Deut.
30: 11-14
dice:
11 Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance. 12 No está en el cielo, para que digas: “¿Quién subirá al cielo por nosotros y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos?” 13 Ni está al otro lado del mar, para que digas: “¿Quién cruzará el mar por nosotros y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos?” 14 Porque la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.
Esta
es la característica principal del Nuevo Pacto, que es el tema
principal de este discurso. Bajo el Nuevo Pacto, Dios hace un
juramento de circuncidar los corazones de los israelitas, los
extranjeros, y todos los demás, con el fin de hacer
que sean obedientes a
la Ley. Bajo el Nuevo Pacto, los mandamientos de Dios se convierten
en sus promesas, porque revelan lo que Dios mismo tiene la intención
de escribir en nuestros corazones.
Por
lo tanto, bajo el Nuevo Pacto, Dios esencialmente se ordena a Sí
mismo por medio de un juramento a trabajar dentro de los corazones de
todos los hombres, para poner todas las cosas bajo los pies de
Jesucristo, y que Dios sea “todo
en todos”
(1ª Cor. 15: 27-28).
Donde el hombre no ha podido cumplir esto por sí mismo, a pesar de
que se comprometió a hacerlo con todas las buenas intenciones, Dios
ciertamente tendrá éxito cumpliendo su juramento.
El Espíritu Santo mora en el interior
Cuando
llegamos al libro de los Hechos, descubrimos la
forma precisa en que Dios cumplirá su promesa.
El
Espíritu Santo fue enviado a nosotros en Hechos
2: 1-4
con el fin de poner las palabras de Dios en nuestras bocas.
El Espíritu Santo es la presencia de Dios que mora en nosotros,
convirtiendo a cada uno de nosotros en un templo de Dios (1ª Cor. 3: 16).
Desde nuestro ser más íntimo, entonces, las palabras de Dios pueden
ser escuchadas, cuando Dios habla a través de nosotros, en medio de
la oscuridad del mundo.
Moisés
revela que el
“mandamiento”
que nos ha dado Dios mismo es su Palabra,
y está “muy
cerca de ti, en tu boca y en tu corazón”.
No es necesario enviar un profeta al Cielo o “más
allá del mar”
(abismo) para que reciba esta revelación en nuestro nombre. La
fuente de la revelación se encuentra dentro de nosotros, y escuchar
la voz de Dios es oír esa voz silenciosa
hablando constantemente en nuestro ser más íntimo.
Esta
es la provisión del Nuevo Pacto. En algún grado fue establecido
y revelado por Moisés en su discurso culminante, pero su fuerza
principal quedó en suspenso hasta más tarde. Los hombres siempre
han tenido la capacidad de escuchar la voz de Dios desde dentro, y
por lo tanto el Nuevo Pacto siempre ha estado en vigor. Sin
embargo, no se entendió claramente, excepto por unos pocos en cada
generación.
Abraham
es quizás el mejor ejemplo de la manifestación del Nuevo Pacto, y
sabemos que precedió a Moisés por unos pocos siglos. Todos los
profetas bíblicos escucharon la voz de Dios también, y no fue
necesario que tuvieran que ser llevados al Cielo para recibir la
revelación (escuchar la voz de Dios), ni que viajaran grandes
distancias para obtenerla. La Palabra estaba dentro de ellos.
La voz (silbo, soplo, susurro) apacible y delicada
A
Elías le fue dada esta misma revelación después de huir de la ira
de Jezabel. Huyó al Monte Horeb (1º Reyes 19: 8-9)
y se sentó en la cueva donde Moisés recibió la primera revelación
de la Ley. Allí Dios le reveló el principio del Nuevo Pacto que le había sido revelado también a Moisés, por 1º Reyes 19: 11-12
dice,
11 Él le dijo: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Yahweh”. ¡Y he aquí que Yahweh pasaba! Y un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas delante de Yahweh; pero Yahweh no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto, pero Yahweh no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero Yahweh no estaba en el fuego; y tras el fuego un sonido de un soplado suave.
En
los días de Moisés descendió Yahweh a la Montaña en un incendio y
un terremoto (Éxodo
19: 18).
Tal vez un gran viento apareciera también, como un tornado en el
monte. Dios habló a la gente de en medio del fuego, pero ni el fuego
ni el terremoto fueron la fuente de la revelación de Moisés. Elías
también aprendió que el secreto de la revelación llegó como una
brisa suave, o, en la NASB traducido “un
soplo suave”.
La
KJV traduce “una
pequeña voz”.
Las palabras hebreas son:
???????? (demamá), “silencio, quietud, calma (al igual que con el viento), susurro”.?????? (dak), “pequeño, fino, diminuto (como el polvo)”???? (kole), “voz, sonido, ruido”
Tal
vez Elías fue al Monte Horeb, pensando que había perdido a Dios de
alguna manera por la escucha de su revelación interior. Tal vez
pensó que si pudiera llegar a Horeb, Dios volvería a hablarle a
través del fuego, el terremoto, y el viento, con lo que podría
estar seguro de que en realidad era la voz de Dios. Pero Dios le
reveló el verdadero secreto para poder escuchar su (Voz) revelación. Si
bien puede haber grandes manifestaciones, al final Dios habla a sus
profetas con una pequeña voz silenciosa, que susurra la Palabra como
una brisa suave (cuando
ya han pasado los acontecimientos estridentes).
La Voz audible de Dios
Dios
puede hablar en voz audible, también, porque así es como habló a
la nación de Israel misma cuando pronunció los Diez Mandamientos
(Deut.
4: 36).
Pero el
deseo de Dios es entrenarnos para escucharle cuando susurra, porque
solo entonces se desarrolla nuestra audición.
En el curso de audición del día a día, su Ley es escrita en
nuestros corazones, y conocemos su voluntad sin
tener que recibir una revelación especial para las tareas diarias de
la vida.
Cuando
Dios habla de manera audible o con fuerza, como un incendio o un
terremoto, por lo general es debido a que una persona carece de la
capacidad de escuchar la voz interior o carece de la confianza para
saber que de hecho ha escuchado a Dios desde dentro.
(Traductor:
damos fe de esto. El Señor nos mostró que los sueños, las
visiones, etc, son el altavoz de Dios para los niños tercos y medio
sordos, que aún andan por el desierto del Viejo Pacto).
Entonces es cuando la voz viene de una fuente externa, en lugar de
interna.
Esta
parece ser la característica principal del Antiguo Pacto, ya que
este fue el patrón que se observó en el Pacto de Éxodo. La gente
misma recibió la revelación de forma audible y externamente cuando
Dios habló de en medio del fuego de la Montaña. Del mismo modo,
Moisés tuvo que subir al monte para recibir la Ley, a pesar de que
en realidad la recibió por revelación interior.
Elías
pensó que tenía que viajar lejos también, volviendo a caer en un
patrón de Antiguo Pacto de miedo y duda. Por esta razón, necesitaba
una nueva revelación del Nuevo Pacto, y Dios le mostró la
diferencia. Se enteró de que Dios
no estaba necesariamente en manifestaciones externas, sino en la
pequeña Voz que siempre le había guiado.
De esta manera Dios
validó la revelación que lo había llevado al monte Carmelo para el
gran enfrentamiento con profetas de Jezabel.
(Probablemente
quedó confundido después de los sucesos en el Carmelo; al
sobrevenirle la persecución de Jezabel pensaría que había oído
mal a Dios).
La revelación de Pablo
La
misma revelación vino al apóstol Pablo, que, como Elías, fue a
Arabia por un tiempo (Gál
1: 17)
para aprender acerca del Nuevo Pacto de Dios. Creo que fue al “Monte
Sinaí en Arabia”
(Gál.
4: 25)
y se sentó en la misma cueva donde Moisés y Elías habían recibido
la revelación. Como Elías, Pablo aprendió sobre la pequeña Voz
que le guiaría a través del resto de su vida. Sabemos que Pablo
aprendió esta lección, porque él cita a Moisés en Rom.
10: 5-9,
5 Porque Moisés describe la justicia que es por la ley, el hombre que practique estas cosas vivirá por ellas. 6 Pero la justicia que es por la fe dice así: “No digas en tu corazón: '¿Quién subirá al cielo?' (esto es, para traer abajo a Cristo), 7 o '¿Quién descenderá al abismo?' (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). 8 Pero ¿qué dice? “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón”, es decir, esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Pablo
distingue entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Bajo el Antiguo Pacto,
la
justicia del hombre se basa en su propia promesa de mantenerla;
recibiendo la vida solo si tiene éxito en el cumplimiento de su
voto.
Pero bajo el Nuevo Pacto un hombre recibe la justificación por la fe por el voto de Dios y lo que Él ha hecho con el envío de Jesucristo.
Y
así,
cuando Pablo cita la Escritura para apoyar su revelación con
respecto a este Nuevo Pacto, cita a Moisés; pero no
del Éxodo, sino de Deuteronomio.
En
efecto, Pablo estaba diciendo que Deut.
30: 11-14
es una declaración del Nuevo Pacto.
Y, en efecto, a medida que estudiamos los discursos de Moisés, nos
encontramos con que este discurso es una revelación del Nuevo Pacto.
Es
distinto del Primer Pacto dado anteriormente en Éxodo 19 y 20, como
el mismo Moisés nos dice en Deut.
29: 1.
Con
su propia revelación Pablo
interpreta las palabras de Moisés para nosotros:
“¿Quién
subirá al cielo?”,
lo
interpreta en el sentido de “esto
es, para traer abajo a Cristo”.
Moisés mismo indicó que significa que nadie tenía que ir al Cielo
para traer la
Palabra.
Dios mismo envió a su
Hijo único, que es la Palabra.
Pablo dice que Cristo mismo es la Palabra, de acuerdo con Juan
1: 1-3
y 14.
No hay conflicto, entonces, entre Moisés y Pablo.
Solo hay verdad adicional que aclara las palabras de Moisés.
Del
mismo modo, cuando Moisés escribe: “¿Quién
descenderá al abismo?”
Pablo interpreta que esto significa, “esto
es,
para subir a Cristo de entre los muertos”.
Una vez más, se ve a Cristo como la encarnación de la Palabra.
Ningún hombre era capaz de levantar a Cristo de entre los muertos.
Nadie lo pudo rescatar por su propio poder. Él fue levantado por el
Espíritu de Dios. Este mismo Espíritu que levantó a Cristo de
entre los muertos, ahora mora en nosotros, porque Pablo nos dice en
Rom.
8: 11,
11 Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de los muertos mora en vosotros, el que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a nuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
Por
esta razón, la Palabra está cerca de nosotros, tan cerca como en
nuestros corazones. El mismo Espíritu que estaba en Cristo y el que
Le levantó de los muertos ahora mora en nuestros propios cuerpos,
transformándonos
en oráculos vivientes de Dios.
Si Jesucristo es la Palabra
de
Dios en el cuadro grande, nosotros mismos somos las palabras
de
Dios, porque somos cada uno una parte de su Cuerpo. Y ese mismo
Espíritu que mora da la promesa de la vida de resurrección a
nuestros cuerpos mortales.
No es difícil
Por
esta razón, Moisés profetiza que el mandamiento (Palabra) “no
es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance”.
Sería imposible de alcanzar si tuviéramos que depender de nuestra
propia capacidad para cumplir el voto del Antiguo Pacto. Pero Dios ha
provisto un Nuevo Pacto, por el que Él mismo se compromete a
intervenir y hacer que suceda. De este modo se cumple la profecía de
Ezequiel
36: 24-27,
24 Porque yo os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestra propia tierra [el “país mejor” que Abraham buscó, Hebreos 11: 16]. 25 Entonces, voy a rociaros con agua pura y quedaréis limpios; Yo os limpiaré de todas vuestras impurezas y de todos vuestros ídolos. 26 Además, voy a daros un corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y voy a quitaros el corazón de piedra de vuestra carne, y os daré un corazón de carne. 27 Y voy a poner mi espíritu en vosotros y haré que andéis en mis estatutos, y que tengáis cuidado de observar mis ordenanzas.
Dios
reveló el Nuevo Pacto a Ezequiel, porque esta promesa no se trata de
personas que hacen un voto con la intención de ser obedientes; se
trata de la promesa de Dios de hacer que sean obedientes a la Ley al
poner su Espíritu dentro de ellos.
Mientras
que Dios puede bendecirlos con la tierra física como nación y casas
para las personas, la
única bendición que puede cumplir con el Nuevo Pacto es heredar el
cuerpo glorificado, el “tabernáculo” celestial (2ª Cor. 5: 1-2),
que Abraham y todos los profetas buscaron mientras eran extranjeros
en la Tierra de Canaán.
http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-9/chapter-10-the-inner-voice/ |
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