30 de agosto de 2016
Cuando
Dios llama a todos los muertos en la Última Resurrección,
Apocalipsis
20:12
dice que "los
libros fueron abiertos"
para juzgar a la humanidad. El mismo versículo dice más adelante,
"fueron
juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los
libros, según sus obras".
Algunos han especulado que estos "libros" eran los
registros de todas sus obras durante su vida en la Tierra. No se nos
dice, pero los tribunales juzgan a los hombres por la norma de la ley
de la Tierra. Por lo tanto, es
más probable que estos "libros" sean los libros de la Ley
Divina.
A pesar de ello, sin duda son registros sobre los hombres que se
presentan en la Corte Divina. Mientras no ignoremos uno o lo otro, no
podemos ir por mal camino en la interpretación de la naturaleza de
los "libros".
El
Libro de la Vida
También
hay otro libro en esta Sala Divina. Apocalipsis
20:12
dice, "y
otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida".
De este libro, en el versículo, 15 sólo se nos dice,
15
Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al
lago de fuego.
El
Libro de la Vida, entonces, contiene los nombres de los que no serán
juzgados en el "lago
de fuego",
que, como se verá más adelante, es la esclavitud a largo plazo de
acuerdo a la justicia bíblica. La
sola presencia del Libro de la Vida demuestra que algunos de los
convocados en esta Segunda Resurrección de hecho se hallaban inscritos en este libro y escaparán
al Lago de Fuego.
En otras palabras, muchos creyentes estarán en este juicio, como
Jesús reivindica en Juan
5:28,29.
Este
Libro de la Vida fue mencionado en Éxodo
32: 31-33
cuando Moisés intercedió por Israel después de haber adorado al
becerro de oro.
31
Entonces Moisés se volvió a Yahweh, y dijo: "Por desgracia,
este pueblo ha cometido un gran pecado, y han hecho un dios de oro
por sí mismos. 32 Pero ahora, si quieres, perdona su pecado, ¡y si
no, por favor ráeme de tu
libro que has escrito!"
33 Y el Señor dijo a Moisés: "al que haya pecado contra mí, a
ese raeré de mi
libro".
Sin
duda, este es el mismo libro que Juan llama "el
libro de la vida".
Es
un libro de nombres, no de hechos,
y los nombres son compilados por el mismo Dios. Dios incluso lo llama
"Mi
libro".
Los nombres se registran y se transfieren de acuerdo a Su voluntad.
Pero se negó a borrar el nombre de Moisés del libro, porque él es
un Dios justo y tiene a cada persona responsable por sus propias
acciones.
Lo
que muchos no se dan cuenta es que Israel era "la
iglesia en el desierto"
(Hechos
7:38 KJV),
y que
a pesar de que todos ellos habían sido justificados por la fe en la
sangre del cordero de Pascua, sin embargo, (presumiblemente por la alusión de Moisés a ser él borrado) fueron
borrados del Libro de Dios cuando adoraron al becerro de oro.
Por
extensión, los creyentes del Nuevo Testamento también podrían ser
borrados del libro de Dios, incluso después de que hayan sido
justificados por la sangre del verdadero Cordero de Dios.
Por
supuesto, la Escritura no dice en ninguna parte que esto sea una
condición permanente. Si los nombres pueden ser borrados, también
pueden ser escritos y reescritos en el libro. Sin duda, el
arrepentimiento lleva mucho peso en esta materia. Tal vez el elemento
más importante se encuentra en la declaración de Dios: "Al
que haya pecado contra mí, lo borraré de mi libro".
Esto
implica que el pecado (como la idolatría) (¿pecados
de muerte- 1
Juan 5:17?) potencialmente puede resultar en que el nombre de uno sea borrado del
libro.
Nombres
borrados del libro de la vida
El
problema es que "todos
pecaron"
(Romanos
3:23),
y que incluso los creyentes continúan estando "privados
de la gloria de Dios".
¿Cuántos creyentes han echado abajo todo lo que les ha exaltado a sí
mismos contra Dios? ¿Cuántos han llevado cautivo todo pensamiento (Corintios 10: 5)?
¿Están sus nombres escritos en el Libro de la Vida, sólo para ser
borrados todos los días hasta que se arrepientan de cada pecado?
Muchos
han estado enseñando esto a lo largo de los siglos, sobre todo en la
iglesia romana. El resultado es que estos creyentes no pueden saber
realmente si son salvos, debido a que su salvación pende
constantemente de un hilo. Si mueren con algún pecado sin confesar
en su vida, se exponen a los fuegos del infierno o el purgatorio.
13
Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del
Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna [es
decir, la vida aionian].
¿Cómo
podría alguien realmente saber con certeza que ha alcanzado aionian
vida?
Así de contundente sería imposible, porque los creyentes nunca
realmente saben si han confesado cada
pecado.
Sólo es posible confesar esos pecados que recordamos, o aquellas
acciones y pensamientos que creemos que son pecado. Sin embargo,
hasta que aprendamos la Ley, nuestra cultura es nuestra norma, y a
menudo pecamos sin darnos cuenta.
La
respuesta a toda esta incertidumbre se encuentra principalmente en
Romanos 4, que es donde Pablo expone sobre la justicia
imputada.
A aquellos que tienen fe en Cristo, Dios atribuye o reconoce
(logizomai)
la justicia de Cristo. El resultado es que Dios
llama a lo que no es como si fuera
(Romanos
4:17 KJV).
Así como Dios imputó muchas naciones a Abraham cuando no tenía
hijos en absoluto, así también Dios imputa justicia a nosotros
aunque no tengamos ninguna por nosotros mismos. En
otras palabras, si nuestra fe en Cristo es verdadera, en lugar de en
la Iglesia o en cualquier otro ídolo, Dios nos atribuye justicia por
lo que podemos estar seguros de que tenemos aionian
vida
aquí y ahora. Esta justicia es continua, y Dios no necesita borrador
de tinta o papel secante para actualizar nuestro registro en su Libro
de la Vida.
Pero si
nuestra fe está fuera de lugar, entonces se nos trata en
consecuencia en la Corte Divina. Cuando los hombres obedecen a los
hombres más que a Dios, o cuando la fe de los hombres descansa en su
personal promesa a Dios, o cuando su fe depende de su cubertura de la
iglesia o de su condición de miembro de la organización terrenal que ellos consideran que es "la iglesia", entonces son
juzgados como si su fe estuviera en los hombres. Cada vez que pecan,
sus nombres son borrados del Libro de la Vida, si es que alguna vez
sus nombres fueron escritos en ese libro. (???)
La
fe y las obras de un vencedor
Este
problema de fe se encuentra en el corazón de lo que significa ser un
vencedor que está calificado para reinar sobre otros con Cristo. Un
vencedor, entre otras cosas, tiene fe en Jesucristo como el Cordero
de Dios que quita el pecado del mundo. Su fe es imputada por
justicia. Su fe está basada en el Nuevo Pacto, no en el Antiguo. En
otras palabras, su fe está en la promesa de Dios a los hombres, no
en las promesas de los hombres a Dios, como dice Pablo acerca de
Abraham en Romanos
4:21,22,
21
y estando plenamente convencido de que lo que había prometido,
poderoso era también para cumplirlo. 22 Por lo tanto, también le
fue contado [imputado]
por
justicia.
Así
como la fe de Abraham le dio la seguridad de que Dios era capaz de
cumplir Su promesa, así también nuestra fe en Cristo nos da la
misma confianza, porque Romanos
4:23,24
dice:
23
Ahora no
sólo por él fue escrito
que le fue contada [imputada]
a
él, 24 sino
también por nosotros,
a quienes será contada [imputada],
a los que creemos en el que levantó a Jesús nuestro Señor de los
muertos.
Aquellos
que realmente tienen fe en Jesucristo son guiados por el Espíritu,
es decir, que son obedientes a Dios y Su Ley. (Todo lo que Dios
manda, por escrito o verbalmente, es una Ley.) Pero la obediencia
es un proceso pentecostal de aprendizaje. Nadie es
perfectamente obediente hasta que la Ley está totalmente escrita en
su corazón, momento en el que su obediencia es sustituida por un
acuerdo (un
amén) a través de la fiesta de los
Tabernáculos. Sin embargo, incluso mientras se aprende la
obediencia, nosotros gustamos la justicia imputada, por lo que no necesitamos cuestionar nuestra salvación siendo aún imperfectos. Nuestra fe
no está en nosotros mismos, nuestras buenas intenciones, o en
nuestra capacidad para mantener nuestros propios votos a Dios, sino
en la intención y la capacidad de Dios para perfeccionarnos por la
obra del Espíritu Santo en nuestros corazones durante un período de
tiempo.
Para
decirlo de otra manera, la primera obra de Cristo, en la imagen del
primer macho cabrío en Levítico 16, expía o cubre
nuestro
pecado. El segundo macho cabrío quita
nuestro
pecado, y esto se cumple en la Segunda Venida de Cristo. Tener
nuestros pecados cubiertos es la característica esencial de la
justicia imputada, que recibimos a través de la Pascua. La
eliminación del pecado en "una
tierra solitaria"
(Levítico
16:22),
es decir, lejos
de la gente,
reemplaza la justicia imputada
con
la justicia infusa.
Los
vencedores pasan por el mismo proceso de purificación y
refinamiento que es común a todos los creyentes. Tienen una fe
genuina en Cristo, más que en sí mismos, como dice Pablo, pero
también se someten al Espíritu Santo con el fin de aprender
la obediencia. La obediencia es la manifestación exterior de su
fe, como nos dice Santiago. La mayoría de los cristianos están
atrapados en algún lugar entre la fe y la obediencia, y sólo
Dios mismo es verdaderamente capaz de discernir y juzgar los
pensamientos y las intenciones del corazón.
No
obstante, está claro que la Primera resurrección es para los
vencedores, no para los creyentes en general. La Resurrección
General es para creyentes no vencedores cuyos nombres están escritos en el
Libro de la Vida, así como para los no creyentes cuyos nombres no se
encuentran en ese libro. Las recompensas divinas y los juicios o sentencias son
impuestos de acuerdo a las obras o acciones de los hombres, como la
Ley prescribe.
El
Libro de Memorias
16
Entonces los que temían a Yahweh hablaron unos a otros, y Yahweh
prestó atención y oyó, y un
libro de memorias
fue escrito delante de él para los que temen al Señor y que piensan
en su nombre. 17 "Y serán míos", dice el Señor de los
ejércitos", en el día que yo preparo mi especial tesoro, y los
perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve".
¿Qué
es este libro y en qué se diferencia del Libro de la Vida? El Libro
de la Vida se basa en la Pascua y Tabernáculos, ya que se centra en
la justicia imputada (Pascua) y la justicia infundida (Tabernáculos).
El Libro de Memorias parece centrarse principalmente en Pentecostés,
ya que se asocia con los que son "mi
especial tesoro",
un término que se utiliza también en Éxodo
19: 5
cuando Israel estaba al pie del monte.
La KJV traduce "especial
tesoro"
en Éxodo
19: 5
y "Mis
joyas"
en Malaquías
3:17.
En ambos casos, la misma palabra hebrea segullah
es
utilizada.
Esta
fue una promesa de Dios como recompensa
por la obediencia.
Esta promesa se produjo en el Sinaí, donde Dios bajó como fuego y
habló los Diez Mandamientos. Fue observado el día después y
venerado como Shavuot
o Pentecostés. Parece,
pues, que el
Libro de Memorias tiene que ver con los obedientes y no solamente los
que son justificados por la fe.
Los pentecostales verdaderos son los que "escuchan
y obedecen"
(Shema)
cuando
Dios les pide ascender al monte al fuego de Dios.
Los israelitas tenían miedo y se negaron en Éxodo
20:21,
pero los 120 discípulos en el libro de Hechos ascendieron al
Aposento Alto para encontrarse con Dios y recibir el bautismo
de fuego.
El
peculiar tesoro que Dios reclama como Su propia posesión, son
los que van más allá de la simple fe de la Pascua. Son aquellos
que no tienen miedo (tienen miedo pero se someten) de la prueba de
fuego. Ellos escuchan Su voz y obedecen, y el Espíritu Santo
entonces, comienza a escribir la Ley en sus corazones, les enseña la
obediencia hasta que entran de lleno en convenio con la naturaleza y
el carácter de Cristo.
La
memoria es una palabra legal en la perspectiva hebrea. Cuando los
hombres se arrepienten, Dios se
acuerda de Su
pacto. No es que Dios tenga problemas para recordar algo. Más bien,
se indica que el Pacto es exhibido y legalmente reivindicado en el
Tribunal de Justicia. Así Levítico
26: 40-42
dice: "Y
confesarán su iniquidad ... entonces me acordaré de mi pacto ... y
haré memoria de la tierra".
El
requisito para tal memoria o recuerdo es la confesión
de pecado. El Libro de
Memorias, entonces, contiene los nombres de los
que admiten su maldad, y se someten a la prueba de fuego,
de modo que todo el tamo pueda ser consumido por el fuego consumidor
de la presencia de Dios. Por
lo tanto, no debemos seguir el ejemplo de Israel de negarnos a
escuchar Su voz, porque ellos se encogieron ante Su fuego. Rechazaron
el fuego de Pentecostés, provocando de esta manera que Dios
(legalmente) olvidara Su Nuevo Pacto prometido a Abraham, Isaac y
Jacob. Israel permaneció bajo el Antiguo Pacto durante otros 1480
años.
Debido
a que muchos creyentes han tenido miedo de entrar en el fuego de Dios
como verdaderos pentecostales, ellos tendrán
que experimentar algún nivel de fuego en el Gran Trono Blanco antes
de que se les dé la recompensa de la inmortalidad.
Como dice Pablo en 1
Corintios 3:15,
serán "salvos
aunque así como por fuego".
Es mejor pasar por el fuego divino ahora, en lugar de esperar hasta
más tarde.
Etiquetas: Serie Enseñanza
Categoría: Enseñanzas
Dr. Stephen Jones