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(FFI) ¿QUIÉN ES ÉSTE? (Isaías 63: 1) ¿Final del Sionismo?, Dr. Stephen Jones

 



Número 434Septiembre de 2024

¿Quién es?

Ver en vídeo aquí: https://www.youtube.com/watch?v=XuC7ooh5QJM

Isaías 63: 1 pregunta:

1 ¿Quién es éste que viene de Edom, con vestidos resplandecientes, de Bosra, éste majestuoso en su vestidura, que marcha en la grandeza de su poder?

Muchos comentaristas malinterpretan esta pregunta, así como todo el pasaje, principalmente porque no conocen la historia de Edom y las profecías al respecto, por lo que suponen que es Cristo quien viene de Edom, y no Edom mismo.

La pregunta que se plantea es ¿Quién es éste?”. Se nos pide que cuestionemos la identidad del que viene de Edom. El texto parece dar por sentado que no lo sabemos. Para obtener el contexto más amplio de Isaías 63: 1, debemos volver al capítulo anterior.

Dos ciudades

Isaías 62 describe a la Nueva Jerusalén como una Novia, y cuando comparamos esto con Apocalipsis 21: 2, sabemos que ésta es la Novia de Cristo. Pablo se referiría a la novia como Sara, la ciudad celestial (Gálatas 4: 23).

Por supuesto, esta ciudad contrasta con la Esposa esclava, que representa el Antiguo Pacto y la ciudad terrenal de Jerusalén, que, según dice Pablo, debe ser expulsada junto con sus hijos. Hoy estamos viendo la preparación para la expulsión de Jerusalén en favor de la ciudad celestial.

Isaías 62: 12 dice de la Nueva Jerusalén:

12 Y los llamarán Pueblo Santo, Redimidos de Yahweh. Y a ti te llamarán Ciudad Buscada, no desamparada.

A esto le sigue inmediatamente Isaías 63: 1, citado anteriormente. Es un soliloquio en el que Cristo parece murmurar entre dientes cuando ve a alguien que finge ser Él. ¿Ven a este hombre, vestido gloriosamente, que viene de Edom y de su capital, Bosra?

Isaías 63: 1-3 dice:

¿Quién es éste que viene de Edom, con vestidos de colores resplandecientes, de Bosra?... “Soy yo [no él] el que habla en justicia, poderoso para salvar”. 2 ¿Por qué es rojo tu vestido, y tus vestidos como los del que pisa en el lagar? 3 He pisado yo solo el pisón, y de los pueblos nadie había conmigo. También los pisé en mi furor, y los pisoteé en mi ira, y su sangre salpicó mis vestidos, y manché todas mis vestiduras.

En este pasaje, Jesucristo mira a su rival, que afirma ser el poseedor de la Primogenitura y dueño del mundo, y murmura: “¿Quién es este bromista y por qué se hace pasar por mí?”. El rival de Jesús, de Edom, lleva vestimentas rojas de colores resplandecientes, como si hubiera estado pisando el lagar. Pero Jesús dice que ha pisado las uvas Él solo. Nadie lo había ayudado, por lo que nadie más debería tener esas vestiduras manchadas.

Edom significa “rojo”, por lo que incluso sus gloriosas vestiduras revelan su identidad. No está regresando de una guerra contra Edom; es Edom, que ha derramado la sangre de los santos y ha estado fomentando el derramamiento de sangre en todo el mundo.

En el contexto de Isaías 62, este hombre que viene de Edom representa también a la Jerusalén terrenal. La ciudad celestial se describe en Isaías 62: 12, seguida por el contraste en Isaías 63: 1. La revelación de Isaías también sugiere una conexión entre la ciudad terrenal y Edom. En 1967, los edomitas bajo la bandera del sionismo tomaron el control de Jerusalén.

Jesús se indigna por la afrenta de este hombre. En cada una de las afirmaciones de los versículos anteriores, se debe hacer énfasis cada vez que se utiliza la palabra “yo”, porque Jesús nos está diciendo: Yo hice estoYo hice aquello”. Edom no puede atribuirse el mérito de esto.

El Derecho de Nacimiento de José

El Mandato de Dominio (Gn. 1: 26) y el Mandato de Fecundidad (Fructificación) (Gn. 1: 28) son los dos elementos principales de la Primogenitura. Jacob dividió la responsabilidad de la Primogenitura, dándole a Judá el Dominio (Gn. 49: 10) y a José el Derecho de Filiación (producir hijos que manifiesten el fruto del Espíritu). El hijo de José, Efraín (que significa “doble fecundidad”), representa el Mandato de Fecundidad (Gn. 49: 22).

El Mandato de Dominio fue desgajado de la Primogenitura y dado a Judá hasta que venga Silo (Gn. 49: 10). La Primogenitura misma permaneció con el Mandato de Fecundidad dado a José (1º Crón. 5: 12). Esta Primogenitura fracturada comenzó a recomponerse cuando Cristo vino como “Silo”, el Príncipe de Paz (Isaías 9: 6).

Él vino como Rey para recibir el Mandato de Dominio, y con Él también vino el sumo sacerdocio. Anteriormente, Dios había desgajado el sacerdocio de la Primogenitura, junto con el Mandato de Dominio; pero cuando Cristo vino, Él reclamó ambos una vez más. Debido a que Él era de la tribu de Judá (no de Leví), no era elegible para ser un sumo sacerdote del Orden Aarónico. En cambio, Él provenía del Orden de Melquisedec, que no tenía restricciones genealógicas.

Cuando el rey y el sacerdote se unieron en Cristo a través del Orden de Melquisedec, sólo quedó el Derecho de Nacimiento mismo (Primogenitura misma) (principalmente el Mandato de Fecundidad) para ser reunidos y producir a los hijos de Dios.

La túnica identifica al titular del Derecho de Nacimiento

La Segunda Venida de Cristo está descrita en Apocalipsis 19: 13,

13 Está vestido de un manto teñido en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios.

La sangre en su manto lo identifica como un tipo de José, el poseedor de la Primogenitura, quien en las Escrituras es el único cuyo manto fue teñido en sangre. Leemos esto en Génesis 37: 31:

31 Entonces tomaron la túnica de José, y degollaron un macho cabrío, y mojaron la túnica con la sangre.

Por eso, cuando Cristo viene por segunda vez, su manto lo identifica como el sucesor de José, el heredero de la Primogenitura (1º Crón. 5: 12).

Recordemos que Jacob, el padre de José, le dio el manto multicolor (Gén. 37: 3) para identificarlo como el heredero de la Primogenitura. Cualquier extraño lo habría notado inmediatamente y habría entendido que él era el heredero designado.

Así, en Isaías 63, el énfasis en el manto es significativo. Pensemos en él como el manto de José, que Jesucristo llevaba puesto cuando vio a Edom acercarse con un manto suyo que estaba teñido en sangre. “¿Quién es éste [impostor]?”

Esaú-Edom

El punto es que el que viene de Edom no es Cristo sino un impostor. El que viene de Edom, de hecho, es Esaú-Edom pretendiendo ser el heredero de la Primogenitura.

El derecho de Esaú a la Primogenitura se basaba en el hecho de que él era el hijo primogénito. En segundo lugar, cuando Jacob engañó a su padre para que le diera el Dominio, Esaú tuvo una queja legítima contra Jacob. Génesis 27: 24 nos dice:

24 Entonces [Isaac] le preguntó: «¿Eres tú mi hijo Esaú?» Y [Jacob] le respondió: «Lo soy».

Esta fue una mentira descarada y un caso de identidad robada. Jacob se hizo pasar por Esaú para engañar a su padre y conseguir que le diera la Primogenitura. Más tarde, cuando Esaú llegó y descubrió que Jacob le había robado la Primogenitura, Isaac también reconoció el problema, pues le dijo a Esaú en Génesis 27: 40: Cuando tengas el dominio, quebrarás su yugo de tu cuelloEn otras palabras, llegaría el día en que Jacob tendría que ceder el Mandato de Dominio a Esaú. El Mandato de Dominio era la mitad de la Primogenitura total. En 1948, cuando los británicos se retiraron de Palestina y se izó la bandera israelí, Jacob [La Unión Jack, Gran Bretaña] fue quien le devolvió la Primogenitura a Esaú.

Pocas personas entienden esto, porque, al no conocer la historia, no se dan cuenta de que Edom fue absorbida por el judaísmo en el año 126 aC. Por lo tanto, el judaísmo ha tenido más de un conjunto de profecías que cumplir. El sionismo es el cumplimiento del deseo de Esaú-Edom de recuperar lo que perdió ante Jacob en Génesis 27. El Estado de Israel es en realidad el Estado de Edom y está cumpliendo todas las profecías del fin de los tiempos sobre Edom.

Así como Jacob asumió la identidad de Esaú y ha pretendido ser Esaú, también Esaú ha asumido hoy la identidad de Jacob en 1948 y ha estado pretendiendo ser Jacob. En el primer caso, esto fue posible gracias a la ceguera de Isaac. En 1948, esto fue posible gracias a la ceguera de la Iglesia.

Ley del Primogénito

En algún momento de la historia, Jacob tendría que devolverle la Primogenitura a Esaú para que éste tuviera tiempo de demostrar que no era digno de ella. Otra forma de decirlo es que aquel que tiene la autoridad del Mandato de Dominio debe usar esa autoridad para engendrar a los hijos de Dios y, de ese modo, cumplir con la responsabilidad de la Primogenitura.

Desde 1948, los sionistas de Edom no han cumplido con esta responsabilidad. Pero como han asumido el nombre de Primogenitura de Israel, eso los hace responsables de ser una bendición para todas las naciones y de producir los hijos de Dios. No lo han hecho, y creo que el año 2024 es su fecha límite.

Aun así, Dios es un Juez imparcial y le otorgó a Esaú-Edom su Derecho de Primogenitura. El problema fue que Jacob tomó el asunto en sus propias manos para cumplir la profecía dada antes de que nacieran los gemelos. Pero sólo logró obtener la Primogenitura demasiado pronto. Esaú aún no había demostrado que era indigno.

La Ley que protege a los hijos primogénitos está en Deut. 21: 17,

17 Pero al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de todo lo que tiene; porque él es el principio de su vigor; a él le pertenece el derecho de primogenitura.

Los hijos primogénitos estaban protegidos, pero podían perder su Primogenitura si deshonraban a su padre o cometían algún pecado grave. Esto sucedió con Rubén, quien profanó el lecho de su padre (1º Crónicas 5: 1).

El problema fue que cuando Jacob robó la Primogenitura, Esaú no había tenido tiempo suficiente para demostrar que era indigno. Isaac seguía favoreciéndolo. En otras palabras, la Ley todavía protegía el derecho de Esaú a recibir la Primogenitura, aunque la profecía de Génesis 25: 23 estableciera lo contrario.

Así que Isaac le prometió proféticamente a Esaú que recuperaría el “dominio”. No se dio un plazo para que esto se cumpliera, pero hoy sabemos que eso ocurrió en 1948. A Gran Bretaña se la conoce a menudo como la “Union Jack”, y Jack es la abreviatura de Jacob. Los sionistas representan a Esaú-Edom, a quienes se caracteriza en Mal. 1: 1-4 diciendo: Volveremos a la tierra de Palestina.

El principio del fin

Cuando Gran Bretaña entregó Palestina a los sionistas en 1948, representó que Jacob le devolvió la Primogenitura a Esaú por un período de tiempo. ¿Por cuánto tiempo? En otros estudios, hemos demostrado que la Primogenitura, junto con el nombre de Primogenitura, Israel, le fue otorgada a Esaú por un período de 76 años, de 1948 a 2024 (véase FFI #388).

El 7 de octubre del 2023, Edom (el Estado Israelí) comenzó su declive final hacia la destrucción. Hamás salió de su prisión al aire libre en Gaza y atacó a los israelíes que se encontraban cerca. Pero cuando los israelíes comenzaron a bombardear a los civiles y la infraestructura en Gaza, rápidamente vi que ese era el comienzo de los acontecimientos que llevarían a la destrucción de Jerusalén. Esto está profetizado en Jeremías 19: 10-11.

La Iglesia en su conjunto no verá venir esto, porque ve al Estado Sionista como Israel. Por eso se sorprenderán cuando el país sea destruido. La Iglesia tiene un punto ciego enorme apoyando al sionismo. Por eso también la Iglesia tiende a pensar que el que viene en Isaías 63: 1 es Cristo mismo. ¿Por qué? Porque Esaú ha asumido el manto de José y está tratando de imitarlo o suplantarlo. Pero Jesús lo vio en ese día y preguntó: ¿Quién es éste [impostor]?”

La prensa de vino

El contexto de Isaías 63: 1 muestra a Esaú viniendo de Edom. Entonces, ¿dónde estaba Jesús cuando Esaú se acercó a Él? Las Escrituras no nos dan respuesta a este punto, pero creo que es seguro asumir que Él estaba de pie en las cercanías de Jerusalén.

Observemos que ambos tenían el manto manchado de sangre. Jesús deja claro en Isaías 63: 23 que sólo Él había pisado el lagar. Sólo Él cumple la profecía del manto de José. Esta es, pues, una imagen del futuro, después de que Cristo haya terminado de pisar el lagar. Esaú afirma haberlo hecho, probablemente porque fue el agente que Dios utilizó para destruir Jerusalén.

El lagar profético se explica con mayor detalle en Apocalipsis 14: 17-20,

17 Y del templo que está en el cielo salió otro ángel, que también tenía una hoz afilada. 18 Y salió del altar otro ángel, que tenía poder sobre el fuego, y llamó a gran voz al que tenía la hoz afilada, diciendo: Mete tu hoz afilada, y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras. 19 Entonces el ángel metió su hoz en la tierra, y vendimió los racimos de la tierra, y los echó en el gran lagar de la ira de Dios. 20 Y el lagar fue pisado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre hasta los frenos de los caballos, por una distancia de doscientas millas [es decir, 1.600 estadios]*.

*El número 16 es el número bíblico del amor, y cuando se multiplica por 100 sugiere la plenitud del amor.

 

Juan vio esta escena desde fuera de la ciudad de Jerusalén. Allí es donde Cristo pisará las uvas en el lagar de Dios, tal como lo hizo en el año 586 aC y nuevamente en el año 70 dC.

Una descripción más detallada de esto se encuentra en Isaías 29: 1-6, donde encontramos a Cristo sitiando “Ariel” (Jerusalén). El ejército de extranjeros de Cristo se reúne contra la ciudad. La ciudad es arrasada y destruida por lo que parece ser una explosión nuclearPor supuesto, al profeta le faltaba terminología para describirla, pero de todos modos lo hizo bien. Isaías 29: 6 dice:

6 De parte del Señor de los ejércitos serás castigada con truenos, terremotos y fuerte ruido, con torbellino y tempestad y llama de fuego consumidor.

Jeremías 19: 1011 confirma que Jerusalén será destruida, y añade que ni siquiera será reconstruida. Si combinamos la información de Isaías y Jeremías, vemos que Jerusalén será destruida por una explosión nuclear, y la lluvia radiactiva impedirá que nadie pueda vivir en esa zona durante mucho tiempo.

Las Escrituras no nos dicen quién podría detonar un artefacto nuclear en Jerusalén o sobre Jerusalén. En años anteriores he especulado que podría proceder de Irán o de la base secreta de misiles nucleares en Arabia Saudita, o tal vez de los propios israelíes, quienes podrían verse inducidos a invocar la “Opción Sansón”.

Hoy parece que el candidato más probable es Irán. Irán es Persia, la nación que derrocó a Babilonia, cuyo rey era Ciro, un tipo de Mesías (Isaías 45: 1). Sin duda, Irán desempeñará un papel en el derrocamiento de la Babilonia moderna y de la cabeza de la serpiente en Jerusalén.

Sin embargo, si el gobierno israelí cree que está a punto de ser destruido, puede invocar la Opción Sansón, diciendo: “Si no podemos tener esta tierra, entonces nadie podrá tenerla”. Esto en realidad está profetizado en Isaías 29: 78, donde vemos que los invasores extranjeros (liderados por Cristo) tampoco obtendrán la tierraEl “sueño” de los invasores es recuperar la tierra que los sionistas les robaron en 1948 y 1967. Pero esto es sólo un sueño en el que comen y beben, pero cuando se despiertan, siguen teniendo hambre y sed. En otras palabras, no podrán heredar la tierra. Nadie lo hará. Será demasiado tóxica debido a la lluvia radiactiva.

El año de la venganza y la redención

Isaías 63: 4 dice:

4 Porque el día de la venganza [naqam] está en mi corazón, y mi año de redención ha llegado.

Este “día de la venganza” es el año del Jubileo. Es el año en que culmina el tiempo de la redención con el Jubileo. El versículo anterior es similar a Isaías 61: 2:

2 Para predicar el año favorable del Señor, Y el día de venganza del Dios nuestro; para consolar a todos los enlutados.

El año favorable del Señor parece ser el sinónimo de mi año de redenciónLucas 4: 1920 nos dice que Jesús omitió este versículo en la sinagoga de Nazaret. Su concepto de venganza era erróneo, ya que no veían cómo la venganza se conectaba con el consuelo.

Nacham y Naqam

Nacham significa “consuelo” en sentido positivo, mientras que naqam es la “venganza” del juicio divino. Nacham fue diseñado para absolver al inocente, mientras que naqam juzga a los pecadores, para restaurarlos a un lugar de perdón y honor, generalmente a través del pago de una restitución o, en casos más graves, mediante el trabajo para saldar la deuda (esclavitud).

Un pariente redentor es un consolador, es decir, un nacham, cuya responsabilidad es defender a los miembros de la familia de ser víctimas de un crimen. Si el miembro de la familia era la parte culpable, el pariente redentor no estaba obligado a ponerse del lado de un pecador. Era, ante todo, un siervo de Dios, y esto requería que sirviera a la causa de la justicia, independientemente de los lazos familiares. Su responsabilidad principal era asegurarse de que se hiciera justicia para satisfacer la Ley, redimir al pecador y restaurar los derechos de la víctima.

Mía es la venganza  

Pablo nos dice en Romanos 12: 19,

19 Amados, nunca os venguéis vosotros mismos, sino dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está [en Deut. 32: 35]: "Mía es la venganza, Yo pagaré", dice el Señor.

Pablo citó Deuteronomio 32: 35, donde la palabra hebrea para “venganza” es naqam. La orden de Pablo se dio porque la venganza de los hombres es diferente a la venganza de DiosLos hombres están motivados por el interés propio y sus emociones influyen en sus juicios. Su intención, en la mayoría de los casos, es castigar en lugar de corregir y restaurar. A menudo muestran una lealtad equivocada al ponerse del lado de su propia tribu o de miembros de su familia que han pecado.

Muchos cristianos malinterpretan la admonición de Pablo porque piensan que la “venganza” de Dios es mucho más dolorosa que la venganza del hombre. De hecho, la venganza de Dios tiene como fin restaurar a los pecadores, para que Dios sea todo en todos (1ª Cor. 15: 28). La venganza del hombre suele ser demasiado indulgente para los miembros de la familia y demasiado cruel para los que están fuera de ella.

En otras palabras, el problema es que la venganza del hombre suele carecer del propósito restaurador que es la base de la justicia de Dios. El hombre tiende a ser parcial en sus caminos; Dios es un Juez imparcial. Por eso debemos dejar lugar a la ira de Dios.

El papel del Espíritu Santo, entonces, no es sólo traer consuelo sino también convencer al mundo de pecado (Juan 16: 8). El Espíritu Santo no deja de lado la justicia, sino que la usa para corregir y restaurar a los pecadores. Esta es la única manera legal en que Dios puede cumplir su promesa de salvar al mundo sin ir en contra de su propia naturaleza. Él debe ser fiel a Sí mismo.



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