“Atráeme, correremos tras de Ti. El Rey me ha traído a sus aposentos…
Cantar de los Cantares 1: 4
Este versículo expresa, en dos frases, una oración que es vital para nuestro bienestar espiritual, “Atráeme”.
Seguir nuestra oración de deseo es un compromiso con el Señor de que realmente le responderemos, ya que Él crea dentro de nosotros un hambre espiritual que nos permitirá hacer este compromiso: “Correremos tras de ti”.
Finalmente, “El Rey me ha llevado a sus aposentos”, es el resultado maravilloso de la realización de nuestra oración de deseo, y de la expresión de nuestra determinación de responder al Señor.
Esta oración esencial, “Atráeme”, se relaciona con el hambre espiritual que, en diversos grados, reside dentro de cada uno de nosotros. Este impulso de hambre, un poderoso “impulso” básico que está en la base de todos nuestros deseos, busca su satisfacción de muchas maneras.
El Señor aumentará nuestra capacidad espiritual, a medida que lo busquemos en fe, para que nos haga sentir espiritualmente hambrientos. Un medio principal para lograr esto es presentarnos ante el Señor y luego “esperar en Él” activamente. Mientras esperamos, el Señor obrará a nuestro favor y responderá a nuestro deseo de aumentar el hambre y la capacidad espiritual.
“Y a uno le dio cinco talentos, a otro dos, y a otro uno; a cada uno según sus diversas capacidades; e inmediatamente emprendió su viaje”. Mateo 25: 15
Estos “talentos” se relacionan con nuestra capacidad espiritual. Una vez que tengamos hambre espiritual, debemos tener cuidado de separar este deseo espiritual recién adquirido de otros deseos. No debemos permitir que algún sustituto aparentemente lo satisfaga; tampoco debemos buscar otros medios que el mismo Señor para saciar nuestra hambre espiritual.
A medida que miramos activamente al Señor y le pedimos en oración que “nos atraiga”, esta hambre se intensificará, haciéndonos clamar por su satisfacción. El Señor responderá y vendrá a “cenar” con nosotros. A medida que damos la bienvenida a su Presencia y luego lo “alimentamos” con nuestra adoración y con la expresión de nuestro compromiso de “correr tras Él”, Él, a su vez, “nos alimentará”, saciando plenamente nuestra hambre Consigo mismo.
“Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come de mi carne y bebe mi sangre, en Mí habita, y Yo en él. Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por el Padre, así el que de Mí coma, él también vivirá por Mí”. Juan 6: 55‑57
Nuestro Señor es un Dios que busca y que está deseoso y ansioso por nuestra comunión. Él, a medida que buscamos conocerlo mejor, creará dentro de nosotros el hambre espiritual que nos llevará a su Presencia para que podamos cenar íntima y personalmente con Él.
“He aquí, Yo estoy a la puerta y llamo. Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él (le daremos de comer) y él conmigo (nos dará de comer)”. Apocalipsis 3: 20
Este “cenar con Jesús” tiene que ver con nuestra participación de su misma vida, convirtiéndonos así en parte de Él. “Porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos” (Efesios 5: 30).
A medida que aumente nuestra hambre espiritual, seremos motivados por el deseo y llevados por el Espíritu Santo a esperar ante la “puerta”, que nos conducirá a una relación de comunión íntima y personal con nuestro Señor. Hacemos esto dejando de lado todo lo que es terrenal para buscar la comunión con Él en su Presencia permanente.
“Bienaventurado el hombre que me escucha, velando diariamente en mis puertas, esperando en los postes de mis puertas. Porque el que me encuentra, halla la vida, y alcanzará el favor del Señor”. Proverbios 8: 34-35
Abrimos esta puerta hacia su presencia manifiesta y hacia el reino de la actividad divina, respondiendo a su llamado. A medida que invitamos al Señor a nuestro interior y comulgamos con Él, Él nos atraerá a una relación de cooperación continua, que resultará en una profundización de nuestra capacidad y experiencia espirituales.
Esta mayor sensibilidad y capacidad de respuesta a su deseo de nuestra comunión, lo inducirá a llamar a la puerta de nuestro corazón con más frecuencia, ya que la "aprobación de Dios" (favor divino) ahora descansa sobre nosotros. Por lo tanto, el hambre espiritual que tenemos ante el Señor es el fundamento de nuestra espiritualidad y de nuestro crecimiento hacia la madurez espiritual.
El siguiente paso de nuestro compromiso es: “Correremos tras de Ti”. La palabra “correremos” describe cada parte de nuestro ser, buscando y respondiendo totalmente al Señor. El Señor responderá a este compromiso de que “correremos”, y hará que su Palabra se convierta en una realidad experiencial dentro de nosotros.
El Señor logrará esto arreglando todas las circunstancias necesarias dentro de nuestro patrón diario de vida, para llevarnos a este entendimiento personal y experiencial de la Palabra escrita.
Con respecto a Jesús, las Escrituras nos dicen que “El Verbo se hizo carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1: 14). Sólo cuando experimentamos la Palabra de Dios y se convierte en una realidad personalizada dentro de nosotros, seremos capaces de dar testimonio de su verdad con autoridad. Cuando nos sometemos al gobierno de su Reino sobre cada aspecto de nuestra experiencia de la vida diaria, el Señor dispondrá las circunstancias para lograrlo.
“Te aconsejo que de Mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico; y vestiduras blancas, para que estés vestido, y no se descubra la vergüenza de tu desnudez. Y unge tus ojos con colirio, para que veas". Apocalipsis 3: 18
La Palabra nos dice: “Porque muchos son los llamados, y pocos los escogidos” (Mateo 22: 14). Otra forma de decir esto es: “Muchos son los llamados, pero pocos están dispuestos a pagar el precio para ser escogidos”. Hay un precio que se debe pagar para entrar en este lugar, donde su Palabra se ha convertido en una realidad personal dentro de nosotros.
A menudo, el pueblo del Señor es guiado a hacer una consagración y luego se les deja allí, colgados, hasta que llega el siguiente evangelista y los guía a hacer otra consagración. Este patrón se repite una y otra vez sin ofrecer nada más. En cambio, nuestra consagración debe ser la “puerta” que nos lleve a un nuevo y más alto reino de vida espiritual y experiencia.
Le pedimos al Señor que “nos atrajera”. Entonces consagramos nuestras vidas para “correr tras Él”, pero este no es el final. Hay otro paso que debemos dar; “El rey me ha traído a sus aposentos”. Aquí, al entrar en los aposentos del Señor, y al experimentar la intimidad de su Presencia manifiesta, recibiremos el poder capacitador que nos guiará en nuestra participación con Jesús en la realización de sus propósitos.
A medida que ascendemos a los reinos "más profundos" de sus aposentos, disfrutaremos de grados cada vez mayores de comunión y compañerismo con el Señor.
“Él da poder al cansado; y al que no tiene vigor, le aumenta la fuerza. Aun los jóvenes se cansarán y se fatigarán, y los jóvenes caerán por completo. Pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; y caminarán, y no se fatigarán”. Isaías 40: 29-31
Aquí está el secreto. Es un hecho seguro que nuestras fuerzas se agotarán, pero “los que esperan en el Señor tendrán nuevas fuerzas”. Cuando entramos en sus aposentos y esperamos en su presencia, el “poder” de Dios comenzará a fluir en nuestro ser. Es extremadamente importante que pasemos tiempo esperando en su presencia para participar de su Vida. Solo así tendremos la fortaleza para enfrentar las pruebas y problemas de la vida.
Nuestro Esposo Celestial desea llevarnos a “sus aposentos” para morar con Él. Aquí, como su Novia, experimentaremos un gozo indescriptible que es desconocido para los demás. Durante estos tiempos de comunión íntima, somos llevados a una unión más cercana con Jesús. En la cercanía de esta comunión, recibiremos de su Vida y Fuerza, y llegaremos a una mayor comprensión de los principios y verdades espirituales.
“Después de esto miré, y he aquí una puerta abierta en el cielo: y la primera voz que oí era como de trompeta hablando conmigo; que decía: Sube acá, y te mostraré las cosas que sucederán después de éstas. Ap. 4: 1
Mientras oramos esta breve, pero poderosa oración, “Atráeme”, estamos abriendo el camino que nos llevará hacia las cámaras inagotables del Cielo. Aquí, mientras el hambre dentro de nosotros encuentra su plena satisfacción, todo lo que habíamos anhelado lo encontraremos en Él.
“El rey me ha traído a sus aposentos”.
(Gentileza de PIEDAD H. NAVARRO LÓPEZ)
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