LA VOZ INTERIOR (Cap. 10: Deuteronomio-Discurso 9-Nuevo Pacto bajo Josué), Dr. Stephen Jones





Deut. 30: 11-14 dice:

11 Porque este mandamiento que yo te ordeno hoy no es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance. 12 No está en el cielo, para que digas: “¿Quién subirá al cielo por nosotros y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos?” 13 Ni está al otro lado del mar, para que digas: “¿Quién cruzará el mar por nosotros y nos lo traerá y nos lo hará oír para que lo cumplamos?” 14 Porque la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas.

Esta es la característica principal del Nuevo Pacto, que es el tema principal de este discurso. Bajo el Nuevo Pacto, Dios hace un juramento de circuncidar los corazones de los israelitas, los extranjeros, y todos los demás, con el fin de hacer que sean obedientes a la Ley. Bajo el Nuevo Pacto, los mandamientos de Dios se convierten en sus promesas, porque revelan lo que Dios mismo tiene la intención de escribir en nuestros corazones.

Por lo tanto, bajo el Nuevo Pacto, Dios esencialmente se ordena a Sí mismo por medio de un juramento a trabajar dentro de los corazones de todos los hombres, para poner todas las cosas bajo los pies de Jesucristo, y que Dios sea todo en todos (1ª Cor. 15: 27-28). Donde el hombre no ha podido cumplir esto por sí mismo, a pesar de que se comprometió a hacerlo con todas las buenas intenciones, Dios ciertamente tendrá éxito cumpliendo su juramento.


El Espíritu Santo mora en el interior


Cuando llegamos al libro de los Hechos, descubrimos la forma precisa en que Dios cumplirá su promesa. El Espíritu Santo fue enviado a nosotros en Hechos 2: 1-4 con el fin de poner las palabras de Dios en nuestras bocas. El Espíritu Santo es la presencia de Dios que mora en nosotros, convirtiendo a cada uno de nosotros en un templo de Dios (1ª Cor. 3: 16). Desde nuestro ser más íntimo, entonces, las palabras de Dios pueden ser escuchadas, cuando Dios habla a través de nosotros, en medio de la oscuridad del mundo.

Moisés revela que el “mandamiento” que nos ha dado Dios mismo es su Palabra, y está muy cerca de ti, en tu boca y en tu corazón. No es necesario enviar un profeta al Cielo o más allá del mar (abismo) para que reciba esta revelación en nuestro nombre. La fuente de la revelación se encuentra dentro de nosotros, y escuchar la voz de Dios es oír esa voz silenciosa hablando constantemente en nuestro ser más íntimo.

Esta es la provisión del Nuevo Pacto. En algún grado fue establecido y revelado por Moisés en su discurso culminante, pero su fuerza principal quedó en suspenso hasta más tarde. Los hombres siempre han tenido la capacidad de escuchar la voz de Dios desde dentro, y por lo tanto el Nuevo Pacto siempre ha estado en vigor. Sin embargo, no se entendió claramente, excepto por unos pocos en cada generación.

Abraham es quizás el mejor ejemplo de la manifestación del Nuevo Pacto, y sabemos que precedió a Moisés por unos pocos siglos. Todos los profetas bíblicos escucharon la voz de Dios también, y no fue necesario que tuvieran que ser llevados al Cielo para recibir la revelación (escuchar la voz de Dios), ni que viajaran grandes distancias para obtenerla. La Palabra estaba dentro de ellos.


La voz (silbo, soplo, susurro) apacible y delicada


A Elías le fue dada esta misma revelación después de huir de la ira de Jezabel. Huyó al Monte Horeb (1º Reyes 19: 8-9) y se sentó en la cueva donde Moisés recibió la primera revelación de la Ley. Allí Dios le reveló el principio del Nuevo Pacto que le había sido revelado también a Moisés, por 1º Reyes 19: 11-12 dice,

11 Él le dijo: “Sal fuera, y ponte en el monte delante de Yahweh”. ¡Y he aquí que Yahweh pasaba! Y un grande y poderoso viento que rompía los montes y quebraba las peñas delante de Yahweh; pero Yahweh no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto, pero Yahweh no estaba en el terremoto. 12 Y tras el terremoto un fuego; pero Yahweh no estaba en el fuego; y tras el fuego un sonido de un soplado suave.

En los días de Moisés descendió Yahweh a la Montaña en un incendio y un terremoto (Éxodo 19: 18). Tal vez un gran viento apareciera también, como un tornado en el monte. Dios habló a la gente de en medio del fuego, pero ni el fuego ni el terremoto fueron la fuente de la revelación de Moisés. Elías también aprendió que el secreto de la revelación llegó como una brisa suave, o, en la NASB traducido un soplo suave.

La KJV traduce una pequeña voz. Las palabras hebreas son:

???????? (demamá), “silencio, quietud, calma (al igual que con el viento), susurro”.
?????? (dak), “pequeño, fino, diminuto (como el polvo)”
???? (kole), “voz, sonido, ruido”

Tal vez Elías fue al Monte Horeb, pensando que había perdido a Dios de alguna manera por la escucha de su revelación interior. Tal vez pensó que si pudiera llegar a Horeb, Dios volvería a hablarle a través del fuego, el terremoto, y el viento, con lo que podría estar seguro de que en realidad era la voz de Dios. Pero Dios le reveló el verdadero secreto para poder escuchar su (Voz) revelación. Si bien puede haber grandes manifestaciones, al final Dios habla a sus profetas con una pequeña voz silenciosa, que susurra la Palabra como una brisa suave (cuando ya han pasado los acontecimientos estridentes).


La Voz audible de Dios


Dios puede hablar en voz audible, también, porque así es como habló a la nación de Israel misma cuando pronunció los Diez Mandamientos (Deut. 4: 36). Pero el deseo de Dios es entrenarnos para escucharle cuando susurra, porque solo entonces se desarrolla nuestra audición. En el curso de audición del día a día, su Ley es escrita en nuestros corazones, y conocemos su voluntad sin tener que recibir una revelación especial para las tareas diarias de la vida.

Cuando Dios habla de manera audible o con fuerza, como un incendio o un terremoto, por lo general es debido a que una persona carece de la capacidad de escuchar la voz interior o carece de la confianza para saber que de hecho ha escuchado a Dios desde dentro. (Traductor: damos fe de esto. El Señor nos mostró que los sueños, las visiones, etc, son el altavoz de Dios para los niños tercos y medio sordos, que aún andan por el desierto del Viejo Pacto). Entonces es cuando la voz viene de una fuente externa, en lugar de interna.

Esta parece ser la característica principal del Antiguo Pacto, ya que este fue el patrón que se observó en el Pacto de Éxodo. La gente misma recibió la revelación de forma audible y externamente cuando Dios habló de en medio del fuego de la Montaña. Del mismo modo, Moisés tuvo que subir al monte para recibir la Ley, a pesar de que en realidad la recibió por revelación interior.

Elías pensó que tenía que viajar lejos también, volviendo a caer en un patrón de Antiguo Pacto de miedo y duda. Por esta razón, necesitaba una nueva revelación del Nuevo Pacto, y Dios le mostró la diferencia. Se enteró de que Dios no estaba necesariamente en manifestaciones externas, sino en la pequeña Voz que siempre le había guiado. De esta manera Dios validó la revelación que lo había llevado al monte Carmelo para el gran enfrentamiento con profetas de Jezabel. (Probablemente quedó confundido después de los sucesos en el Carmelo; al sobrevenirle la persecución de Jezabel pensaría que había oído mal a Dios).


La revelación de Pablo


La misma revelación vino al apóstol Pablo, que, como Elías, fue a Arabia por un tiempo (Gál 1: 17) para aprender acerca del Nuevo Pacto de Dios. Creo que fue al Monte Sinaí en Arabia (Gál. 4: 25) y se sentó en la misma cueva donde Moisés y Elías habían recibido la revelación. Como Elías, Pablo aprendió sobre la pequeña Voz que le guiaría a través del resto de su vida. Sabemos que Pablo aprendió esta lección, porque él cita a Moisés en Rom. 10: 5-9,

5 Porque Moisés describe la justicia que es por la ley, el hombre que practique estas cosas vivirá por ellas. 6 Pero la justicia que es por la fe dice así: “No digas en tu corazón: '¿Quién subirá al cielo?' (esto es, para traer abajo a Cristo), 7 o '¿Quién descenderá al abismo?' (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). 8 Pero ¿qué dice? “Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón”, es decir, esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.

Pablo distingue entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Bajo el Antiguo Pacto, la justicia del hombre se basa en su propia promesa de mantenerla; recibiendo la vida solo si tiene éxito en el cumplimiento de su voto. Pero bajo el Nuevo Pacto un hombre recibe la justificación por la fe por el voto de Dios y lo que Él ha hecho con el envío de Jesucristo. Y así, cuando Pablo cita la Escritura para apoyar su revelación con respecto a este Nuevo Pacto, cita a Moisés; pero no del Éxodo, sino de Deuteronomio. En efecto, Pablo estaba diciendo que Deut. 30: 11-14 es una declaración del Nuevo Pacto. Y, en efecto, a medida que estudiamos los discursos de Moisés, nos encontramos con que este discurso es una revelación del Nuevo Pacto. Es distinto del Primer Pacto dado anteriormente en Éxodo 19 y 20, como el mismo Moisés nos dice en Deut. 29: 1.

Con su propia revelación Pablo interpreta las palabras de Moisés para nosotros: ¿Quién subirá al cielo?”, lo interpreta en el sentido de “esto es, para traer abajo a Cristo. Moisés mismo indicó que significa que nadie tenía que ir al Cielo para traer la Palabra. Dios mismo envió a su Hijo único, que es la Palabra. Pablo dice que Cristo mismo es la Palabra, de acuerdo con Juan 1: 1-3 y 14. No hay conflicto, entonces, entre Moisés y Pablo. Solo hay verdad adicional que aclara las palabras de Moisés.

Del mismo modo, cuando Moisés escribe: ¿Quién descenderá al abismo?” Pablo interpreta que esto significa, “esto es, para subir a Cristo de entre los muertos. Una vez más, se ve a Cristo como la encarnación de la Palabra. Ningún hombre era capaz de levantar a Cristo de entre los muertos. Nadie lo pudo rescatar por su propio poder. Él fue levantado por el Espíritu de Dios. Este mismo Espíritu que levantó a Cristo de entre los muertos, ahora mora en nosotros, porque Pablo nos dice en Rom. 8: 11,

11 Y si el Espíritu de aquel que levantó a Jesús de los muertos mora en vosotros, el que levantó a Cristo de entre los muertos también dará vida a nuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.

Por esta razón, la Palabra está cerca de nosotros, tan cerca como en nuestros corazones. El mismo Espíritu que estaba en Cristo y el que Le levantó de los muertos ahora mora en nuestros propios cuerpos, transformándonos en oráculos vivientes de Dios. Si Jesucristo es la Palabra de Dios en el cuadro grande, nosotros mismos somos las palabras de Dios, porque somos cada uno una parte de su Cuerpo. Y ese mismo Espíritu que mora da la promesa de la vida de resurrección a nuestros cuerpos mortales.


No es difícil


Por esta razón, Moisés profetiza que el mandamiento (Palabra) no es demasiado difícil para ti, ni está fuera de tu alcance. Sería imposible de alcanzar si tuviéramos que depender de nuestra propia capacidad para cumplir el voto del Antiguo Pacto. Pero Dios ha provisto un Nuevo Pacto, por el que Él mismo se compromete a intervenir y hacer que suceda. De este modo se cumple la profecía de Ezequiel 36: 24-27,

24 Porque yo os tomaré de las naciones, os recogeré de todas las tierras, y os traeré a vuestra propia tierra [el “país mejor” que Abraham buscó, Hebreos 11: 16]. 25 Entonces, voy a rociaros con agua pura y quedaréis limpios; Yo os limpiaré de todas vuestras impurezas y de todos vuestros ídolos. 26 Además, voy a daros un corazón nuevo y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y voy a quitaros el corazón de piedra de vuestra carne, y os daré un corazón de carne. 27 Y voy a poner mi espíritu en vosotros y haré que andéis en mis estatutos, y que tengáis cuidado de observar mis ordenanzas.

Dios reveló el Nuevo Pacto a Ezequiel, porque esta promesa no se trata de personas que hacen un voto con la intención de ser obedientes; se trata de la promesa de Dios de hacer que sean obedientes a la Ley al poner su Espíritu dentro de ellos.


Mientras que Dios puede bendecirlos con la tierra física como nación y casas para las personas, la única bendición que puede cumplir con el Nuevo Pacto es heredar el cuerpo glorificado, el “tabernáculo” celestial (2ª Cor. 5: 1-2), que Abraham y todos los profetas buscaron mientras eran extranjeros en la Tierra de Canaán.


http://www.gods-kingdom-ministries.net/teachings/books/deuteronomy-the-second-law-speech-9/chapter-10-the-inner-voice/

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