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APOCALIPSIS - Libro VIII - Cap. 21 - EL RÍO DE LA VIDA (Árbol de la Vida y sus Frutos. Agua de la Vida. Mar Muerto. Naciones y Vencedores), Dr. Stephen Jones

 




Apocalipsis 22: 1-2 dice:


1 Entonces me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero 2 en medio de la calle. A ambos lados del río estaba el árbol de la vida, que daba doce clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.


Primero, la KJV dice río puro de agua de vida”, pero los textos griegos no incluyen la palabra “puro”. Por supuesto, esto no significa que el agua sea impura. Se trata de corregir la traducción como lo ha hecho la NASB arriba.


En segundo lugar, debido a que el texto griego original no tenía puntuación y no separaban las palabras en versículos, la KJV en el versículo 2 debería decir: En medio de la calle, y a ambos lados del río estaba el árbol de la vida. Esta es una extraña contradicción, porque parece decir que el árbol de la vida estaba en medio de la calle así como a ambos lados del río.


La NASB pone el punto al final de “calle”, haciendo decir que el agua de vida fluía del trono por el medio de la calle (ver arriba). La puntuación hace una diferencia en cómo leemos y entendemos el pasaje, y esto parece tener más sentido.



Doce tipos de frutos


El árbol de la vida produce doce clases de frutos. El Nuevo Testamento habla del fruto del Espíritu, nueve (Nota del traductor: Según mi propio entendimiento es solo uno, compuesto de 8 matices; algo así como una naranja con 8 gajos, que siendo un solo fruto: amor, engloba las 8 características del amor. Gozo, paz, … El fruto es uno solo; Cristo formado en nosotros, porque Él es amor y sabemos que lo definido no debe formar parte de la definición) de los cuales se enumeran en Gál. 5: 22-23,


22 Mas EL fruto del Espíritu es amor, [que es:] gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.


Junto con la bondad, en Ef. 5: 9, se añaden justicia y verdad:


9 porque el fruto de la luz consiste en toda bondad, justicia y verdad.


En este versículo, “bondad” es una repetición de Gál. 5: 22, así que esto hace once tipos de frutos (serían 10 = 8 + 2; o 1 + 2 = 3, si contamos Gálatas no como 8 sino como 1). El último tipo de fruto es la santificación (o santidad), que se encuentra en Rom. 6: 22 (KJV). Esto hace un total de doce (11; o 4 = 1 + 3, si contamos Gálatas como 1) tipos de frutos, enumerados en el Nuevo Testamento, que debemos exhibir al mundo.



El Árbol de la Vida


La Biblia comienza con el Árbol de la Vida en el libro de Génesis y también termina con él. Su característica más obvia (como lo indica su nombre) es que es la fuente de la inmortalidad o la vida. Esta función no tendría ningún sentido si consideráramos que todos ya son inmortales. De hecho, Adán y Eva fueron cortados de este Árbol en Génesis 3: 22-24 para evitar que fueran inmortales en su estado pecaminoso.


Asimismo, en Apocalipsis 21: 27 y 22: 14 queda claro que solo los justos tendrán acceso a este Árbol de la Vida. Hablando de Cristo, Pablo dice en 1ª Ti. 6: 16 que "solo Él posee la inmortalidad". La clara implicación es que los injustos no tienen inmortalidad. La inmortalidad es un asunto relacionado con el alma y el cuerpo, no con el espíritu per se. Alcanzar la inmortalidad es revertir todos los efectos de la maldición de la muerte, que plaga a todos los hombres a causa del pecado de Adán (Rom. 5: 12).



El Agua de Vida en Ezequiel


La visión de Juan del agua de vida en Apocalipsis 21 es similar a la que se encuentra en Ezequiel 47. Solo comparando las dos podremos obtener una mejor imagen de esta escena. Ezequiel 47: 1 dice:


1 Entonces me hizo volver a la puerta de la casa; y he aquí, el agua salía de debajo del umbral de la casa hacia el oriente, porque la casa miraba hacia el oriente. Y el agua fluía desde debajo del lado derecho de la casa desde el lado sur del altar.


La “casa” es el templo, o “la Casa del Señor”. Muchos han interpretado las visiones de Ezequiel en los capítulos 40-48 de una manera carnal, como diciendo que los judíos pronto construirán un templo en el sitio antiguo de Jerusalén, donde Jesús vivirá y reinará en la Tierra, como un monarca humano. Tales personas asumen que la Nueva Jerusalén es simplemente la Vieja Jerusalén restaurada en el antiguo lugar, un edificio hecho con madera, piedras y adornos de oro.


Pero como ya hemos mostrado, Juan nos dice en Apocalipsis 21: 22 que esta ciudad no tiene necesidad de tal templo, porque el pueblo mismo le sirve de templo. Ezequiel escribe sobre la Nueva Jerusalén usando imágenes del Antiguo Pacto. Pero esto no significa que sus palabras deban ser interpretadas a través de los ojos del Antiguo Pacto, como lo hacen tantos. Si se hubiera construido en el tiempo de Ezequiel, ciertamente habría sido una estructura carnal como se describe. Pero el nuevo templo debe ser visto bajo la misma luz que nuestra visión de la Nueva Jerusalén y el nuevo Monte Sión.


Es de este nuevo templo de donde fluye el río, según Ap. 22: 1. La visión de Ezequiel le llegó en un contexto del Antiguo Pacto que la gente entendería, con un río que fluía desde el templo de Jerusalén hasta el Mar Muerto. El agua que fluía era un bien vital en el paisaje del desierto, por lo que sin duda la gente de esa época interpretaría su visión en términos bastante literales. Todavía no podían conocer el gran plan de Dios.


Y sin embargo, el río de Ezequiel es milagroso de otra manera. Se dice que el río tiene solo un tobillo de profundidad en su origen, pero se vuelve más profundo a medida que fluye a través del desierto, hasta que es tan profundo y rápido que no se puede vadear (47: 5). Esto es, por supuesto, lo opuesto a los ríos naturales, a menos que otros afluentes fluyan en él a lo largo del camino. Pero el profeta no dice nada de otros ríos, ni existieron tales ríos entre Jerusalén y el Mar Muerto. Así que esto seguramente le da a la gente una pista de que este no es un río ordinario.



El Árbol de la Vida


Ezequiel 47: 7 dice,


7 Ahora bien, cuando hube regresado, he aquí, a la orilla del río había muchos árboles a un lado y al otro.


En la visión de Juan de Apocalipsis 22, hay un solo árbol, el Árbol de la Vida, a ambos lados del río. En Ezequiel 47, parece haber muchísimos árboles a ambos lados del río.


Si todos los árboles son un solo árbol o si debemos ver esto como un "bosque" que tiene muchos árboles es una cuestión de perspectiva profética. Las cosas espirituales a menudo se representan como objetos físicos, pero el espíritu no está sujeto a las mismas reglas físicas. Los objetos espirituales no ocupan espacio, ni están sujetos al tiempo. Pero debido a que nuestras mentes carnales no pueden comprender las cosas espirituales, necesitamos metáforas terrenales para comprenderlas. Cuando obtenemos diferentes metáforas de diferentes profetas, no debemos interpretarlas como contradictorias.


Me parece que la descripción de Juan de doce tipos de frutos indica muchos tipos de árboles, todos los cuales son colectivamente un Árbol de Vida. En Ezequiel 47: 12 leemos,


12 Y junto al río, a su orilla, de un lado y del otro, crecerán toda clase de árboles para comer. Sus hojas no se marchitarán, ni su fruto faltará. Cada mes darán a luz porque sus aguas brotan del santuario, y su fruto será para alimento y sus hojas para sanación.


La “sanación” no es específica en este versículo, pero los versículos 8-10 aclaran que su propósito principal es sanar el Mar Muerto y hacerlo habitable para los peces. Los enjambres de peces son un símbolo bíblico de la vida misma.



El Mar Muerto


Probablemente el factor más importante es que mientras Ezequiel ve la tierra de Canaán desde Jerusalén hasta el Mar Muerto, Juan la interpreta de manera más universal. Ezequiel ve al río sanando el Mar Muerto, mientras que Juan lo ve sanando a las naciones por medio de los árboles frutales.



En otras palabras, el Mar Muerto sin vida representa a las naciones, el mar muerto de la humanidad. Todos están muertos, incluso mientras caminan sobre la Tierra, porque el pecado de Adán hizo mortales a todos los hombres. Cuando el agua viva fluye hacia este Mar Muerto, los peces pueden vivir allí. Si el Mar Muerto representa a las naciones, entonces los peces representan a la gente de todas las naciones. Los enjambres de peces que se ven en el antiguo Mar “Muerto” ahora lo convierten en un Mar Vivo.


Al comprender la profecía del Mar Muerto, también debemos notar que Ezequiel vio esto como un proceso, no como un evento instantáneo. Entonces, debemos vincular este Mar Muerto con el Lago de Fuego, donde las personas permanecen bajo juicio mientras aprenden la justicia hasta el Jubileo de la Creación. El propósito del juicio divino es revertir la maldición de muerte sobre la humanidad que vino por el pecado de Adán, como dice Juan en Apocalipsis 22: 3,


3 Y no habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.



Las naciones y los Vencedores


Dios mantendrá una distinción entre los “siervos” de Dios y las “naciones” que son sanadas y vivificadas como enjambres de peces. De esos siervos, leemos en Apocalipsis 22: 4-5,


4 y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes. 5 … y reinarán por los siglos de los siglos (aionas ton aionian).


Los Vencedores son parte del templo de Dios y de la Nueva Jerusalén, donde Dios consideró apropiado colocar su nombre, después de abandonar el templo de la Vieja Jerusalén, como abandonó Silo (Jeremías 7: 12-14). El Nuevo Templo está vivo, porque está edificado con piedras vivas, sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Jesucristo la principal piedra del ángulo (Efesios 2: 20-22; 1ª Pedro 2: 5).


El lugar donde Dios escribe su nombre ha cambiado a lo largo de los siglos. Dios les dijo a los israelitas: id ahora a mi lugar que estaba en Silo, donde hice habitar mi nombre al principio (Jeremías 7: 12). Luego habló del templo en Jerusalén, diciendo: Por tanto, haré la casa sobre la cual es invocado mi nombre… como hice con Silo (Jeremías 7: 14). En otras palabras, el nombre de Dios había sido removido de Silo y colocado en Jerusalén. Sin embargo, debido a que Jerusalén se había vuelto más corrupta que Silo, Dios estaba a punto de quitar su nombre de ese lugar también.


La ubicación final de su nombre será en la frente de aquellos que están sellados, marcados con la firma de Dios. Esta es la ubicación de su nueva Casa. Aunque se representa al pueblo en términos de un templo, no significa que Dios tenga la intención de poner su nombre en una estructura de piedra en Jerusalén, como lo hizo en años pasados.


Apocalipsis 21: 5 dice,


5 Y no habrá más noche; y no tendrán necesidad de luz de lámpara, ni de luz del sol, porque el Señor Dios los iluminará; y reinarán por los siglos de los siglos [aionas ton aionian, “los siglos de los siglos”].


Estos que tienen la marca (nombre) de Dios en sus frentes tendrán luz dentro de sí mismos y no necesitarán fuentes de luz externas. Sus cuerpos se transfigurarán para parecerse al cuerpo de Jesús cuando se transfiguró en el monte en Mat. 17: 2. Esta es, por supuesto, la recompensa de los santos, el propósito de la Fiesta de Tabernáculos y la meta de la historia. Ellos reinarán por los siglos de los siglos, enseñando y entrenando al resto de la humanidad en los caminos de Dios, hasta que todos sean completamente restaurados y Dios sea todo en todos.


Apocalipsis 22: 5 es el final apropiado de la revelación dada a Juan. Termina con la gran revelación del Río de Vida fluyendo hacia todos. El Árbol de la Vida finalmente estará disponible para todos, luego de ser custodiado por los querubines, que fueron asignados para restringir el acceso del hombre a la inmortalidad desde Génesis 3: 24. Las naciones son sanadas por las hojas del Árbol de la Vida, y su fruto las sostiene. Se quita la maldición de la Tierra (Ap. 22: 3), que había sido impuesta desde el pecado de Adán (Gén. 3: 17).


Dios reclama (y es dueño) de todo, porque “su nombre estará en sus frentes (Ap. 22: 4). Además, la luz plena del conocimiento de Cristo brillará por toda la Tierra, a medida que se cumple la promesa del Nuevo Pacto, porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande de ellos (Heb. 8: 11). La declaración culminante en Apocalipsis 22: 5 es "y reinarán por los siglos de los siglos".



APOCALIPSIS - Libro II - Capítulo 9 - EL CONCILIO O CONSEJO Y EL TRONO, Dr. Stephen Jones

 




Los veinticuatro ancianos que Juan vio rodeando el Trono de Dios en Apocalipsis 4: 4 son parte del Concilio o Consejo de Dios. El Concilio (sode) se menciona muchas veces en el Antiguo Testamento. Job 15: 8 dice:


8 ¿Escuchas el consejo [sode] secreto de Dios y te limitas a ti mismo la sabiduría?


Jer. 23: 18, 22 reprende a los profetas de su época por seguir lo que había en sus propios corazones en lugar de presentarse ante el Concilio del Señor:


18 Pero, ¿quién estuvo en el consejo [sode] del Señor para que viera y oyera su palabra? ¿Quién prestó atención a su palabra y escuchó? … 22 Pero si hubieran estado en mi consejo, entonces habrían anunciado mis palabras a mi pueblo, y los habrían hecho volver de su mal camino y de la maldad de sus obras.


En Ezequiel 13: 9 encontramos que "los profetas que ven visiones falsas y profieren adivinaciones mentirosas" no "tendrán lugar en el consejo de mi pueblo". Esto implica que los miembros del Consejo son de “mi pueblo”, en lugar de ángeles, aunque ciertamente es posible que los ángeles también participen en el Consejo. Además, Jeremías dice claramente que los profetas deberían ser miembros del Consejo y, de ser así, escucharían y participarían en los procedimientos judiciales. Como testigos de los decretos en la Corte Divina, sabrían qué profetizar a la gente en la Tierra a fin de apartar sus corazones de sus malos caminos. En el Salmo 89: 7 se le llama "el consejo de los santos".


7 Un Dios muy temido [reverenciado] en el consejo [sode] de los santos, y más temible que todos los que le rodean.


Esta reverencia se describe en Apocalipsis 4: 10-11 y nuevamente en 5: 8, donde adoran al que está en el Trono. Aunque están coronados, arrojan sus coronas ante el trono para mostrar que su autoridad se deriva del Soberano. El propósito final de la adoración es ponerse en la mente de Cristo. Dios no necesita que se le recuerde quién es mediante un refuerzo positivo. Más bien, es para nuestro beneficio, para que podamos volvernos uno con Él.



El Concilio Terrenal


Hubo un Concilio terrenal en Jerusalén que siguió el modelo del Concilio celestial y que se suponía que reflejaba sus decisiones. En la época de Jesús se le llamaba el Gran Sanedrín, que consistía en el presidente (Nasi) y 69 ancianos, junto con un Av Beit Din, que se desempeñaba como vicepresidente y presidía cuando el Nasi estaba ausente. Cada comunidad, o ciudad, también tenía un Concilio, que tenía un mínimo de diez hombres, pero normalmente de 23 a 71 miembros, dependiendo del tamaño de la comunidad.


Se decía que esta tradición se basaba en los jueces que estableció Moisés en Éxodo 18: 25-26. Eran setenta en total. Estos subieron con Moisés en su quinto viaje al monte, donde parece que estaban "en el Espíritu" cuando se encontraron con Dios. Éxodo 24: 9-11 dice:


9 Entonces Moisés subió con Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, 10 y vieron al Dios de Israel; y debajo de sus pies parecía haber un pavimento de zafiro, tan claro como el cielo mismo. 11 Sin embargo, no extendió su mano contra los nobles de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron.


Mientras todos subieron al monte, solo a Moisés se le permitió acercarse al Trono. Los demás adoraron a distancia. Éxodo 24: 1-2 dice:


1 Entonces dijo a Moisés: “Sube al Señor, tú y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel, y adoraréis a distancia. 2 Sin embargo, solo Moisés se acercará al Señor, pero ellos no se acercarán, ni el pueblo subirá con él”.


Obviamente, el Trono de Dios no estaba ubicado físicamente en el monte Horeb. Parece que en algún momento mientras subían al monte, incursionaron a un reino espiritual y vieron el Trono de Dios. En ese momento tuvieron que detenerse, pero a Moisés se le permitió continuar. Los 70 ancianos en este caso pueden ser paralelos a los 24 ancianos de Apocalipsis 4: 4, aunque los números son diferentes.


El principal problema con el Concilio en los días de Jesús era que la mayoría de los ancianos, aunque eran eruditos, no tenían una revelación adecuada de la Ley. No se habían presentado en el Concilio del Señor para escuchar los decretos emitidos desde el Trono de Dios. Por lo tanto, su erudición se basaba en la comprensión de la Ley por parte de los hombres, que Isaías y Jesús llamaron preceptos de hombres (Mateo 15: 9). La Ley debe ser enseñada por revelación, porque no debemos apoyarnos en nuestro propio entendimiento (Prov. 3: 5). La comprensión académica de los hombres es la base de la tradición.



El Trono de Zafiro


Éxodo 24: 10 dice: "debajo de sus pies parecía haber un pavimento de zafiro, tan claro como el cielo mismo". La claridad, por supuesto, determina el valor de tales piedras preciosas. La tradición judía dice que las dos tablas de la Ley fueron cortadas de zafiro. Dado que nunca se han extraído zafiros de este tamaño en ningún lugar o en ningún momento de la historia, es evidente que si eso es así, entonces las piedras fueron dadas por Dios mismo y tomadas del mismo material que las losas "bajo sus pies".


En Ezequiel 10: 1, el profeta vio un Trono parecido a un zafiro:


1 Entonces miré, y he aquí, en la extensión que estaba sobre las cabezas de los querubines, algo parecido a una piedra de zafiro [sappiyr eben], en apariencia semejante a un trono, apareció sobre ellos.


Parece, entonces, que tanto el "pavimento" como el Trono sobre él eran como piedra de zafiro, azules como el cielo, con perfecta claridad. El azul revela la Ley (espiritual), porque sabemos que la gente debía incluir un cordón azul en las borlas de sus túnicas para recordarles la Ley (Núm. 15: 38-40). Del mismo modo, un trono en sí mismo es un símbolo de la Ley, porque cuando un monarca se sentaba en el trono (o un juez en "el banco"), estaba juzgando en su calidad de juez y administrador de la Ley.


El zafiro también era la piedra de Dan en el pectoral (Éxodo 28: 18). Dan era el quinto hijo de Jacob, y el zafiro era la quinta piedra, es decir, la mitad de la segunda hilera de piedras. Dan significa "juez", y en los departamentos del gobierno divino, Dan representa el Sistema Judicial del Reino.


Así que el Trono y su Cimiento, o lugar de descanso, estaban hechos de zafiro azul. Ezequiel había visto ese Trono antes cuando escribió el primer capítulo de su libro. Sin embargo, aquí los traductores de la NASB traducen eben sappiyr como “lapislázuli”, que también es una piedra azul pero que carece de la claridad del zafiro. Ezequiel 1: 26 dice:


26 Ahora bien, sobre la extensión que estaba sobre sus cabezas había algo parecido a un trono, como de lapislázuli [eben sappiyr, “piedra de zafiro”] en apariencia; y sobre lo que parecía un trono, en lo alto, había una figura con apariencia de hombre.


Parece que el lapislázuli era un sustituto del zafiro, porque los zafiros eran raros y en aquellos tiempos se consideraban la piedra preciosa más valiosa. La diferencia, por supuesto, era obvia, porque el lapislázuli era opaco y la luz no podía atravesarlo.


En el jardín del Edén, el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal representaba la Ley como un camino hacia la inmortalidad o la salvación. El Árbol de la Vida representaba a Cristo. Otra forma de verlo es que los dos árboles representan los dos pactos. Cuando Adán y Eva comieron del primer árbol, desobedecieron a Dios, por lo que la Ley solo pudo juzgarlos por su pecado. La ley, que estaba destinada a promover la vida, resultó ser su sentencia de muerte (Rom. 7: 10). No se puede alcanzar la inmortalidad por desobediencia.


Mi amigo, Mark Shoberg, me escribió recientemente, diciendo:


Esto está tomado de las Leyendas de los Judíos, volumen 3, de Louis Ginzberg, páginas 118 y 119:


"Moisés partió de los cielos con las dos tablas en las que estaban grabados los Diez Mandamientos y estaban hechos de una piedra similar a un zafiro". ¡Eso es lo que habían creído los judíos! Esos Diez Mandamientos no fueron hechos de una roca que Moisés acaba de encontrar en el suelo del desierto del Sinaí … Fueron tallados en una piedra de zafiro azul. Ginzberg [afirmó en] las Leyendas de los Judíos, Volumen 6, página 49: "Los eruditos judíos antiguos afirman que el zafiro empleado para las mesas fue tomado del trono de Gloria …"


Incluso las antiguas tradiciones de Babilonia creían que el Árbol del Conocimiento en el Jardín no podía impartir inmortalidad a la gente. Esto se ve en la Epopeya de Gilgamesh, que retuvo algunos conocimientos que se ven en la historia del Génesis. Según la epopeya, este árbol tenía frutos de zafiro. Mark Shoberg escribió:


El árbol que Gilgamesh presenció en el Jardín de las Joyas no era un árbol de lapislázuli, sino un árbol de zafiros, porque el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal era el pacto de Dios de la Ley del Pecado y la Muerte que definía el pecado. La epopeya de Gilgamesh era una historia sobre un hombre en busca de la inmortalidad que llegó a invadir los cielos, pero su búsqueda resultó en un fracaso. Era la historia de Adán tratando de ascender al Cielo para volverse como Dios y usurpar su Trono de Zafiro donde Dios gobernaba y administraba la Ley, pero como a Gilgamesh, la búsqueda de Adán resultó en un fracaso.


Gilgamesh viajó a través de doce leguas de oscuridad antes de llegar al Jardín de Joyas, y cuando finalmente llegó allí, inmediatamente vio frutas que eran costosas de contemplar. Era costoso porque era el fruto del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal que demandaba la vida a cambio de su fruto. Era el árbol que definía el pecado, coronado nada menos que por la autoridad de Dios y el Trono que juzgaba el pecado.


"Incluso los babilonios entendieron que no había vida en ese árbol, porque la Novena Tabla de la epopeya termina cuando el dios Shamash le dice a Gilgamesh: 'Ningún mortal ha ido por este camino antes, ni lo hará, mientras los vientos pasen el mar. Nunca encontrarás la vida eterna que estás buscando'. El dios del sol, Shamash, le dijo a Gilgamesh la verdad: nunca encontraría vida inmortal en el hermoso árbol de zafiro, cuyo fruto era el conocimiento del bien y el mal que producía la muerte".


Quizás podríamos imaginarnos el Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal dando diez frutos parecidos al zafiro, uno para cada uno de los Diez Mandamientos, cada uno derivado del Trono de Dios. Estos frutos venían de un árbol en el Huerto, que, junto con todos los demás árboles, fue declarado como “muy bueno” en Génesis 1: 31. Fue el mal uso de ese árbol lo que trajo el pecado al mundo.


La diferencia entre el lapislázuli y el zafiro es principalmente su claridad. Por lo tanto, uno podría pensar en el lapislázuli como la Ley escrita que no es claramente comprendida por las mentes carnales, mientras que los zafiros representan la comprensión total de aquellos que tienen la mente de Dios. Por lo tanto, podemos pensar en el lapislázuli como la comprensión tradicional de la Ley por parte de los hombres, mientras que el zafiro representa la revelación de la Ley.


Como Juan, o incluso como los setenta ancianos en los días de Moisés, si somos arrebatados al Trono por el Espíritu, tenemos el potencial de unirnos al Concilio. Tal estado nos da una mejor posición mediante la cual podemos entender la mente de Cristo, no solo escuchando sus Decretos, sino también entendiéndolos a través de la revelación y la discusión en grupo. Cuando el Concilio llega a la plena claridad de la revelación, entonces ellos pueden dar testimonio de los decretos de Cristo y así establecer las cosas en la Tierra. Por el poder del Amén, los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva son creados por el mismo patrón que se encontró al principio.


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