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(FFI) LAMENTACIONES DE JEREMÍAS - Parte 6, Dr. Stephen E. Jones (GKM)

 

Número 449                                                 Diciembre de 2025

La revelación de la Yod (Mano)

Lamentaciones 3: 28-30 dice:

28  [י] Que se siente solo y calle, pues Él lo ha impuesto. 29  [י] Que ponga su boca en el polvo, quizá haya esperanza. 30  [י] Que dé la mejilla al heridor, y se llene de afrenta.

Cada versículo comienza con yod, una mano. Las manos se alzan en alabanza a Dios; por lo tanto, Judá, que comienza con yod, significa «alabanza». Las manos alzadas significan rendición, humildad y sumisión, y así es como Jeremías describe su imagen en los versículos anteriores.

La yod es la letra hebrea más pequeña. Representa la humildad.

La primera palabra del versículo 28 es יֵשֵׁב (yeshev), “Que se siente”. El profeta aconseja a los hombres de Jerusalén que se sienten en silencio y en sumisión pasiva ante Dios, sin intentar justificarse ni acusar a Dios de ser injusto al destruir Jerusalén. Deben reconocer que Dios ha impuesto este juicio sobre ellos y sobre su ciudad.

El versículo 29 comienza con יָשִׂים (yasim), “Que ponga / que coloque”. Poner la boca en el polvo es un gesto profundo de humillación, dejar de lado los argumentos, ceder sin resistencia y expresar arrepentimiento y entrega.

El versículo 30 comienza con יִתֵּן (yitten), “Que dé”. En este caso, se trata de aceptar la disciplina como proveniente del Señor, tal como leemos que Jesús hizo esto al aceptar el juicio sobre Sí mismo por el pecado del mundo. Es similar a la escena de Isaías 50: 6.

6 Di mi espalda a los que me herían, y mis mejillas a los que me arrancaban la barba; no cubrí mi rostro de vejámenes ni de esputos.

Los siguientes versículos muestran que el Mesías esperó la vindicación de Dios, en lugar de tratar de reivindicarse a Sí mismo.

 

La Revelación de la Kaf (Palma Abierta)

Lamentaciones 3: 31-33 dice:

31 [כ] Porque el Señor no rechazará para siempre; 32 [כ] pues si aflige, también se compadecerá conforme a su abundante misericordia. 33 [כ] Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres.

La kaf representa una palma abierta que cubre o protege. En este caso, el profeta la usa para representar los límites del juicio divino. En otras palabras, el juicio tiene como propósito corregir y restaurar. Dios no rechaza para siempre, porque todos sus juicios están motivados por su bondad amorosa. Su amor no elimina el juicio, sino que lo limita para que siempre se ajuste al delito (pecado).

Así que en la Ley Divina los azotes están limitados a 40 latigazos (Deut. 25: 3), y toda deuda está limitada por la Ley del Jubileo.

La primera palabra del versículo 31 es כִּי (ki), “Porque”. El rechazo de Dios nunca es permanente. Este versículo es como una bisagra que pasa de la humildad humana a la fidelidad divina.

La Kaf, la "mano ahuecada", insinúa que Dios aún sostiene a su pueblo incluso cuando está siendo juzgado. El juicio no es el final de la historia.

En el versículo 32, las primeras palabras son כִּי אִם (ki im), “Aunque… sin embargo”. El profeta dice: Aunque Él causa dolor, también tendrá compasión. Tanto el dolor como la compasión provienen del mismo Dios. Es el juicio misericordioso que proviene de la mano (kaf) que juzga y sana. La abundancia de misericordia nos recuerda que la misericordia triunfa sobre el juicio (Santiago 2: 13).

La palabra griega para "triunfo" significa "jactarse, exultar, prevalecer sobre alguien o algo". Significa vencer decisivamente a un oponente. Representa a un campeón que se alza sobre un contrincante derrotado. En un tribunal, indica la revocación de un veredicto. La misericordia prevalece.

Por lo tanto, el Arca del Pacto contenía las tablas de la Ley (Éxodo 40: 20), pero estaban debajo del propiciatorio. Este ocupaba una posición más alta y exaltada.

Tanto Santiago como Jeremías presentan el juicio y la compasión como competidores legítimos, donde la compasión y la bondad emergen victoriosas. Jeremías usa la kaf para representar la protección del amor de Dios, que previene la destrucción total. Aunque Dios juzga a los pecadores, su amor triunfa al final.

 

La revelación de la Lamed (Aguijón de buey)

Lamentaciones 3: 34-36 dice:

34 [ ל ] Aplastar bajo sus pies a todos los prisioneros de la tierra, 35 [ ל ] Privar al hombre de su derecho en presencia del Altísimo, 36 [ ל ] Defraudar al hombre en su pleito; estas cosas no las aprueba el Señor.

La Lamed es literalmente una aguijada de buey, símbolo de autoridad que se usa para guiar o instruir al buey en el camino que debe seguir. Es la letra de la instrucción, y este versículo condena la tergiversación de la justicia que Dios enseñó a Israel a mantener.

El versículo 34 comienza con לְדַכֵּא (ledakke'), “aplastar, someter, pisotear”. La palabra describe abuso físico. Esto describe un poder abusivo, como el que se vio en el trato que Babilonia dio a Jerusalén. Dios no aprueba la crueldad. Todo juicio debe ser proporcional al delito. El versículo muestra la distinción entre la disciplina divina y la crueldad humana (que es anarquía). Debido a que Babilonia impuso un juicio excesivo sobre el pueblo, Dios posteriormente la juzgó.

Lamentaciones 3: 35 comienza con לְהַטּוֹת (lehatot), “desviar, pervertir, desviar”. Esta palabra describe la corrupción legal. Incluso cuando los jueces de Babilonia “desvían” los casos legales, Dios ve y juzgará. La frase en presencia del Altísimo es significativa: creen que pueden actuar con impunidad, sin darse cuenta de que la autoridad conlleva la misma responsabilidad ante Dios.

Lamentaciones 3: 36 comienza con לְעַוֵּת (le'awwet), “subvertir, perjudicar, torcer, distorsionar”. Esta palabra describe la perversión moral. Es la más amplia de las tres, abarcando la corrupción judicial, la opresión administrativa, la negación de derechos, la distorsión de la verdad y el silenciamiento de los débiles.

Dios no tolera ni acepta tal injusticia. Tampoco la pasará por alto cuando llegue el momento de Babilonia.

 

La revelación de la Mem (Agua)

Lamentaciones 3: 37 dice:

37 [ מ ] ¿Quién habla y sucede, a menos que el Señor lo haya ordenado? 38 [ מ ] ¿Acaso de la boca del Altísimo no salen tanto el bien como el mal? 39 [ מ ] ¿Por qué debería cualquier mortal [adam chai, “hombre vivo”], o cualquier hombre, quejarse en vista de sus pecados?

Estos versículos parten de la sección anterior sobre la injusticia y se adentran en el misterio de la soberanía de Dios, la responsabilidad humana y la lógica moral del sufrimiento. Aquí se nos plantean tres preguntas retóricas con respuestas obvias.

Cada versículo comienza con la letra hebrea מ (mem), una letra asociada con las aguas (su nombre se relaciona con mayim, “agua”), el flujo, el movimiento, el origen y las profundidades ocultas. Se nos invita (como Jesús le dijo a Simón Pedro en Lucas 5: 4): Rema mar adentro y echad vuestras redes para pescar. La sección mem se sumerge en las aguas profundas de los designios soberanos de Dios.

La primera palabra del versículo 37 es מִי־זֶה (mi zeh): “¿Quién es éste…?”. Dios es soberano. Los poderes humanos no controlan la historia. Babilonia tampoco actúa independientemente, y el sufrimiento no es accidental. Se invita al que sufre a dejar de intentar limitar la soberanía de Dios imponiendo el libre albedrío del hombre. Además, a dejar de interpretar los acontecimientos históricos como si fueran aleatorios.

Las primeras palabras del versículo 38 son מִפִּי עֶלְיוֹן (mippi Elyon), “De la boca del Altísimo”. Esta es una de las declaraciones más contundentes de las Escrituras sobre el gobierno total de Dios: Tanto la bendición como la adversidad están bajo su permiso. Él gobierna los eventos de juicio y calamidad.

Estamos llamados a reconocer el propósito divino detrás de los acontecimientos, ya sean buenos o malos. Jeremías se hace eco de otras declaraciones claras de las Escrituras:

Job 2: 10 —¿Aceptaremos de Dios el bien, y no aceptaremos el mal?”

Amós 3: 6 — Si ocurre una calamidad en una ciudad, ¿no lo ha hecho el Señor?

Isaías 45: 67 — Yo soy el Señor, y no hay otro, el que forma la luz y crea las tinieblas, el que causa el bienestar y crea la calamidad [ra, “mal”]. Yo soy el Señor, el que hace todo esto”.

La cuestión no es culpar a Dios, sino reconocer que nada escapa a su control. El caos no tiene control. Los acontecimientos históricos no tienen nada de aleatorios.

Aquí, Mem revela las profundidades del agua al comprender la soberanía de Dios. Estas son las profundidades de Dios que relativamente pocas personas comprenden.

Las primeras palabras del versículo 39 son מַה־יִּתְאוֹנֵן (mah yit'onen): "¿Por qué debería quejarse/murmurar?". Significa: ¿por qué debería alguien quejarse cuando es castigado por sus pecados? Si Dios es soberano y su disciplina tiene un propósito, entonces la respuesta humana correcta no es la queja, sino el arrepentimiento. En lugar de intentar que Dios cambie de opinión, somos nosotros quienes necesitamos un cambio de actitud.

La pregunta se dirige a adam chai, «hombre viviente». Si aún vives y aún respiras, tienes espacio para arrepentirte y volver. Es por la sangre de Jesús y el lavamiento de la Palabra que somos limpiados de todo pecado.

El agua (mem) fluye entonces de esta manera:

Versículo 37: ¿Quién puede hablar aparte de un Dios soberano?

Versículo 38: De Dios provienen tanto el bien como la calamidad, porque Dios gobierna tanto la bendición como el juicio.

Versículo 39: ¿Por qué quejarse? La respuesta correcta es la humildad, no la queja.

Estos versículos nos llevan de la soberanía de Dios a la respuesta del hombre (arrepentimiento) en la siguiente sección.

 

La Nun (Enjambre de Peces, Vida) Revelación

En las aguas profundas hay bancos de peces. La Iglesia Primitiva usaba el pez como símbolo del creyente. La palabra griega es Ichthus, acrónimo de Jesucristo, Dios y Salvador. Jesús les dijo a sus discípulos que les enseñaría a ser «pescadores de hombres» (Mateo 4: 19). Por lo tanto, quienes eran bautizados en agua para la remisión de los pecados eran representados como un banco de peces rebosante de vida.

Lamentaciones 3: 40-42 dice:

40 ( נ ) Examinemos y sondeemos nuestros caminos, y volvámonos [venashuvah, de la raíz shuv] al Señor. 41 ( נ ) Levantemos nuestro corazón en nuestras manos hacia Dios en el cielo. 42 ( נ ) Hemos transgredido y nos hemos rebelado, Tú no has perdonado.

La primera palabra del versículo 40 es נַחְפְּשָׂה (nachpsah), “Exploremos”. Se nos exhorta a profundizar. “Volver” ( shuv ) al Señor es arrepentirse. Jeremías usa esta palabra con frecuencia, como en Jeremías 3: 22.

22 ¡Regresad  [shuv], hijos infieles! Yo sanaré vuestra infidelidad. Venimos a Ti, porque tú eres el Señor, nuestro Dios.

En Jeremías 18: 11 el profeta hace un llamamiento a Jerusalén para que se arrepienta en vista de su rebelión contra Dios, diciendo: Volveos cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestros caminos y vuestras obras.

Jeremías 35: 15 dice: Volveos ahora cada uno de vuestro mal camino, y enmendad vuestras obras.

En los últimos años, el sionismo ha interpretado este concepto como una reubicación física en la tierra de origen. Pero los profetas hablaban de regresar a Dios en arrepentimiento. Cualquier pecador puede reubicarse en otro país si tiene los medios para hacerlo, pero esto no contribuye en nada a cambiar su corazón ni a abordar la rebelión original que causó la dispersión.

Por lo tanto, su perspectiva del Antiguo Pacto es la base del sionismo moderno, mientras que nuestra perspectiva del Nuevo Pacto exige arrepentimiento y conversión a DiosHebreos 12: 23-28 dice que quienes creen en Cristo ya no deben congregarse en torno a Él en el monte Sinaí (que también es la Jerusalén terrenal Gálatas 4: 25). En cambio, nos congregamos en torno a Cristo simbólicamente en un nuevo monte: el monte Sión, o Hermón, donde Jesús se transfiguró y fue declarado el «Hijo amado».

Nadie puede unirse a Jesucristo sin arrepentimiento, un cambio de actitud y de corazón. Estas personas arrepentidas, entonces, se unen al banco de peces (por así decirlo), rebosantes de vida de resurrección. Así leemos en Hechos 11: 18:

18 … De manera que también a los gentiles Dios ha concedido el arrepentimiento que conduce a la vida.

Cada nación tiene su propia cultura peculiar, que difiere de la cultura del Reino, establecida por las Leyes de Dios. Por lo tanto, cada uno debe profundizar y descubrir cualquier discrepancia y arrepentirse (cambiar su forma de pensar) sobre el bien y el mal.

La primera palabra del versículo 41 es נִשָּׂא (nissā'), “Elevemos”. La raíz es nasa, “elevar”. Así se nombró la Agencia Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA). Sugiere el “despegue” de naves espaciales.

El profeta les dice a los rebeldes que se arrepientan elevando el corazón en las manos. Los gestos son insuficientes, y afirmar elevar el corazón sin un cambio correspondiente en la acción («manos») es hipócrita [Traductor: Según mi revelación personal, levantar las manos a Dios sin un corazón arrepentido (el corazón en las manos), es hipocresía, porque es una falsa adoración].

La primera palabra del versículo 42 es נַחְנוּ (nachnu), “Nosotros”. Es una confesión de pasha (rebelión voluntaria) y marah (desafío obstinado). Esta confesión es el resultado de descubrir el problema en el corazón, sin culpar a Babilonia ni a otras circunstancias. Es asumir plenamente la culpa.

Y entonces leemos la dolorosa confesión final: «No has perdonado». Esto no significa que Dios no esté dispuesto a perdonar. Significa que el juicio aún no ha concluido y que la misericordia aún no se ha implementado. Durante el exilio, el pueblo necesitó el apoyo divino, representado por la letra Samekh.

 

La Revelación de la Samech (Soporte)

Lamentaciones 3: 43-45 dice:

43 [ס] Te cubriste de ira y nos perseguiste; mataste y no perdonaste. 44 [ס] Te cubriste de nube, de modo que no pasa ninguna oración. 45 [ס] Nos hiciste como escoria y desecho en medio de los pueblos.

La primera palabra del versículo 43 es סַכּוֹתָה (sakkotah), «Has cubierto/encerrado/cercado». La letra samech, que normalmente sugiere protección, expresa aquí la sensación de estar cercado por el juicio. La ira de Dios lo envuelve como un manto, haciéndolo inaccesible. Su ira rodea al pueblo.

Esto revierte la imagen del Salmo, donde Dios cubre a su pueblo de compasión (Salmo 91: 4). Aquí se cubre de ira. Además, su juicio se describe como una persecución, como un cazador que persigue a su presa. No se muestra compasión: las maldiciones del Pacto de la Ley en Deuteronomio 28 están plenamente vigentes.

Deuteronomio 28: 6465 dice:

64 Además, el Señor te esparcirá entre todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo de la tierra; y allí servirás a otros dioses, a la madera y a la piedra, que ni tú ni tus padres conocisteis. 65 Entre esas naciones no encontrarás reposo, ni habrá lugar de reposo para la planta de tu pie; sino que allí el Señor te dará un corazón tembloroso, desfallecimiento de ojos y desesperación de alma.

Las primeras palabras del versículo 44 son סַכּוֹתָה לְךָ עָנָן (sakkotah lekha 'anan), “Te has cubierto con una nube”.

En los días de Moisés, cuando Dios descendió al monte, se cubrió con una nube (Éxodo 19: 16). Esta nube sirvió como un velo que ocultaba la gloria de Dios, porque el pueblo tenía demasiado miedo para contemplarla.

Esta escena se recreó más tarde, cuando el rostro de Moisés fue glorificado tras estar en la presencia de Dios durante 40 días. El pueblo tenía miedo de mirarlo, así que se cubrió el rostro con un velo (Éxodo 34: 3033).

Pablo comentó sobre esto en 2ª Corintios 3: 12-18, donde se nos dice que el velo sobre el rostro de Moisés no le impedía ver; más bien, ocultaba la gloria de Dios en su rostro. Dice que el velo es el Antiguo Pacto (2ª Corintios 3: 14), que oculta la gloria de Dios a quienes permanecen bajo ese pacto.

Por lo tanto, cuando el profeta dijo que Dios se había cubierto con una nube, entendemos que su gloria permanecería oculta aunque oraran por ella y que sería revelada sólo cuando la sentencia fuese concluida.

Las primeras palabras del versículo 45 son סְחִי וּמָאוֹס (sechi uma'os) , “inmundicia y escoria”. Israel es visto como escoria entre las naciones. Su estatus ha decaído, pasando de ser pueblo santo (Deut. 7: 6) a ser “escoria”. La frase en Lamentaciones 3: 45, “en medio de los pueblos”, enfatiza la vergüenza pública. Las naciones se burlan de lo que una vez fue santo.

Esto cumple las advertencias del Pacto. Deuteronomio 28: 37 dice:

37 Y serás motivo de horror, de refrán y de burla entre todos los pueblos a los cuales te llevará el Señor.

Isaías 52: 5 dice prácticamente lo mismo:

5 «Ahora pues, ¿qué tengo aquí —declara el Señor—, ya ​​que mi pueblo ha sido llevado sin causa?» Otra vez declara el Señor: «Los que gobiernan sobre ellos aúllan, y mi nombre es blasfemado continuamente todo el día».

Jeremías 26: 6 habla de Jerusalén, diciendo:

6 entonces pondré esta casa como Silo, y esta ciudad la pondré por maldición para todas las naciones de la tierra.

Se suponía que el pueblo de Israel sería una bendición para todas las naciones (Génesis 12: 3), pero en cambio su rebelión contra Dios los convirtió en una maldición para todas las naciones de la tierra.

La letra samech simboliza el recinto protector, aquí en sentido negativo: el pueblo está rodeado por la ira de Dios y la vergüenza del exilio. La maldición de la ley, por supuesto, se elimina mediante el Nuevo Pacto por la obra de su Mediador, Jesucristo. Se requiere arrepentimiento.

Los tres versículos (43-45) de la sección de Samech nos presentan tres aspectos de apoyo, o mejor dicho, de la falta de apoyo. El versículo 43 dice que el pueblo (o nación) estaba cubierto por la ira. El versículo 44 dice que Dios estaba cubierto por una nube impenetrable incluso para la oración una vez emitido el veredicto divino. El versículo 45 dice que la antigua nación santa debía ser considerada como basura inmunda, como las entrañas de un animal descuartizado.

Esta sección es uno de los puntos emocionalmente más bajos del capítulo 3. Sin embargo, prepara el terreno para la siguiente sección (ע Ayin), donde el lamento pasa de la ira divina a la persecución humana, una ampliación de la perspectiva que finalmente conduce de nuevo hacia la esperanza.





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