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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/06/zechariah-prophet-of-gods-remembrance-part-34/
Zacarías 12: 6 dice:
6 En aquel día Yo pondré los clanes de Judá como brasero entre leña, y como antorcha encendida entre gavillas; y consumirán a diestra y a siniestra a todos los pueblos de alrededor, mientras los moradores de Jerusalén volverán a habitar en sus lugares de Jerusalén.
Los clanes de Judá, desde la perspectiva de Dios, no son aquellos que son judíos genealógicos, sino quienes verdaderamente alaban a Dios al recibir la circuncisión del corazón (Romanos 2: 28, 29). De la misma manera, «no todos los que descienden de Israel son israelitas, ni todos son hijos por ser descendientes de Abraham» (Romanos 9: 6).
Pablo nos dice en Romanos 11: 2 que, aunque Dios se divorció de Israel y la expulsó de su casa, «Dios no ha rechazado a su pueblo, al cual desde antes conoció». Lo demuestra señalando al Remanente de Gracia, que nunca fue rechazado. En los días de Elías, estos eran 7.000 (Romanos 11: 4). Estos eran los verdaderos israelitas entre los millones de israelitas biológicos. Pablo se refiere a ellos como «los escogidos» (Romanos 11: 7).
Según la Ley, los israelitas podían ser separados de su pueblo (perder su ciudadanía) si violaban las Leyes del Sacrificio y se negaban a arrepentirse (Levítico 17: 4). Cuando los judíos biológicos sacrificaron a Jesús en la cruz, se negaron a derramar su sangre sobre el altar de sus corazones, como se les ordena en Levítico 17: 5, 6, y, por lo tanto, perdieron su ciudadanía en Judá. Sólo los creyentes conservaron su ciudadanía, y a su número se les añadieron muchos de otras etnias, según la disposición que se les dio en Isaías 56: 6-8.
Así que Zacarías nos dice que Dios “pondrá a los clanes de Judá como un brasero… y una antorcha encendida”. Esta es una declaración profética basada en la Ley de Deuteronomio 33: 2, 3 KJV,
2 Y dijo: «El Señor vino del Sinaí y se elevó desde Seir hacia ellos; resplandeció desde el monte Parán y vino con diez mil santos; de su diestra emanaba una ley de fuego [esh dath, «ley de fuego»] para ellos. 3 Sí, amó a su pueblo; todos sus santos están en tu mano; y se sentaron a tus pies; cada uno recibirá de tus palabras».
Cuando Dios vino al Monte Sinaí, se manifestó como fuego. En ese fuego había “diez mil santos” que estaban en la mano de Dios. Estos eran santos glorificados, en cuyos corazones estaba escrita la “ley de fuego” (Jeremías 31: 33). ¿Cómo? Porque “se sentaron a tus pies; cada uno recibirá de tus palabras”. Al recibir las palabras de Dios y de Cristo manifestaron la fe, que viene al oír su Palabra (Romanos 10: 17).
Estos santos contienen el fuego (la gloria) de Dios en sus corazones circuncidados. Son israelitas a los ojos de Dios.
Zacarías se centra en Judá en particular, prometiendo convertirlos en un brasero (es decir, un recipiente que contiene el fuego de Dios) y una antorcha encendida, una luz para las naciones. Pablo dice en 2ª Corintios 4: 6, 7:
6 Porque Dios, que dijo: «De las tinieblas resplandecerá la luz», es quien resplandeció en nuestros corazones para darnos la luz del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Cristo. 7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la extraordinaria grandeza del poder sea de Dios, y no de nosotros mismos.
El fuego de Dios en ellos consumirá todos los atributos carnales por el poder del Espíritu. Por lo tanto, los habitantes de la Jerusalén celestial volverán a habitar en sus propios lugares en Jerusalén. Esta no es una profecía que beneficie a quienes reclaman la ciudadanía de Judá y han rechazado al Rey de Judá. Quienes permanecen bajo el Antiguo Pacto leen las Escrituras a través de un velo (2ª Corintios 3: 15), lo que les impide comprender las aplicaciones de la Ley y los Profetas en el Nuevo Pacto.
Zacarías 12: 7 explica:
7 También salvará Yahweh las tiendas de Judá primero, para que la gloria de la casa de David y la gloria de los moradores de Jerusalén no se engrandezca sobre Judá.
Parece que Dios pretende salvar primero las tiendas de Judá (los creyentes en general) para que la gloria de los ciudadanos de la Nueva Jerusalén no se engrandezca sobre Judá. Me parece que los habitantes (ciudadanos) de la Nueva Jerusalén se refiere a los Vencedores (israelitas) llamados a reinar con Cristo (Apocalipsis 20: 6), mientras que Judá se refiere a los creyentes en su conjunto. Quienes reciben el título de Israel están llamados a gobernar; el resto de los creyentes, no.
Por esta razón, Dios glorificó primero a los creyentes (Judá), y esto ocurrió en el día de Pentecostés (Hechos 2). Sólo en la Segunda Venida de Cristo se manifestarán los Hijos de Dios, y los gobernantes (israelitas) recibirán la gloria que les corresponde. Para Dios era importante dar gloria pentecostal primero a sus creyentes de Judá. De esa manera, todos los creyentes tienen la misma oportunidad de alcanzar la victoria.
Defendiendo la Nueva Jerusalén
Cuando Jacob luchó con el ángel, ganó perdiendo. Al reconocer que Dios gobierna, recibió el título de Israel: «Dios gobierna». Muchos cristianos afirman que Israel significa «gobernar con Dios», como si Jacob hubiera derrotado al ángel y, por lo tanto, obtenido su libre albedrío. Pero todos los nombres hebreos que terminan en -el representan a Dios realizando la acción. Por ello, el Dr. Bullinger señala en sus notas sobre Génesis 32: 28 que «Israel = Dios manda, ordena o gobierna».
Israel es el nombre que se da a quienes verdaderamente comprenden la soberanía de Dios. Sólo quienes se someten verdaderamente a Dios y están de acuerdo con Él son conocidos como israelitas ante Dios. Cuando Zacarías equipara a los israelitas (gobernantes) con la Nueva Jerusalén, implica que otros creyentes, en mayor o menor medida, aún piensan en términos del Antiguo Pacto. Su lealtad es a la Jerusalén terrenal, los templos físicos, los sacerdocios aarónicos y los sacrificios de animales. Tal manera de pensar no da testimonio del derecho soberano de Dios para establecer el Nuevo Pacto y realizar las modificaciones correspondientes.
Zacarías 12: 8 dice:
8 En aquel día el Señor defenderá a los habitantes de Jerusalén; y el que entre ellos sea débil en aquel día será como David, y la casa de David será como Dios, como el ángel del Señor delante de ellos.
El ángel Miguel («que es como Dios») era específicamente el «príncipe» de Daniel (Daniel 10: 21). Daniel pertenecía a la Casa de David, por lo que podemos extrapolar que Miguel era el ángel de Judá. Es más, aunque David pertenecía a la tribu de Judá, era más que eso. En comparación con el rey Saúl, quien le precedió y era un símbolo de la Iglesia, David fue un Vencedor, un verdadero gobernante que no se rebeló contra Dios.
Zacarías 12: 9 continúa,
9 Y en aquel día Yo procederé a destruir a todas las naciones que vinieren contra Jerusalén.
Si bien Dios siempre ha suscitado enemigos para destruir la ciudad terrenal corrupta, Dios defiende la ciudad de la justicia, es decir, la ciudad celestial. Dios no se dedica a salvar la ciudad terrenal, que ya ha sido condenada y sometida a la maldición divina. Destruir a todas las naciones no significa que todos morirán. Las naciones son nuestra herencia, como leemos en el Salmo 2: 8.
8 Pídeme, y te daré por herencia las naciones, y como posesión tuya los confines de la tierra.
Él no nos da esta herencia sólo para destruirla. De hecho, al final, tanto Egipto como Asiria serán bendecidas como pueblo de Dios (Isaías 19: 25). En ese día, Él será llamado «el Dios de toda la tierra» (Isaías 54: 5). Una nación es una institución, además de una población. Creo que las naciones serán incorporadas al Reino de Israel, y gobernadas por los Vencedores, por el amor y la verdadera justicia. De esta manera, las instituciones serán destruidas y los pueblos de la Tierra verán la luz de la verdad en quienes manifiestan la naturaleza de Cristo.
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