Publicado el: 28/03/2022
El 7 de marzo de 2022 el Señor le hizo una pregunta a Bradley: “ ¿Debo continuar con Trump? ” Nos dieron 21 días para discernir y llegar a una decisión/conclusión. Esta pregunta era demasiado grande para un solo individuo, por lo que se puso en manos del Consejo de Paz, que se reunió el 19 y 20 de marzo. La respuesta corta es SÍ.
La palabra dada al Consejo de Paz se aclaró el día 17º del ciclo de 21 días, cuando Donald Trump presentó su caso judicial contra Hillary Clinton, el Comité Nacional Demócrata y muchos otros por su papel en la campaña de desprestigio contra Trump en el antesala a las elecciones de 2016. Publiqué esto el mismo día el 24 de marzo:
https://josemariaarmesto.blogspot.com/2022/03/uno-de-los-resultados-de-la-campana-de.html
Por supuesto, Q es la letra 17 del alfabeto, y las publicaciones de Q se destacaron en los últimos años. ¿Coincidencia?
La mayoría de los profetas ven a Trump como una especie de Ciro, pues se centran en sus simpatías sionistas y lo ven como el gran defensor del estado llamado Israel. Mi propia revelación es que Trump es un tipo de Jehú, al que Eliseo ungió para destruir la casa de Acab y Jezabel (2º Reyes 9: 6-10).
Se me dijo en mayo de 1987 que Bill Clinton se convertiría en presidente, y esto ocurrió cuando ganó las elecciones de 1992. Mientras tanto, se me mostró que Bill y Hillary iban a desempeñar el papel de Acab y Jezabel. Esta revelación fundamental me fue dada años antes de que nadie supiera que Bill se convertiría en presidente. Tal vez me fue revelado porque yo vivía en Arkansas cuando Bill todavía era gobernador allí.
Cualquiera que sea el caso, una gran cantidad de profetas recibieron repentinamente la misma revelación tan pronto como Bill Clinton asumió el cargo en enero de 1993. Pero esos profetas no se dieron cuenta del hecho de que el rey Acab, que había usurpado la viña de Nabot (1º Reyes 21: 15), más tarde se humilló ante la reprensión del profeta Elías (1º Reyes 21: 29). Acab en realidad no se arrepintió, porque no devolvió la viña a la familia de Nabot. Si lo hubiera hecho, Israel se habría ahorrado el juicio divino. Sin embargo, porque se humilló, Dios pospuso el juicio por 3 años (1º Reyes 22: 1).
Creo que fue Ron quien fue el primero entre nosotros en discernir que Bill Clinton experimentaría el mismo momento de “humillación” durante su presidencia. Este momento finalmente llegó el 11 de septiembre de 2018, cuando Bill Clinton asistió al desayuno de oración de la Casa Blanca y se humilló a sí mismo tras el asunto de Monica Lewinsky.
https://www.cnn.com/ALLPOLITICS/stories/1998/09/11/reax.whitehouse/
Afirma haberse “arrepentido”, pero, al igual que Acab, no entregó la viña usurpada. La viña es la Casa de Israel (Isaías 5: 7), que, en su caso, es América, no el Estado llamado Israel. América ha estado bajo un pacto con Dios desde sus inicios; el Estado de Israel fue fundado por ateos bajo la carta impía de las Naciones Unidas. Además, Clinton no usurpó el Estado de Israel; usurpó el derecho de Dios a gobernar América, gobernando según su propia voluntad.
Aún así, Bill Clinton sí se humilló a sí mismo, por lo que el juicio divino sobre Estados Unidos se retrasó tres años, hasta el 11 de septiembre de 2001. En esa fecha entramos en guerra, tal como ocurrió con Israel en los días de Acab.
El 11 de septiembre de 2001 terminó efectivamente con la era de Clinton-Acab, porque Acab murió en la batalla con los sirios (1º Reyes 22: 34-35). Clinton no murió, pero su papel de Acab terminó. Esto nos llevó a la era de Jezabel, donde Hillary desempeñaría su papel profético durante los próximos 15 años.
La era de “Jezabel” comenzó el 11 de septiembre de 2001 y terminó cuando Hillary colapsó en las ceremonias de celebración del 15º de la demolición de las Torres Gemelas (11 de septiembre de 2016). Cuando se derrumbó, comprendí que había sido arrojada por la ventana (2º Reyes 9: 33). Entonces supe que ella no ganaría las elecciones de 2016 y que Trump estaba haciendo el papel de Jehú.
De hecho, Trump ganó las elecciones de 2016, y esto terminó efectivamente con la carrera política de Hillary. Jehú mismo tenía fallas, pero aun así “extirpó a Baal de Israel” (2º Reyes 10: 28). Leemos en 2º Reyes 10: 31,
31 Pero Jehú no se cuidó de andar en la ley del Señor, el Dios de Israel, con todo su corazón; no se apartó de los pecados de Jeroboam, el cual hizo pecar a Israel.
Los “pecados de Jeroboam” eran una referencia a los dos becerros de oro que construyó, poniendo uno en Betel (“casa de Dios”) y el otro en la ciudad norteña de Dan (1 Reyes 12:28, 29, 30). De hecho, esos becerros de oro no fueron derribados hasta 2001, cuando se nos ordenó hacerlo. Los becerros de oro finalmente fueron derrotados el 24 de marzo de 2001 y Dios le concedió a Estados Unidos el divorcio de ellos, precisamente 21 años antes de que Trump presentara su caso judicial contra Hillary-Jezabel en 2022.
Por lo tanto, está claro que Trump ahora está terminando la obra que Jehú dejó sin terminar.
Entonces, en respuesta a la pregunta, “ ¿Debo continuar con Trump? La respuesta ahora es clara: SÍ. Así como el Consejo de Paz tuvo 21 días para decidir, también hubo un ciclo de 21 años desde 2001-2022. Recuerde también que 21 estaba asociado con un retraso en Daniel 10: 2, 13. Daniel tuvo que esperar 21 días para recibir la respuesta a su oración, sin darse cuenta de que su oración ya había sido respondida desde el primer día de su ayuno. Así también, peleamos la batalla contra los becerros de oro en 2001 pero tuvimos que esperar 21 años para ver la respuesta.
La presentación judicial de Trump se produjo precisamente después de 21 años. El momento no podría ser más perfecto. Y esto ahora nos dice algo nuevo: que Trump continúa la obra que Jehú dejó sin terminar. Por lo tanto, Dios continúa trabajando con Trump en este asunto. Si el Consejo de Paz hubiera decidido que “NO”, entonces la unción de Jehú y el llamado de Trump habrían terminado y, creo, su caso en la corte fracasaría. Así que ahora sabemos la razón por la que el Consejo de Paz fue llevado a decir SÍ.
Es claro que América ahora ha entrado en una nueva etapa en la historia profética, cuyo propósito es terminar lo que Jehú no pudo hacer.
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