Heb
12:3 Considerad, pues, a
aquel que ha soportado tal contradicción de pecadores contra sí
mismo, para que no desfallezcáis faltos de ánimo. Heb
12:4 Porque aún no habéis
resistido hasta derramar sangre, combatiendo contra el pecado; Heb
12:5 y habéis ya olvidado
la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío,
no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres
reprendido por él; Heb
12:6 Porque el Señor al
que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo. 7
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué
hijo es aquel a quien el padre no disciplina? 8
Pero si estáis sin disciplina, de la cual todos han sido
participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. 9
Además, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban,
y los respetábamos. ¿No nos someteremos mucho mejor al Padre de los
espíritus, y viviremos? 10
Pues aquéllos nos disciplinaban por pocos días como a ellos les
parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que
participemos de su santidad. 11
Es verdad que ninguna disciplina parece al presente ser causa de
gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a
los que han sido ejercitados por medio de ella.
Jesús
soportó gran contradicción de pecadores contra Sí mismo, y esto
siendo sin pecado. Nosotros seremos llamados a compartir los
sufrimientos de Cristo por Su Iglesia, pero esto no podrá ocurrir
hasta que nosotros hallemos la justicia por experiencia propia.
Entonces tal vez, no ya como niños ni jóvenes en el Señor, sino
como padres, seremos invitados al honor de ser intercesores,
poniéndonos en la brecha, para soportar las injurias, los pecados y
la carnalidad de otros que nos rodean y que todavía están en
crecimiento. No seremos como el hijo menor inmersos en pecados
externos, ni como el hermano mayor envuelto en los pecados del
corazón, como la amargura y el resentimiento, sino que habremos
entrado a la fiesta y estaremos preparados para ser los sufridos
padres que dan la bienvenida a los que regresan trabajados y cargados
y necesitan descansar.
¿Han
pensado alguna vez que Moisés soportó 80 años de desierto,
mientras que el pueblo que conducía sólo cuarenta? Esto fue así
porque Moisés previamente estuvo 40 años sufriendo en el desierto,
siendo tallado por el duro cincel de Dios, hasta que estuvo listo
para ayudar a otros; ¡para sufrir por otros! Hasta aquí sufrió
padeciendo por su propia carnalidad, que debía ser aniquilada,
haciendo hueco para que la nueva vida de Cristo lo llenara por
completo. Moisés tuvo que pasar por tres etapas: Los primeros
40 años fueron su etapa
de la vanidad,
en los deleites de Egipto. Sus siguientes 40 años en el desierto la
etapa de la futilidad cuidando
ovejitas. Los últimos 40 fueron los años del fruto, de la utilidad.
Así
es con nosotros. Hasta que llegamos a ese punto estaremos padeciendo
por nuestros pecados y carnalidad. Luego tendremos el honor de ser
invitados a compartir los sufrimientos de Cristo por Su Iglesia. No
deberá extrañarnos (1
Pedro 4:12)
sufrir, aun haciendo lo bueno, pues para esto fuimos llamados (1
Pedro 2:21-22)
(Colosenses
1:24).
Pero no se asusten, porque en verdad tras morir a nosotros mismos
Cristo nos llena hasta el punto de que Él llevará esa carga en
nosotros. De
aquí en adelante la paz y el gozo estarán presentes aún en medio
de las pruebas,
no haciéndolas desaparecer, sino capacitándonos para que las
trascendamos. Hay algunos que son llamados a sufrir sin hallar ningún
tipo de gusto ni consuelo en ello, al menos durante un tiempo; este
fue nuestro caso durante 7 u 8 largos años y hoy podemos agradecer
que eso nos diera un rápido crecimiento espiritual. Mientras que
otros son llamados a hacerlo con deleite en ello, como algunos
místicos, que le piden a Dios aún más de esa copa.
¡Qué
tontería entonces, tratar de obrar "para el Señor" antes
de finalizar estas dos primeras etapas! ¡Qué mal nos enseñaron,
empujándonos a hacer y hacer en nuestras propias fuerzas, antes de
haber muerto a nosotros mismos! Nos impulsaron a "evangelizar";
perdón, quisimos decir "matar egipcios" y tener que salir
huyendo hacia el silencio, la soledad y el sosiego del desierto al
que Dios nos quería conducir desde el principio; y tenernos quietos
allí, en la escuela del dolor, hasta nuestra graduación.
Muchos
piensan que cuando Pablo fue tirado del caballo ya estaba listo; pero
nada más lejos de la realidad. Ni siquiera lo estuvo tras sus tres
años en Arabia, donde probablemente recibió toda su revelación del misterio
escondido en Dios desde los siglos.
Después de eso, cuando fue a Jerusalén disputaba con los griegos
(¿no les suena esto a la evangelización que nosotros hacíamos
antes de estar listos, pleiteando y argumentando? Levantábamos tres
metros de muro y derribábamos 5). Dice la Palabra, que tuvo que ser
sacado de allí por los apóstoles y que, entonces, las iglesias
tenían paz ... (Hechos
9:29-31).
¡Cuán alborotadores somos hasta que caemos rendidos, muriendo al
yo! Después de eso el todavía Saulo, el eminente discípulo de
Gamaliel, el hebreo de hebreos, el epítome del hombre religioso,
necesitó unos diez años más en lo que nosotros llamamos las
soledades de la Cilicia, más otro año en Antioquía, para poder
estar a la altura de su nombre nuevo, Pablo, que quiere decir
pequeño. Pequeños nos quiere Dios deseoso de poder enviar a nuestro
Bernabé (hijo de consolación)
para trasladarnos a Antioquía donde poder escuchar, ¡ahora sí!
(Éxodo
4:12),
que ya estamos listos para ser enviados. Allí dijo el Espíritu,
"apartadme
a Bernabé y a Saulo, para la obra a que los he llamado"
(Hechos
13:2);
allí el "olvidado" Saulo fue vindicado y enviado, por Dios
y la bendición de los profetas y maestros.
Por
tanto, bien sea que padezcamos por nuestros propios pecados o por los
de otros, no debemos desfallecer; después de todo la inmensa mayoría
de nosotros no hemos padecido hasta el extremo en que Cristo padeció;
es decir, hasta derramar nuestra sangre. Pensemos en cuantos lo pasan
o han pasado mucho peor que nosotros y aguantan y han salido
vencedores de sus pruebas, con su rostro iluminado por el gozo del
Señor en sus corazones. ¿Sabía que el
gozo es la sonrisa de aprobación de Dios en nuestro corazón?
Muchos de nosotros sin haber llegado a tales extremos de sufrimiento
combatiendo contra el pecado,
menospreciamos la disciplina del Señor y olvidamos la exhortación
del Señor que como Padre nos ama y por ello nos disciplina,
¡tratándonos como a hijos! No nos fijemos en aquellos que "la
pasan bien" mientras que nosotros sufrimos; porque tal vez ellos
sean bastardos y no hijos. Sí, el Señor disciplina, y aun azota,
a todo el que recibe por hijo. ¿Qué preferimos, dejar de sufrir o
dejar de ser hijos? Muchos predican un evangelio equivocado de un
supuesto Dios, tan "bueno", que nunca castiga o disciplina;
pero la Escritura, de principio a fin, nos muestra un Dios que cuando
es necesario se quita en cinturón , un Dios que también nos manda a
nosotros usar la vara con nuestros hijos cuando sea necesario, en
evitación de males mucho mayores.
Respetábamos
y amábamos a nuestros padres terrenales cuando lo hacían con
nosotros y, contradictoriamente, nos rebelamos contra el Padre de
nuestros espíritus, negándonos
a someternos a Su trato.
El amor verdadero no condona
el pecado ni mira para otro lado, sino que condena
el pecado; aunque los más niños o los más jóvenes se nos enfaden,
protesten o aún se levanten contra nosotros. Sólo la verdad
(justicia), administrada con dulzura, es amor (gracia, misericordia)
(Salmos
85:10; Juan
1:14);
lo contrario es un seudo amor emocional de pacotilla, un amor a
nosotros mismos que busca la cobarde seudo paz momentánea de la no
confrontación, a costa de un futuro muy negro para quien no está
siendo disciplinado sino consentido.
El
objetivo de nuestro amoroso Padre al disciplinarnos es hacernos
partícipes de Su santidad; hacernos santos, exclusivos para Su uso.
Impartirnos Su naturaleza santa es tarea que bien merece el precio
del sufrimiento. Si hubiera otra manera de poder hacerlo Él lo
haría. No sabemos porque esto tenga que ser así, pero podemos
confiar en un Padre bueno que quiere lo mejor para Sus hijos.
Obviamente en la mayoría de los casos no es agradable sufrir. Si
alguien le dice eso de "sonríe que Dios te ama", recuerde
que hay tiempo de reír y tiempo de llorar y no trate de ser
hipócrita, sólo muéstrese tal cual se siente; sin
afectaciones, sin caretas, sin fingimientos. La disciplina, mientras
se atraviesa no es causa de gozo, sino de tristeza, pero después da
fruto apacible de justicia. Se lo traducimos: cuando Dios
acabe de impartirle Su justicia y usted haya renunciado a la suya
propia, eso producirá la paz en su corazón; la paz de Dios que
disfrutan aquellos que permitieron que el Bautismo de Fuego
imprimiese la Ley en sus corazones. Ellos ahora son vivientes cartas
escritas del mensaje que Dios les ha dado para impartir al mundo. No
son vanas enciclopedias teológico doctrinales, ni repetidores automáticos de versículos, que conocen la verdad pero no la viven.
Si usted no tiene paz eso prueba que en su experiencia aún no vive
en la justicia que Dios busca. Usted ya elevó su sacrificio por el
pecado, pero se siente culpable porque su sacrificio por la culpa
aún no está completado; y no lo está, porque todavía se justifica
a sí mismo en lugar de dejar de luchar y de argumentar y aceptar el
sacrificio perfecto de Cristo, que lo hizo plenamente acepto en el
Amado. Aún no está listo para el sacrificio de paz y de
comunión.
Ellos,
los que se sometieron a la dura disciplina, además ahora tienen la
suprema recompensa de: ¡Conocerle!
a fin de
conocerle, y el poder de su resurrección, y la
participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante
a él en su muerte,
Sin
conocerle no experimentaremos el poder de la vida de
resurrección o vida victoriosa o vida abundante, ni la participación
con Él en Sus padecimientos, ni seremos semejantes a Él en Su
muerte. Pablo sí pudo decir: “cada día muero”.
Sólo
la fe que ha superado la prueba recibirá gloria y honra cuando
aparezca el Deseado de todas las naciones (Hageo
2:7).
para que
sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual
aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza,
gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo,
Vea el libro completo aquí: http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2016/08/libro-dios-de-toda-consolacion-una.html
Continuará
...
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