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EL PRÍNCIPE DE PERSIA - Parte 1, Dr. Stephen E. Jones

 

 

Fecha de publicación: 31/10/2025 
Tiempo estimado de lectura: 7 - 9 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/10/the-prince-of-persia-part-1/


EL PRÍNCIPE DE PERSIA

Dr. Stephen E. Jones  

Parte 1

En el capítulo diez de Daniel, leemos que el profeta ayunó durante veintiún días. No se indica el motivo del ayuno, pero presumiblemente oraba por la liberación de los cautivos de Judá en Babilonia. La fecha se menciona como «el tercer año de Ciro» (Daniel 10: 1), pero sabemos que su suegro, Darío el Medo, gobernó Babilonia durante aproximadamente tres años en lugar de Ciro (Daniel 5: 31), mientras que Ciro continuaba sus conquistas.

Cuando Ciro retomó el poder, Darío regresó a Media. Así, Esdras 1: 1 nos dice que el Edicto de Ciro, que permitía a los cautivos volver a sus tierras, fue decretado «en el primer año de Ciro» (534 a. C.). Este fue, de hecho, el primer año en que Ciro ascendió al trono. Darío gobernó del 537 al 534 a. C. El pueblo de Judá pudo regresar en la primavera del 534 a. C.

 

La batalla en los cielos

La oración de Daniel (con ayuno) debió tener lugar justo antes de que Ciro promulgara su decreto, lo que demuestra la pronta respuesta de Dios a su plegaria. Según el relato, tras 21 días de ayuno, un ángel anónimo se le apareció a Daniel y le comunicó que su oración había sido respondida desde el principio. Sin embargo, el ángel no había podido informar al profeta durante esos 21 días, pues el príncipe de Persia se lo había impedido (Daniel 10: 13). No obstante, este ángel logró abrirse paso entre las líneas enemigas cuando Miguel, uno de los príncipes principales, acudió en su ayuda.

Esto implicaba que se estaba librando una batalla espiritual en los cielos, de la cual, aparentemente, el profeta no tenía conocimiento hasta el momento de la revelación. Cuando se entregó el mensaje, leemos en Daniel 10: 20:

20 Entonces dijo: “¿Comprendéis por qué he venido a vosotros? Pero ahora volveré para luchar contra el príncipe de Persia; así que me voy, y he aquí que el príncipe de Grecia está a punto de venir”.

Esto nos ofrece una visión esclarecedora de acontecimientos espirituales que tienen lugar sin el conocimiento de los hombres en la Tierra (de no ser que haya una previa revelación divina). Se nos dan pocos detalles, pero lo que se nos revela es muy importante, pues constituye la base de nuestra propia revelación, la cual se construye sobre ella.

Estas batallas celestiales estaban directamente relacionadas con la sucesión de imperios bestiales revelada en Daniel 2 y 7. Si existe un «príncipe de Persia»un «príncipe de Grecia», ¿qué hay del príncipe de Babilonia y el príncipe de Roma? Así como Dios tiene arcángeles con llamamientos y poder específicos para luchar como extensiones de su soberanía, también existe un bando maligno opuesto que cuenta con príncipes y (creo) archi príncipes.

Si bien la mayoría de los espíritus malignos son individuos de bajo nivel que ocupan pequeñas porciones de territorio (principalmente poseyendo personas), existen otros que gobiernan ciudades, tribus e incluso algunas iglesias, denominaciones, organizaciones, naciones e imperios. Cada nivel requiere su propio rango para ejercer autoridad bajo el mismo Satanás.

 

Imperios Bestiales y sus Príncipes Gobernantes

Persia era el imperio dominante cuando el ángel visitó a Daniel. El príncipe de Persia fue, por lo tanto, investido de poder (por la Ley de Dios) de la misma manera que Babilonia lo había sido anteriormente. Estos últimos habían recibido poder porque Jerusalén había rechazado la Ley de Dios y la palabra de los profetas, y se había negado a arrepentirse. Por consiguiente, la Ley exigía juicio contra Jerusalén, y Dios le dijo a Jeremías que el Juez había entregado a Judá y Jerusalén (y a otras naciones) en manos de «Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo» (Jeremías 27: 6).

Nabucodonosor, entonces, era la autoridad terrenal que manifestaba la autoridad espiritual del Príncipe de Babilonia. Así como Miguel era el «príncipe» de Daniel (Daniel 10: 21), el Príncipe de Babilonia también era el príncipe que gobernaba e inspiraba al rey Nabucodonosor y a sus sucesores. La mayoría de las personas tienen los llamados «ángeles guardianes», que son «espíritus ministradores, enviados para servir a los que heredarán la salvación» (Hebreos 1: 14). Pero algunos, como Daniel, poseen una mayor autoridad espiritual, definida por ángeles de rango superior, como príncipes y arcángeles.

Decir que Dios y sus ángeles siempre tienen el poder de vencer a Satanás y sus ángeles es una simplificación excesiva. Si bien esto es cierto en teoría, la Ley de Dios (que refleja su naturaleza) muestra que todo pecado debe ser juzgado. Dios usa el juicio para llevar a personas y naciones al arrepentimiento, pero aun así permanecen en cautiverio o esclavitud hasta que se arrepienten. Por ello, Dios se ha limitado a seguir el protocolo establecido en su Ley. Esto significa que la restauración se pospone o retrasa por períodos de tiempo específicos, según el dictamen del Tribunal Divino.

Así pues, Dios expulsó a Adán y Eva del Jardín del Edén para que no comieran del árbol de la vida y se convirtieran en pecadores inmortales. Esto pospuso la liberación de toda la Creación a la gloriosa libertad de los Hijos de Dios (Romanos 8: 19-21). Dios siempre triunfará al final, y la Restauración de Todas las Cosas ciertamente vendrá (Hechos 3: 21), pero sólo después de que los juicios de Dios se hayan cumplido.

 

La naturaleza de la batalla

Daniel 10 describe una guerra abierta entre dos bandos. El pecado fortalece al mal, porque la Ley juzga a los pecadores, y «el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley» (1ª Corintios 15: 56). El pecado da poder a la Ley para entregarlos como esclavos. Sin el pecado, la Ley no tiene autoridad sobre nosotros, ya que su función es juzgar el pecado (la anarquía). Pero cuando Israel y Judá pecaron y se negaron a arrepentirse, la Ley los vendió como esclavos a diversas naciones, como se relata en el libro de Jueces, y posteriormente a Asiria y Babilonia.

La naturaleza de la batalla es, en última instancia, una cuestión de derecho. El vencedor es aquel a quien el Juez justifica; el vencido, aquel a quien el Juez condena. En Daniel 10, esta batalla permaneció indecisa, al parecer, hasta que Daniel se arrepintió en nombre de la nación en Daniel 9: 4-19. Daniel tenía autoridad espiritual sobre Judá y, por lo tanto, estaba en posición de arrepentirse en su nombre.

La oración de arrepentimiento de Daniel tuvo lugar entre el 537 y el 536 a. C., «en el primer año de Darío». Dos años después, al no haber observado ningún cambio en la situación de Judá, reconoció que la nación finalmente había alcanzado los setenta años de cautiverio (Daniel 9: 2). Este cautiverio de setenta años abarcó desde el 604 hasta el 534 a. C. Por lo tanto, buscó comprender el Plan Divino en Daniel 10.

El veredicto de setenta años en el Tribunal Divino (en tiempos de Jeremías) estaba casi concluido. Los dos bandos enfrentados mantenían la misma fuerza hasta que se cumplieran los términos de la sentencia. Sólo entonces podría alcanzarse la victoria de Judá, y entonces llegó la siguiente era de juicios menores. El yugo de hierro de Judá (bajo el dominio de Babilonia) fue quitado y reemplazado por un yugo de madera (bajo el dominio de Persia).

Por supuesto, dos siglos después, en el 332 a. C., la batalla se trasladó de nuevo de Persia a Grecia, cuando Alejandro Magno tomó Jerusalén. De esto podemos deducir que en el 63 a. C. el príncipe de Roma tomó el control de Jerusalén, y así la batalla celestial se trasladó una vez más a un nuevo adversario en la Corte Divina.

 

Revelación personal adicional

En 1988, mientras participaba en la Red de Oración, libré una batalla espiritual contra el Príncipe de Persia. Las revelaciones que conducían a esta batalla comenzaron a fluir ya en marzo de 1986. Durante ese tiempo, aprendí que el verdadero nombre del Príncipe de Persia era Apolión (en griego) y Abadón (en hebreo). Estos nombres se mencionan en Apocalipsis 9: 11.

También se me reveló que el ángel sin nombre de Daniel 10 era Peniel, el ángel con quien Jacob luchó en Génesis 32: 2930. Por lo tanto, nombró ese lugar en particular en honor al ángel. Peniel era el nombre del ángel; Penuel era el lugar (Génesis 32: 31Jueces 8: 81º Reyes 12: 25).

Se necesita un Arcángel para derrocar a un Archi príncipe, pues son de rango comparable, aunque uno provenga de Dios y el otro de Satanás. Además, Peniel es el Arcángel con el llamado y autoridad específicos para derrocar a Apolión/Abadón, el Archi príncipe de Persia.

Aprendimos esto por las malas en una batalla posterior (2001), cuando enviamos a Miguel a atar a Apolión. Pronto descubrimos que nuestros ángeles estaban siendo superados. Habíamos roto el protocolo, y esto le había dado ventaja al enemigo. Tuvimos que comparecer ante el Juez en el Tribunal Divino para arrepentirnos, corregir el error y enmendar el problema. Esto tuvo éxito, pero a partir de ese momento, nuestros enemigos supieron quiénes éramos, porque todos tuvimos que comparecer ante el Juez en la misma sala. Hasta entonces, no sabían quién los estaba combatiendo. Por supuesto, todo salió bien, pero perdimos la ventaja del anonimato. Ese fue el precio que pagamos por nuestro error.

En la segunda parte examinaremos la verdadera naturaleza y llamado del Príncipe de Persia y cómo Peniel actúa como una fuerza contraria a él.


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