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Fortaleza dominando desde el lugar alto. |
CAPÍTULO
DIECISÉIS
CONOCER LA ASCENSIÓN
Ahora veremos la
decimosexta experiencia de vida, la cual es conocer la ascensión.
Aunque esta lección es bastante profunda, aún así, no es difícil
de entender. Hablaremos de esto en varios puntos principales.
I. LA NECESIDAD DE
CONOCER
LA REDENCIÓN DE CRISTO
A fin de conocer la
ascensión, necesitamos primeramente conocer la redención de Cristo
porque la ascensión está incluida en ésta. Tocante a la redención
de Cristo, muchos comprenden sólo Su crucifixión, Su muerte, por
nosotros. Algunos ven algo más profundo; se dan cuenta de que la
redención de Cristo también incluye la resurrección. Pero si
leemos otra vez las Escrituras cuidadosamente y examinamos nuestras
experiencias, descubriremos que Su redención incluye también Su
ascensión. La redención de Cristo consta de tres partes
principales: la muerte, la resurrección y la ascensión. Si
alguna de estas partes falta, la redención de Cristo no puede
considerarse completa.
En estos tres puntos
principales de la redención de Cristo, la muerte de Cristo subraya
la liberación de los aspectos negativos. Es decir, nos salva de los
pecados, del mundo, de la carne, de aquello que es natural y de todas
las cosas que son incompatibles con Dios. La resurrección de Cristo
recalca la entrada a los aspectos positivos. Esto es, nos introduce
en todas las riquezas de la nueva creación, las cuales Dios tiene en
Cristo. La ascensión de Cristo es la gloriosa conclusión de Su
muerte y resurrección. La muerte y resurrección de Cristo no son la
conclusión de Su redención; Su ascensión sí lo es. No podemos
decir que Cristo reposó cuando fue levantado de los muertos. Cristo
no reposó en Su muerte ni en Su resurrección; Él reposó en Su
ascensión. La Escritura no dice que el Señor se sentó en
resurrección, sino que Él se sentó en los cielos (Ef. 2:6).
Sentarse significa que la obra ha sido realizada. Por lo tanto, la
obra redentora del Señor sólo se consideró realizada cuando El
ascendió a los cielos. Podemos decir que la muerte y resurrección
son sólo etapas progresivas de la redención del Señor. La
ascensión es la etapa final de la redención del Señor. La
muerte y resurrección del Señor son la senda que nos lleva a Su
ascensión. Así que la ascensión es la conclusión de Su muerte y
resurrección.
Ya que la ascensión
del Señor es la conclusión de Su muerte y resurrección, estos tres
pasos están íntimamente relacionados. Cuando el Señor se levantó
de la muerte y entró en la resurrección, Él ya había llegado a la
esfera celestial. Inmediatamente después de la muerte y resurrección
está la ascensión. En el cristianismo hay un entendimiento
incorrecto de que Cristo ascendió cuarenta días después de Su
resurrección. En realidad, en la mañana de la resurrección el
Señor ascendió a los cielos. Esa mañana, el Señor se le apareció
a María Magdalena y le dijo: “No me toques; porque aún no he
subido a mi Padre”. Y pasó a decir: “Subo a mi Padre”
(Jn. 20:17). En la noche de ese mismo día el Señor se apareció
otra vez a Sus discípulos y dijo: “Palpad, y ved” (Lc.
24:39). Para entonces el Señor podía dejar que los hombres le
tocaran. Esto revela que antes de este momento ya Él había
ascendido a los cielos y le había ofrecido a Dios la frescura de Su
resurrección. Por lo tanto, antes de Su ascensión ante los ojos de
Sus discípulos cuarenta días después, El podía decir: “Toda
autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra”. Esta
autoridad se la dio Dios cuando Él ascendió a los cielos la mañana
de la resurrección. De este modo vemos que la muerte y resurrección
de Cristo están unidas con Su ascensión. No pueden ser separadas.
Concluir el grado escolar no puede ser separado de la graduación;
cuando uno termina sus estudios, se gradúa. Igualmente, cuando el
Señor fue levantado de la muerte, Él ascendió.
En la ascensión Él
trajo a los cielos todo lo que había logrado por medio de Su muerte
y resurrección. El trajo el fruto de toda Su obra redentora a la
esfera celestial. Así que hoy el Señor, en la posición de Su
ascensión, aplica la eficacia de Su redención al hombre.
Indudablemente el perdón de pecados que el Señor nos da, está
basado en la sangre que El derramó en la Cruz. Pero si Él no
hubiera ascendido a los cielos, no podría aplicar Su muerte ni Su
sangre. Él llevó a cabo la redención en la Cruz, pero es en Su
ascensión que aplica Su redención. En la posición de ascensión Él
da al hombre la salvación. En términos claros, toda la gracia
redentora experimentada por la Iglesia, desde recibir el perdón de
pecados hasta experimentar la ascensión y la obtención de varios
dones, está siendo aplicada de una manera práctica por Él Señor
en Su ascensión. Por esto, la ascensión en la redención de Cristo
ocupa un lugar muy importante. Todo lo que Cristo ha logrado a través
de Su muerte y resurrección está incluido en la ascensión para
aplicarse. Sin la ascensión, nada de lo que está en la salvación
de Cristo puede ser aplicado a nosotros de una forma práctica.
II. LA NECESIDAD DE
CONOCER
LA POSICIÓN DE NUESTRA SALVACIÓN
Para poder conocer
la ascensión, necesitamos en segundo lugar conocer la posición de
nuestra salvación. Aunque, al ser salvos fuimos salvos de estar bajo
condenación y traídos al perdón de pecados, y fuimos vivificados,
habiendo sido sacados de la condición de muerte para obtener la vida
de Dios, aún así, ni el perdón de pecados ni la obtención de vida
pueden ser considerados como la posición de nuestra salvación.
Efesios 2:5-6 nos dice que “aun estando nosotros muertos en
nuestros pecados, [Dios]
nos dio vida juntamente con Cristo ... y juntamente con él nos
resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales en
Cristo Jesús”. Esto muestra que cada hombre que es salvo no
sólo es uno cuyos pecados le son perdonados, ni es solamente uno que
ha sido vivificado y sacado de la muerte y tiene la vida de Dios,
sino que también es uno que se sienta en los lugares celestiales, un
hombre que está en ascensión. Cuando Cristo nos salva, Él hace que
ascendamos con Él y nos sentemos con Él en los cielos. Por lo
tanto, la ascensión es verdaderamente la posición final de nuestra
salvación.
La posición de
ascensión que hemos obtenido descansa no sólo en la ascensión que
Dios ha realizado en Cristo, sino en la vida de ascensión que hemos
recibido y que está dentro de nosotros. En Colosenses 3:1-4 el
apóstol nos pide que pongamos nuestra mente “en las cosas de
arriba”. Esto se basa en el hecho de que Cristo es nuestra
vida. Cristo está sentado en los lugares celestiales a la diestra de
Dios. Ya que le tenemos como nuestra vida, estamos escondidos con Él
en Dios. Esto revela que en Su ascensión, y no en Su muerte ni en Su
resurrección, Cristo hizo que nosotros obtuviéramos vida y llegó a
ser nuestra vida. Aunque esta vida ha pasado por la muerte y la
resurrección, con todo, es en la posición de ascensión que Cristo
nos da esta vida. Esta vida es ascendida y celestial, y es dada desde
el Cielo. Es una vida que llega hasta el Cielo. Por lo tanto, una vez
que obtenemos esta vida, tenemos comunión con el Cielo y estamos
unidos al Cielo. Aunque, según la condición externa, vivimos en la
Tierra, con todo y eso, según la vida interna ya estamos en el
Cielo. Es la misma situación que la del Señor durante el tiempo que
estuvo en la Tierra. El dijo en aquel tiempo que aunque Él
“descendió del cielo”, aún estaba “en el cielo”
(Jn. 3:13). Esto se debía al hecho de que Su vida es celestial y
está unida con el Cielo.
Por ejemplo, una
lámpara eléctrica nos da luz porque la corriente eléctrica está
dentro de ella. Esta corriente eléctrica se origina en la planta
eléctrica y está unida a la planta eléctrica. Por lo tanto, con
respecto a lo exterior, su luz ilumina la habitación; pero con
respecto a la corriente eléctrica que hay en la lámpara, su
posición está en la planta eléctrica. Igualmente, nosotros
como personas salvas podemos ser manifestados en esta era como luces
encendidas (Fil. 2:15; Mt. 5:14-16) debido a la vida ascendida que
nos salva y que está ahora dentro de nosotros. Esta vida fluye en
nosotros desde el Cielo, y también está unida con el Cielo.
Fluye a nosotros desde el Cielo y también nos lleva al Cielo. Con
esta vida que está unida al Cielo, somos personas unidas con el
Cielo. Por lo tanto, así como desde el punto de vista de Cristo, la
ascensión es la conclusión de Su redención, de la misma manera
desde nuestro punto de vista, la ascensión es la posición de
nuestra salvación.
III. LA NECESIDAD DE
CONOCER
LAS FUNCIONES ESPIRITUALES
Para poder conocer
la ascensión, necesitamos en tercer lugar, conocer las funciones
espirituales. Todos los dones espirituales de los cristianos son
dados por el Señor, en ascensión (Ef. 4:8) y son para que los
apliquemos desde la posición de ascensión. Por lo tanto, si no
conocemos la base de ascensión ni nos paramos sólidamente en ésta,
no podremos aplicar estos dones espirituales. Las funciones de los
dones espirituales sólo pueden ser manifestadas si se basan en la
ascensión.
Génesis 1:17 nos
dice que Dios puso lumbreras en el cielo para que alumbren sobre la
Tierra. Esta palabra está llena de sentido figurado. El sol, la luna
y las estrellas pueden alumbrar sobre la Tierra debido a que están
en el Cielo. Una vez que se cae una estrella del cielo, pierde su
función. Su función iluminadora depende enteramente de su
posición en el cielo. Igualmente, ya sea que prediquemos el
evangelio, visitemos a las personas, edifiquemos a los santos o
administremos la iglesia, la verdadera función descansa
completamente en nuestra posición de ascensión. Una vez que
perdamos la posición de ascensión, perderemos las funciones
espirituales.
Por ejemplo, la
razón por la cual muchos hermanos y hermanas han visitado personas
sin tener ningún resultado, es que ellos han caído de la posición
de ascensión y viven en alguna situación terrenal. Si
queremos visitar a las personas y tener mucha eficacia, no es
necesario que hablemos mucho ni de que prediquemos muchas verdades;
solamente necesitamos mantener la posición de ascensión en nuestro
diario vivir; sólo necesitamos tocar continuamente el cielo en
nuestro ser interno y vivir en la condición celestial, la atmósfera
celestial, la cual, cuando es tocada por otros, les permitirá
obtener la provisión celestial. Esto también aplica a las
oraciones ofrecidas en las reuniones. Las oraciones de ciertos
hermanos y hermanas imparten un sentir de vacío y vejez a otros
porque ellos han perdido la posición de ascensión. La terminología
que usan en sus oraciones puede ser muy atractiva, pero ante Dios y
ante Satanás no tienen peso alguno. Tampoco tienen efecto en el
ámbito espiritual. Sin embargo, ése no es el caso de otros hermanos
y hermanas. Estos se paran firmes en la posición de ascensión y
viven en la vida celestial. Su diario vivir es celestial; por eso,
sus oraciones también son celestiales. Cuando abren sus bocas,
ellos traen un sabor celestial. Sólo esta clase de oración puede
tocar el trono que está en los cielos y sacudir las puertas del
infierno, produciendo así muchas consecuencias espirituales. Por lo
tanto, independientemente de cuáles sean nuestras funciones
espirituales, debemos aplicarlas en la posición celestial y
manifestarlas en el ámbito celestial.
IV. LA NECESIDAD DE
CONOCER
LA POSICIÓN EN LA BATALLA
Para conocer la
ascensión, debemos en cuarto lugar, conocer nuestra posición en
la batalla. Nuestra posición espiritual en la batalla está
absolutamente en los lugares celestiales. Siempre que perdemos la
posición de ascensión, somos incapaces de llevar a cabo alguna
batalla espiritual. En el campo de batalla, todas las estrategias
militares le prestan atención al problema de la posición. Él
que ocupa el terreno alto en contra del que está en el terreno bajo,
puede ganar la batalla. En el campo de batalla espiritual, este
principio es aún más importante. Podemos decir que la lucha
espiritual depende solamente del problema de la posición. Si
deseamos ganar la batalla, la posición de ascensión debe ser
claramente conocida y mantenida.
Debemos ver el hecho
de que la lucha espiritual mencionada en el sexto capítulo de
Efesios está basada en la posición de ascensión mencionada en el
segundo capítulo. El segundo capítulo de Efesios declara que
estamos sentados juntamente con Cristo en los lugares celestiales.
Luego el sexto capítulo pasa a hablar de nuestra lucha contra las
huestes espirituales de maldad en las regiones celestiales (v.12).
Esto significa que primeramente debemos ser hombres que están en
ascensión y que tienen la posición de ascensión antes de que
podamos atacar al enemigo en el aire. Si somos hombres terrenales
y perdemos la posición de ascensión, caeremos en las manos del
enemigo y no podremos luchar contra él. Por lo tanto, la posición
de la lucha espiritual está absolutamente en los cielos.
Génesis 3:14 nos
dice que después de que la serpiente sedujo a Eva, Dios la juzgó
obligándole a moverse sobre su pecho y a comer polvo todos los días
de su vida. Moverse sobre su pecho limita su esfera de actividad.
La serpiente sólo puede arrastrarse sobre la tierra. Comer polvo
limita el objetivo de su actividad devoradora; sólo puede comer
cosas que pertenecen al polvo de la tierra. La serpiente de
Génesis 3 es la incorporación de Satanás. Por lo tanto, el
juicio contra la serpiente es también el juicio contra Satanás.
Hoy, la esfera de la actividad de Satanás es la Tierra, y el
objeto de su actividad devoradora es el hombre terrenal. En 1
Corintios 15:47-48 se nos dice que Adán y todos los suyos son
terrenales. Por eso, siempre que vivimos en la vida terrenal de
Adán, somos terrenales y estamos en la Tierra. No sólo no podemos
luchar contra Satanás, sino que también caemos en la esfera de su
actividad y nos hacemos el objeto de su actividad devoradora. Por el
contrario, cuando vivimos en la vida celestial de Cristo, somos
celestiales y estamos en el Cielo. De este modo trascendemos
la esfera de actividad de Satanás y ya no somos objeto de su
actividad devoradora. Por lo tanto, podemos atacarlo y vencerlo.
Este principio de
lucha es también muy evidente en nuestro diario vivir, nuestro vivir
práctico. Ya sea en la iglesia, en la casa o en el lugar de trabajo,
siempre que somos manchados por el pecado, sentimos algún amor
por el mundo, nos enojamos, tratamos con la astucia, o vivimos en la
vida terrenal, simplemente no podemos ser fuertes ante el enemigo
para luchar contra él. En ese caso, ya somos terrenales y hemos
caído en manos del enemigo. Por otro lado, si tenemos comunión
constante con el Señor, andamos en el espíritu y vivimos en la vida
celestial, somos celestiales y habitamos en la posición de
ascensión. Entonces podemos mantenernos en un terreno más alto en
nuestra lucha contra el terreno más bajo y tratar con Satanás. En
este momento, si la iglesia encuentra dificultades, podemos
entregarnos a la oración prevaleciente delante de Dios, pidiéndole
a Dios que se levante para juzgar a Su enemigo. Podemos levantarnos
para expresar nuestra actitud a Dios, diciendo: “No podemos
permitir que estas cosas ocurran en la iglesia”. También podemos
decirle seriamente a Satanás: “Estamos disgustados con esto.
Estamos en contra de esto”. Cuando hacemos una declaración tan
severa y proferimos una expresión tan fuerte, todas las huestes de
Satanás se retirarán, y su obra también será completamente
destruida. Pero si vivimos la vida terrenal, usando métodos y
medios naturales, nunca podremos resolver estos problemas. Ya hemos
caído del Cielo y hemos perdido la posición de batalla. No tenemos
manera de tratar con el enemigo de Dios y anular sus obras.
¿Por qué la
posición de ascensión hace que seamos victoriosos en la batalla?
Porque sólo en la posición de ascensión podemos tener la
autoridad celestial. Para poder pelear la batalla espiritual,
necesitamos depender de nuestra autoridad celestial. Sólo hay un
lugar donde podemos obtener la autoridad celestial. Este lugar es el
Cielo. Si pasamos por la muerte y resurrección para alcanzar el
ámbito celestial, indudablemente obtendremos la autoridad celestial.
En consecuencia, seremos victoriosos en la batalla.
Muchos cristianos
hoy día están muy preocupados con el problema del poder. Pero el
Señor nos ha salvado y puesto en la posición no sólo de tener
poder, sino también en la posición de tener autoridad.
Aquellos que están en el ámbito celestial tienen no sólo poder,
sino también autoridad. Aquellos que tienen poder sólo pueden hacer
que otros se muevan. Pero aquellos que tienen autoridad no sólo
hacen que otros se muevan, sino que sean reverentes y temerosos.
Por ejemplo, considere el caso de algunos hermanos y hermanas que
aman el mundo y viven conforme a la carne. Cuando éstos ven a los
hermanos o las hermanas que aman al Señor, que le buscan y que viven
en el espíritu, los admiran mucho y son conmovidos. Esto es un
asunto de poder. Pero si encuentran a otros hermanos o hermanas que
viven en la esfera de ascensión, ellos no sólo sentirán cierto
poder que les conmueve sino también cierto fenómeno que hace que
sean reverentes y temerosos. En tales hermanos o hermanas existe una
realidad celestial; por consiguiente, ellos también están llenos de
la autoridad celestial. Por eso, mientras ellos andan entre los
hombres, traen consigo cierta apariencia temible que causa que
otros sean reverentes.
Cuando leemos el
Cantar de los Cantares en el Antiguo Testamento, vemos que aquella
que buscaba al Señor crece en vida al punto que su expresión es muy
noble y respetuosa. En el Cantar de los Cantares 6:10 dice: “¿Quién
es ésta que se muestra como el alba, hermosa como la luna,
esclarecida como el sol, imponente como ejércitos en orden?”
Aquí la luz matutina, la luna y el sol son cosas que están en el
cielo. Por lo tanto, para entonces la condición de ésta es
enteramente celestial. En otras palabras, su experiencia de vida
ha llegado a la esfera de la ascensión. De modo que, su
condición le da a otros el sentido de temor. Esto se debe a que
ella está en la posición de ascensión y tiene la autoridad
celestial. Esta autoridad es la que hace que otros sean temerosos y
llenos de reverencia.
La
autoridad que obtenemos en la posición de ascensión es la base
sobre la cual tratamos con Satanás y le vencemos. En Lucas 10:19 el
Señor dice: “He
aquí os doy potestad
de hollar serpientes y escorpiones, y sobre toda fuerza
del enemigo, y nada os dañará”.
Las
“serpientes” mencionadas por el Señor se refieren a Satanás, y
los “escorpiones” son los espíritus malignos, los mensajeros de
Satanás.
Estos son nuestros enemigos. Todo
lo que tienen es poder,
pero lo que el Señor nos da es autoridad.
El Señor nos da autoridad para tratar con el poder del enemigo.
Podemos mostrar esto con el ejemplo de un automóvil que se mueve a
lo largo de la carretera. Aunque
tiene mucho poder, el policía tiene autoridad sobre él. Cuando él
suena el silbato, el automóvil tiene que detenerse.
También
es como un ejército, aunque tiene un gran poder, el general tiene la
autoridad.
Cuando él da una orden, el ejército debe obedecer. Esto
prueba que la autoridad está por encima del poder y que puede
controlar el poder; por lo tanto, la autoridad es superior al poder.
Pero la autoridad
depende enteramente de la posición. Con la posición está la
autoridad; sin la posición, no hay autoridad. Un policía sin su
uniforme y sin pararse en su puesto correspondiente no tiene
autoridad para dirigir el tránsito. Un general que toma unas
vacaciones de sus deberes no tiene autoridad para comandar un
ejército. Igualmente, nuestra autoridad celestial depende sólo
de nuestra posición de ascensión. Siempre que perdemos la posición
de ascensión perdemos también la autoridad espiritual. Por lo
tanto, para pelear la batalla espiritual, debemos primeramente
conocer la posición de ascensión y, en segundo lugar,
mantener la posición de ascensión. Sólo entonces podremos
tratar con el enemigo.
En el segundo viaje
de Pablo, cuando estaba predicando en Filipos, cierta esclava que
tenía un espíritu de adivinación le seguía e iba gritando. Pablo,
estando ya bastante molesto, se volvió y le dijo al espíritu: “Te
mando en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella”. Y el
espíritu salió inmediatamente (Hch. 16:16-18). Pablo aquí estaba
parado en la posición de ascensión y ejerció la autoridad
celestial para detener el poder perturbador del enemigo. Igualmente,
hoy, si nos paramos en la posición de ascensión, podemos dar
órdenes directamente al ambiente, reprender las dificultades y
destruir todas las obras del enemigo.
Desafortunadamente,
las oraciones de la Iglesia hoy contienen muy pocas órdenes con
autoridad. Al contrario, las oraciones son mayormente lamentos
suplicantes. Por lo tanto, no pueden tratar con el enemigo; sólo
pueden apelar a la misericordia de Dios. Esto prueba que nuestra
posición verdadera todavía es terrenal y aún no ha ascendido a los
cielos. Ya que no estamos en la posición de ascensión, no tenemos
la autoridad celestial. No podemos aparentar en este asunto. Por otro
lado, si un hombre tiene la realidad de la ascensión, no tiene la
necesidad de demostrar espectacularmente su poder ni de ser
arrogante; está naturalmente vestido con una apariencia celestial;
él está lleno de una atmósfera celestial y adornado con belleza
como la luna y con pureza como el sol. Esto hace que él se
muestre imponente. No sólo los hombres le temerán, sino
que hasta los espíritus malignos le tendrán miedo. Sólo este
tipo de hombre puede pararse en la posición celestial, ejercer la
autoridad celestial y entrar en la batalla espiritual. Por lo tanto,
para poder conocer la ascensión, debemos también conocer la
posición en la batalla.
V. LA EXPERIENCIA DE LA
ASCENSIÓN
Obtenemos
la posición de ascensión en el momento que somos salvos. ¿Pero
cómo podemos experimentar
la ascensión? En términos sencillos, la experiencia de la ascensión
es el resultado de la experiencia que tenemos de la resurrección a
través de la muerte. Tal como Cristo ascendió a los lugares
celestiales a través de la muerte y la resurrección, también
nosotros
podemos experimentar la ascensión a través de la muerte y la
resurrección.
Consideremos la
historia de los israelitas cuando entraron a la tierra de Canaán.
Una vez que dejaron de vagar por el desierto y cruzaron el Jordán,
entraron en Canaán. La tierra de Canaán representa al Cristo
todo-inclusivo que está en los cielos. Al mismo tiempo esto tipifica
la esfera celestial. De modo que cuando los israelitas
entraron a Canaán, en tipología, ellos entraron en esta esfera
celestial. Cuando cruzaron el Jordán, ellos enterraron doce
piedras en el fondo del río, lo cual representa su muerte y
sepultura. Luego sacaron doce piedras del fondo del río, lo cual
representa su resurrección. Trajeron estas doce piedras a la tierra
de Canaán, lo cual representa su paso por la muerte y resurrección,
y su entrada a la esfera celestial. Por lo tanto, su
entrada a Canaán después de cruzar el Jordán tipifica la
experiencia que tenemos de la ascensión a través de la muerte y
resurrección. Siempre que experimentamos muerte y
resurrección, llegamos a la esfera de la ascensión.
Veamos otra vez a
aquella persona que busca al Señor en el Cantar de los Cantares.
Ella también, a través de la experiencia de muerte y resurrección,
obtiene gradualmente la realidad de la ascensión. En Cantares
1:9, el Señor la alaba por primera vez diciendo que ella es como una
“yegua de los carros de Faraón”. Una yegua del carro de
Faraón es un caballo egipcio. Aunque sea veloz y fuerte, de todos
modos es de Egipto, lo cual tipifica el mundo. Esto muestra
que, aunque en ese momento era extremadamente veloz y estaba llena
de fortaleza en su búsqueda del Señor y en seguirle a Él, aún
así, ella era mundana. Luego en el capítulo 2, versículo 2, El
Señor la alaba cuando dice que es “como el lirio entre los
espinos”. Esto significa que, aunque como lirio vivía una
vida limpia y una vida que recibía el tierno cuidado de Dios, con
todo y eso, crecía en la tierra.
Cuando llegamos al
capítulo 3, versículo 6, el Señor habla de ella como “ésta
que sube del desierto como columna de humo, sahumada de mirra y de
incienso, y de todo polvo aromático”. El desierto significa
el estado del vagar espiritual cristiano. De hecho ella ha estado
vagando por el desierto. Ahora ella viene del desierto, dejando
atrás su vida de vagar espiritualmente. Al mismo tiempo, está
perfumada con mirra en incienso y con todo polvo aromático de los
mercaderes. La mirra expresa la muerte de Cristo; el incienso
expresa la resurrección de Cristo, y los polvos de los mercaderes
significan las riquezas obtenidas por un precio. Ahora que
ella ha pagado un precio en su búsqueda, está perfumada con la
muerte y la resurrección de Cristo. De ahí que su condición es
semejante a una columna de humo que asciende de la tierra. Ella ha
pasado por la muerte y la resurrección, y ha comenzado a tener un
poco de la experiencia de ascensión. Más adelante, en el
capítulo 6, versículo 10, la alabanza del Señor para ella es
completamente celestial. Para entonces, la condición espiritual de
ella es como la luz del alba, como la luna y como el sol. Ella
realmente se asemeja al sol, a la luna y a las estrellas de Génesis
1:16-17, las cuales están ordenadas en el cielo e iluminan toda
la Tierra, para que la gente en la Tierra reciba su suministro.
Al mismo tiempo ella tiene consigo la autoridad celestial; es
majestuosa e imponente. Ahora ha experimentado plenamente la
ascensión.
En conclusión, la
ascensión es el resultado de la resurrección de la muerte. Una vez
que hemos pasado por la muerte de la cruz y que hemos entrado en la
resurrección, llegamos a la esfera de la ascensión. Por eso, si
queremos experimentar la ascensión, debemos primero buscar la
experiencia de la muerte y la resurrección. Nosotros debemos
severamente hacer morir, mediante la Cruz del Señor, todo lo
relacionado con los pecados, el mundo, el mal genio, la carne, el yo
y la constitución natural, y debemos entrar en la resurrección del
Señor por el Espíritu Santo. Entonces podremos experimentar la
ascensión y ser personas celestiales en la esfera de la ascensión.