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ZACARÍAS, PROFETA DEL RECUERDO DE DIOS-Parte 10: Habitará en medio de su pueblo, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 06/05/2025
Tiempo estimado de lectura: 2 - 3 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/05/zechariah-prophet-of-gods-remembrance-part-10/


ZACARÍAS, PROFETA DEL RECUERDO DE DIOS-Parte 7: La ciudad y el muro de fuego, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 02/05/2025
Tiempo estimado de lectura: 5 - 7 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/05/zechariah-prophet-of-gods-remembrance-part-7/

ZACARÍAS, PROFETA DEL RECUERDO DE DIOS-Parte 1: Introducción y Contexto, Dr. Stephen Jones (GKM)

 



Fecha de publicación: 23/04/2025
Tiempo estimado de lectura: 8 - 10 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/04/zechariah-prophet-of-gods-remembrance/

LA CAPITAL DEL REINO, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 30/11/2023
Tiempo estimado de lectura: 5 - 6 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones

CONSTRUYENDO EL REINO, El Territorio – Parte 2 (La verdadera Tierra Prometida), Dr. Stephen Jones

 





El jardín de Edén fue el comienzo del territorio del Reino. Adán y Eva fueron expulsados de ese territorio después de que pecaron, como leemos en Génesis 3: 23-24,


23 Entonces el Señor Dios lo envió fuera del jardín de Edén para que labrara la tierra de la cual fue tomado. 24 Echó, pues, fuera al hombre; y en el extremo oriental del jardín de Edén colocó los querubines y la espada llameante que giraba en todas direcciones para guardar el camino al árbol de la vida.


Habiendo perdido el acceso al Edén, el resto de la historia bíblica se trata de encontrar el camino legal de regreso al Edén. La Puerta es Jesucristo a través de quien todos debemos pasar o enfrentarnos a la espada llameante de los querubines que guardan la entrada. Más tarde, los querubines también guardaban la entrada al Lugar Santísimo en el tabernáculo de Moisés (Éxodo 26: 31).


Los querubines no impidieron que Moisés entrara en el Lugar Santísimo. Solo impidieron que entraran los no calificados. La espada encendida es la Palabra de Dios (Efesios 6: 17), que también sale de la boca de Cristo (Apocalipsis 1: 16). Es el estándar de la ley de fuego (Deuteronomio 33: 2 KJV), que es su propia naturaleza.


Se estableció el estándar y se establecieron las reglas por las cuales los hombres podrían pasar ilesos por entre los querubines. Uno debe volver a ser imagen de Dios para poner un pie en el Edén.


Edén fue un punto de partida para el territorio del Reino. Aunque su territorio ya no es particularmente relevante, sabemos que el propósito divino es recuperar toda la Tierra y devolverla a su estado edénico cuando su gloria cubra la Tierra (Números 14: 21).



La última herencia


Dios formó al hombre del polvo de la tierra” (Génesis 2: 7), polvo que reflejaba la gloria de Dios. La tierra no es inherentemente mala, como pensaban los griegos. Habiendo ya declarado la tierra “muy buena” (Génesis 1: 31), Dios imprimió su imagen en la tierra misma.


Los griegos pensaban que el problema de la imperfección debía resolverse mediante un gran divorcio, en el que Dios se apartara de la materia "mala". Pero la Biblia enseña que la solución es que Dios cubra la Tierra con su gloria mediante un gran matrimonio del Cielo con la Tierra.


La herencia final, entonces, es que el hombre tenga un cuerpo glorificado, no que se desprenda del polvo y viva sólo en un estado espiritual. Los mansos, dijo Jesús, heredarán la Tierra (Mateo 5: 5). Cada uno tiene su propio pedazo de tierra para heredar. Cada pedazo es su propio cuerpo, que, como en el Edén, es el comienzo del territorio del Reino. Es la "tierra prometida" de cada uno, porque hasta que no lleguemos a la imagen de Cristo, sólo tenemos la promesa de Dios de una herencia aún por venir.
Los que tienen fe abrahámica son los que realmente creen que Dios es capaz de cumplir sus promesas (Romanos 4: 21). Por la fe podemos reclamar ahora la herencia, al igual que los israelitas reclamaron sus propiedades familiares en la tierra de Canaán mientras aún eran imperfectos. Sin embargo, la promesa no estará completa hasta que seamos perfeccionados y reflejemos plenamente la imagen de Cristo. Sólo entonces podrá decirse que hemos heredado el Reino.



La tierra de Canaán


La promesa que Dios hizo a Abraham fue: te daré "la tierra que te mostraré" (Génesis 12: 1). Al no mencionar específicamente ninguna tierra en particular, Dios dejó el significado oscuro. Sabemos que fue conducido a la tierra de Canaán, por lo que la mayoría de la gente asume que ésta era la herencia final de Abraham. Pero Hebreos 11: 8-10 dice,


8 Por la fe Abraham, cuando fue llamado, obedeció y salió al lugar que había de recibir por heredad; y salió sin saber adónde iba. 9 Por la fe habitó como forastero en la tierra prometida, como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa; 10 porque buscaba la ciudad que tiene cimientos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.


Primero, Abraham “salió sin saber a dónde iba”, porque la promesa era oscura. En segundo lugar, “vivió como extranjero en la tierra de la promesa, como en tierra ajena”. Tercero, estaba “habitando en tiendas”, una morada temporal, porque “buscaba la ciudad que tiene fundamentos”. Las tiendas no tienen fundamentos, porque no son viviendas permanentes.


Leemos más en Hebreos 11: 13-16,


13 Todos estos murieron en la fe, sin recibir las promesas, sino habiéndolas visto y recibido de lejos, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. 14 Porque los que dicen tales cosas dan a entender que buscan una patria propia. 15 Y en verdad, si hubieran estado pensando en esa patria [Canaán] de donde salieron [cuando fueron llevados a Asiria como cautivos], habrían tenido oportunidad de regresar. 16 Pero en realidad, anhelan una patria mejor, es decir, celestial. Por tanto, Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.


El argumento del autor es que la tierra de Canaán misma era solo una “tienda” temporal para los herederos de la promesa. Si esa tierra hubiera sido realmente su herencia final, “habrían tenido la oportunidad de regresar”. Pero NO debían volver, porque, como Abraham, “desean una patria mejor, es decir, celestial”.


En otras palabras, Canaán, llamada “la tierra prometida”, no era la última tierra prometida. Era un lugar temporal hasta que se pudiera obtener la verdadera tierra prometida: la “patria mejor”. Obviamente, esta no es la antigua tierra de Canaán, sino algo "mejor". El libro de Hebreos tiene que ver con los cambios que tuvieron lugar desde la era del Antiguo Pacto a la era del Nuevo Pacto. No es que la primera era fuera “mala”, sino que era un tipo y sombra de cosas mejores por venir. La patria y la ciudad celestiales (Nueva Jerusalén) se encuentran entre esas cosas “mejores”.


El sionismo de hoy busca recuperar lo que se perdió en un pasado lejano. No tienen visión de cosas mejores, porque el sionismo no se basa en el Nuevo Pacto. Por lo tanto, los sionistas buscan cosas carnales que tienen un valor limitado, la mayoría de las cuales ahora están son “obsoletas” como el Antiguo Pacto (Hebreos 8: 13).


No obstante, el cumplimiento de la promesa de Dios en el Antiguo Pacto nos proporciona modelo por el cual podemos entender la herencia verdadera y permanente que buscaba Abraham. Tenemos nuestro propio Josué (Yahshua) quien nos está guiando a la verdadera tierra prometida por fe, tal como tenemos nuestro propio “Moisés” quien nos sacó de la casa de servidumbre cuando murió en la cruz en la Pascua y resucitó al tercer día.


La Edad de la Pascua (desde Moisés hasta Cristo) fue el primero de tres pasos. Ese primer paso llevó a los israelitas a Canaán, su “tierra prometida”. Pero la inmigración a esa tierra no hizo nada para cambiar el corazón de la gente. Excepto por el remanente de gracia, eso solo cambió su ubicación geográfica; lo cual fue evidente cuando el pueblo se negó a escuchar la voz de Dios en el Sinaí (Éxodo 20: 18-20) en el día que luego se conoció como Pentecostés.


Asimismo, cuando fueron llamados a entrar en la tierra prometida en el Jubileo 50 desde Adán, les faltó suficiente fe (Números 14: 1, 4). Teóricamente, si hubieran poseído una fe al nivel de Tabernáculos, podrían haber entrado a la tierra con cuerpos glorificados, heredando así verdaderamente la promesa de Dios. Pero tal y como estaban las cosas, tuvieron que esperar 40 años, e incluso entonces, entraron a la tierra en el momento de la Pascua, no en el de Tabernáculos (Josué 4: 19; 5: 10). Era demasiado pronto para que cumplieran la última gran fiesta, porque vivían en el tiempo de los tipos y las sombras, y el verdadero Josué aún no había venido para morir y abrir el camino al Lugar Santísimo.



La verdadera herencia de la tierra


Esto no quiere decir que la carne no tenga lugar en el plan de Dios. Si bien “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1ª Corintios 15: 50), la carne llena del Espíritu es nuestra herencia. Ahora somos el templo de Dios (1ª Corintios 3: 16), donde mora la presencia de Dios. Somos el llamado “tercer templo”, no un templo reconstruido de madera y piedra en Jerusalén. Pablo aclara esto en Efesios 2: 20-22,


20 edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo Cristo Jesús mismo la piedra angular, 21 en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor, 22 en quien vosotros también sois edificados juntos para morada de Dios en el Espíritu.


Esta herencia es para aquellos que recorren el “Camino de Santidad” (Isaías 35: 8), que es el camino, en sentido figurado, a través del Atrio Exterior, a través del Lugar Santo y hasta el Lugar Santísimo. Es el camino de la Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Para entrar en esta tierra prometida, uno debe ser justificado, santificado y glorificado. Nada menos que esto cumple con el requisito de Dios que satisfará a los querubines para que permitan que alguien recupere el acceso al Edén.


https://godskingdom.org/blog/2022/01/building-the-kingdom-the-territory-part-2

APOCALIPSIS - Libro IV - Capítulo 6 - MIDIENDO LOS DOS TEMPLOS (Templo físico de Salomón v/ templo espiritual de Ezequiel-Nueva Jerusalén), Dr. Stephen Jones

 



La clave que se nos da en Apocalipsis 11: 1-2 es el hecho de que una caña de 42 palmos equivale a 42 meses de tiempo. Eso significa que cada palmo equivale a un mes.


Entonces, ¿cuáles son las dos clases de codos? Es evidente que un codo sagrado de siete palmos representa siete meses, mientras que un codo regular, de sólo seis palmos, representa sólo seis meses de tiempo.


Se necesitan siete meses para completar todos los días festivos desde la Pascua hasta la Fiesta de los Tabernáculos. Por lo tanto, un codo sagrado, que se usa para medir el templo y todas las cosas espirituales, siempre abarca la Fiesta de los Tabernáculos. Por otro lado, el codo regular, usado por el mundo para la vida ordinaria, retrata la ignorancia de las fiestas del séptimo mes: Trompetas, Expiación y Tabernáculos.


Por esta aparentemente insignificante (y confusa) diferencia entre los dos codos, entonces, vemos que toda enseñanza, profecía y crecimiento espiritual cualquier cosa que mida cosas espirituales — debe incluir o reconocer las fiestas del séptimo mes. Esas fiestas son parte del estándar de medida de Dios. Sin ellas, una persona es "regular" u "ordinaria", incluso si ha experimentado la justificación de la Pascua y la llenura del Espíritu Santo de Pentecostés.


La caña que se usa para medir el templo en Apocalipsis 11: 1 se define específicamente en Ezequiel 40: 5, que dice, "una caña de medir de seis codos de largo por un codo y una de mano el ancho" (KJV). Es decir, una caña es "seis codos grandes" (Ezequiel 41: 8 KJV) o "seis codos largos" (NASB).



El momento de la revelación del templo de Ezequiel


Para comprender la instrucción que se le dio a Juan de medir el templo, debemos compararla con la medición del templo que se le mostró anteriormente a Ezequiel.


La revelación del templo de Ezequiel se le impartió en el 17º Jubileo de Israel desde que habían cruzado el Jordán hacia la Tierra Prometida bajo Josué.


Como mostré en Secretos del Tiempo, se suponía que Israel entraría a la Tierra Prometida en la Fiesta de los Tabernáculos del año 2450 (desde Adán). Este era el 50º Jubileo desde Adán, un Jubileo de Jubileos (50 x 49 años). Sin embargo, debido a que la gente creyó el informe malo de los diez espías, su entrada se retrasó otros 38 años y medio. Entonces, en vez de cruzar en el momento de Tabernáculos, cruzaron el Jordán en el momento de la Pascua del año 2488.


Si hubieran entrado en la tierra en el año del Jubileo, sus años sabáticos y jubileos se habrían alineado con el Calendario del Jubileo de la Creación. Sin embargo, debido a que tenían 38 años de retraso, sus años sabáticos y jubileos fueron fechados desde su cruce del Jordán, pero no se superpusieron con el Calendario del Jubileo de la Creación.


Samaria, la capital de Israel, cayó ante los asirios en el 721 aC. Esa fecha era el 14º Jubileo de Israel (el año 3174) desde que cruzaron el Jordán. Un siglo después, Judá cayó ante Babilonia en el 604 aC, pero Ezequiel fecha sus profecías según el año del exilio del rey Joaquín (Ezequiel 1: 1-2). Joaquín fue llevado cautivo a Babilonia en el año 597 aC. Ezequiel comenzó a profetizar en el quinto año de su exilio, es decir, el año 592, que (según el versículo 1) también era "el año treinta". Es decir, el trigésimo año del 17° ciclo de Jubileo fue el quinto año del destierro de Joaquín.


Esta es la clave para entender la cronología de esa época. La profecía del templo le llegó a Ezequiel veinte años después "en el vigésimo quinto año de nuestro destierro" (Ezequiel 40: 1), que habría sido el 50º año (30 + 20) después de completar ese ciclo de jubileo, es decir, era su 17º año de Jubileo.


Además, Ezequiel fecha su revelación del templo "al comienzo del año, el diez del mes". El comienzo del año hebreo era en Tishri, el séptimo mes de su calendario. Por lo tanto, esta revelación se le dio en el Día de la Expiación o, en este caso, el día en que se debería haber tocado la trompeta para señalar el comienzo del año del Jubileo.


El profeta nos dice que este 17º Jubileo (573-572 aC) era el 25º año de cautiverio, así como el 14º año desde la caída de Jerusalén en el 586. Así que Ezequiel recibió su revelación en el décimo día del séptimo mes hebreo, en septiembre del 573 aC (el año 3322 desde Adán). Para entonces, el templo había sido destruido y un segundo templo no estaría terminado hasta marzo del 515 aC.


El templo fue terminado en el año 3380 desde Adán, y septiembre de ese año, -el comienzo del nuevo año hebreo- era el 69º Jubileo en el Calendario de Jubileo de la Creación que data de Adán. Esto fue cuando Hageo profetizó en el Séptimo Día de la Fiesta de los Tabernáculos (Hageo 2: 1), sugiriendo que quizás ese templo sería glorificado por la presencia de Dios al día siguiente, así como el templo de Salomón había sido glorificado en el Octavo Día de Tabernáculos unos siglos antes.


La gloria no llegó a ese templo, por supuesto, porque Ichabod ya se había pronunciado sobre ese lugar como había ocurrido antes con Silo. La gloria estaría reservada para un templo mayor hecho de piedras vivas.


Sin embargo, todo esto nos da el contexto de la revelación templo de Ezequiel en el 17º Jubileo de Israel desde el Cruce del Jordan.



La medida del templo de Ezequiel


En Apocalipsis 11: 1, a Juan se le dio una caña y se le dijo que "midiera el templo de Dios, el altar y los que adoran en él". El templo y el altar no se pueden separar de "los que adoran en él". El hecho de que el templo pudiera medirse demuestra que tenía un tamaño limitado. Por extensión, indica que incluía solo un número limitado de fieles.


Por el contrario, el atrio exterior no debía medirse, "porque ha sido entregado a las naciones". Esto implica que los de "las naciones" no eran verdaderos adoradores, por lo que no podían ser medidos por la norma divina (codo sagrado). Por esa razón, necesitaban la luz de la Palabra, los dos candeleros, que representaban a los dos testigos de Apocalipsis 11: 3-4. Hablaremos más sobre esto más adelante.


Las medidas del templo de Ezequiel son las mismas que las del templo de Salomón. El Lugar Santo tenía 40 x 20 codos (Ezequiel 41: 2), y el Lugar Santísimo tenía 20 x 20 codos (Ezequiel 41: 4). Si convertimos estas cifras a palmos, el Lugar Santo tenía 280 x 140 palmos, cubriendo un área de 39.200 palmos cuadrados. Este número es 800 x 49, por lo que vemos que su medida espiritual se basa en la verdad del Jubileo (49). Además, debido a que “Señor” es kurios en griego y tiene un valor numérico de 800, vemos que el Lugar Santo se mide en términos del señorío (dominio) de Cristo y el Jubileo.


En cuanto al Lugar Santísimo, que tiene la mitad del tamaño del Lugar Santo, 20 x 20 codos, son 140 x 140 palmos, cubriendo un área de 19.600 palmos cuadrados. Este número es 400 x 49, revelando nuevamente el Jubileo pero vinculándolo a la cruz. La tav, que es la última letra del alfabeto hebreo, tiene un valor numérico de 400 y originalmente se escribía en forma de cruz. Si toma un cubo, como el Lugar Santísimo, y colapsa sus paredes y despliega la parte superior (techo) con uno de los lados, el resultado es una cruz formada por las paredes y el techo.


El templo de Ezequiel usaba el codo sagrado (largo), mientras que el templo de Salomón se medía "en codos según la antigua norma" (2º Crón. 3: 3). Por lo tanto, vemos un patrón progresivo de lo carnal a lo espiritual. El templo de Salomón fue construido según el codo de seis manos, mientras que los templos de Ezequiel y Juan se midieron por el codo de siete manos.


Ambos templos medían 60 x 20 codos, pero el templo de Salomón era algo más pequeño. El templo de Salomón se midió en codos "estándar antiguo" de 19,8 pulgadas cada uno, por lo que el perímetro del templo (160 codos) era de 3.168 pulgadas. Este es también el valor numérico de Señor (800) Jesús (888) Cristo (1480) en griego; 800 + 888 + 1480 = 3.168. Por lo tanto, incluso al usar la longitud del codo "estándar antiguo", el templo de Salomón era una revelación del Señor Jesucristo.


El templo de Ezequiel, sin embargo, se midió por el codo más largo de 23,1 pulgadas. (Si 19,8 pulgadas son seis palmos, entonces cada palmo mide 3,3 pulgadas, que sumado a 19,8 es 23,1). El perímetro del templo de Ezequiel mide 160 codos de largo, que son 3696 pulgadas. Esta cifra es 528 x 7.


La palabra hebrea para herencia, como se usa en Núm. 34: 15 es nachalam (?????). Tiene un valor numérico de 528. Además, "la llave" de David, mencionada en Isaías 22: 22 es maphteach (????), que tiene un valor numérico de 528.


El nombre de David se basa en la palabra "amor". Por lo tanto, la llave de David (Apocalipsis 3: 7), que abre la puerta a la iglesia de Filadelfia (“Ciudad del Amor Fraternal”) es el AMOR. Dios es amor, y para recibir la herencia como coherederos con Cristo, uno debe ser como Él, motivado por el amor. Esto no solo abre la puerta a la tesorería del templo, sino que esa persona se convierte en una columna en el templo (Apocalipsis 3: 12). Isaías 22: 23 dice que "llegará a ser un trono de gloria para la casa de su padre".


Entonces vemos que la medida del templo terrenal de Salomón fue una expresión de Jesucristo, quien vino a la tierra para manifestar la gloria de Dios en la carne, pero la medida del templo espiritual en Ezequiel y en el libro de Apocalipsis habla de que la llave de David nos da acceso a la casa de nuestro Padre (templo) como nuestra herencia.



Midiendo los terrenos del templo y la ciudad


Ezequiel 41: 13-14 nos da la medida del terreno del templo, diciendo:


13 Luego midió el templo, de cien codos de largo; el área separada con el edificio y sus muros también tenía cien codos de largo. 14 También el ancho del frente del templo y el de las áreas separadas a lo largo del lado oriental sumaban cien codos.


En otras palabras, el terreno del templo tenía 100 x 100 codos. Esto es 10.000 codos cuadrados, o 490.000 palmos cuadrados. (100 codos por 7 palmos son 700 palmos de largo y 700 palmos de ancho. 700 x 700 son 490.000). Podemos reconocer rápidamente que 490,000 es 49 x 10,000, por lo que también se basa en la medida del Jubileo.


Asimismo, se dice que la medida de la ciudad misma (es decir, los muros) es de 500 cañas de cada lado (Ezequiel 42: 16-20). Los muros fueron diseñados para dividir entre lo santo y lo profano (Ezequiel 42: 20). El propósito del muro de la Nueva Jerusalén no era mantener a las personas fuera, sino canalizarlas a través de las puertas (puertas) adecuadas. Jesús dijo: "Yo soy la puerta" (Juan 10: 9), y que "el que no entra por la puerta... sino que sube por otro camino, es ladrón y salteador" (Juan 10: 1). En otras palabras, los “santos” que acceden a la ciudad son los que entran por la Puerta (Cristo). Todos los demás permanecen "profanos" hasta que vienen a Cristo. El muro, que es la Ley (límite), separa a los dos grupos hasta el momento en que toda rodilla se doble y toda lengua lo confiese como Señor (Isaías 45: 23-24; Fil. 2: 10-11).


Así que se dice que cada muro en esta “ciudad” cuadrangular tiene 500 cañas de largo, o 3.500 codos, o 21.000 palmos. Ninguno de estos es perfectamente divisible por 49, pero cuando calculamos el área de la ciudad encerrada por los cuatro muros, es 250.000 cañas cuadradas, o 12.250.000 codos cuadrados (250.000 x 49). Si calculamos el área de la ciudad en palmos cuadrados, es 600.250.000 hectáreas cuadradas, y esto también es 12.250.000 x 49. Por lo tanto, vemos que todas las dimensiones de la Nueva Jerusalén, los terrenos del templo y el templo mismo están construidos sobre la unidad básica de 49, que es el número del Jubileo. Eso, a su vez, se basa en el número perfecto 7.


Este es el templo que Juan también vio. No debe interpretarse en términos de un templo (o ciudad) físico como en los días de Salomón. Sabemos esto por el hecho de que se utilizaron dos codos diferentes, uno ordinario y el otro sagrado, en la construcción de los dos templos.


https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-4/chapter-6-measuring-the-two-temples

APOCALIPSIS - Libro IV - Capítulo 5 - EL TEMPLO (Construcción y Medición del Templo), Dr. Stephen Jones

 




El noveno capítulo de Apocalipsis cubre el surgimiento del Islam desde el 612 al 1453, junto con la caída de Constantinopla y el Imperio Romano de Oriente. Estos son los dos primeros “ayes” de Apocalipsis 8: 13. El tercer “ay”, que es la séptima trompeta, no comienza hasta Apocalipsis 11: 15. Por lo tanto, los eventos históricos descritos en el décimo capítulo de Apocalipsis nos hablan de obras más positivas que Dios estaba haciendo para construir su Reino durante el tiempo del segundo “ay”.


Para establecer su Reino, los ciudadanos de ese Reino debían estar preparados mediante la comprensión de la Palabra, es decir, abriendo el librito. El Reino debe establecerse con revelación divina y entendimiento de sus Caminos, es decir, sus Leyes. De hecho, los hombres empezaron a estudiar la Ley Divina. Hombres como Juan Calvino en Suiza y John Knox en Escocia buscaron en las Escrituras para aprender cómo implementar las Leyes del Reino.


El "Experimento de Ginebra" de Calvino fue seguido por los escritos de Knox que tuvieron una gran influencia en las leyes de las colonias americanas. Su comprensión no era completa, porque sin una comprensión clara de la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Pacto, era casi imposible implementar las Leyes de Dios con la mente de Cristo. Por esta razón, en 1553 Calvino condenó a su oponente, Miguel Servet, a ser quemado en la hoguera por herejía, de acuerdo con el sistema de valores que había aprendido en su vida anterior en la Iglesia Romana.


A pesar de esos errores de comprensión tan graves, el librito abierto les dio a muchos la oportunidad de aprender los Caminos de Dios, en lugar de depender de los caminos de la Iglesia. Además, les dio la opción de poner su fe en Cristo o en la Iglesia. Sin embargo, la revelación de la Palabra vendría lentamente, y mientras tanto, el espíritu de Saúl (gobierno de los hombres) continuaba.


Cuando los hombres perdieron la fe en la Iglesia Romana, la mayoría simplemente transfirió su lealtad a una nueva denominación que esperaban que sería "la verdadera iglesia". Si bien estas nuevas denominaciones pueden haber hecho algunas mejoras (“reformas”) en la doctrina o en la práctica de la Iglesia, sin embargo, todavía estaban gobernadas por hombres.



Construcción del templo


Aunque la comprensión vendría progresivamente, el evangelio, en la medida en que se entendía, comenzó a extenderse a muchos pueblos, naciones, lenguas y reyes (Apocalipsis 10: 11). A medida que aumentaba el conocimiento de la Palabra, el nuevo Templo de Dios comenzaba a tomar forma. Este, entonces, es el primer tema del capítulo once de Apocalipsis.


1ª Pedro 2: 4-5 dice:


4 Y viniendo a Él como piedra viva, desechada por los hombres, pero escogida y preciosa a los ojos de Dios, 5 vosotros también, como piedras vivas, sois edificados como casa espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo.


Cristo es la "piedra viva", y nosotros, como creyentes, también somos "piedras vivas". Pedro continúa diciendo que la Piedra Principal, Jesucristo, es la piedra preciosa del ángulo (1ª Pedro 2: 6), mientras que nosotros mismos somos las otras piedras que están siendo moldeadas y preparadas para ser colocadas en las paredes de este nuevo Templo. Pablo también habló de esto en Ef. 2: 20-22. Este templo espiritual, construido con “piedras vivas”, es el templo profetizado por Ezequiel y Hageo, lo entendieran ellos o no. La shekinah se había levantado del primer templo en Ezequiel 11: 23 y Jer. 7: 12-14 decretó que sería "como Silo", para no volver nunca más ni a Silo ni a Jerusalén.


Por eso el segundo templo, cuando se completó en el tiempo de Zorobabel, no fue glorificado por la presencia de Dios de la manera en que el templo de Salomón había sido glorificado. El decreto de Dios lo prohibió. Al igual que con Silo, del lugar de donde la gloria se había ido por primera vez (1º Sam. 4: 20-22), Dios también había escrito Icabod en la Jerusalén terrenal. La gloria, entonces, no volvió hasta el día de Pentecostés, cuando cayó, no sobre la gente en el templo de Herodes, sino sobre los discípulos en el Aposento Alto. Estos discípulos fueron las primeras "piedras" del nuevo templo que se construía sobre el fundamento de Cristo.


La manera de construir este nuevo templo fue prefigurada en la construcción del templo de Salomón. Leemos en 1ª Reyes 6: 7,


7 Y la casa, mientras se construía, fue construida con piedra preparada en la cantera; y no se oyó martillo ni hacha ni herramienta de hierro en la casa mientras se construía.


El antiguo templo fue construido con piedras físicas, que finalmente fueron demolidas; pero el nuevo templo es de piedras vivas que perdurarán para siempre. Las piedras del templo de Salomón fueron extraídas de una montaña y se tallaron fuera del sitio. La razón es porque la Ley en Éxodo 20: 25 dice:


25 Y si me haces un altar de piedra, no lo edificarás con piedras labradas, porque si en él blandes tu herramienta, lo profanarás.


En su sabiduría, Salomón aplicó esta Ley al templo mismo, que es un "altar de piedra" mayor. Era necesario tallar las piedras con herramientas de hierro, pero el trabajo se realizó fuera del sitio del templo para que el sonido no se escuchara en él. Esta aplicación única de la Ley fue revelada por Dios y profetizaba de lo que vendría.


Las piedras vivas del Templo Verdadero fueron moldeadas fuera del sitio por el Reino de Hierro de Roma, principalmente a través de la persecución. Esto continuó durante la era del "cuerno pequeño", que fue la extensión del Reino de Hierro. Recuerde que el "cuerno pequeño" debía hacer la guerra a los Santos del Altísimo hasta que se les transfiriera la autoridad. Toda esa oposición y persecución ayudó a moldear las piedras vivas para que encajaran suavemente unas sobre otras en verdadera unidad con Cristo.


El verdadero altar de Dios tampoco está hecho de piedras físicas. El corazón es el verdadero altar, y si tratamos de moldear nuestro propio corazón con métodos carnales (herramientas de hierro), solo lo contaminaremos. La Ley solo permitía piedras de forma natural, es decir, piedras formadas por Dios mismo a lo largo del tiempo.


Esto nos enseña que solo el Espíritu Santo puede cambiar el corazón. Podemos regular nuestro comportamiento, pero solo Dios es capaz de cambiar el corazón de uno.


La iglesia, mediante su coacción y persecución, trató de moldear los corazones de los hombres con las herramientas de hierro a su disposición, pero todo lo que hicieron fue contaminar los corazones de los hombres con ideas retorcidas acerca de la mente de Cristo. Sin embargo, incluso esto fue usado por Dios para lograr un propósito más elevado en el panorama general del Templo.


La forma en que los artesanos de Salomón usaron herramientas de hierro para dar forma a las piedras parecía violar la Ley, pero no fue así. Así también, cuando Dios dio forma a las piedras vivas usando las herramientas del Reino de Hierro (Roma), esto también fue aceptable en el plan divino (boulema), aunque fue un gran pecado con respecto a la voluntad (thelema) de Dios.



Midiendo el Templo


Apocalipsis 11: 1-2 dice:


1 Y me fue dada una caña semejante a una vara [kalamos, “caña”] de medir; y alguien dijo: “Levántate y mide el templo de Dios, el altar y los que adoran en él. 2 Y deja aparte el atrio que está fuera del templo, y no lo midas, porque ha sido entregado a las naciones; y hollarán la santa ciudad durante cuarenta y dos meses”.


Medir algo es entender o comprender algo proféticamente, especialmente en términos de tiempo. Tanto la distancia como el tiempo se miden con números de acuerdo con un estándar de medida establecido. En las Escrituras, la distancia se mide en codos, palmos y cañas. El tiempo se mide en días, semanas, años y Jubileos en incrementos sabáticos (sietes). La distancia y el tiempo a menudo se correlacionan en la profecía, porque la distancia a menudo representa el tiempo (generalmente años).


Por ejemplo, cuando Israel cruzó el Jordán hacia la Tierra Prometida, los sacerdotes debían llevar el Arca al medio del río, y la gente debía seguirlos dos mil codos detrás del Arca (Josué 3: 4). El Arca representa a Cristo, que fue bautizado en ese mismo lugar del Jordán, y la gente debía a entrar al Reino dos mil años después. Este es un ejemplo simple de cómo la distancia de dos mil codos representa un tiempo de dos mil años.


En Apocalipsis 11, Juan nos da la clave mediante la cual debemos correlacionar la medida del templo con el tiempo de su cumplimiento. El estándar de medida utilizado aquí es una caña. Una caña era un "cayado" o palo que medía 42 palmos. Esta longitud, a su vez, era de seis codos sagrados, cada uno de siete palmos de longitud.


Por eso, en Ezequiel 41: 8, cuando el profeta estaba midiendo el templo previsto en su época, habló de una caña entera de seis codos grandes (KJV). El templo se medía en codos sagrados, que en realidad era un palmo más largo que un codo regular. El profeta menciona esto en Ezequiel 43: 13, Estas son las medidas del altar por codos (siendo el codo de un codo y un palmo). Nos estaba informando que el codo sagrado era igual a la longitud de un codo regular más un palmo.


La caña era el denominador común tanto del codo sagrado como del regular. Teniendo 42 palmos, una caña hacía lo de seis codos sagrados o siete codos regulares. Por lo tanto, una caña era una herramienta útil para medir cosas en esos días.


Juan, quien sin duda había usado estas herramientas de medición en su época, nos da la correlación de distancia y tiempo en Apocalipsis 11: 1-2. Una caña equivale a cuarenta y dos meses. Por lo tanto, un palmo es igual a un mes en profecía. Y debido a que un mes profético es, a su vez, de treinta días, y un día puede ser igual a un año, también podemos decir que un palmo puede ser un mes o treinta años.


Entonces, así es como debemos entender la medida de este Templo espiritual que Dios está construyendo con piedras vivas. Es confuso para aquellos de nosotros que usamos metros o yardas y no estamos familiarizados con los sistemas de medición bíblicos. Sin embargo, si esperamos comprender este aspecto de las Escrituras, y especialmente la profecía, debemos tomarnos el tiempo para aprender estas medidas bíblicas.