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NO ES POR FUERZA, David Wilkerson

 



RESPONDIENDO AL SER ENVIADO, Dr. Stephen Jones (GKM)

 



Fecha de publicación: 05/10/2023
Tiempo estimado de lectura: 5 - 6 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones

Introducción al Tiempo: Capítulo 2-MIDIENDO EL TIEMPO POR SÁBADOS - Parte 1

 



La primera mención del tiempo en las Escrituras se encuentra en Génesis 1: 14,

14 Entonces dijo Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche, y sean por señales y para las estaciones y para los días y los años.

El hombre no inventó la idea de usar las luminarias en los cielos para medir el tiempo en términos de “días y años”. Dios hizo esto y le dio este conocimiento e instrucción a Adán.



Sábados

Los seis días de la Creación, seguidos por el día en que Dios descansó en el séptimo día, también establecieron el patrón básico de las medidas del tiempo en la cronología a largo plazo y en la profecía. Génesis 2: 2-3 dice:

2 Al séptimo día completó Dios la obra que había hecho, y reposó [shabat, “cesó, descansó”] en el séptimo día de toda la obra que había hecho. 3 Entonces Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó [shabat, “cesó, descansó”] de toda su obra que Dios había creado y hecho.

Al bendecir y santificar el séptimo día, Dios puso su sello de aprobación sobre esta forma de medir el tiempo. Hay tres niveles principales de reposo que se desarrollaron en los años venideros: el séptimo día, el séptimo año y el jubileo, que venía después de un ciclo completo de siete sietes.

La trompeta del Jubileo debía sonar después de 49 años. Era tocada diez días después del año 50, más tarde conocido como el Día de la Expiación. El Año del Jubileo se extendía hasta el comienzo del próximo año nuevo, en el día marcado por el sonido de las Trompetas. Este mismo año también servía como el primer año del próximo ciclo de sietes para proporcionar la continuidad de los sietes en la medición del tiempo.

Por lo tanto, mientras que un ciclo de Jubileo es de 50 años, diez Jubileos no son 500 años, sino 490 (más los diez días que conducen al Día de la Expiación). Esto se ve claramente en las setenta semanas de Daniel (Daniel 9: 24), que es un período de setenta semanas de años, es decir, 490 años. También son diez jubileos.



Entrando al Reposo de Dios

Desde un punto de vista profético, estos tres sábados nos muestran el camino por el cual podemos entrar en el Reposo de Dios. Estos se superponen a las tres fiestas principales que Dios instituyó durante el tiempo de Moisés: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos. Estas tres fiestas también presentan tres niveles de fe en nuestra relación progresiva con Dios. Todos los israelitas tenían un nivel de fe de Pascua, por el cual salieron de Egipto, pero su nivel de fe estaba destinado a aumentar durante su viaje.

Así también es con nosotros hoy. A medida que avanzamos en nuestro viaje a la Tierra Prometida (es decir, para recibir las promesas de Dios), entramos en nuestro primer nivel de descanso cuando salimos de Egipto (por así decirlo) en la Pascua. Solo porque fuimos justificados por la fe en el Cordero de Dios no significa que tal fe nos llevará a la Tierra Prometida. No debemos estar satisfechos con nuestra justificación por la fe, como si la Pascua fuera la única fiesta que se debe guardar.

También debemos experimentar Pentecostés para escuchar su voz y responder en obediencia. Esto implica un aumento en la fe, así como un mayor nivel de reposo. Entramos en el segundo nivel de reposo si subimos al monte para recibir el Espíritu Santo. Los israelitas bajo Moisés no quisieron hacer esto (Éxodo 20: 18-20), pero años más tarde, los 120 discípulos fueron al Aposento Alto en Jerusalén (Hechos 1: 13) para esperar la venida del Espíritu. Hechos 1: 12 nos recuerda que desde el lugar de la ascensión de Cristo en el Monte de los Olivos hasta Jerusalén, donde estaba ubicado el Aposento Alto, había “un camino de día de reposo”. Estos discípulos fueron los primeros en experimentar el segundo nivel de reposo cuando llegó el día de Pentecostés (Hechos 2: 1-2).

El tercer nivel de reposo es el Jubileo, al que Dios llamó “mi reposo”. (Hebreos 4: 3, 5). Los israelitas bajo Moisés no entraron en el Reposo de Dios, cuando tuvieron la oportunidad de hacerlo en Cades-barnea. Habiendo fallado en entrar al nivel de fe Pentecostal en el Monte Sinaí, no estaban preparados para entrar al Reposo de Dios, el nivel de fe de Tabernáculos. Así que era una conclusión inevitable que su nivel de fe en la Pascua sería demasiado débil para vencer el miedo a los gigantes (Números 14: 1-3).

Esto los descalificaba para experimentar el tercer nivel de reposo. Hebreos 4: 19 dice:

19 Vemos, pues, que no pudieron entrar a causa de su incredulidad [es decir, falta de fe, desobedicencia (Heb. 3: 18; 4: 11].

Hebreos 4: 2-3 dice:

2 Porque ciertamente a nosotros se nos ha anunciado buenas nuevas, lo mismo que a ellos; pero la palabra que oyeron no les aprovechó, porque no fue unida de fe en los que oyeron. 3 Porque los que hemos creído entramos en ese reposo, tal como Él ha dicho [en el Salmo 95: 4], “Como juré en mi ira, no entrarán en mi reposo”, aunque sus obras estaban acabadas desde la fundación del mundo.

El autor de Hebreos ya había experimentado el reposo de Dios en un segundo nivel (Pentecostés), y asumió que otros creyentes también lo habían logrado. Luego habló de un tercer nivel de reposo en Hebreos 4: 8-9,

8 Porque si Josué les hubiera dado reposo, no habría hablado de otro día después de ese. 9 Queda, pues, un reposo sabático para el pueblo de Dios.

Cuando se escribió Hebreos en el primer siglo, el autor no estaba tan preocupado por los tres niveles de fe. Todavía se deleitaba en el segundo nivel de fe, derivado de Pentecostés. Entonces, su interés principal era mostrar que los israelitas bajo Moisés no habían entrado en el Reposo de Dios, aunque eran "la iglesia en el desierto" (Hechos 7: 38 KJV) que habían sido redimidos de Egipto a través de la Fiesta de la Pascua.

Su tema principal era mostrar que el Reposo de Dios no se había cumplido. No está claro si consideró o no que Pentecostés era el cumplimiento del Reposo de Dios. Sin embargo, está claro que este “reposo sabático para el pueblo de Dios” en particular estaba asociado con la entrada de Israel en la Tierra Prometida. Pero, esto se complica por el hecho de que entraron bajo Josué en el momento de la Pascua, no en el de Tabernáculos. Por lo tanto, no recibieron la glorificación del cuerpo, que es la promesa de Tabernáculos. Josué no pudo darles este verdadero reposo.

Entonces, podemos decir que, incluso después de que Pentecostés se cumplió en Hechos 2, aún queda un descanso sabático para cumplirse en el momento de la Segunda Venida de Cristo. Esto ocurrirá cuando se cumplan las fiestas de otoño: Trompetas, Jubileo y Tabernáculos.

Solo cuando experimentemos ese tercer nivel de descanso podremos verdaderamente decir que hemos entrado en el Reposo de Dios. No es suficiente guardar un día de reposo, ni siquiera un año de reposo. Debemos tener la revelación del Jubileo y de la Fiesta de Tabernáculos. Para un estudio más completo de esto, vea mi libro, El Rapto a la Luz de Tabernáculos .

NOTA DEL TRADUCTOR: Por experiencia personal podemos decir que el reposo que viene tras la rendición en Peniel, la muerte-sepultura en el Jordán y la resurrección del otro lado, si no es el tercer nivel, y es el segundo de Pentecostés, deberíamos decir entonces que el reposo tras cruzar el Jordán es el fruto de Pentecostés, cosechado al inicio de Tabernáculos. Si así fuera, el Reposo de Dios o de tercer nivel, sería el fruto al final de Tabernáculos: la glorificación del cuerpo y el Jubileo, tal como dice el hermano Jones.

De no ser así tendríamos: el primer nivel de Pascua, justo tras creer tengo Paz CON Dios; el segundo nivel con la luna de miel que viene tras recibir el Bautismo con Espíritu Santo, que inicia Pentecostés y nos da una mayor paz y gozo; el Reposo de Dios o tercer nivel, sería el que viene tras el cruce del Jordán, con lo que comenzamos la etapa de Tabernáculos, que es la Paz DE Dios. Suponemos que esto casa mejor con la experiencia de fe. Eso sí, de esta manera la glorificación del cuerpo no sería el Reposo de Dios, sino el jubileo u otra cosa que nuestra experiencia aún no nos permite reconocer.

¿Hablaría Pablo de un Tercer Reposo a los israelitas que aún no había experimentado el Segundo? Además, dice la Palabra que Josué no les había dado el reposo (Hebreos 4: 8-9); ellos tenían el primer nivel y Josué no les dio ni siquiera el segundo, ¿cómo hablaría Pablo en Hebreos del tercero si les faltaba el segundo? ¿No hubier tenido que decir entonces que les quedaban dos reposos y no un reposo?



Años sabáticos

Para el propósito de medir el tiempo en la cronología y la profecía a largo plazo, no es necesario estudiar o dar cuenta de los días de reposo. Si bien puede haber profecías personales que se cumplan a corto plazo, la cronología se mide en años, no en días. Dicho esto, la mayoría de nosotros somos conscientes de que incluso las promesas y profecías personales pueden tardar muchos años en cumplirse.

Así que nuestra atención principal debe enfocarse en el tiempo que se expresa en años sabáticos y jubileos. Se suponía que los israelitas entrarían en la Tierra Prometida en el 50º Jubileo desde Adán. Si su fe hubiera sido lo suficientemente fuerte para vencer el miedo en Cades-barnea, habrían tocado la trompeta del Jubileo en el Jubileo 50º desde Adán, y cinco días después, en la Fiesta de Tabernáculos, habrían entrado en Canaán desde el sur.

Esto no sucedió, por supuesto, por lo que tuvieron que permanecer en el desierto otros 38 años (Deuteronomio 2: 14). Finalmente, cruzaron el Jordán hacia la tierra de Canaán desde el este, en el momento de la Pascua (Josué 5: 10), porque aún permanecían en un nivel de fe y reposo de Pascua.

Cuando cruzaron el Jordán, el evento fue lo suficientemente importante como para ser el comienzo del Año Uno en su calendario. En otras palabras, esto fue cuando comenzaron a contar los años hacia su primer año de reposo, cuando recibieron las herencias de tierras tribales. Así leemos en Levítico 25: 2-4,

2 Habla a los hijos de Israel y diles: “Cuando entréis en la tierra que Yo os daré, entonces la tierra tendrá reposo para el Señor. 3 Seis años sembrarás tu campo, y seis años podarás tus viñas y recogerás su cosecha, 4 pero el séptimo año la tierra tendrá un reposo, un reposo para el Señor; no sembrarás tu campo ni podarás tu viña”.

Mientras los israelitas permanecieron en el desierto, los reposos de la tierra no se aplicaron a ellos, porque no sembraron cultivos. Vivían del maná diario y de la carne de sus rebaños. Pero una vez que entraron en la tierra, se hicieron responsables de guardar años de reposo y jubileos.

Después de 42 años en la tierra (seis años de reposo), su adopción de los caminos cananeos los llevó a entrar en su primer cautiverio al rey de Mesopotamia (antiguo nombre de Babilonia). Vea la tabla en la parte final de mi libro Secretos del Tiempo . Este cautiverio duró ocho años (Jueces 3: 8), cuando Dios levantó al primer Juez (Otoniel) para librarlos (Jueces 3: 9) en su primer año de Jubileo en la tierra.


APOCALIPSIS - Libro VIII - Cap. 3 - EL GRAN SÁBADO (MILENIO) (Reposo Milenial), Dr. Stephen Jones

 




En el libro de Apocalipsis, la frase “mil años” aparece seis veces, todo dentro del estrecho marco de Apocalipsis 20: 1-7. Esto sugiere un período de seis mil años de historia hasta este momento, como para enfatizar la entrada en el Gran Sábado (Milenio).



Siembra y Cosecha


Además, Juan trata este milenio como un día de reposo. La Ley ordenaba que los sábados fueran tiempos de descanso. Durante los años sabáticos, no se debía sembrar ni cosechar. Lev. 25: 3-5 dice,


3 Seis años sembrarás tu campo, y seis años podarás tu viña y recogerás su cosecha, 4 pero el séptimo año la tierra tendrá un sábado de descanso, un sábado para el Señor; no sembrarás tu campo ni podarás tu viña. 5 No segarás el renuevo de tu siega, y no recogerás las uvas de tus vides sin podar; la tierra tendrá un año sabático.


La resurrección es la forma en que Dios cosecha el fruto de la tierra, por lo que encontramos que hay dos resurrecciones en Apocalipsis 20, una antes y otra después, pero no durante, los mil años.


Además, Dios prometió proveer abundancia en el sexto año para que el pueblo pudiera pasar el sábado sin escasez. Lev. 25: 20-21 dice,


20 Pero si decís: "¿Qué vamos a comer el séptimo año si no sembramos ni recogemos nuestras cosechas?" 21 Entonces ordenaré mi bendición para vosotros en el sexto año, de modo que producirá la cosecha para tres años.


Este pasaje estaba hablando específicamente del séptimo año sabático, que luego era seguido por un año de jubileo. Por eso Dios prometió bendecirlos con suficiente comida para tres años, en lugar de solo para dos. En los otros sextos años, Dios los bendeciría con cosechas dobles para que les duren durante los descansos sabáticos de la tierra.


El mismo principio se vio en el sábado semanal, cuando Israel recogía el doble de maná en el sexto día para pasar el séptimo día (Éxodo 16: 22). Juan no lo menciona directamente, pero entendemos que Dios derramará su Espíritu al final del sexto “día” milenario al término de la Era, para que tengamos provisión durante el Gran Milenio, el séptimo gran Día.



La serpiente atada


Coincidiendo con el final de los seis días de trabajo y el comienzo del Gran Sábado, la serpiente es atada por mil años. Esto es necesario, porque cuando Adán y Eva creyeron la palabra de la serpiente, se sometieron a su engaño. Al no poder pagar la restitución por su pecado, fueron "vendidos" como esclavos según la Ley de Éxodo 22: 3.


Pablo dice más tarde en Rom. 6: 16, ¿No sabéis que cuando os presentáis a alguno como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis…?” Les dice a los creyentes que antes de venir a Cristo, erais esclavos del pecado (Rom. 6: 17).


Entonces, para liberar a la humanidad de su esclavitud causada por el pecado de Adán, se debe atar a la serpiente y evitar que engañe a las naciones durante el Gran Sábado. Pero una vez que ha pasado el séptimo “día”, la serpiente es nuevamente liberada, porque esto es solo el final del primer sábado de la historia. Todavía habrá seis Sábados más antes del Gran Jubileo de la Creación, donde todos serán plenamente reconciliados con Dios, y donde cada hombre regresa a su herencia en Dios.



Encender fuegos


En este gran sábado milenario, Dios también parece observar la Ley del Sábado que se encuentra en Éxodo 35: 3,


3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras habitaciones en el día de reposo.


Por esta razón, no leemos sobre el lago de fuego hasta después de que haya pasado el Gran Día de Reposo (Ap. 20: 14-15). La Ley misma profetiza de los actos de Dios, porque Él sigue su propia Ley. ¿Por qué? Porque la Ley de Fuego emana de su Naturaleza, y Él siempre será fiel a Sí mismo.



Seis Días y Lino Fino


Las Leyes del Sábado nos dan las piedras angulares de las Leyes del Tiempo, sobre las cuales se basan los ciclos de tiempo proféticos. Por lo tanto, Apocalipsis 20 habla de “mil años” seis veces para sugerir el final de seis mil años y el comienzo de un milenio sabático.


La palabra hebrea para “seis” es shesh, en Éxodo 20: 9, Seis días trabajarás. Pero shesh, como se usa en Éxodo 39: 28 al describir la vestidura del sumo sacerdote, también es la palabra para “lino fino”.


Esto sugiere que el lino fino de la Novia (de Apocalipsis 19:7-8) se le da a ella al final de los seis mil años. Aunque la Novia se compone de personas que han vivido a lo largo de muchas generaciones, Juan se refería al momento en que el Cuerpo estaría completo. Ella está así vestida y “lista” después de seis mil años.


https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-8/chapter-3-the-great-sabbath

NOTA INFORMATIVA, José (Administrador)

 



Vamos a tomar unos días de descanso, por lo que no publicaremos en los blogs. 

Aprovechen para ponerse al día si están retrasados en las lecturas o para releer o escuchar aquellas cosas que deseen. El lunes 12, Dios mediante, estaremos reanudando las publicaciones. 

Un fuerte abrazo y bendiciones para todos. 

JOSÉ Y PIEDAD


MANSEDUMBRE Y REPOSO, A. W. Tozer

 




Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra por heredad. Mateo 5: 5

 

Para describir la condición actual de la humanidad uno podría valerse muy bien de las bienaventuranzas, pero tomándolas al revés. Porque las cualidades que distinguen al hombre de hoy son precisamente lo opuesto a las virtudes que ponderan las mismas. 

No encontramos nada en la humanidad que se aproxime a las virtudes de que habló el Señor Jesús en el célebre Sermón de la Montaña. En lugar de la pobreza de espíritu hallamos el más vicioso de los orgullos; en lugar de los que lloran hallamos a los eternos buscadores del placer; en vez de mansedumbre, arrogancia; en vez de hambre y sed de justicia, oímos a la gente decir, "Soy rico, mis caudales aumentan, y no tengo necesidad de nada"; en vez de misericordia, vemos crueldad; en vez de pureza de corazón, corrupción general; en vez de pacificadores, resentidos y peleadores; en vez de perdón cuando se los maltrata, hallamos desquite y venganza con cualquier arma al alcance.

Esta es la clase de moral que predomina en la sociedad civilizada. La atmósfera está cargada de ella; la respiramos en el aire y la bebemos en la leche de nuestras madres. La cultura y la educación refinan esas cosas solo ligeramente; en el fondo las dejan sin tocar. Se ha creado todo un mundo de literatura para justificar esta clase de vida como la única normal. Esto debiera asombrarnos, y mucho más al pensar que ese orden de cosas es lo que hace nuestra vida amarga y dolorosa. 

Todas nuestras penurias y la mayoría de nuestras enfermedades provienen directamente de nuestros pecados. Orgullo, arrogancia, resentimiento, malicia, maledicencia y codicia, causan más dolor al ser humano que todas las enfermedades que atacan su carne mortal. En un mundo como este las palabras de Jesús suenan de una manera maravillosa y extraña, como una visitación de lo alto. Bueno es que Él haya hablado, porque ningún otro podría haber hablado como Él y bueno que nosotros pongamos atención a lo que Él dijo. 

Sí, sus palabras son la esencia de la verdad. Él no nos está ofreciendo una opinión; nunca expuso opiniones; jamás habló sin estar seguro de lo que decía. Él sabía lo que decía, y lo sabe ahora. Sus palabras no son como las de Salomón, producto de la observación aguda. Él habló con plenitud de su naturaleza divina, y sus palabras son absolutamente verdaderas. Él es el único que puede decir "bienaventurado" con completa autoridad. Porque Él es el solo Bendito, que bajó de las alturas para conferir bendiciones a la humanidad.

Y sus palabras están sostenidas por los hechos poderosos que realizó, más que ningún otro sobre la Tierra. Es sabio para nosotros escucharlas. Como solía hacerlo a menudo, el Señor usaba la palabra "manso" en su sentido jovial, y no fue sino hasta tiempo más tarde que explicó lo que quería decir. En el mismo libro de Mateo nos dice algo más referente a esa palabra y cómo aplicarla a nuestra vida. 
"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cansados, que os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón. Porque mi yugo es fácil, ¡y ligera mi carga!". 
Tenemos aquí dos cosas que contrastan la una con la otra, la carga y el descanso

La carga no se refiere solamente a sus oyentes de ese momento, sino que es la carga general que soporta todo ser humano. Esta carga no consiste de opresión política, o pobreza, o trabajo pesado. Es algo más profundo que eso. La siente el rico tan bien como el pobre, porque no es algo de lo que nos pueda librar la riqueza o la desidia. La carga que lleva la humanidad es pesada y abrumadora. La palabra que usó Jesús significa una carga sumamente agobiadora, que se pone sobre una persona hasta quebrarle las fuerzas.

Descanso es simplemente la liberación de esa carga. No es algo que nosotros hacemos; es algo que viene a nosotros cuando dejamos de hacer. Su propia mansedumbre, ese es el descanso. 

Examinemos lo que es nuestra carga. Es algo interior. Ataca el corazón, y la mente, cubre todo el cuerpo partiendo desde adentro. Primero, está la carga del orgullo. El trabajo de amarse a sí mismo es algo muy pesado. Pensemos en cuánto nos duele y cómo sufrimos cuando oímos a alguien decir algo despectivo de nosotros. Cuando hacemos un ídolo de nuestro "yo", nunca faltan los que se deleitan en profanar nuestro idolillo. ¿Cómo podemos, entonces, pretender gozar de paz interior? El esfuerzo que hacemos para proteger nuestro yo de todo ataque y desdoro (menoscabo en la reputación o el prestigio) nunca puede producir el anhelado descanso. 

Y conforme pasan los años esta carga se hace más intolerable. Sin embargo, los hombres siguen llevando a cuestas este oneroso peso, tratando de defenderse de todo lo que se dice, quejándose de toda crítica, sufriendo las actitudes despreciativas, sufriendo insomnio si otro es preferido antes que nosotros

No es necesario llevar tal carga. Jesús nos invita al descanso, y la mansedumbre es su método. El hombre manso no se afana por las cosas del mundo, porque hace tiempo ha decidido que ellas no merecen el esfuerzo de conseguirlas. Y desarrolla dentro de sí un bondadoso sentido del humor, que le lleva a decir, "¡Ah..! ¿Con que te han pasado por alto? ¿Con que han preferido a otro antes que a ti? ¿Has oído que dicen de ti que no vales mucho? ¡Válgame Dios! ¿Es que te incomodas porque otros dicen de ti las mismas cosas que tú dices de ti mismo? ¡Vaya! Si ayer mismo le decías a Dios que no eres nada, que eres un simple gusano. ¿En qué quedamos? Vamos, hombre, deja de preocuparte por eso y aprende a ser un poco más consecuente contigo mismo"

El hombre manso no es una mosca muerta afligido por completo de inferioridad. Por el contrario, puede ser tan osado en su vida moral como un león y tan fuerte como Sansón. Lo que ocurre es que no se anda preocupando tontamente por sí mismo. El reconoce que es débil e indefenso, tal como Dios se lo ha declarado, pero al mismo tiempo sabe, paradójicamente, que ante los ojos de Dios él vale más que los ángeles. En sí mismo, es nada; pero en Dios, es todo (eso es verdadera humildad). Ese es su lema. El sabe bien que el mundo nunca le verá a él como Dios le ve, y por eso ha dejado de preocuparse. Se queda perfectamente contento al permitir a Dios que Él establezca sus propios valores. Espera con calma el día en que Dios le ponga su justo precio, y todas las cosas valgan por lo que realmente son. Entonces los justos resplandecerán en el Reino del Padre celestial. Mientras tanto, descansa tranquilo teniendo paz de corazón. Mientras camina en mansedumbre, está feliz, dejando que Dios defienda su causa. Ha terminado la lucha de defenderse a sí mismo. Ha hallado la paz que trae la mansedumbre. También se ha liberado de la pesada carga de la simulación. Por simulación no queremos decir hipocresía, sino ese humano deseo de mostrar siempre lo mejor que tenemos, ocultando cuidadosamente nuestros defectos. Porque el pecado nos ha jugado muchas malas pasadas; y una de ellas es la de infundirnos un falso sentido de vergüenza. 

Raro es el hombre, o la mujer, que saben presentarse llanamente, sin querer aparentar lo que no son. El temor de ser considerados inferiores corroe su corazón como polilla. 

El hombre de cultura teme hallar algún día un hombre más culto que él. El que tiene algún dinero sufre la humillación de ver a uno que tiene más que él. El hombre instruido padece el temor de enfrentarse con otro mejor instruido. La que se llama "sociedad" no es otra cosa que esto, y no tiene mejores motivaciones que éstas. 

Las clases pobres son un poquito mejor. Que nadie se sonría por esto. 

Estas cargas son reales, y están matando poco a poco a sus víctimas, presas de este modo de vida. Y la psicología creada por años de practicar estas cosas hace a la verdadera mansedumbre tan irreal como un sueño y tan lejana como una estrella. A todas las víctimas atormentadas por estos males Jesús les dice, "Debéis convertiros y ser como niños!" Porque los niños no hacen comparaciones; se gozan con lo que tienen, sin relacionarlo con lo que tienen otros. Solo cuando crecen y se hacen adultos es que el pecado se desarrolla en sus corazones y comienzan a sentir los celos y la envidia. Entonces se vuelven incapaces de gozar lo que ellos tienen si alguien tiene más que ellos. A partir de ese momento se les envenena la existencia, y nunca se ven libres hasta que viene Jesús y les quita la carga. 

Otra fuente de cargas es la artificialidad. Yo sé que hay muchísima gente que vive bajo el perpetuo temor de que alguno de sus amigos pueda echar una mirada en su interior y comprobar cuan vacía está su alma. Por eso nunca aflojan su tiesura. Gente brillante vive tensa y alerta, en temor de ser pillados diciendo alguna cosa vulgar o estúpida. Gente que viaja mucho vive con el miedo de hallar algún día algún Marco Polo que ha viajado por donde ellos nunca han ido. Esta condición antinatural es parte de la triste herencia de pecado que todos tenemos, pero que agravamos cada día por nuestra manera de vivir. 

La publicidad comercial se basa en este hábito de simulación. Se ofrecen cursos de aprendizaje para brillar en una fiesta o reunión. Se venden libros, y se mercan cosméticos, apelando siempre a este deseo insano de querer aparentar lo que no se es. 

La artificialidad es una cosa que desaparece en el momento que nos arrodillamos ante Cristo y le pedimos mansedumbre. Entonces ya no nos importa lo que la gente piensa de nosotros, sino solo agradar a Dios. Entonces somos lo que realmente somos, y lo que parecemos ser, nos importa un pepino

El corazón de la gente se quiebra bajo esta carga de orgullo y simulación. Y no hay ningún alivio para esa carga, a menos que se la encuentre en la mansedumbre de Jesús. El sentido común y la sensatez pueden ocasionalmente ofrecer algún alivio, pero este vicio es tan fuerte que al echárselo de un lado reaparece en otro. 

Jesús dice a hombres y mujeres en todas partes, "Venid a Mí los que estáis trabajados y cargados, que yo os daré descanso!" El descanso que Él ofrece es el descanso de la mansedumbre, el bendito descanso que nos viene al aceptarnos tal como nosotros somos, sin ninguna clase de simulación. Se necesita algún coraje al principio, pero pronto viene la gracia necesaria al comprender que estamos compartiendo el yugo con el fuerte y poderoso Hijo de Dios. Él lo llamó "mi yugo", y Él lo toma de un lado cuando nosotros lo tomamos del otro.

Oración: Señor, hazme como un niño, ayúdame a dejar de competir con otros por puesto y figuración. Descoser simple y sin artificios como es un niño. Líbrame de la simulación. Perdóname por pensar demasiado en mí mismo. Ayúdame a olvidarme de mí mismo y hallar mi verdadera paz en el hecho de pertenecer a Ti. Contéstame esta oración que humildemente dirijo a Ti. Pon sobre mí tu yugo fácil de llevar y tu carga liviana y haz que halle descanso al olvidarme de mí y de mis problemas, amén. 




(Por gentileza de PIEDAD H. NAVARRO LÓPEZ)

CAMPAÑA DE ORACIÓN "FE, NO MIEDO", godskingdom.org





Por: Dr. Stephen JonesPublicado el: 20/01/2022