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ZACARÍAS, PROFETA DEL RECUERDO DE DIOS, Parte 36: SIMEI APEDREA A DAVID, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 20/06/2025
Tiempo estimado de lectura: 6 - 7 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/06/zechariah-prophet-of-gods-remembrance-part-36/


Hasta ahora hemos visto la importancia de distinguir entre los dos pactos, las dos Jerusalén-es, las dos Judá, las dos Israel, los dos templos (físico y espiritual) y, finalmente, las dos Casas de David (es decir, David y Absalón). En cada caso, la interpretación del texto bíblico depende de si se aplica al Antiguo o al Nuevo Pacto.

Zacarías 12 nos asegura que Dios perdonará a Jerusalén, a los clanes de Judá y a la Casa de David; sin embargo, el profeta no especifica qué grupo se salvará. La mayoría de los comentaristas bíblicos actuales se conforman con interpretar este capítulo desde la perspectiva del Antiguo Pacto, y por ello creen que Dios defenderá la ciudad maldita que condenan tanto Isaías como Jeremías.

Así, los comentaristas contraponen un pasaje a otro, afirmando básicamente que Zacarías 12: 8 prevalece sobre Jeremías 19: 1011 y que Zacarías 12: 9 prevalece sobre Isaías 29: 2-4. De este modo, terminan defendiendo y promoviendo la afirmación de Agar, la ciudad terrenal, y negando la afirmación de Sara, la ciudad celestial (Gálatas 4: 2526).

Esta exégesis prioriza a los hijos de la carne sobre los hijos de la promesa, lo cual, de ser cierto, establecería un sistema de esclavitud y persecución (Gálatas 4: 29) en la Edad venidera. Los dispensacionalistas, quienes inventaron esta perspectiva carnal, han enseñado que la actual Edad de la Gracia terminará y será reemplazada por la Edad de la Ley, lo que significa el regreso a los sacrificios de animales en la ciudad terrenal, en un templo terrenal, en un reino judío. Es obvio que aquellos maestros no entendían ni la gracia ni la Ley del Jubileo que garantiza la libertad bajo la mujer libre.

Es sólo distinguiendo entre Agar y Sara, los dos pactos, cuando podemos interpretar la Escritura sin contradicción y seguir el mandato de Pablo en Gálatas 4: 3031 y 5: 1.

30 Pero ¿qué dice la Escritura? «Echa fuera a la esclava y a su hijo, porque el hijo de la esclava no heredará con el hijo de la libre». 31 Así que, hermanos, no somos hijos de una esclava, sino de la libre. 1 Para libertad nos liberó Cristo; por tanto, manténganse firmes y no se sometan de nuevo al yugo de esclavitud.

Estoy convencido de que Pablo se habría horrorizado al saber que la Iglesia sucumbiría a tales visiones carnales y al dominio del Antiguo Pacto. En su Evangelio a los Gálatas, hizo un valiente esfuerzo por revertir la tendencia que ya había comenzado a leudar la Iglesia en su época, pero difícilmente pudo prever la magnitud de la gran apostasía que surgiría en los últimos días.


Duelo universal

Zacarías 12: 12-14 concluye esta sección diciendo:

12 La tierra lamentará, cada familia por sí; la familia de la casa de David por sí, y sus mujeres por sí; la familia de la casa de Natán por sí, y sus mujeres por sí; 13 la familia de la casa de Leví por sí, y sus mujeres por sí; la familia de los simeítas por sí, y sus mujeres por sí; 14 todas las familias que queden, cada familia por sí, y sus mujeres por sí.

Así como Jeremías encabezó el duelo nacional cuando el piadoso rey Josías fue asesinado, también habrá otro gran día de duelo en nuestros tiempos. El profeta enumera cuatro familias específicas entre los dolientes: (1) la Casa de David, es decir, la casa gobernante; (2) la Casa de Natán, que representa a los profetas; (3) la Casa de Leví, que representa a los sacerdotes; y (4) la familia de los simeítas, que pertenecía a la Casa de Saúl.

Recordemos que Simei fue el hombre que maldijo a David mientras evacuaba Jerusalén durante la conspiración de Absalón. 2º Samuel 16: 5-8 cuenta la historia:

5 Cuando el rey David llegó a Bahurim, he aquí que de allí salía un hombre de la familia de Saúl, llamado Simei, hijo de Gera. Salía maldiciendo constantemente. 6 Arrojaba piedras contra David y contra todos sus siervos; y todo el pueblo y todos los valientes estaban a su derecha y a su izquierda. 7 Así dijo Simei mientras maldecía: «¡Fuera, fuera, hombre sanguinario e indigno! 8 El Señor ha hecho volver sobre ti toda la sangre derramada de la casa de Saúl, en cuyo lugar reinaste; y el Señor ha entregado el reino en manos de tu hijo Absalón. ¡Y mira, has sido atrapado en tu propia maldad, pues eres un hombre sanguinario!».

Abisai quería decapitar a Simei, pero David le dijo: «Déjalo, que maldiga, pues el Señor se lo ha dicho. Quizás el Señor mire mi aflicción y me devuelva el bien en lugar de su maldición de hoy» (2º Samuel 16: 1112). Así también, cuando Jesús fue crucificado, hubo quienes le lanzaron piedras, dejándole el rostro irreconocible (Isaías 52: 14). Sin embargo, Él no los maldijo.


La historia de los gabaonitas

Simei culpó a David de toda la sangre derramada de la casa de Saúl. Ciertamente, creía que David había usurpado el trono de Saúl, pero ¿por qué creía que David era culpable de asesinato? El propio Saúl se había suicidado para evitar ser capturado por los filisteos (1º Samuel 31: 4). El hijo de Saúl, Is-boset, reinó dos años (2º Samuel 2: 10), mientras que David solo gobernó la tribu de Judá. Is-boset fue posteriormente asesinado (2º Samuel 4: 7).

Los asesinos habían sido oficiales del ejército de Saúl. De hecho, pertenecían a la tribu de Benjamín, conocidos como «beerotitas», es decir, de Beerot (un pueblo gabaonita en Benjamín). Sabemos por 2º Samuel 21: 1 que el propio Saúl había matado a algunos gabaonitas en su celo religioso, violando así el pacto con Josué (Josué 9: 15). Años después, Israel sufrió una hambruna de tres años, y Dios la atribuyó a la persecución de Saúl contra los gabaonitas (2º Samuel 21: 1).

Estos beerotitas llevaron la cabeza de Saúl a David, pensando que serían recompensados. Pero David los ejecutó y dio a Is-boset un entierro digno (2º Samuel 4: 12).

Entonces, ¿por qué Simei culparía a David por asesinar a Is-boset? Quizás su acusación se basaba en la negativa de Dios a permitir que David construyera el templo. 1º Crónicas 28: 3 dice:

3 Pero Dios me dijo: «No edificarás casa a mi nombre, porque eres hombre de guerra, y has derramado mucha sangre».

Así que la acusación de Simei tenía algo de verdad. David, en efecto, había derramado sangre en varias guerras. Sus enemigos lo acusaban de muchas cosas. «Mira a mis enemigos, porque son muchos» (Salmo 25: 19). «Líbrame de la mano de mis enemigos y de los que me persiguen» (Salmo 31: 15). Quizás Simei creyera que David había contratado en secreto a los beerotitas para matar a Is-boset y luego los había ejecutado para encubrir su crimen.

Sin embargo, la acusación de Simei, al final, resultó falsa e injustificada. No obstante, su odio hacia David quedó al descubierto en la conspiración de Absalón. Simei representaba a la gente común que apedreó a Jesús por ignorancia mientras caminaban hacia Jerusalén. Parece que esta es la extensa "familia de los simeítas" que finalmente se arrepentirá. Así como el propio Simei odió a David y lo apedreó por creer en una acusación falsa, muchos trataron así a Jesús cuando fue crucificado. Fueron engañados por líderes sin escrúpulos que sabían que si Jesús era proclamado el Mesías, perderían sus puestos de poder. Entonces ocultaron la verdad de su resurrección (Mateo 28: 12-15).

Creer la mentira tuvo consecuencias, pero la ignorancia requiere cierto nivel de misericordia, como aprendemos en Lucas 12: 47, 48 y también en el caso del mismo Pablo, quien dijo: Se me mostró misericordia porque actué por ignorancia, en incredulidad (1ª Timoteo 1: 13).


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