto, y a veces homicidio. El comportamiento falso y engañoso, las mentiras y hasta el robo, a menudo tienen su raíz causal en relaciones y deseos sexuales incorrectos o equivocados.

Estas tres áreas de nuestras vidas deben estar bajo el Gobierno de Dios si vamos a compartir su santidad. "La Esposa SE HA PREPARADO y es nuestra tarea vestirnos de lino fino, limpio y resplandeciente; porque el lino fino corresponde a las acciones justas y al comportamiento correcto de los santos" (Ap. 19:7-8).

(TOMADO DE "SALID DE EN MEDIO DE ELLA" cap. V)

AUTORIDAD Y SUMISIÓN EN EL REINO DE DIOS, Peter Whyte


Libro: SALID DE ELLA PUEBLO MÍO, Peter White
Capítulo Tres
AUTORIDAD Y SUMISIÓN EN EL REINO DE DIOS

Sin sumisión no se pueden formar en nuestras vidas ni el carácter ni la naturaleza de Dios.
Son cristianos quienes nacen del Espíritu de Dios, por medio de su fe en Jesucristo y en todo cuanto Él cumplió en el Calvario. Son salvos y su destino, cuando mueran, es el cielo. Sin embargo, se supone que la salvación de Dios también debe tener un efecto profundo sobre nuestras vidas terrenales, según se deduce de la exhortación de la Escritura a: "...ocuparnos en nuestra salvación con temor y temblor" (Fil. 2:12).
Este versículo nada tiene que ver con que trabajemos para ir al cielo. Jesús se encarga de eso. El pasaje se refiere a otro aspecto de la salvación que se aplica a nuestras vidas en la tierra. Si vivimos en obediencia a las enseñanzas de Jesús, gozaremos los beneficios de ser salvos del mundo y podremos experimentar y gozar los privilegios de ser hijos de Dios. Jesús no tiene problemas en llevarnos al cielo. Esa parte de su salvación es un regalo de su gracia. Sin embargo, tiene un gran problema con nuestras libres voluntades, a las que jamás se impone, aunque anhela nuestra sumisión voluntaria a sus enseñanzas y a la voluntad de Dios. Si la sumisión no es voluntaria, se convierte en subordinación.
El resultado natural de nuestra obediencia a Jesús se traduce en la sumisión de nuestros propios deseos y de nuestros egoísmos a los deseos de nuestro Señor y a las necesidades de los demás.
La única prueba verdadera de nuestro amor a Jesús, se encuentra en nuestra obediencia a Cristo. Todas nuestras actividades religiosas, nuestra sabiduría, conocimiento y manipulación de las Escrituras, así como nuestras buenas obras, pueden tener sus raíces en nuestro ego y ser improductivos por completo, si no estamos en sumisión a Él. La única medida de nuestro amor por Jesús se muestra y encuentra en cuánto obedecemos sus enseñanzas.

El objetivo total de nuestra sumisión se halla en QUE CRISTO SEA FORMADO EN NOSOTROS.

El Nuevo Testamento nos enseña a someternos a Dios y luego resistir al diablo, que huirá de nosotros. Pero el diablo no huirá solamente a causa de nuestra sumisión a Dios. La Escritura también nos enseña a someternos unos a otros, pues el propósito de este sometimiento es para que vengamos a ser más como Jesús, el primogénito entre muchos hermanos. También se nos ordena recibir reprensión y correcciones de quienes nos aman y cuidan de nuestras almas. Asimismo se nos exhorta a someternos a las autoridades puestas por Dios. Por tanto, una actitud sumisa es esencial para quienes quieren crecer y desarrollarse hacia la madurez en el Reino de Dios.

Sin embargo, la naturaleza y función de la autoridad en el Reino de Dios, se opone diametralmente a la naturaleza y función de la autoridad mundana (babilónica). En consecuencia, debemos renovar nuestras mentes en esta área o caeremos en las redes del enemigo que de manera constante oscurece nuestro entendimiento, nos quita las cosas buenas de Dios, nos las hace inaprovechables y se complace en obstaculizar siempre nuestro crecimiento espiritual verdadero.

Durante siglos satanás ha introducido en las iglesias estructuras mundanas de autoridad y conceptos mundanos de autoridad y sumisión. Como resultado, casi todos los cristianos viven esos conceptos mundanos y no tienen ni idea que tales puntos son inaceptables en el Reino de Dios. El concepto mundano de autoridad significa poder para gobernar a los demás, para imponer nuestras voluntades, opiniones y decisiones a quienes están bajo nosotros. El concepto mundano de sumisión significa subordinación y una obediencia incuestionada a los líderes. A menudo esta obediencia tiene sus raíces en el temor a quienes poseen la autoridad. Si un cristiano tiene estas ideas, estará abierto al engaño satánico en la forma más sutil. En su deseo genuino de agradar a Dios y de no ser rebelde, procurará someterse a todo anciano o a cualquier ministro ordenado o pastor. Las mujeres harán lo mismo y se someterán a sus esposos, en algunos casos aunque sus peticiones sean perversas o su comportamiento intolerable, inclusive satánico, pues creen que así agradan a Dios. Esta clase de sumisión ciega o de obediencia incuestionada, no es lo que Dios quiere y en verdad obstaculiza el crecimiento espiritual y la extensión del Reino de Dios.

Si deseamos llegar a la madurez en Cristo, debemos entender cómo funciona el gobierno en el Reino de Dios y particularmente que todos nosotros tenemos como responsabilidad no someternos a un liderazgo erróneo o en engaño, sobre todo cuando se trata de líderes inmaduros o mundanos.

De acuerdo con la inspiración del Espíritu Santo, tal como se puede leer en las Escrituras que se compilaron en la Biblia, nuestra sumisión impone y crea una autoridad sobre nuestras propias vidas. Esto se deduce de las siguientes palabras del apóstol:
"¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, SOIS ESCLAVOS DE AQUEL A QUIEN OBEDECEIS...?" (Ro. 6:16).

Por tanto, la sumisión a una autoridad equivocada es una necedad. Debemos tener discernimiento sobre las cosas en las que obedecemos y, obviamente, mucho más respecto a quienes nos presentamos en sumisión.

Siempre nuestro primer deber es someternos a Dios. Siempre la sumisión a nuestro REY tiene prelación sobre cualesquiera otras cosas. La sumisión a los demás cristianos debería sujetarse a un criterio: "¿Aquellos que verdaderamente nos aman lo hacen incondicionalmente, y su preocupación principal es formar más de Cristo en nosotros?" Si su énfasis primordial está en conformarnos a sus creencias, doctrinas, reglas, requisitos o a las constituciones de su organización religiosa o de su "iglesia," entonces seamos prudentes, o podremos encontrarnos como esclavos de algo o de alguien distinto de Cristo.

Pertenecer a una iglesia que tiene sus pastores y ancianos, y obedecerlos, no es necesariamente la sumisión en el sentido que Dios la quiere. Somos responsables de discernir si han sido colocados allí por el Señor, o si esa posición de autoridad viene de uno de los sistemas jerárquicos del mundo. En el Reino de Dios todos los conceptos y principios se oponen totalmente a los del sistema mundano, cuyo diseño viene del príncipe de este mundo. Por tanto, el gobierno de Dios es completamente opuesto en naturaleza y funciones a la manera como obra el gobierno en los sistemas y estructuras mundanos. EL GOBIERNO DE DIOS SIEMPRE PRODUCIRÁ EL GOZO Y LA PAZ DEL ESPÍIRITU SANTO. En consecuencia, debemos cuestionar toda forma de gobierno que no produzca paz y gozo en nuestro espíritu. Si nos domina, nos constriñe, o nos quita nuestro propio proceso para hacer decisiones, entonces NO ES DE DIOS y estamos en la obligación de resistirla y rechazarla.

El fracaso en seguir este paso, al final nos pondrá en una miserable esclavitud religiosa y nos estancaremos en una niñez espiritual, pues haremos sólo lo que se nos dice para conformarnos al sistema, o perderemos nuestro gozo y nuestra paz. Esto se produce porque el Espíritu Santo, que se halla dentro de nosotros, no se puede jamás poner de acuerdo con el espíritu del mundo que obra ahí, en el sistema religioso.

En todos los sistemas religiosos del mundo se encuentran las mismas características de entender la autoridad y la sumisión. El judaísmo exige obediencia a la autoridad rabínica. El islamismo reclama de sus fieles una obediencia total a todos los ayatollahs y mullahs. La iglesia católica abraza una autoridad suprema a su Papa, con sus cardenales, arzobispos, obispos y sacerdotes, que forman una autoridad de estructura piramidal, una jerarquía, a la que todo buen católico se debe someter. En todas las denominaciones protestantes, inclusive en los movimientos donde los hogares se consideran como iglesias, casi todas las tendencias organizativas tienen una estructura de control donde también se ve en acción la forma piramidal. Quienes están arriba ejercen la autoridad. La coerción, las manipulaciones, el rechazo y hasta la fuerza, son los métodos habituales para ejercitar la autoridad mundana. Los sistemas pueden ser muy sutiles o, por el contrario, bien notorios, pero si alguien no se conforma y somete a los líderes, esas son las armas que al final se usarán.

Todo eso está en rebeldía directa contra las claras órdenes de Jesús, quien prohibió a sus discípulos el ejercicio de la autoridad en la forma como el mundo lo hace: "...Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen potestad sobre ellas. Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo" (Mt. 20:25-27).

Hasta cuando los hijos de Dios no tengan el deseo genuino y común de obedecer a Cristo y convertirse en sus discípulos perfectos, los reinos de este mundo nunca vendrán a ser el Reino de Dios. Los cristianos no tomamos en serio las palabras de Jesús y un poderoso espíritu de engaño nos impide ver que Él es nuestra autoridad final. Si el Rey Jesús dice algo, entonces eso debe ser lo definitivo. Sin embargo, estamos tan atados por los conceptos mundanos que hasta usamos versículos de las Escrituras para contradecir sus enseñanzas y luego seguimos nuestra comprensión errada de esos versículos en lugar de obedecer al Señor. En efecto, Jesús enseñó con toda claridad que quienes gobiernan o dirigen su Iglesia no se deben enseñorear de los demás, es decir, no tienen ninguna razón para ejercer la autoridad como el mundo lo hace.

En el Reino de Dios se nos ordena convertirnos en siervos de aquellos a quienes dirigimos. Un apóstol, anciano, pastor, esposo, o cualquier otro líder, no puede obrar de modo diferente al de Jesús, quien nunca se impone a alguien para someterlo a Él. Jesús da sus instrucciones y
luego permite a sus discípulos obedecerle o no. Nunca los amenaza, ni manipula, ni los obliga. Y lo que es todavía más maravilloso, jamás los rechaza o deja de amarlos si le desobedecen.

Cuando Jacobo y Juan pidieron sentarse a la diestra y a la izquierda de su gloria (Marcos 10:35-40), eran inmaduros, y todavía estaban llenos de los conceptos mundanos de liderazgo y autoridad. Sus mentes no habían alcanzado aún el nivel de siervos de Cristo; sus pensamientos, sin renovar, eran competitivos y les llevaban a pedir posiciones de importancia. Lo mismo pasó con los otros discípulos que se enojaron ante la petición de los dos hermanos (Mateo 20:24). Entonces Jesús los reunió a todos, les enseñó las diferencias entre la autoridad del mundo y la autoridad de su Reino, y luego pasó a revelarles sus naturalezas y espíritus completamente distintos.

Es posible hacer una paráfrasis de las palabras de Jesús en Mateo 20: 25-28, de la siguiente forma:

"Ustedes saben cómo se usa la autoridad en el sistema del mundo, pero en mi Reino no será así. Ustedes deben aprender a ser siervos de aquellos a quienes enseñan o dirigen, y para ejercer la autoridad no tienen que apelar a su oficio, o a su ministerio a fin de hacer que los demás se les sometan. No pueden usar las promesas de recompensa o promoción o estatus para manipular a las personas, como se hace en el mundo. El Reino de Dios no funciona de esa manera. Ustedes solamente PUEDEN SERVIR Y DEBEN PONER SUS DESEOS Y SU VIDA AL SERVICIO DEL BIEN DE LOS DEMÁS, según yo lo demuestro con mis enseñanzas y con mi propia vida."

Jesús es nuestro "modelo de hijo" y nunca le vemos obligar, manipular, o forzar a alguien para que le obedezca o le siga. Con todo denuedo proclamó la Palabra de Dios y que si se rechazaba su palabra, no haría ningún intento para imponerla, ni iba a rogar a las gentes que le siguieran. Jamás usa su autoridad espiritual para de alguna manera controlar a los demás. De la misma forma, el Espíritu Santo nunca nos controla o nos quita el proceso de tomar nuestras decisiones. Nos guiará y nos dirigirá, pero no empleará la fuerza para doblegar la más leve de nuestras resistencias a Él.

Dios es amor y espera que nuestra sumisión sea por completo voluntaria, sólo porque le amamos y le respetamos. Los líderes en el Cuerpo de Cristo no están por encima de su Maestro, y también deben esperar que otros se les sometan voluntariamente por amor y respeto hacia ellos y porque sobre ellos se reconoce la unción de Dios. El Rey nos ha prohibido usar la autoridad espiritual a fin de obtener una sumisión que no sea voluntaria. Si eres obispo, o pastor, o anciano, o apóstol, o esposo que das liderazgo a la esposa y a la familia, estás limitado por las mismas órdenes de Jesús, si en verdad Él es tu Señor y Maestro.

El Nuevo Testamento nos enseña con toda claridad a obedecer a nuestros líderes y a someternos a su autoridad. Por tanto, es muy fácil producir mediante la teología bíblica una comprensión equivocada del gobierno de la iglesia, que producirá un liderazgo autocrático y seguidores bajo subordinación, que no entienden la naturaleza ni el espíritu de la autoridad en el Reino de Dios. Mientras la Escritura exhorta a los creyentes a obedecer a quienes velan por sus almas (Hebreos 13:17), jamás exhorta a los líderes a exigir la sumisión de los demás a su liderazgo o ministerio. A los maridos se les exhorta a amar a sus esposas; no se les ordena exigir sumisión ni dominar a sus mujeres, ni forzar sus voluntades. Solamente se prescribe a las mujeres sujetarse a sus propios esposos, como al Señor.

"Gobernar bien" en el Reino de Dios es muy distinto a ser un gobernador o a tener autoridad en el sistema del mundo, pero como la mundanalidad ha invadido todos los sistemas religiosos, encontramos cristianos en posiciones de liderazgo que se comportan como autoridades mundanas. En efecto, mientras algunos maridos dominan a sus esposas, otros precisamente por su falta de inteligencia y de una adecuada relación con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, en una forma que hasta se puede considerar y catalogar como una verdadera torpeza, por decir lo menos, con algo de suavidad, destruyen la capacidad de la mujer cristiana para tomar decisiones y, en muchísimos casos, también destruyen sus matrimonios. De esta manera satanás triunfa y la pobre pareja engañada ve la destrucción de sus vidas, simplemente por la ignorancia sobre la autoridad espiritual que viene de Dios.

Los pastores, los ancianos o los diáconos, en casi todas las estructuras de las iglesias, consideran como un insulto si hay alguna oposición entre los miembros del rebaño. El estatus se busca y se conserva, mientras se esgrime el poder para hacer que los demás se conformen. En verdad, hay muy pocas diferencias entre tales iglesias y una organización de negocios en el mundo. Si el Gerente o los Directores toman decisiones, y los empleados no se muestran de acuerdo o no las obedecen, entonces resultan renuncias o despidos. En las iglesias se aplican varias formas de excomunión, al seguir la misma filosofía mundana.

En el Reino de Dios NO HAY COSAS TALES COMO CLÉRIGOS Y LAICOS. Este engaño del diablo está en conflicto directo con la enseñanza del Nuevo Testamento donde estipula que todos los hijos de Dios son sacerdotes, con acceso directo al Señor. Sólo los paganos necesitan sacerdotes para poder acercarse a Dios por medio de ellos. La clerecía apenas existe en Babilonia, y su objeto es dividir la familia de Dios en clases, y dejar que la mente de satanás controle las mentes de quienes están en cautividad. Los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, no son el clero; simplemente son hombres y mujeres, dones del Cristo resucitado que Él brinda a la humanidad. No es posible manufacturar o fabricar los dones en esas personas dotadas y producirlas como se producen los profesionales, por ejemplo, abogados o ingenieros. Sólo Dios puede ungir y darnos esos miembros esenciales de su Iglesia, pero necesitamos discernimiento para poder reconocerlos. En la Iglesia de Jesús no tienen un sitio preciso ni adecuado las jerarquías clericales que funcionan a su amaño en otros sistemas religiosos. La división entre clero y laicado que se encuentra en el islamismo, el judaísmo y en nuestras iglesias cautivas de Babilonia, produce estructuras que, a pesar de ser funcionales, se oponen a los designios de Dios para su Iglesia que debe ser un organismo vivo, no una organización religiosa.

Los líderes en el Cuerpo de Cristo necesitan entender que las enseñanzas de Pablo sobre sumisión y sometimiento, no son preceptos ni órdenes para que ejerzan una autoridad mundana sobre aquellos a quienes deben cuidar en sus iglesias, congregaciones o comunidades. Desde el punto de vista de nuestras mentes naturales parece no solamente irreal, sino hasta una completa tontería, colocar a alguien en una posición directiva, y decirle luego que no puede ejercer ninguna autoridad sobre aquellos a quienes dirige. Sin embargo, no debemos considerar las cosas desde el punto de vista de la mente natural, que es el punto de vista del mundo; por el contrario, más bien tenemos que aprender a ver las cosas con una mente renovada, la mente de Cristo.

Jesucristo, el Señor de toda la creación, es nuestro ejemplo perfecto de autoridad en el Reino. Nunca la ejerce sobre sus discípulos. Utiliza las parábolas y da órdenes, pero nunca va a forzar nuestra sumisión. Aún más que eso, no grita, no se enfurece, no se pone de mal humor, ni nos rechaza cuando fallamos en obedecerle. Su amor y su gracia hacia nosotros no se afectan con nuestra falta de sometimiento a Él. Jesús siempre espera nuestra sumisión voluntaria que es la única forma válida de sumisión en su Reino. Nuestro deseo de obedecerle, que es la única medida de nuestro amor por Él, debe venir de haber derribado las tentaciones de nuestra voluntariedad, sin que haya ninguna coerción por su parte. Si no es así, Él no quiere ni acepta nada. Tal es la naturaleza de la autoridad, la sumisión y el sometimiento en el Reino de Dios.

Sólo deberíamos someter nuestras vidas en el Cuerpo de Cristo a la autoridad o al liderazgo que demuestren la naturaleza del Señor. La autoridad espiritual verdadera, que se origina de Dios, proviene de la unción y de una mente renovada, la mente de Cristo. No llega por títulos como "Pastor, Anciano, Reverendo, Evangelista, Apóstol, Profeta, o Maestro" dados por otros que, sin saberlo, están cautivos en Babilonia. Pero tampoco la impide si un líder nació y se levantó en Babilonia y se le dio un título. Muchos, muchos clérigos profesionales son verdaderamente ungidos por Dios y su sinceridad nunca jamás se puede poner en duda. Si no tienen conciencia de estar presos en las redes babilónicas, esto no evita que el Señor les use, aunque Él desea ardientemente que salgan de la esclavitud que sufren dentro de los muros de Babilonia.

Los hombres y mujeres a quienes Dios ha dado SU autoridad no se conocen por sus títulos, profesiones, capacidad intelectual o ni siquiera por sus conocimientos bíblicos. Se distinguen y reconocen por su humildad y sus corazones de siervos. Un pastor formado, establecido y puesto en esa posición verdaderamente por Dios, es compasivo, amable y misericordioso, y no busca sus propios caminos. No le preocupará que no asistamos a las reuniones para "sostener" su predicación, o si estamos o no de acuerdo con toda su teología. Su preocupación principal será la conducta de nuestra vida diaria, nuestras relaciones y las actitudes de nuestro corazón. Su objetivo más importante será ver más de Cristo formado en nosotros.

Si las metas de nuestros líderes son conformarnos a cada uno a su "teología o conceptos" y construir estructuras y organizaciones más grandes y mejores, entonces debemos cuestionar si entienden que el crecimiento espiritual no tiene nada que ver con cifras o con que tengamos todos la misma teología. EL CRECIMIENTO ESPIRITUAL SE RELACIONA ENTERAMENTE CON EL NIVEL EN QUE LA VIDA DE DIOS SE HAYA DESARROLLADO EN NOSOTROS. ¡Cuidado con someter nuestras vidas a un liderazgo eclesiástico que no entienda con claridad esto, pues entonces se nos guiará a objetivos erróneos y se impedirá nuestro crecimiento espiritual!
Tener objetivos adecuados es esencial para todo discípulo del Rey y su Reino. Sin la meta apropiada no es posible entender o enseñar correctamente la sumisión. Pablo define así el enfoque preciso y certero de una enseñanza sana:

"Pues el propósito de este mandamiento es el AMOR nacido de CORAZÓN LIMPIO, y de BUENA CONCIENCIA, y de FE NO FINGIDA" (1 Ti. 1:5).

Se necesita entender la sumisión en este contexto, pues el único propósito del sometimiento es que por su medio permitamos a Dios, y a nuestros hermanos, conformarnos a la imagen de Cristo. Aquí se requiere la renovación de nuestras mentes hasta cuando aprendamos a pensar, hablar y actuar como Dios lo hace. Esto tomará muchos años y algo de sufrimientos pero, al final, en nuestros corazones tendrá lugar la transformación. Nuestro hombre interior crecerá hasta cuando dejemos de ser "carnales" como los creyentes infantiles de Corinto, y seamos hombres espirituales a quienes guía y dirige el mismo Espíritu de Dios.

EL SOMETIMIENTO no es una doctrina legalista que se debe imponer a toda costa, pues hemos encontrado su base doctrinal en el Nuevo Testamento. Es una ACTITUD que se necesita EN NUESTROS CORAZONES, antes que nuestra voluntad se pueda alinear con la voluntad de Dios. Quienes no tienen el deseo de recibir reprensiones, enseñanzas o corrección de otros discípulos del Rey y su Reino, todavía no tienen "voluntad para hacer la voluntad de Dios," y no se les puede discipular.

Sin embargo, si somos sinceros en nuestros deseos de llegar a ser discípulos del Señor, no debemos permanecer como niños crédulos, que no piensan, sino aprender a ser sabios en los caminos de Dios, de manera que no nos sometamos insensatamente.

Hay cuatro niveles de autoridad, de importancia decreciente, que todo discípulo debe entender:

1. Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo.
2. Las Escrituras -según las entendamos.
3. NUESTRA PROPIA CONCIENCIA ante Dios.
4. Otros cristianos, o la autoridad secular.

La autoridad de nuestra propia conciencia tiene un nivel de autoridad muchísimo más alto que el de cualquier otro ser humano. Todo hombre y toda mujer tienen el derecho de obedecer a su  propia conciencia bajo Dios. Nadie tiene derecho para violar nuestra conciencia como cristianos. No importa si esa persona es una autoridad secular, un esposo, un pastor, un apóstol, un maestro, un arzobispo, un anciano, un sacerdote, un miembro del cuerpo gobernante, o del presbiterio, o el Papa. En los niveles descendentes de la escala de autoridad, todos están en una categoría inferior a la de nuestra propia conciencia. Sin embargo, es vital para cada uno de nosotros asegurarnos que no hemos endurecido nuestra conciencia, ni hemos permitido que se haya cauterizado de tal manera que sólo elijamos obedecer aquellas órdenes o los mandamientos de Jesús que nos gustan o que concuerdan con nuestra teología particular. Una obediencia incuestionada a los líderes de la iglesia puede no ser sumisión espiritual, sino necedad que nos lleva al engaño. Si eso nos pone en cautiverio a un sistema religioso y a las tradiciones humanas, esa no es la voluntad de Dios. Así se desobedece al Rey, y nos lleva a una "mala conciencia y a una fe fingida."
La fe sincera es creer en nuestros corazones. No es dar un consentimiento mental porque alguien nos dice lo que debemos creer. Romanos 14 nos enseña que pecamos si hacemos algo contrario a nuestras convicciones delante de Dios. Por tanto, debemos resistir cualquier intento que pretenda obligarnos o dominarnos, en contra de nuestras más íntimas convicciones y de las advertencias de nuestro corazón. Si resistimos a esa "vocecita quieta y callada" dentro de nosotros, resistimos al Espíritu Santo, que es infinitamente más sabio que todos los seres humanos juntos.

Es básico y fundamental para nuestras vidas tener siempre presente que el Espíritu Santo es quien mueve los corazones de los hijos de Dios en Babilonia y quien nos llama a salir de allí para que pasemos a la Nueva Jerusalén. A medida que crecemos en comprensión espiritual y renovamos nuestras mentes, podemos encontrar que la "iglesia" a la que pertenecemos, se hace inadecuada, y que el Espíritu Santo nos urge a movernos. Como casi ningún líder en las iglesias entenderá esto, luchará por guardar y mantener "los miembros de su comunidad." Cuando encuentra que no nos puede retener, decide que estamos engañados o "demonizados" o que somos rebeldes ingobernables. A los creyentes que tienen la experiencia de esas situaciones, con frecuencia se les hiere y ofende, debido a la falta de sabiduría de tales líderes que luchan a fin de persuadirlos para que no se vayan, y luego los rechazan o condenan, cuando se levantan en libertad. Debemos tener corazones humildes y gentiles hacia esos líderes, pues aún no han comprendido lo que el Señor hace hoy. Tienen el temor que quienes dejan "su iglesia" pueden contaminar el pensamiento de los que se quedan. Sinceramente creen que quienes no están de acuerdo con ellos, son víctimas del error y por eso luchan para proteger sus "reinitos."
De manera semejante, si eres pastor, anciano o líder, y el Espíritu Santo te llama a salir del sistema, puedes enfrentar incomprensiones, cóleras, y aun heridas graves por parte de las personas que te quieren controlar. Esta es la reacción carnal y natural de la junta directiva, los ancianos, los diáconos o de las congregaciones, a algo que no entienden. Si el Espíritu Santo te dirige a salir de la membresía de una iglesia o de una situación de liderazgo, no te afectes por la falta de comprensión de aquellos a quienes dejas. Sobre todo, que el rechazo que hacen de ti, o la difamación que te brinden, no vayan a hacer disminuir tu amor hacia ellos. Si no pueden entender tu necesidad de obedecer al Señor más que a sus tradiciones y conceptos, entonces debes tenerles compasión por su ceguera espiritual y recordar que sólo por la gracia de Dios, tus ojos se han abierto. También, únicamente por la gracia del Altísimo crecemos en sabiduría y entendimiento espirituales.

Dios ama de la misma manera a todos sus hijos, sean obedientes o desobedientes. LOS QUE SE QUEDAN EN BABILONIA O LOS QUE VAN A LA NUEVA JERUSALÉN.

A ÉL OID, Peter White


¿Amamos a Jesús? ¿HACEMOS TODO LO QUE DICE?
Peter White en "Salid de ella pueblo Mío", cap. VI

"El que tiene mis mandamientos, y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré, y me manifestaré a él mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada con él. El que no me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió" (Juan 14:21-24).

Debemos ser muy conscientes del hecho que cuando Jesús pronunció esas frases no hacía mención de las Santas Escrituras. Se refería a SUS PROPIAS PALABRAS. Es decir, las que hablaba a sus discípulos, y que con toda claridad Él afirma que son LA PALABRA DE DIOS, DEL PADRE.

"y la palabra que habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió. Os he dicho estas cosas ESTANDO CON VOSOTROS" (Juan 14:24-25)

Si con toda sinceridad deseamos dar al Señor Jesucristo el primer lugar en todo, debemos arrepentirnos de nuestras ideas sobre lo que hemos creído y enseñado. Debemos volver a la DOCTRINA DE CRISTO. También debemos redescubrir el significado neotestamentario de LA PALABRA DE DIOS.

Antes que millones de cristianos puedan ser libres de estos engaños necesitan que sus pensamientos se renueven en esa área. Para muchos de nosotros, sobre todo para los "fundamentalistas combativos" y para el "Pueblo de la Palabra" (de manera incidental parte de mis antecedentes personales) es una verdadera herejía señalar lo que a continuación sigue. Sin embargo, si eres un buscador sincero de la verdad, y pides al Espíritu Santo que te guíe, encontrarás que es una declaración correcta, por más desagradable que aparente ser al principio: Nos hemos acostumbrado tanto a llamar a la Biblia la Palabra de Dios, que cuando encontramos esta frase en el Nuevo Testamento, pensamos inmediatamente en las Escrituras. En consecuencia, no podemos entender lo que leemos, porque casi sin excepción, "La Palabra" o "La Palabra de Dios" siempre se refiere a Jesús o a SU MENSAJE, al ver estas frases en el Nuevo Testamento.

Sólo hasta cuando comprendamos esto, y por tanto aprehendamos y captemos lo que leemos, dejaremos de ser engañados sutilmente y podremos ser capaces de hacer lo que Dios ha dicho.

Casi siempre se les dice a los nuevos conversos que lean la Biblia, que oren, que asistan a las reuniones y que testifiquen a los demás. Luego se les instruye en las creencias y doctrinas del grupo al que se han unido. En un claro contraste, Jesús ordenó a sus apóstoles hacer discípulos a quienes se les debía enseñar a hacer y practicar todo cuanto Él enseñó. ¿Cuándo cambió nuestro Rey sus instrucciones? Si dice que sus maestros deben enseñar a otros a hacer lo que dijo y predicó, somos rebeldes al desobedecerle.

Nos han construido y edificado sobre cimientos falsos y, como consecuencia, nunca creceremos hasta alcanzar y obtener la estatura de la plenitud de Cristo. Solamente la leche pura y sin contaminación, leche no adulterada de las palabras de Jesús nos hará crecer hacia la madurez espiritual, como dijo el apóstol Pedro; y si algunas personas conocieron de primera mano la verdad, deben haber sido los primeros discípulos y los apóstoles del Señor.

Recordemos que Jesucristo, con toda autoridad dijo estas palabras que inclusive en el día de hoy, tienen un profundo significado:

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará. (Mt. 16:24-25).

En aquellos días, cuando un hombre llevaba su cruz hasta el punto de la crucifixión, era para todos los objetivos y propósitos un hombre muerto. Había perdido todos sus derechos y el control sobre su propia vida. Cuando Jesús dice que nos neguemos a nosotros mismos, quiere decir que debemos morir al yo, y rendirle a Él nuestras voluntades si queremos seguirle y compartir con Él en la vida de Dios.

Sólo cuando rindamos nuestras almas, con todos sus deseos egoístas, a la soberanía, al
reino y a la dirección del Espíritu de Cristo, habremos dado al Señor Jesús la preeminencia en todo.

COMENTARIO ADMINISTRACIÓN:

Y he aquí les aparecieron Moisés (la ley) y Elías (los profetas)
hablando con él.
Y respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bien es que nos quedemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos: para ti uno, y para Moisés otro, y otro para Elías.
Y estando aún él hablando, he aquí una nube de luz que los cubrió; y una voz de la nube, que dijo: Este es mi Hijo amado, en el cual tomo contentamiento; a El oíd.
Y oyendo esto los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera. (Mat 17:3-6)

Dios parece tapar la boca a Pedro, que impresionado con la Ley y los Profetas, situaba a Jesús al mismo nivel de Moisés o de Elías, interrumpiendo su apresurada locuacidad, dejando claro que es Jesús y solo Él quien tiene la preeminencia y a quien hay que oír.