La prueba de la espera de José le rompió el corazón. Escucha su patética súplica al copero después de que José le reveló que iba a ser restaurado y puesto en libertad de la cárcel: “Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa…y tampoco he hecho aquí por qué me pusiesen en la cárcel”. (Génesis 40:14-15).
Algunos podrían preguntarse dónde estaba la fe de José. Estaba tan cerca de Dios que podía interpretar sueños y misterios. Dios habló con él, así que ¿por qué no simplemente descansar y confiar en Dios para sacarlo de ahí? ¿Por qué una súplica tan lamentable al copero para hablar de él ante Faraón? ¡Él estaba siendo probado por la Palabra! Puedes leerla, orarla, predicarla, pero hasta que sea probada en ti, no va a producir vida. Algunos de ustedes están siendo severamente probados por la Palabra en este momento. Has visto a Dios contestar muchas oraciones, pero ahora mismo tienes una oración sin respuesta desde hace mucho tiempo. Tu llanto, tu clamor, tus manos levantadas, tu esfuerzo, todo parece no haber sido oído, no hay evidencia de una respuesta en ninguna parte.
Déjame contarte lo que se necesita para vencer en estos últimos días. Debemos permanecer en cada promesa y orar con fe, efectivamente, fervientemente, sin dudar, y luego esperar y descansar, confiando en que el Señor hará lo correcto, en Su tiempo y a Su manera. Pocos cristianos hoy en día esperan con paciencia que Dios obre en Su tiempo. Cuanto más se retrasa, más se enojan algunos. Otros finalmente se dan por vencidos, pensando que Dios no contesta.
Di con Habacuc: “Estaré quieto en el día de la angustia…Aunque la higuera no florezca, ni en las vides haya frutos…y los labrados no den mantenimiento…y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el Dios de mi salvación. Jehová el Señor es mi fortaleza…y en mis alturas me hace andar”. (Habacuc 3: 16-19).
Señor, gracias por tu consolación y esperanza. Concédenos Tu Gracia para esperar Tu tiempo, para estar quietos y gozarnos en ti aunque la higuera no florezca, ni haya frutos en la vid; sabiendo que a Tu hora se cumplirá en nosotros tu Palabra, y Tu, nuestro Rey, enviarás y nos soltarás y nos desatarás por amor de Tu Nombre y para Tu Gloria.
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