Algunas
Biblias, tales como La Biblia de Jerusalén, pusieron Deut.
29:1
como el versículo final del capítulo anterior, por lo que sería
Deut.
28:69.
En realidad, es una introducción del escriba Eleazar a la solución
del Nuevo Pacto que se presenta en Deuteronomio 29. Esta introducción
del escriba se lee:
1
Estas
son las palabras del pacto que Yahweh mandó a Moisés que hiciera
con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además
del pacto que había hecho con ellos en Horeb.
2 Y llamó Moisés a todo Israel y les dijo: …
Eleazar
nos dice que este
es un segundo pacto, además del primero que se les dio cuarenta años
antes, en el Horeb en Éxodo 20.
Como tales, estos dos pactos presagian
el Antiguo y el Nuevo Pacto,
cada uno con su propia Ley. El primer pacto fue dado por medio de
Moisés, mientras que el segundo transfirió la autoridad a Joshua
(Josué), el tipo de Jesucristo. Este Segundo Pacto se correlaciona
directamente con la “Segunda Ley”, que es el significado del
nombre griego del libro, Deuteronomio.
Los
que hacen a este Segundo Pacto ser el punto culminante de las Leyes
de Tribulación en Deuteronomio 28 no entienden que este Segundo
Pacto es la promesa del Nuevo Pacto. Las maldiciones de la Ley en
el capítulo 28 profetizan del resultado final de la insuficiencia
del Antiguo Pacto. El Nuevo Pacto en el capítulo 29 muestra que
el juramento de Dios es la solución.
El mandamiento y la promesa
Las
leyes dadas en Éxodo y Levítico son esencialmente las mismas que
las dadas en Deuteronomio, aunque expresadas de alguna manera
diferente y aclaradas ocasionalmente. De ahí que también veamos el
mismo patrón profético en Éxodo 34, después que la Primera Ley
fuera quebrada, porque el segundo conjunto de leyes era “como
las anteriores”.
Éxodo
34:1
dice:
1
Ahora
bien, Yahweh dijo a Moisés: “Recorta dos tablas de piedra como las
primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en
las primeras tablas que quebraste”.
Esto
profetizó sobre cómo la Ley se quebrantó bajo el Antiguo Pacto,
pero la misma Ley se instituyó bajo el Nuevo Pacto sin romperse. El
Antiguo Pacto nos dio mandamientos que los hombres no podían
mantener, a pesar de que prometieron obediencia. El
Nuevo Pacto nos dio las mismas palabras de la Ley, pero
esta vez Dios estaba obligado a Sí mismo a escribirlas en nuestros
corazones por el Espíritu. Por lo tanto, las leyes se cambiaron de
mandamientos a promesas.
Por lo tanto, cuando los Mandamientos decían, “no harás ...”,
estaban profetizando de nuestras vidas, que siguiendo a Joshua
(Yahshua) nosotros no cometeríamos estos pecados.
La
manera en que Dios lograría esto no estaba clara bajo Moisés, pero
cuando leemos los escritos de Pablo y Juan, descubrimos el secreto.
El Espíritu Santo engendra a Cristo en nosotros por el Evangelio, y
esa semilla santa no puede pecar, porque es nacida de Dios (1
Juan 3:9,
literal). Aunque el “hombre viejo”, engendrado por el Adán
carnal, continúa luchando contra el Espíritu (Rom.
7:25),
el hombre de la nueva creación no puede pecar, porque su Padre es
Dios.
Un
estudio completo de esto se puede encontrar en mi comentario sobre la
Epístola
de Pablo a los Santos en Roma,
vol. 1,
capítulo
10
(en castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2015/01/libro-epistola-de-pablo-los-santos-en.html).
Al
leer el libro de Deuteronomio, podemos entenderlo sólo si lo vemos
como una profecía del Nuevo Pacto bajo Cristo; la mayoría no lo han
visto de esta manera, porque creen que la Ley es incompatible con la
gracia del Nuevo Pacto; sin embargo, cuando entendemos que los pactos
son dos caminos distintos hacia la salvación, que uno es imposible,
y el otro es la única manera de tener éxito, es evidente cómo la
misma Ley de Dios es aplicable en cada caso.
Los
cambios necesarios en las formas de la Ley se discuten con más
detalle en el libro de Hebreos.
Otra
información importante sobre las Dos Leyes y los Dos Pactos se puede
ver aquí también. El Primer
Pacto
del Éxodo en Horeb se dio al inicio del viaje
por el desierto de Israel. El Segundo
Pacto de Deuteronomio se dio en los campos de Moab al final de los
cuarenta años en el desierto.
Hechos
7:38
habla de Israel como “la
iglesia en el desierto”.
Del
mismo modo que hubo una “Iglesia” (en hebreo: Kahal,
“congregación,
asamblea”) bajo Moisés y Josué, también ha habido una “Iglesia”
(griego: ekklesia)
bajo Jesucristo. La iglesia del Nuevo Testamento se ha extraviado en
su propio desierto durante 40 ciclos de jubileo (40 x 49 años). Así
como Moisés sacó a Israel de la casa de servidumbre, Jesús sacó a
la Iglesia de la esclavitud del pecado, por Su muerte en la Cruz como
el Cordero Pascual. Siete semanas después de Su resurrección, el
Pacto fue dado en el Aposento Alto cuando el Espíritu fue derramado.
Este fue un Pacto como el de Éxodo, en el Horeb.
Cuarenta
jubileos han pasado desde entonces, y ahora estamos listos para ser
llevados a la “Tierra Prometida” por Josué el Efraimita. Puesto
que vivimos al final de la jornada del desierto, la Ley Deuteronomio
es aún más relevante para el Plan Divino en la actualidad. Del
mismo modo, el Segundo Pacto, prometido a Abraham, Moisés y los
profetas, y ratificado por la sangre de Jesús en la Cruz, ya está
listo para ser implementado.
De
hecho, esta es mi principal motivación para escribir este comentario
de Deuteronomio. A pesar de que los creyentes del primer siglo
estaban viviendo en los primeros días de la Iglesia cuando Cristo
los sacó de la casa de servidumbre por Su muerte como el Cordero
Pascual, también hoy hemos llegado a los campos de Moab, y
estamos dispuestos para entrar en el Reino a través de la Segunda
Venida de Cristo. En conjunción con este gran evento,
necesitamos oír la Segunda Ley con el fin de comprender las Leyes
de la Venida del Reino.
http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-9/chapter-1-a-new-covenant/ |
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