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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/05/zechariah-prophet-of-gods-remembrance-part-11/
AVANZAMOS MÁS ALLÁ DEL BLOG FINISTERRE. CRUZADO EL JORDÁN, EL REMANENTE FIEL ESPERA EL APOTEÓSICO DERRAMAMIENTO FINAL DE LA FIESTA DE TABERNÁCULOS, PLENITUD DE PENTECOSTÉS, EL MEJOR VINO DEL FINAL, ¡LA MANIFESTACIÓN DE LOS HIJOS DE DIOS! // "La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Yahweh de los Ejércitos; y daré paz en este lugar...". Hg. 2:9 // "No estoy diciendo, 'regresemos a Pentecostés'; estoy diciendo, '¡avancemos!'” (G.H.Warnock)
Sello, cordón y báculo, las prendas que Judá dio a Tamar |
En Efesios 1: 10, Pablo escribe sobre “cosas en los cielos y cosas en la tierra”. Esta es una versión corta de lo que a menudo dice con más detalle en otros lugares. Por ejemplo, Colosenses 1: 20 habla de la reconciliación de toda la Creación, “ya sea en la tierra o en el cielo”. De hecho, esta expresión es la definición de Pablo de ta panta, "todas las cosas", o, más literalmente, "El Todo".
Pablo se refería a su versículo favorito, Salmo 8: 6, “Todo lo pusiste debajo de sus pies”, una referencia a Génesis 1: 26, “Hagamos al hombre… y domine… sobre toda la tierra”. Diremos más sobre esto cuando comentemos Efesios 1: 22.
La herencia
Efesios 1: 10-12 dice:
10 … En Él 11 también hemos obtenido herencia, habiendo sido predestinados según el propósito de aquel que hace todas las cosas según el designio de su voluntad, 12 a fin de que nosotros, los primeros en esperar en Cristo, seamos para alabanza de su gloria.
Nótese primero que estábamos “predestinados” para recibir esta herencia. Pablo fija firmemente la predestinación a la voluntad soberana de Dios, porque Él “hace todas las cosas según el designio de su voluntad”. En otras palabras, no podemos atribuir nuestra herencia al consejo de nuestra propia voluntad. Eso tendría sus raíces en el Nuevo Pacto, no en el Antiguo.
El “fin” o el resultado de la voluntad y el propósito de Dios es que “nosotros, que fuimos los primeros en esperar en Cristo”, recibamos la gloria de la herencia prometida a Adán. Sin embargo, el uso que hace Pablo de la palabra “primeros” muestra que no somos los únicos que tendremos “esperanza en Cristo”. Más vendrán después al conocimiento de la verdad. De hecho, es probable que Pablo aquí estuviera hablando de la Creación misma, porque leemos en Romanos 8: 20, 21, 23,
20 Porque la creación fue sujetada a vanidad, no voluntariamente, sino por causa de Aquel que la sujetó, en la esperanza 21 de que también la creación misma será libertada de su esclavitud a la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios… 23 Porque en esperanza hemos sido salvos, pero la esperanza que se ve no es esperanza; porque ¿quién espera lo que ya ve?
La “esperanza” bíblica no es una mera ilusión. La creación tiene “esperanza” debido a la promesa de Dios y su propósito desde el principio, que es expresar la gloria de su Reino en la Creación física. Aunque Adán fracasó por el pecado, el último Adán (Cristo) tuvo éxito a través de su acto de justicia (1ª Corintios 15: 45), asegurando así la herencia para Sí mismo y para todos a medida que se unen con Él.
La esperanza de la Creación es que se salvará. La Creación aguarda la Manifestación de los Hijos de Dios, que son las primicias (después del mismo Cristo), probando y prometiendo la salvación al Todo.
Cristo, siendo “el primogénito de toda la creación” (Colosenses 1: 15) y “el primogénito de entre los muertos” (Colosenses 1: 18), indica que toda la Creación también será liberada de la muerte. Cristo, siendo el Hijo mayor, es la Cabeza de este Imperio Universal. Aquellos “que fueron los primeros en esperar en Cristo” están predestinados a la siguiente posición más alta de autoridad debajo de Él. El orden en que los hombres resucitan de entre los muertos determina el nivel de su autoridad.
Los del último grupo que será librado de “su esclavitud a la corrupción” en el Jubileo de la Creación serán incorporados al Imperio Universal como ciudadanos sin posición gubernamental de autoridad. No obstante, encontrarán liberación y salvación, teniendo su parte en la gloria venidera.
La promesa de nuestra herencia
Pablo escribe en Efesios 1: 13-14,
13 En Él también vosotros, después de escuchar el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído, fuisteis sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa, 14 el cual es dado en prenda de nuestra herencia, con vistas a la redención de la posesión de Dios, para alabanza de su gloria.
“Vosotros” se refiere a los creyentes de Éfeso, entre los cuales Pablo ministró durante mucho tiempo. Estos eran los que habían escuchado y creído “el mensaje de la verdad, el evangelio de vuestra salvación”. Por lo tanto, estos creyentes fueron “sellados en Él con el Espíritu Santo de la promesa”.
Pablo dice que el Espíritu Santo fue “dado en prenda de nuestra herencia”. Cuando Pablo se refiere a esta “promesa”, usa la palabra hebrea arrabon, transliterada directamente al griego. Usa la misma palabra en 2ª Corintios 5: 5, donde Dios nos ha dado “el Espíritu como prenda”.
La palabra hebrea arrabon se usa en la historia de Tamar y Judá en Génesis 38: 17-18 y 20. Una prenda no es un pago inicial (o "anticipo" KJV) para la compra de una propiedad. Una prenda es una garantía sobre una deuda. Cuando se paga la deuda, la prenda se devuelve a su dueño original. Entonces Judá le dio a Tamar una prenda sobre su deuda con ella, esperando regresar más tarde con el pago y recuperar su prenda: su sello, cordón y bastón (Génesis 38: 18).
En Efesios 1: 14, Pablo afirma que el Espíritu Santo es la “prenda” y la “promesa” de Dios de pagar lo que nos debe. Sí, solo los deudores dan prenda, y Dios es nuestro Deudor, dice Pablo. ¿Por qué? Esto se remonta al pecado de Adán, cuando Dios le quitó sus vestiduras de luz y gloria. Debido a que el pecado se cuenta como una deuda, el pecado de Adán creó una deuda que no podía pagar. Así que Dios tomó su manto celestial como prenda hasta el momento en que pagara su deuda. Cuando Cristo pagó la deuda de Adán en la cruz, la prenda debió serle devuelta, de acuerdo con la Ley de las Prendas. Sin embargo, Dios no lo hizo de inmediato. En cambio, las retuvo en el Cielo por un tiempo, porque Pablo dice en 2ª Corintios 5: 1-2,
1 Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra casa se derriba, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. 2 Porque ciertamente en esta casa gemimos, deseando ser revestidos de nuestra morada celestial.
Pablo usa metáforas diferentes: una tienda, una casa, un edificio y vestido. Son diferentes maneras de describir las vestiduras celestiales que Dios ahora nos debe, ya que Cristo pagó nuestra deuda. Ahora nos debe las vestiduras celestiales, y hasta que esa deuda sea pagada, nos ha dado como prenda (arrabon) el Espíritu Santo. En Efesios 1: 14, Pablo lo llama “la prenda de nuestra herencia”.
Nosotros “esperamos” (o aguardamos) recibir esa herencia, pero la esperanza que se ve no es esperanza. Por el consejo de su propia voluntad, Él había determinado que deberíamos esperar hasta “la redención de la posesión de Dios”. Esto es lo que Pablo llama en Romanos 8: 23 “la redención de nuestro cuerpo”.
Esta redención está profetizada a través de la Fiesta de las Trompetas y la Fiesta de Tabernáculos. Trompetas profetiza la resurrección de los muertos; Tabernáculos profetiza de los Vencedores vivientes que serán “transformados o cambiados” sin experimentar la muerte (1ª Corintios 15: 51-52). En ambos casos, habrá una redención corporal, y estos nuevos cuerpos serán revestidos de la tienda, casa y tabernáculo que actualmente está reservado para nosotros en el Cielo.
El beneficio de la promesa de Dios
Pablo dice en Efesios 1: 15-17,
15 Por tanto, yo también, habiendo oído hablar de la fe en el Señor Jesús que existe entre vosotros y de vuestro amor por todos los santos, 16 no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones; 17 para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él.
Su fe, que les aseguró la prenda del Espíritu Santo, fue fuente de gran gozo y satisfacción en la mente de Pablo porque su obra entre ellos no había sido en vano. Así que oró para que “el Dios de nuestro Señor Jesucristo” les diera “espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de Él”. La sabiduría y la revelación vienen por medio del Espíritu Santo y son los beneficios aparejados a la prenda que Dios nos ha dado en el tiempo presente.
Pablo continúa en Efesios 1: 18-19,
18 Ruego que sean alumbrados los ojos de vuestro corazón [cardias], para que sepáis cuál es la esperanza a que os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos, 19 y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos...
Los ojos de nuestro corazón no son los ojos de nuestra cabeza. Estos son ojos espirituales, no físicos. Los ojos en nuestra cabeza permiten que el cuerpo vea el mundo. Los ojos de nuestro corazón iluminan el espíritu, dándonos sabiduría y revelación sobre el “Padre de la gloria”. El espíritu de uno tiene consciencia y es, de hecho, la nueva identidad consciente de los verdaderos creyentes.
Este es el “hombre nuevo” (Efesios 4: 24 KJV) o “nuevo yo” (Efesios 4: 24 NASB). Nuestro espíritu es nuestra conexión divina y el medio a través del cual se imparte la revelación del Cielo a los creyentes en la Tierra (1ª Corintios 2: 14-16). Recibir tal revelación permite a los creyentes trascender el conocimiento humano y la sabiduría humana, para que podamos conocer “las profundidades de Dios” (1ª Corintios 2: 10).
Por lo tanto, la prenda que Dios nos ha dado es de gran valor y utilidad, aunque no es la herencia real que todavía tenemos que recibir en la redención de nuestro cuerpo.
https://godskingdom.org/blog/2022/09/ephesians-part-4-our-inheritance
Ezequiel 44: 15-17 habla de los sacerdotes de Melquisedec, cuyo nombre en código es “los hijos de Sadoc”. Estos sacerdotes de justicia tienen acceso al Lugar Santo, mientras que los sacerdotes que se habían descarriado fueron enviados al Atrio Exterior para ministrar en la casa misma. Leemos en Ezequiel 44: 17-18,
17 Y será que cuando entren por las puertas del atrio interior [es decir, el Lugar Santo], estarán vestidos con vestiduras de lino; y la lana no estará sobre ellos mientras estén sirviendo en las puertas del atrio interior y en la casa. 18 Tiaras de lino llevarán sobre sus cabezas, y calzoncillos de lino sobre sus lomos; no se ceñirán con nada que los haga sudar.
Esta es una aplicación profética de la Ley de Éxodo 28: 39-43, donde los hijos de Aarón debían vestirse de lino cuando "ministraran en el lugar santo" (Éxodo 28: 43). La Ley aquí distinguía entre un sacerdote y un levita. Los levitas fueron destinados al Atrio Exterior para ayudar con los sacrificios, mientras que los sacerdotes (hijos de Aarón) podían entrar al Lugar Santo del santuario mismo. (Por supuesto, solo el sumo sacerdote podía entrar al Lugar Santísimo).
Los levitas en el Atrio Exterior no estaban obligados a vestirse de lino. Sin duda, la mayoría de ellos vestían ropa de lana, ya que este era el tejido principal en su tiempo. Pero los sacerdotes tenían que estar vestidos de lino cuando ministraban a Dios.
La profecía de Ezequiel explica la Ley en un nuevo nivel, presagiando una nueva distinción que se haría bajo el Nuevo Pacto. Mientras que la Ley distingue entre los levitas regulares y los sacerdotes levitas descendientes de Aarón, el profeta establece una distinción entre los sacerdotes idólatras y los hijos de Sadoc. Su profecía explica el significado del rechazo de la dinastía de Elí y el llamado de Sadoc a una nueva dinastía, que en realidad había tenido lugar en los primeros días del reinado de Salomón.
Esto presagiaba un mayor cambio de sacerdocio que aún estaba por venir, mostrando el rechazo de la tribu de Leví y el llamado de la Orden de Melquisedec.
Ezequiel dice que algunos sacerdotes que calificaron para el sacerdocio por su genealogía fueron descalificados por su carácter y por descarriarse a la manera de Elí y sus hijos. La aplicación de la Ley por parte del profeta es extraordinaria y única en la profecía. A los hombres no se les dio la autoridad para instituir tal cambio de sacerdocio, ni los hombres tenían el poder de descalificar a los hijos de Aarón para que ministraran como sacerdotes. Pero Dios tiene la autoridad para hacer tal cambio.
Ezequiel profetizó que solo “los hijos de Sadoc” ministrarían a Dios en el santuario. El libro de Hebreos luego aclaró que esto significaba que Dios mismo había decretado un cambio de sacerdocio de Leví a Melquisedec. Esto fue probado por el hecho de que el nuevo Sumo Sacerdote era de la tribu de Judá, “una tribu de la cual Moisés nada habló acerca de los sacerdotes” (Hebreos 7: 14). Por lo tanto, la Orden de Melquisedec ya no estaría en manos de los descendientes genealógicos de Aarón y Leví.
Las prendas de lana y lino
Tanto la Ley como el profeta Ezequiel hablan en términos de la tela llamada lino, pero sabemos por Apocalipsis 19: 8 que tal tela era un mero tipo y sombra del carácter y los actos de los creyentes, que Dios verdaderamente requería de sus sacerdotes. Así que “los hijos de Sadoc” debían vestirse de lino durante los siglos previos a la venida de Cristo, pero ahora se requiere que la Orden de Melquisedec se vista con “las acciones justas de los santos”.
El profeta interpreta esto en Ezequiel 44: 17, diciendo que estos sacerdotes no deben ministrar a Dios vestidos de “lana”. Ezequiel 44: 18, diciendo que estos sacerdotes “no se ceñirán de nada que les haga sudar”. Este requisito se remonta a la maldición de Dios sobre Adán en Génesis 3: 17-19,
17 … Maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de él todos los días de tu vida. 18 Espinos y cardos os producirá; y comerás las plantas del campo; 19 Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y al polvo volverás.
El sudor es una señal de la maldición por el pecado de Adán. Entonces, se requiere que los sacerdotes de Dios en última instancia venzan el pecado de Adán para ministrar a Dios en su santuario. Sabemos que esto se hace haciéndonos hijos de Dios por la fe en Cristo. Mientras que los descendientes corruptos e incrédulos de Aarón podrían ministrar en un santuario terrenal, como lo hicieron los hijos corruptos de Elí, a nadie se le permitirá ministrar a Dios en el santuario celestial aparte de la fe en Cristo, que va acompañada de “acciones justas” que prueban la propia fe.
Ezequiel 44:19 continúa,
19 Cuando salgan al atrio exterior al pueblo, se quitarán las vestiduras con que han estado ministrando y las pondrán en las cámaras santas; entonces se vestirán de otras vestiduras para que no transmitan santidad al pueblo con sus vestiduras.
El templo de Salomón fue construido con “cámaras laterales” de tres pisos de altura (1º Reyes 6: 6). Estos servían para guardar las vestiduras de los sacerdotes y como “cámaras santas” donde podían cambiarse de ropa cuando fuera necesario. Entonces, cuando eran llamados a entrar al santuario, cambiaban sus prendas de lana por las de lino, y cuando terminaban su ministerio, cambiaban sus prendas de lino por sus “otras prendas”, normalmente hechas de lana.
El propósito de cambiarse de ropa era evitar que una persona inmunda o común tocara a un sacerdote vestido de lino. Era ilegal que tal persona tocara lo que era santo. La redacción parece implicar que la santidad del sacerdote podría “transmitir la santidad al pueblo”, como si una persona común pudiera convertirse repentinamente en sacerdote tocando a un sacerdote vestido de lino o tocando su ofrenda. Pero ese no era el caso.
La santidad no puede transmitirse más de lo que la salud puede transmitirse a un hombre enfermo. Por el contrario, los enfermos pueden transmitir enfermedades a los sanos. Estas son las cuestiones legales planteadas en Hageo 2: 12-13. La respuesta es que un sacerdote santo no debe tocar a una persona inmunda, porque su santidad no se puede transmitir, pero la impureza se puede transmitir al sacerdote.
Esta Ley se aplica cuando un sacerdote usa lino para ministrar a Dios. Cuando se cambia a sus prendas de lana, puede ser tocado por la gente común sin incurrir en inmundicia, a menos, por supuesto, que sea tocado por un leproso o por alguien que haya tocado un cadáver.
Jesús, el Hijo Modelo
Ahora bien, todo esto profetizaba cosas mayores en el orden de Melquisedec, sus vestiduras, sus mejores sacrificios y la Jerusalén celestial con su templo espiritual. Se ve más claramente después de que Jesús resucitó de entre los muertos. Entonces Jesús ya no estaba limitado a la ropa de lana, es decir, a un cuerpo de carne y sangre, porque entonces tenía acceso a la ropa de lino, es decir, un cuerpo espiritual, por el cual podía ministrar a Dios en el Cielo.
Cuando Él quiso aparecerse a sus discípulos en la Tierra, era necesario (por la Ley) que Él se cambiara la ropa de lino por la de lana. Vestido con ropas de lana, tomó sobre Sí mismo un cuerpo terrenal que podía ser tocado, y también podía comer pescado (Lucas 24: 42-43).
En otras palabras, Él no se les apareció como un espíritu sino como un hombre de carne. De hecho, los discípulos se sobresaltaron por su repentina intrusión, pensando que estaban viendo un espíritu (Lucas 24: 37). Consideró necesario demostrarles que no era un espíritu, al menos no en ese momento. Luego, para desaparecer, simplemente cambió la ropa de lana por lino, momento en el que volvió a ser un espíritu.
¿Por qué era importante esta distinción? Porque era ilícito que Él fuera tocado por los discípulos mientras estuviera como espíritu (vestido de lino). Puedo agregar que Jesús podría haber aparecido como un espíritu, pero entonces se aplicarían ciertas restricciones. Esto se hizo (y se registra en Lucas) para mostrarnos que la herencia de Jesús como sumo sacerdote, y nuestra herencia como hijos Suyos, es tener acceso a prendas de lino y de lana.
Tener ambas vestiduras disponibles le da acceso a ambos reinos sobre los cuales tiene autoridad. En Mateo 28: 18 Jesús dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra”. Tal autoridad no debe ser transmitida a la gente común sino solo a aquellos que tienen acceso a sus vestiduras espirituales por las cuales pueden ministrar a Dios en el Cielo.
Los comunes, incluidos los creyentes que no calificaron como vencedores, son ciudadanos del Reino. Los herederos son los gobernantes, aquellos que califican como “sacerdotes de Dios y de Cristo” (Apocalipsis 20: 6). Cuando ministran a la gente en el ámbito terrenal (“atrio exterior”), deben estar vestidos con sus prendas de lana, para que se identifiquen con las ovejas de su prado. Las ovejas en su conjunto están vestidas de lana y no pueden “ir al cielo” para ministrar a Dios directamente.
Todo esto muestra que el “territorio” del Reino es tanto el Cielo como la Tierra (Génesis 1: 1), y que la mayoría de las personas actualmente están limitadas al ámbito terrenal, ministrando en “la casa”, pero incapaces de ministrar a Dios en el santuario en el Cielo. La Biblia, sin embargo, nos muestra el camino a nuestra verdadera herencia, que es el cuerpo glorificado que ha sido engendrado por nuestro Padre Celestial y dado a luz por nuestra madre terrenal, por así decirlo. Al final, los herederos tienen autoridad en ambos reinos y, por lo tanto, tienen acceso tanto a la lana como al lino, que representan los dos tipos de cuerpo, uno “natural” en su forma y el otro en forma de espíritu.
Todos finalmente se convertirán en herederos, pero no todos lo hacen a la vez. Es “cada uno en su debido orden [tágma]” (1ª Corintios 15: 23). El primer escuadrón (“orden”, literalmente un escuadrón) es el grupo de vencedores a quienes se les da su herencia en la Segunda Venida de Cristo, al cumplimiento de la Fiesta de los Tabernáculos y la Primera Resurrección (Apocalipsis 20: 5-6).
El segundo escuadrón recibirá su recompensa en la Resurrección General mil años después, descrita en Juan 5: 28-29.
El tercer escuadrón tendrá que esperar hasta el Jubileo de la Creación después de la Era del Juicio, cuando toda la Creación sea liberada a la gloriosa libertad de los hijos de Dios (Romanos 8: 19-21).
Aquellos que entienden la Palabra de Dios y que tienen la fe del Nuevo Pacto en las promesas de Dios (Romanos 4: 21-22) son aquellos a quienes Dios usará como sus sacerdotes. Servirán a Dios en sus linos y a los hombres en sus lanas, en las edades venideras. Su ministerio será más eficaz, porque tendrán toda su herencia y ministrarán a otros según la plena autoridad de los hijos de Dios.
Resumen
El Rey es Jesús, bajo cuyos pies debe estar sujeta toda la Creación (1ª Corintios 15: 27-28). Los ciudadanos son los que siguen al Rey. Las Leyes del Reino profetizan la naturaleza incorruptible y sin pecado de Cristo y revelan el carácter de aquellos en cuyos corazones está escrita la Ley.
La Ley también revela qué creyentes son obedientes y cuáles permanecen “sin ley” (anomia), como explicó Jesús en Mateo 7: 21-23). También es importante la distinción entre los creyentes del Antiguo Pacto y los del Nuevo Pacto. Los que tienen fe en sus propios votos a Dios, pensando que serán salvos por su propia voluntad, son creyentes del Antiguo Pacto.
Aquellos que tienen fe en que Dios puede cumplir sus promesas son creyentes del Nuevo Pacto, a quienes se les imputa la justicia (Romanos 4: 21-22). Asimismo, Juan 1: 13 afirma que los hijos de Dios son engendrados por Dios, “no de sangre (es decir, linaje), ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios”.
En la Segunda Venida de Cristo, los ciudadanos comunes del Reino recibirán una herencia de Tierra, al igual que los israelitas recibieron propiedades en Canaán. Sin embargo, esa herencia se limitará al ámbito terrenal, ya que tales personas todavía estarán vestidas con 'lana' (cuerpo natural). A los vencedores además se les dará acceso a vestiduras de 'lino' (cuerpos espirituales) y también tendrán acceso al Cielo. Estos podrán ir al Cielo o venir a la Tierra a voluntad, porque su herencia está tanto en el Cielo como en la Tierra.
El objetivo de la historia de la Tierra
Al final de los tiempos, en el Jubileo de la Creación, toda la Creación será liberada por la Ley del Jubileo, que es la Ley de la Gracia. El jubileo cancela toda deuda, y sabemos que todo pecado se cuenta como deuda. Después de una Era de Juicio, las deudas de pecado de todos los hombres quedarán canceladas, para que se cumpla la Ley de Levítico 25: 10, 13,
10 Así consagrarás el año quincuagésimo y proclamarás liberación por la tierra a todos sus habitantes. Será un jubileo para vosotros, y cada uno de vosotros volverá a su propiedad y cada uno de vosotros volverá a su familia… 13 En este año de jubileo, cada uno de vosotros volverá a su propiedad.
La Ley, que expresa la mente y la naturaleza de Dios, no permite el castigo eterno. Ningún pecado en un mundo finito puede merecer un castigo infinito, porque el juicio siempre se ajusta al crimen (Éxodo 21: 24-25). La palabra hebrea que a menudo se traduce como “eterno” o “perpetuo” en el Antiguo Testamento es olam, que proviene de la raíz de la palabra alam, “esconder”. Olam significa "oculto, desconocido, indefinido". No significa “infinito”.
En el Nuevo Testamento, el equivalente griego de olam es aionian, “perteneciente a una época”. Una edad es un período de tiempo indefinido y coincide perfectamente con el concepto hebreo de olam. Si bien estas palabras en algunos contextos pueden significar un período de tiempo interminable, la mayoría de las veces las palabras se usan para transmitir un período de tiempo indefinido que llega a su fin.
Así que los sacrificios de animales debían ser entregados a los sacerdotes “para siempre” (olam, Levítico 7: 36-37) pero terminaron cuando Jesús fue presentado como el verdadero Sacrificio. Finees y sus descendientes recibieron el sumo sacerdocio como “un pacto de sacerdocio perpetuo [olam]” (Números 25:13), que duró solo hasta la época de Sadoc. Jonás estuvo en el vientre de la ballena “para siempre” (olam, Jonás 2: 6), lo cual fue solo tres días y tres noches.
El hecho de que olam no signifique “para siempre” o “perpetuo” significa que la Ley del Jubileo permanece vigente. El Jubileo cancela todas las deudas restantes después de que un hombre haya trabajado como esclavo del pecado en los años anteriores. No hay deuda tan grande que no pueda ser liberada en el año del Jubileo.
Por esta razón, podemos decir con confianza que los juicios de Dios llegarán a su fin. Para los vencedores, el Jubileo se aplicará en la Segunda Venida de Cristo. Para los ciudadanos del Reino, el Jubileo se aplicará en el Juicio del gran Trono Blanco, cuando todos los muertos resuciten, porque entonces a los creyentes se les dará “vida” inmortal (Juan 5: 28-29).
Refiriéndose a los (antiguos) incrédulos en el gran Trono Blanco, “toda rodilla se doblará, toda lengua jurará lealtad” a Cristo (Isaías 45:23), dice Pablo en Filipenses 2: 10-11,
10 para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra, 11 y toda lengua confiese [exomologeo, “profese”] que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.
Pablo dice en 1ª Corintios 12: 3 que “nadie puede decir 'Jesús es el Señor', sino por el Espíritu Santo”. Por lo tanto, si en el juicio del Gran Trono Blanco toda rodilla se dobla y toda lengua confiesa o profesa que Jesucristo es el Señor, significa que finalmente han llegado a la verdad y se han convertido en creyentes llenos del Espíritu. Éstos todavía tendrán que crecer hasta la madurez en el "lago de fuego", que es la disciplina de la "ley de fuego" de Dios (Deuteronomio 33: 2 KJV); pero este es el gran bautismo de fuego que todos experimentamos como creyentes llenos del Espíritu. Como nuevos creyentes, todavía tendrán que crecer hasta alcanzar la madurez espiritual antes de poder recibir su herencia completa como hijos de Dios. Pero la trompeta del Jubileo sonará y toda la Creación finalmente recibirá su esperanza de redención.
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Hay muchas capas de herencia del Reino de Dios, pero para verdaderamente “heredar” el Reino en el sentido más completo, uno debe tener un cuerpo glorificado. Nuestros cuerpos fueron hechos del polvo de la tierra (Génesis 2:7), por lo que la herencia de nuestra tierra comienza con nuestros propios cuerpos.
Otros pueden heredar una propiedad sobre la cual construir una casa o un negocio. Esto está representado en Miqueas 4: 4,
4 Cada uno se sentará debajo de su vid y debajo de su higuera, sin que nadie los atemorice, porque la boca del Señor de los ejércitos ha hablado.
Esto es bueno, pero sin un cuerpo glorificado, el disfrute y la satisfacción de uno son limitados. De hecho, este tipo de herencia de tierras será para los ciudadanos del Reino. Los gobernantes (vencedores) heredarán el cuerpo glorificado y no tendrán necesidad de una herencia terrenal. Los vencedores serán como Cristo después de Su resurrección, teniendo la capacidad de ir y venir a voluntad entre el Cielo y la Tierra. Como Cristo, los vencedores tendrán autoridad tanto en el Cielo como en la Tierra (Mateo 28: 18), porque tienen un Padre celestial y una madre terrenal.
Después de la resurrección de Jesús, nadie pareció reconocerlo hasta que habló o hizo algo inusual. Se apareció a más de 500 personas después de su resurrección (1ª Corintios 15: 6), siempre en un cuerpo de carne y hueso que se podía tocar. Lucas 24: 36-39 dice:
36 Mientras ellos decían estas cosas, Él mismo se puso en medio de ellos y les dijo: “Paz a vosotros” [es decir, “¡Shalom!”]. 37 Pero ellos se sobresaltaron y se asustaron y pensaron que estaban viendo un espíritu. 38 Y les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y por qué surgen dudas en vuestros corazones? 39 Mirad mis manos y mis pies, que soy yo mismo; tocadme y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo”.
También podía desaparecer, yendo al cielo, despojándose de Su carne y tomando sobre Sí un cuerpo que era puro espíritu. Esto se ve en Lucas 24: 31,
31 Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron; y Él desapareció de su vista.
Está claro que Jesús había entrado en un nuevo estado, donde ya no estaba limitado al ámbito terrenal. Cuando apareció en la Tierra, estaba vestido de "carne y huesos", aunque no se dice nada acerca de la sangre. Pero cuando desapareció, dejó de ser carne y huesos, porque, como explicó, “un espíritu no tiene carne ni huesos”.
Todo esto fue presagiado en tipos y sombras a lo largo de la era del Antiguo Testamento, especialmente en las vestiduras de los sacerdotes.
Las vestiduras sacerdotales
El Apóstol Pablo habló de un cuerpo celestial y un cuerpo terrenal en términos de vivir en tiendas y usar vestidos. Leemos en 2ª Corintios 5: 1-4,
1 Porque sabemos que si la tienda terrenal que es nuestra casa se derriba, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos. 2 Porque ciertamente en esta casa gemimos, deseando ser revestidos de nuestra morada celestial, 3 por cuanto, una vez vestidos, no seremos hallados desnudos. 4 Porque ciertamente mientras estamos en esta tienda, gemimos agobiados, porque no queremos ser desvestidos, sino vestidos, para que lo mortal sea absorbido por la vida.
Está claro que tiendas, casas y vestido son todos sinónimos y que eran de dos tipos: terrenales y celestiales. La vestidura terrenal es “mortal”, mientras que la celestial es inmortal. El hecho de que estemos “anhelando ser revestidos de nuestra morada celestial” muestra que aún no la hemos recibido. Sin embargo, no hay duda de que Jesús recibió esa vestidura celestial cuando resucitó de entre los muertos y que su experiencia establece el patrón para el día en que nosotros también recibamos nuestra vestidura celestial.
Estas vestiduras celestiales son prefiguradas por las vestiduras sacerdotales de lino fino que se describen en Éxodo 28: 2-5,
2 Harás vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, para gloria y hermosura… 4 Estas son las vestiduras que harán… 5 Tomarán el oro y el azul y la púrpura y la tela escarlata y el lino fino.
Los hijos del sumo sacerdote también debían vestirse de lino “para gloria y hermosura”, como leemos en Éxodo 28: 40-41,
40 Para los hijos de Aarón harás túnicas; también les harás cintos, y les harás cofias, para gloria y hermosura. 41 Las pondrás sobre Aarón tu hermano y sobre sus hijos con él; y les ungirás, y les ordenarás, y les consagrarás, para que me sirvan como sacerdotes.
Sabemos por Apocalipsis 19: 8 que “el lino fino son las acciones justas de los santos”. Estos actos son la gloria y la belleza de la naturaleza divina, que es un requisito para “servirme como sacerdotes”. A nadie se le permitía entrar en el santuario sin estar vestido de lino. La gente común, es decir, los ciudadanos del Reino, no eran sacerdotes y debían permanecer en el atrio exterior junto con los levitas que asistían a los sacerdotes. En aquellos días todos los sacerdotes eran levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes.
Esas distinciones son importantes cuando se estudian las calificaciones de los “sacerdotes de Dios y de Cristo” que “reinan con Él por mil años” (Apocalipsis 20: 6). Los sacerdotes de Melquisedec no necesitan ser descendientes de Aarón, pero se requiere que desciendan espiritualmente de nuestro gran Sumo Sacerdote, Jesucristo. En otras palabras, uno debe ser engendrado por el Espíritu con la simiente incorruptible e inmortal de la Palabra que “permanece para siempre” (1ª Pedro 1: 23-25).
Los sacerdotes de Melquisedec deben vestirse de “las acciones justas de los santos”, que es el significado de lino fino. La única manera de hacer “acciones justas” de una manera que sea aceptable para Dios, es que esos actos emanen de la naturaleza divina y sean implementados por el Espíritu Santo. Eso, por supuesto, es a través de la fe del Nuevo Pacto. Además, esas vestiduras significan gloria y hermosura, es decir, el cuerpo glorificado que Dios tiene actualmente para nosotros en el Cielo, como nos dice Pablo.
Sin estas vestiduras, entonces, no podemos decir que hemos recibido nuestra herencia, al menos no en el pleno sentido de la Palabra. Podemos recibir formas menores de nuestra herencia, como tierras, hijos, ministerios o llamamientos, pero solo cuando somos “revestidos con nuestra morada del cielo” se puede decir que hemos alcanzado nuestra herencia final. Ese estado glorificado es un cuerpo glorificado del orden del que Jesús mismo recibió en su resurrección.
La herencia, entonces, no es puramente espiritual. Es un cuerpo que es el producto de nuestro Padre celestial y nuestra madre terrenal. Todos tenemos dos padres, y ambos son vitales. Los padres engendran; las madres dan a luz; los hijos tienen dos padres. En el Reino de Dios, los herederos, como Isaac, son hijos de Abraham y Sara, por así decirlo. En otras palabras, tienen fe abrahámica y son producidos por el Nuevo Pacto (Gálatas 4:n22-24).
Un cambio de sacerdocio
El sacerdocio de Elí se caracterizó por una combinación de fe y corrupción. Elí tenía fe en Dios, pero también se negaba a corregir a sus hijos corruptos (1º Samuel 2: 22, 29). Así que un hombre de Dios fue enviado a decirle a Elí “me levantaré un sacerdote fiel que hará conforme a mi corazón y a mi alma” (1º Samuel 2: 35). La implicación es que Elí no era un "sacerdote fiel" y que no estaba vestido con "las acciones justas de los santos".
En otras palabras, Elí tenía un nivel de fe más bajo que el que se requería de un sumo sacerdote, o incluso de un sacerdote regular. Usó las vestiduras para la gloria y la hermosura en vano. Por lo tanto, fue inhabilitado para ser sumo sacerdote, y Dios levantó a los filisteos para que mataran a sus hijos. Cuando Elí escuchó la noticia, cayó de espaldas y se rompió el cuello (1º Samuel 4: 18). En ese momento, fue reemplazado por Samuel, quien (creo) fue llamado como sumo sacerdote de Melquisedec en su día, luego reemplazado por Sadoc. En última instancia, el “sacerdote fiel” era Jesucristo mismo.
Después de su muerte, la dinastía de sumos sacerdotes de Elí llegó a su fin tres generaciones después, en los primeros días del reinado de Salomón. 1º Reyes 2: 27, 35 dice:
27 Entonces Salomón destituyó a Abiatar del sacerdocio del Señor, para que se cumpliera la palabra del Señor, que había dicho acerca de la casa de Elí en Silo... 35... y nombró el rey a Sadoc sacerdote en lugar de Abiatar.
Sadoc representó un cambio de sacerdocio mucho antes de que Jesús reemplazara el Orden Aarónico con el de Melquisedec. Sin embargo, el cambio de Abiatar (nieto de Elí) a Sadoc fue un tipo profético y una sombra del mayor cambio que instituyó Jesús. El propio nombre de Zadok estaba vinculado a Melchi zedek. Zedek y Zadok son iguales.
El mismo Sadoc era descendiente de Aarón, por lo que esto fue solo un cambio de dinastía pero no un cambio de la Orden Aarónica a la Orden de Melquisedec. Sin embargo, este cambio profetizaba de ese mayor cambio de sacerdocio que estaba por venir.
La interpretación profética de Ezequiel
El profeta Ezequiel nos da un significado revelador de este cambio de sacerdocio de Elí a Sadoc. Vemos esto en Ezequiel 44 en su descripción de los dos tipos de sacerdotes que se verían en los últimos días. Había sacerdotes corruptos y sacerdotes justos (hijos de Sadoc). Los sacerdotes "que se descarriaron", aunque sin nombre, se refieren a Elí y sus hijos. Los sacerdotes justos son llamados “los hijos de Sadoc”. Por lo tanto, su profecía es un despegue sobre el cambio de la casa de Elí a la casa de Sadoc. Ezequiel 44: 10-14 dice de esta línea corrupta de sacerdotes,
10 Pero los levitas que se alejaron de mí cuando Israel se descarrió, que se desviaron de mí en pos de sus ídolos, llevarán el castigo por su iniquidad. 11 Sin embargo, ellos serán ministros en mi santuario, teniendo vigilancia a las puertas de la casa y sirviendo en la casa; degollarán el holocausto y el sacrificio por el pueblo, y estarán delante de ellos para servirles… 13 Y no se acercarán a mí para servirme como sacerdotes, ni se acercarán a ninguna de mis cosas santas, ni a las cosas santísimas, sino que llevarán su vergüenza y sus abominaciones que han cometido. 14 Sin embargo, los nombraré para que estén a cargo de la casa, de todo su servicio y de todo lo que en él se haga.
Estos sacerdotes no son despedidos sino degradados. No se les permitía acercarse a Dios en el santuario mismo, sino que se les consignaba al atrio exterior, donde sus deberes eran “inmolar el holocausto y el sacrificio por el pueblo”.
Esto se parece mucho a la distinción entre los levitas regulares y los sacerdotes que eran de los hijos de Aarón. A los levitas no aarónicos se les prohibió entrar al santuario mismo, pero fueron llamados para ayudar con los sacrificios en el atrio exterior. Es muy notable que Dios encontrara uso para los sacerdotes “que se descarriaron” y que se les permitiera ministrar en la casa. Tal es la misericordia de Dios. Muestra también que eran creyentes que se desviaron, pero no recibieron la misma recompensa que recibieron los hijos de Sadoc.
Los hijos de Sadoc (Melquisedec)
En cuanto a los hijos de Sadoc, leemos en Ezequiel 44: 15-16,
15 Mas los sacerdotes levitas, hijos de Sadoc, que guardaban la guarda de mi santuario cuando los hijos de Israel se desviaron de mí, se acercarán a mí para ministrarme; y ellos estarán delante de mí para ofrecerme la grosura y la sangre --declara el Señor Dios. 16 Entrarán en mi santuario; ellos se acercarán a mi mesa [del pan de la proposición] para ministrarme y guardar mi ordenanza.
Los sacerdotes corruptos (idólatras) tenían que permanecer en el atrio exterior, ministrando en la casa, mientras que a los sacerdotes justos, los hijos de Sadoc, se les daba el privilegio de ministrar a Dios mismo en el santuario.
En segundo lugar, debemos entender que esta profecía está expresada en la terminología del Antiguo Testamento, pero que es una profecía del futuro, donde el mayor cambio del sacerdocio estaba por ocurrir (Hebreos 7: 12). No podemos aplicar las mismas actividades literales representadas aquí al tipo de adoración en la Orden de Melquisedec de sacerdotes. Hebreos 9: 11-12 dice:
11 Pero cuando Cristo apareció como sumo sacerdote de los bienes venideros, entró por el tabernáculo más grande y más perfecto, no hecho de manos, es decir, no de esta creación; 12 y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención.
En los últimos 150 años, a muchos en la Iglesia se les ha enseñado (a través de Darby y Scofield) que los sacrificios de animales se restablecerán en la era venidera. Basan sus puntos de vista en gran medida en estas profecías de Ezequiel y las aplican literalmente. Asimismo, para ser coherentes, enseñan que la Orden Aarónica original también se restablecerá en un templo físico en Jerusalén.
Pero esas cosas eran temporales, como lo eran todas las cosas pertenecientes al orden del Antiguo Pacto. Cuando el Antiguo Pacto fue reemplazado por un mejor pacto, el antiguo quedó “obsoleto” (Hebreos 8: 13). El orden del Nuevo Pacto forma la base del Reino, y es permanente. La sangre de Cristo y su eficacia para la justificación del pecado perdurarán para siempre y no se puede decir que sea una adaptación temporal.
Aquellos que se desviaron de la verdad, aquellos que han llevado a la Iglesia de regreso a la mentalidad de la creencia obsoleta del Antiguo Pacto, están descalificados del nuevo Orden de Melquisedec. No se les dará el derecho de ministrar a Dios en su santuario en el Cielo, sino que estarán limitados al atrio exterior, es decir, al ámbito terrenal.
Finalmente, la profecía de Ezequiel, vista a la luz del mejor pacto, distingue entre los mismos creyentes. Los que habían sido infieles a Dios, aunque se arrepientan, no tendrán los mismos privilegios que se darán a los sacerdotes fieles.
En otras palabras, cuando Cristo regrese, algunos resucitarán de entre los muertos y algunos de los vivos serán “transformados” (1ª Corintios 15: 51). Pero la mayoría de las personas, incluida la mayoría de los creyentes, o ciudadanos del Reino, permanecerán en su condición corporal actual. Permanecerán en el atrio exterior, por así decirlo, durante la Era del Reino de mil años.
Está claro en Apocalipsis 20: 5-6 que la Primera Resurrección está limitada a los pocos que son “sacerdotes de Dios y de Cristo”. La Resurrección General, mil años después, descrita en Apocalipsis 20: 11-12, es para el resto de la humanidad, incluidos tanto los creyentes como los incrédulos. Jesús dejó esto claro en Juan 5: 28-29 y Pablo lo confirma en Hechos 24: 14-15 en su testimonio ante Félix.
Tanto Jesús como Pablo afirman que habrá una resurrección que incluirá tanto a los justos como a los impíos. Obviamente, esta no es la Primera Resurrección, que incluye solo a personas justas. Para más detalles, vea mi libro, El Propósito de la Resurrección.
Esencialmente, Jesús, Juan y Pablo interpretan la profecía de Ezequiel de los dos tipos de sacerdotes representados por Elí y Sadoc. Como vemos a continuación, en la Segunda Venida de Cristo, solo a los sacerdotes de Sadoc se les darán las vestiduras que actualmente están almacenadas para ellos en el Cielo. Solo los sacerdotes de Sadoc recibirán su herencia de “tierra”, el cuerpo glorificado “revestido de nuestra morada celestial” (2ª Corintios 5: 1).