¿DE QUÉ ESPÍRITU SOMOS?
"... El Señor me habló de esta manera con mano fuerte ..." Isaías 8:11.
Cuando el Señor habla no hay escapatoria. Él siempre viene a nosotros utilizando su autoridad y apoderándose de nuestro entendimiento. ¿Has oído directamente la voz de Dios? Si es así, no puedes entender mal la persistencia íntima con la cual te ha hablado. Dios se expresa en el idioma que tú conoces mejor; no por medio de tus oídos, sino a través de tus circunstancias.
Él debe destruir la obstinada confianza en nuestras propias convicciones. Decimos: "Yo sé que esto es lo que debería hacer"; y de repente la voz del Señor nos habla en una forma que nos abruma, revelando la profundidad de nuestra ignorancia. Manifestamos nuestra falta de conocimiento de Él en la manera en que hemos decidido servirle; servimos a un espíritu que no es el suyo, lo herimos por la defensa que presentamos de ÉI y presionamos sus exigencias en el espíritu del diablo. Nuestras palabras suenan bien, pero el espíritu es el de un enemigo. "... los reprendió diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois", Lucas 9:55.
En 1 Corintios 13 se describe el espíritu de nuestro Señor en sus defensores.
¿He estado persiguiendo a Jesús por la determinación impaciente de servirle a mi manera? Si siento que he cumplido con mi deber, pero he lastimado al Señor en el proceso, puedo estar seguro de que ese no era mi deber porque no fomentó un espíritu afable y apacible, sino el espíritu de mi satisfacción personal. ¡Nosotros suponemos que todo lo que sea desagradable no es nuestro deber! ¿Acaso eso se parece en algo al espíritu de nuestro Señor? "... El hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado..." Salmos 40:8.
NOSOTROS A SOLAS CON ÉL
No todo el tiempo Jesús se aparta con nosotros para aclararnos las cosas. Él nos las explica a medida que las podemos entender. Las vidas de otros son un ejemplo, pero Dios nos pide que examinemos nuestras propias almas. Es un trabajo lento, tan lento que Dios se tarda todo el tiempo y aun la eternidad para hacer a un hombre o una mujer conforme a su propósito. La única forma en que podemos ser útiles para Dios es permitiéndole que nos muestre las áreas profundas y ocultas de nuestro carácter. ¡Es sorprendente cuán ignorantes somos con respecto a nuestro ser! Ni siquiera reconocemos nuestra envidia, orgullo o pereza cuando se hacen evidentes delante de nuestros ojos. Pero Jesús nos revela todo lo que hemos guardado en nuestro interior antes de que su gracia comience a obrar. ¿Cuántos de nosotros hemos aprendido a mirarnos interiormente con valentía?
Tenemos que desechar la idea de que nos entendemos a nosotros mismos. Este siempre es el último pedazo de orgullo que se va. Dios es el único que nos entiende. La maldición más grande en nuestra vida espiritual es el orgullo. Si alguna vez hemos tenido una breve visión de lo que somos ante los ojos de Dios, nunca vamos a decir: "¡Oh, soy tan indigno!" Entenderemos que así es, sin necesidad de decirlo. Sin embargo, mientras todavía conservemos alguna duda de que no somos dignos, Dios continuará rodeándonos, apretando el cerco hasta que nos encontremos a solas con Él. Mientras que exista algún elemento de orgullo o vanidad, Jesús no podrá enseñarnos nada. Nos permitirá sufrir el quebrantamiento o la desilusión que sentimos cuando nuestro orgullo intelectual está herido. Él nos revelará numerosas pasiones y deseos desordenados, acerca de los cuales nunca nos imaginamos que tendría que llevarnos a estar a solas con Él. Se nos muestran muchas cosas, a menudo sin resultados. Pero cuando Dios nos hable a solas acerca de ellas, serán claras para nosotros.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano)
NOSOTROS A SOLAS CON ÉL
No todo el tiempo Jesús se aparta con nosotros para aclararnos las cosas. Él nos las explica a medida que las podemos entender. Las vidas de otros son un ejemplo, pero Dios nos pide que examinemos nuestras propias almas. Es un trabajo lento, tan lento que Dios se tarda todo el tiempo y aun la eternidad para hacer a un hombre o una mujer conforme a su propósito. La única forma en que podemos ser útiles para Dios es permitiéndole que nos muestre las áreas profundas y ocultas de nuestro carácter. ¡Es sorprendente cuán ignorantes somos con respecto a nuestro ser! Ni siquiera reconocemos nuestra envidia, orgullo o pereza cuando se hacen evidentes delante de nuestros ojos. Pero Jesús nos revela todo lo que hemos guardado en nuestro interior antes de que su gracia comience a obrar. ¿Cuántos de nosotros hemos aprendido a mirarnos interiormente con valentía?
Tenemos que desechar la idea de que nos entendemos a nosotros mismos. Este siempre es el último pedazo de orgullo que se va. Dios es el único que nos entiende. La maldición más grande en nuestra vida espiritual es el orgullo. Si alguna vez hemos tenido una breve visión de lo que somos ante los ojos de Dios, nunca vamos a decir: "¡Oh, soy tan indigno!" Entenderemos que así es, sin necesidad de decirlo. Sin embargo, mientras todavía conservemos alguna duda de que no somos dignos, Dios continuará rodeándonos, apretando el cerco hasta que nos encontremos a solas con Él. Mientras que exista algún elemento de orgullo o vanidad, Jesús no podrá enseñarnos nada. Nos permitirá sufrir el quebrantamiento o la desilusión que sentimos cuando nuestro orgullo intelectual está herido. Él nos revelará numerosas pasiones y deseos desordenados, acerca de los cuales nunca nos imaginamos que tendría que llevarnos a estar a solas con Él. Se nos muestran muchas cosas, a menudo sin resultados. Pero cuando Dios nos hable a solas acerca de ellas, serán claras para nosotros.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.