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DIVERSIDAD DE DONES (2) (Don de Fe) - Primera Corintios 12 (4), Dr. Stephen Jones

16/06/2017



El Antiguo Testamento no es carente del conocimiento de los dones espirituales. El problema es que muchas veces hemos fallado en reconocerlos o conectarlos con la lista de 1 Corintios 12. Pero véase, por ejemplo, Deuteronomio 34:9,

9 Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le escucharon e hicieron como Yahweh había ordenado a Moisés.

No es difícil igualar el espíritu de la sabiduría, que fue administrado cuando Moisés puso sus manos sobre él, con el don espiritual de sabiduría en 1 Corintios 12: 8. Además, Pablo dice en 1 Timoteo 4:14,

14 No descuides el don espiritual dentro de ti, el cual te fue otorgado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio.

Vemos, entonces, que los dones espirituales no comenzaron con Pentecostés en el Nuevo Testamento, ni tampoco era una nueva práctica el dotar a los hombres con dones espirituales por imposición de manos. Esta práctica ha disfrutado de una larga historia que se remonta al menos a los tiempos de Moisés y Josué.

Salomón también tenía un don divino de sabiduría (1 Reyes 4:29), lo que le dio la capacidad de administrar justo juicio (1 Reyes 3:28). Éxodo 35:31-34 enumera más dones espirituales:

31 Y lo ha llenado [a Bezaleel] con el Espíritu de Dios, en sabiduría [chokmah], en entendimiento [tabuwn, “comprensión, inteligencia”] y en conocimiento [Da'ath, “conocimiento, ciencia”] y en toda labor [melakah, “trabajo, ocupación, negocio”] … 34 también ha puesto en su corazón poder enseñar [yarah, “disparar flechas, enseñar”]

Hay más dones del Espíritu de los enumerados en 1 Corintios 12. De hecho, Santiago 1:17 nos dice que “toda buena dádiva y todo don perfecto viene de lo alto.

Lo importante es saber que los dones espirituales no se introdujeron en Pentecostés, ni se limitan al Nuevo Testamento. Los dones espirituales han estado con nosotros desde el principio, porque el Espíritu Santo ha estado con nosotros desde el principio de los tiempos.

Sabiendo esto, es evidente que también hay que definir estas palabras de acuerdo con sus definiciones hebreas, pues aunque Pablo escribió en griego a una audiencia griega, que estaba usando palabras griegas para expresar patrones de pensamiento hebreo.

La sabiduría (chokmah), entonces, se pone de manifiesto en el juicio; es decir, es la capacidad para discernir la verdad y para dar un veredicto adecuado de acuerdo a la mente de Dios, como se establece en la Ley. Lo mismo sucede con Salomón, cuya capacidad de discernir la verdad sorprendía a la gente de su época. Chokmah es la inteligencia en el juicio, para ser perspicaz y discernir. Como todas las cosas hebreas, chokmah tiene sus raíces en la Ley, porque viene de Dios y es una expresión de Su propio carácter.

Recuerde que en la anterior discusión de Pablo, en los dos primeros capítulos de su carta, cómo Pablo encontró que era necesario distinguir entre la sabiduría de este mundo (1 Corintios 3:19) y sabiduría de Dios (1 Corintios 2:7). La sabiduría de este mundo es del espíritu del mundo (1 Corintios 2:12), mientras que el don de sabiduría es del Espíritu de Dios.

Hay sabiduría y conocimiento del alma, y hay sabiduría y conocimiento espirituales. Puesto que Pablo distinguió entre los dos en los primeros capítulos de su carta, no hablaremos más de esto en el capítulo 12. Sin embargo, tenemos que leer el capítulo 12 con esto en mente, porque este entendimiento del alma y del espíritu es fundamental para el capítulo 12.


Fe (aman)
En 1 Corintios 12:9 Pablo enumera la “fe” como el tercer don espiritual, diciendo a otro, fe por el mismo Espíritu”. Pablo implica que la fe (como un don del Espíritu) no se da necesariamente a todos los creyentes, sino a otro. Sabemos, por supuesto, que una fe básica es necesaria para la justificación, porque somos justificados por la fe (Romanos 3:28; 5:1). Además, la fe viene por el oír (Romanos 10:17), lo que significa que nadie tiene fe sin oír la voz interior de Dios. Por lo tanto, incluso la justificación por la fe es un don de Dios, porque Dios debe hablar antes de que un hombre puede oír y responder. Sin embargo, la fe como un don espiritual va más allá de la fe que justifica. La Justificación por la Fe es una experiencia de Pascua, mientras que el Don de Fe es una experiencia de Pentecostés. Por lo tanto, hay más de un nivel de fe que Dios nos ha dado. Esto se ve reflejado en la declaración de Pablo en Romanos 1:17,

17 Porque en él la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito, “Mas el justo por la fe vivirá”.

Debemos entender que esto significa que la justicia de Dios se revela, capa por capa, desde la fe de Pascua a la fe pentecostal; y, por extensión, a la fe de Tabernáculos. Al comienzo Israel mantuvo la Pascua por la fe; por lo tanto, ellos fueron capaces de salir de Egipto y ser llamados la iglesia en el desierto” (Hechos 7:38 KJV). Pero cuando llegaron al Monte Horeb, no pudieron aumentar su fe a un nivel pentecostal, porque ellos se negaron a escuchar la voz de Dios (Éxodo 20:18,19,20,21). Su fe, entonces, fue limitada; fue suficiente para ser llamados “la Iglesia”, pero no fue suficiente para ser llamados vencedores. Por esta razón, Hebreos 3:19 nos dice, que no fueron capaces de entrar en la tierra prometida a causa de incredulidad, es decir, por su falta de fe. La advertencia implícita es que necesitamos la verdadera fe pentecostal con el fin de llegar a la Tierra prometida. Hebreos 4:1 advierte,

1 Por lo tanto, temamos que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado.

La palabra hebrea para fe es aman, que es ser fiel. Es la raíz de emeth, que significa “verdad”. Puesto que la fe es por el oír, la fe genuina viene por el oír la verdad. Uno no se salva por oír una mentira, porque las mentiras provienen del mundo, no de Dios. Así, una vez más debemos tener en cuenta el origen o fuente de lo que creemos que es la verdad.


Verdad
Cuando escuchamos y respondemos a la Palabra de Dios, la fe genuina es evidente. Muchos de ellos tienen “fe” en otros dioses o profetas, pero esa “fe” no tiene poder para justificar o para salvar. La fe que justifica sólo viene por el oír la voz de Dios. El verdadero oír es evidente cuando una persona cree que la Palabra es verdad. Así, el Salmo 119:142 dice: Tu ley es la verdad (emeth). Una vez más, en el Salmo 119:151, leemos: todos tus mandamientos son verdad. De hecho, el Salmo 119:160 dice, la suma de tu palabra es verdad.

En esto radica un problema, pues no todos los creyentes en la Iglesia creen realmente esto; su creencia está mezclada con incredulidad. Algunos, por ejemplo, rechazan la Ley; otros rechazan los dones del Espíritu. En otras palabras, su fe es parcial. Para decirlo de otra manera, su fidelidad a la verdad es defectuosa.

Es precisamente por esta razón que la fe tiene más de un nivel o capa. Por definición, todos los creyentes tienen fe en un nivel de Pascua, porque si no creen que la sangre de Jesucristo tiene el poder para limpiar del pecado, ni siquiera son cristianos. Pero no todos los creyentes han aumentado su nivel de fe a un nivel pentecostal, donde estamos dispuestos a escuchar la voz de Dios cuando Él habla Sus Mandamientos. Incluso aquellos que se llaman pentecostales menudo rechazan la Ley, pensando que es carnal, y por lo tanto muy poco de la Ley está escrita en sus corazones (Hebreos 8:10). Dios ofreció escribir Su Ley en los corazones de Israel en el tiempo de Moisés, pero ellos se negaron. Por lo tanto, Dios dio la ley a Moisés, que estaba dispuesto a escuchar, y se grabó en tablas de piedra. El resto de la Ley probablemente fue escrito en papel (papiro egipcio) o en placas de cobre. El punto es que bajo el Antiguo Pacto la Ley se mantuvo externa, a menos que las personas desarrollaran oídos espirituales, por los cuales podrían escuchar y creer las promesas de Dios bajo el Nuevo Pacto.

El Don de Fe, entonces, que viene por el oír la verdad que es inherente a la Ley Divina, se transfiere de tabletas externas, placas o papel a las tablas del corazón. Cuando la Ley está escrita en el corazón, una persona comienza a tomar de la naturaleza de Cristo. Ya no tiene que obedecer una palabra externa impuesta sobre un corazón dispuesto; él hace las obras de Cristo, por naturaleza, no a la fuerza. Él va más allá de la obediencia a un acuerdo (lo cual ocurre en Tabernáculos). Eso sólo es posible a través del Don de Fe. El acuerdo está ligado a la palabra AMÉN, que se deriva de la palabra hebrea aman. La palabra hebrea amén significa “verdad, en verdad, que así sea”. Se expresa en el Nuevo Testamento (KJV) como “verdad, en verdad,” o, como algunos lo traducen, “realmente, realmente; de cierto de cierto”. Es la manera griega de decir “amén, amén” (Nehemías 8:6), y siempre significa un acuerdo.

Sin embargo, incluso la fe pentecostal no es la forma más alta de fe, porque es una época de crecimiento y aprendizaje. Pentecostés es, pues, una fiesta con levadura (Levítico 23:17) en necesidad de la prueba del fuego (Bautismo de Fuego) para detener la acción de fermentación. Pentecostés es la fiesta del desierto. La Fiesta de los Tabernáculos es el objetivo de Pentecostés, que significa la entrada a la Tierra Prometida. Por lo tanto, Pentecostés es un tiempo en el que todavía estamos aprendiendo la obediencia hasta el momento en que entramos en un acuerdo total.


Podemos medir nuestro propio corazón por preguntarnos si estamos de acuerdo con Su Ley, o simplemente cumplimos con Sus mandatos cuando somos guiados por el Espíritu. En cualquier área de la vida en que debamos someter nuestra propia voluntad a la voluntad de Dios, muestra que todavía estamos en el entrenamiento de obediencia. Cuando una persona comienza a someter su voluntad rebelde a la Ley de Dios, muchas quejas se interponen; nos sometemos, pero “a regañadientes”. Cuando llegamos al lugar donde los mandamientos de Dios podemos hacerlos de forma natural y con alegría, entonces se puede decir que estamos de acuerdo. Este es el nivel más alto de fe.

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Dr. Stephen Jones

DIVERSIDAD DE DONES (1): Sabiduría y Conocimiento - Primera Corintios 12 (3), Dr. Stephen Jones


15/06/2017



Pablo enumera nueve dones del Espíritu en 1 Corintios 12:8-10,

8 Porque a uno se le da (1) palabra de sabiduría por medio del Espíritu, y a otro (2) palabra de conocimiento según el mismo Espíritu, 9 a otro (3) fe por el mismo Espíritu, y a otro, (4) dones de sanidades en el mismo Espíritu, 10 y a otro el (5) efectuar milagros, y a otro (6) profecía, y a otro (7) discernimiento de espíritus, a otro, (8) diversos géneros de lenguas, y a otro (9) interpretación de lenguas.

Los dones del Espíritu son herramientas de un creyente para que de fruto. Por lo que los nueve dones parecen ser paralelos a las nueve partes del fruto del Espíritu que Pablo enumera en Gálatas 5:22,23,

22 Mas el fruto del Espíritu es (1) amor, (2) alegría, (3) paz, (4) paciencia, (5) benignidad, (6) bondad, (7) fidelidad, 23 (8) mansedumbre (dulzura) (9) templanza; contra tales cosas no hay ley.


También hay nueve bienaventuranzas en Mateo 4:3-11.

Nueve es el número bíblico de la visitación (juicio), un término legal que indica una delegación de investigación que se envía para reunir pruebas en una posible escena del crimen. En la historia del Nuevo Testamento, la cuestión era si Judá produjo o no el fruto del Reino, que es esencialmente el mismo que el fruto del Espíritu.

Juan el Bautista fue enviado para ver si la “higuera” (Judá) había producido fruto (Lucas 3: 8,9). Cuando fue puesto en prisión y posteriormente ejecutado, el mismo Jesús se hizo cargo de la investigación y dio su informe en forma de una parábola en Lucas 13:6-9. Ni Juan ni Jesús encontraron el fruto en el árbol, y el veredicto final se dio en la semana antes de la crucifixión de Jesús; cuando encontró una higuera estéril cerca del lugar donde Él iba a ser crucificado, y la maldijo diciendo: Ya no saldrá nunca ningún fruto de ti (Mateo 21:19).

En Lucas 19:43,44 Jesús pronunció juicio sobre Jerusalén porque no has conocido el tiempo de tu visitación.

El requisito divino desde el principio ha sido el de producir fruto en la viña que Dios plantó en Canaán en el tiempo de Josué (Isaías 5:1-7; Mateo 21:33-44). Si no hay fruto, entonces, como Juan el Bautista dijo, será cortado y echado en el fuego (Lucas 3:9).

Los dones del Espíritu son dados para ayudar a los creyentes a producir el fruto del Espíritu. Si nosotros no llevamos fruto, como individuos, se nos tratará como a un árbol de combustible, en lugar de como un árbol frutal. Juan el Bautista dijo a la gente que no pensaran que iban a ser inmunes a tal juicio a causa de su conexión genealógica con Abraham (Lucas 3:8), porque eso no será un factor en esa visita.

La Ley prohíbe la tala de árboles frutales en tiempo de guerra (Deuteronomio 20:19,20). Lo mismo es cierto en el tiempo de la guerra espiritual. El fruto es la cuestión, y los dones son las ayudas para llevar fruto. Por esta razón, cuando la Iglesia perdió los dones del Espíritu, se hizo prácticamente imposible que la Iglesia diera fruto apto para el consumo de Dios. Los líderes de la Iglesia dijeron a la gente que los dones habían cesado, pero ¿quitaría Dios Sus herramientas para producir frutos? Si poseyera una viña, ¿no proveería a mis empleados con todas las herramientas necesarias para producir frutos? ¿Qué pasaría si me quitaran Sus herramientas poco después de que se había plantado la viña? Sin embargo, así es como los cesacionistas explican la falta de dones en la Iglesia. No tiene ningún sentido, pero su punto de vista sí explica por qué hay tan poco fruto en la Iglesia.


La Palabra de Sabiduría (Chokmah)
La primera mención de este don espiritual de sabiduría se encuentra en Éxodo 28:2,3,

2 Harás vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, para honra y belleza. 3 Y tú hablarás a todos las personas hábiles a quienes he dotado de espíritu de sabiduría [chokmah], para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle, para que sirva como sacerdote para mí.

El espíritu de sabiduría es un don que es necesario para construir las vestiduras sagradas para todos los sacerdotes de Dios. Hoy en día, están dotados con el sacerdocio de Melquisedec, pero el patrón es el mismo. Las prendas de la transfiguración actualmente están siendo reservadas para nosotros en el Cielo (2 Corintios 5:1), pero debemos construir esas prendas, incluso ahora. Esto es similar al hecho de que el verdadero templo está en el Cielo (Apocalipsis 15:5), pero tenemos que construir un templo aquí en la Tierra según el modelo celestial (1 Corintios 3:10-16). Así también sucede con estas prendas.

La lección es que se necesita el espíritu de sabiduría para construir (o tejer) las vestiduras sagradas. Una persona puede ponerse el vestido de la salvación como un creyente de la Pascua, pero Pentecostés nos ha dado el espíritu de sabiduría con el fin de llevarnos a la Fiesta de los Tabernáculos, donde somos revestidos de nuestra habitación celestial (2 Corintios 5:2).

Sí, los dones del Espíritu son importantes. No todo el mundo se le da el don de sabiduría, por supuesto, pero Dios ha distribuido todos los dones entre Su pueblo. La distribución en sí está diseñado para hacernos depender del cuerpo cuando necesitamos dones que nosotros mismos no tenemos.

La sabiduría es el conocimiento con comprensión que da la habilidad (para aplicar ese conocimiento).


La Palabra de Conocimiento (Da'ath)
El segundo don del Espíritu es la palabra de conocimiento. El conocimiento es información, y el don del conocimiento va más allá del aprendizaje; es un saber sobrenatural, con el que el Espíritu Santo da información que la persona no podría haber conocido de otra manera. Tal conocimiento viene a menudo sin ninguna comprensión. Si se acompaña de comprensión, entonces, tanto la sabiduría como el conocimiento están operando simultáneamente. Los dones a menudo operan en pares cuando funcionan en la práctica.

Conocimiento en la Biblia se refiere esencialmente a la adquisición de la verdad. En la década de 1900, cuando se introdujo de nuevo Pentecostés a gran escala para la Iglesia, se produjo en medio de mucho conocimiento muerto de la Escuela de la Alta Crítica. Sus estudiosos de ánimo carnal desbarataban la Biblia y llegaron a la conclusión de que fue escrita por hombres inspirados.

Pentecostés se rebeló contra esto y tendió a desechar todo conocimiento a favor de la ignorancia “inspirada”. El conocimiento fue desacreditado, y la verdad fue echada abajo con él. Muchos equipararon el conocimiento con el Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal en el jardín, y no querían saber nada de él. En su rechazo del conocimiento, también rechazaron la verdad, que el Espíritu Santo les estaba ofreciendo a ellos. Sin verdad, esas personas carecían del conocimiento de Dios. Proverbios 1:22 dice, “los insensatos aborrecerán la ciencia. Por otro lado, Pablo clamó, a fin de conocerle (Filipenses 3:10). Conocer a Dios no requiere un cierto nivel de ignorancia natural; por el contrario, hemos de subordinar nuestro conocimiento del alma al que se transmite al espíritu por el Espíritu Santo.

Ya hemos visto por 1 Corintios 2:14,15 que el conocimiento proviene de dos fuentes principales: el alma y el espíritu. El conocimiento de Dios a través del alma se puede obtener mediante la lectura de la Biblia, pero el conocimiento espiritual viene por el oír la Palabra (Dios hablando su palabra rhema a nosotros). Mientras que entendamos la diferencia, vamos a ser capaces de discernir la calidad del conocimiento mediante el cual vivimos.

Una de las funciones del Espíritu Santo es convencer de pecado, como leemos en Juan 16:8,

8 Y él, cuando venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.

Así leemos en Levítico 4:23 KJV,

23 luego que conozca su pecado que cometió, presentará su ofrenda

Hay algunos que enseñan que el conocimiento del pecado es una cosa mala. Cuando pecan preferirían no saber sobre ello; la ignorancia es felicidad, como se suele decir. Evitan la lectura de la Ley, porque, como dijo Pablo en Romanos 3:20, a través de la ley es el conocimiento del pecado. Ellos leen esto como una advertencia de no estudiar la Ley, no sea que nos revolquemos en la culpa toda nuestra vida. Pero esto es una tergiversación de la intención de Pablo, porque ¿cómo puede un hombre arrepentirse (cambiar) sin reconocer primero lo que debe ser cambiado?

Hay quienes se niegan a reconocer nada negativo en sí mismos. Se les ha enseñado a no “confesar” nada negativo, porque tal confesión alguna manera crea la condición; pero 1 Juan 1:8-10 dice,

8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. 9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. 10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su palabra no está en nosotros.


Esta es la forma en que caminamos en la luz, como se dice en el versículo 7. Esta es la forma en que se reconoce la verdad y se trata con ella. Nunca se esperaba que nos revolcásemos en la culpa todas nuestras vidas. Pero si no tenemos el conocimiento del pecado en nuestras vidas, ¿cómo podremos aplicar la sangre de Jesús a ellos? ¿Cómo podremos crecer espiritualmente? ¿Cómo podremos dar fruto? ¿Qué va a encontrar el Señor en el día de Su visitación? Necesitamos la palabra de conocimiento como un don espiritual.

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