La vida natural incluye el asunto del afecto natural. Por lo general, o no nos importan los demás, o los amamos con nuestro afecto natural. Quizás alguien sentía afecto por usted en el pasado, pero ahora ya no muestra ningún interés por usted. Esto no concuerda con nuestra naturaleza cristiana que siempre ama y está dispuesta a ayudar y cuidar de otros; más bien, se halla completamente en la esfera natural. Es posible que amemos a los demás naturalmente o como resultado de buscar vanagloria; o que tengamos celos de otros, que los envidiemos. Este amor y esta envidia pertenecen, ambos, a la vida natural, no se originan en Dios.
Levítico 5: 4 añade: “O si alguien jura a la ligera con sus labios hacer mal o hacer bien, respecto a cualquier asunto por el cual pronuncia un juramento a la ligera, si no se da cuenta, cuando llegue a saberlo, será culpable por una de estas cosas”. Aquí vemos el asunto de hablar a la ligera, de hablar algo delante de Dios de una manera apresurada, descuidada e imprudente. A veces oímos hablar de algo y de inmediato decimos que nos gusta o que no nos gusta, y que haremos esto o aquello al respecto. Hablar de esta manera no sólo indica que no vivimos para Dios, sino que ni siquiera tenemos temor de Dios. ¿Quiénes somos nosotros para expresar con ligereza que algo no nos gusta? Quizá a Dios le guste. Nosotros no somos Dios y, por tanto, debemos tener cuidado de hablar a la ligera. En lugar de expresar nuestra opinión sobre algún asunto, no debemos decir nada y, de ser necesario, debemos presentarle el asunto al Señor, orando y pidiéndole que nos muestre si debemos participar en ello o mantenernos apartados del asunto. Ésta es la actitud apropiada de una persona que teme a Dios.
(Estudio Vida de Levítico, Ofrenda por las Transgresiones, Mensaje 22)
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