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ECLESIATÉS - Parte 2: EL PRÓLOGO DEL PREDICADOR, Dr. Stephen Jones (GKM)

 


Fecha de publicación: 18/12/2025
Tiempo estimado de lectura: 7 - 9 minutos
Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2025/12/ecclesiastes-part-2-the-preachers-prologue/



Eclesiastés 1: 1-11 presenta a Koheleth como un filósofo (maestro de sabiduría) que habla con autoridad salomónica y declara que todo esfuerzo humano es hevel: real pero efímero. Al observar la rotación generacional, los ciclos naturales, el agotamiento sensorial y la pérdida de memoria, expone la ausencia de beneficios duraderos «bajo el sol». El pasaje no niega a Dios ni el valor de una vida plena, sino que insiste en que nada en el esfuerzo humano asegura la permanencia. Prepara al lector para una indagación sostenida sobre cómo vivir con sabiduría considerando su tiempo limitado en la Tierra.

Eclesiastés 1: 1 comienza el Prólogo,

1 Palabras del predicador [koheleth], hijo de David, rey en Jerusalén

Koheleth es el predicador, quien convoca al pueblo a reunirse para escuchar una palabra. Invoca la autoridad salomónica como «Hijo de David, rey en Jerusalén», pero probablemente no se trata del propio Salomón, sino de un descendiente posterior del rey David, quien se inspiró en la sabiduría de Salomón. Koheleth no habla como un vidente que escucha la Palabra de Dios directamente, sino como alguien que ha vivido, observado y puesto a prueba principios sabios en la vida real.

Eclesiastés 1: 2 da su tesis principal:

2 «Vanidad de vanidades», dice el Predicador, «¡Vanidad de vanidades! Todo es vanidad».

Hoy en día, una persona vanidosa es alguien orgulloso o egocéntrico, pero la "vanidad" bíblica se relaciona con la fugacidad de los años temporales que el hombre mortal pasa "bajo el sol". Todo lo que el hombre busca es real, pero al final todo es fugaz, elusivo e incontrolable. Este versículo funciona como un titular que abarca todo el libro.

 

Planteando la cuestión filosófica central

Eclesiastés 1: 34 afirma la pregunta central:

3 ¿Qué provecho [yitron, “ganancia, excedente, ganancia duradera”] tiene el hombre de todo el trabajo que hace bajo el sol? 4 Generación [dor, “Edad, revolución del tiempo”] va y generación [dor] viene, pero la tierra permanece para siempre [olam, “indefinidamente, un período oculto/desconocido”].

Aquí Koheleth plantea una pregunta comercial aplicada a la existencia: Después de todo el esfuerzo, ¿qué queda que la muerte no pueda borrar? Esta pregunta impulsa toda la investigación. El apóstol Pablo, con una sólida formación en filosofía, aceptó el reto en Colosenses 3: 1-3.

1 Por tanto, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. 2 Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra [es decir, debajo del sol]3 Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida [escondida, el mismo significado de olam ] con Cristo en Dios.

 

La filosofía (sabiduría) de Pablo

Pablo dice que el viejo hombre carnal, mortal y atado a la corrupción terrenal desde el pecado de Adán, está muerto, habiendo sido crucificado con Cristo. Por lo tanto, debemos buscar las cosas celestiales para obtener un beneficio verdadero y duradero. Pablo escribe de nuevo en 2ª Corintios 4: 18:

18 no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.

Pablo equiparó al “viejo hombre” con las cosas que se ven. Y al “nuevo hombre” con las cosas que no se ven. Por esta razón, escribió en 2ª Corintios 5: 16:

16 De manera que de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y si a Cristo conocimos según la carne, ya no le conocemos así.

Nuevamente, Pablo escribió en 1ª Timoteo 6: 17-19:

17 A los ricos de este siglo enséñales que no sean vanidosos, ni pongan la esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, que nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos. 18 Enséñales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, generosos y dispuestos a compartir; 19 atesorando para sí un buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la verdadera vida.

 

La filosofía (sabiduría) de Jesús

Jesús también afirmó esto en Mateo 6: 19-21,

19 No os acumuléis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan. 20 Sino acumulad tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. 21 Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.

Jesús advirtió que acumular riquezas en la Tierra es inútil y espiritualmente peligroso, porque ata el corazón a lo que la decadencia y la muerte inevitablemente le quitarán, mientras que el verdadero tesoro se encuentra en confiar en Dios e invertir en lo que es eterno.

El problema no es la riqueza, sino la confianza. La riqueza no es confiable porque no puede asegurar la permanencia; la muerte hace inútil la acumulación. No es que el trabajo y la riqueza terrenal carezcan de valor, sino que deben convertirse en moneda celestial como una reserva de verdadero valor que trasciende la mortalidad. Así leemos en Proverbios 23: 23:

23 Compra la verdad, y no la vendas; adquiere sabiduría, instrucción y entendimiento.

 

La filosofía (sabiduría) de Shakespeare

Incluso Shakespeare se inspiró en las preguntas planteadas en el Eclesiastés. Escribió en su obra Como gustéis, Acto II, Escena VII,

El mundo entero es un escenario y todos los hombres y mujeres son meros actores. Tienen sus salidas y sus entradas, y un hombre, en su tiempo, interpreta muchos papeles...

La ironía es que los humanos son actores temporales en la Tierra y que el escenario en sí dura más que los actores.

Es evidente que la filosofía del Nuevo Testamento, que expone la sabiduría divina, puede considerarse un comentario sobre el libro de Eclesiastés. Presenta una visión pesimista de las riquezas y los valores terrenales, pero una visión muy optimista de las riquezas celestiales.

 

Ciclos sin progreso

Eclesiastés 1: 5–7 dice:

5 También, el sol sale y se pone; y, apresurándose al lugar del que salió, vuelve a levantarse. 6 El viento sopla hacia el sur, luego girando hacia el norte, el viento continúa girando, y en sus cursos circulares el viento regresa. 7 Todos los ríos desembocan en el mar, pero el mar no se llena. Al lugar donde desembocan los ríos, allí desembocan de nuevo.

El sol, el viento y los ríos muestran movimiento sin acumulación y actividad sin resolución. El Predicador sugiere que las cosas terrenales (es decir, las naturales) no avanzan hacia una meta significativa, sino que se repiten incesantemente sin progreso aparente. Lo mismo ocurre con el hombre que se fija en los valores terrenales.

 

El cansancio humano

Eclesiastés 1: 8 dice:

8 Todas las cosas son fatigosas; el hombre no puede explicarlas. El ojo no se sacia de ver, ni el oído de oír.

Se invocan tres sentidos: el habla (palabras), la vista y el oído. A pesar de la estimulación constante, el deseo nunca se satisface y la curiosidad nunca se completa. La experiencia humana produce fatiga, no plenitud. La búsqueda del dinero y el placer nunca trae satisfacción. Los hombres siempre desean más de lo que tienen.

 

La ilusión de la novedad

Eclesiastés 1: 9–10 continúa,

9 Lo que fue, eso será, y lo que se hizo, eso se hará. Así que no hay nada nuevo bajo el sol. 10 ¿Hay algo de lo que se pueda decir: «Miren esto, es nuevo»? Ya ha existido desde tiempos inmemoriales.

Koheleth no niega nuevas formas, sino nuevas esencias. La tecnología cambia, pero los patrones no. Las esperanzas humanas se repiten y los fracasos recurren. Lo que parece inédito suele ser un precedente olvidado. Las cosas nuevas son sólo descubrimientos que ya estaban integrados en la naturaleza, esperando ser descubiertos. Dios inventa; el hombre descubre.

Nikola Tesla, uno de los científicos más destacados de todos los tiempos, insistió repetidamente en que no era un "inventor" en el sentido moderno y creativo, sino un descubridor de principios ya existentes en la naturaleza. Creía que los seres humanos no crean cosas fundamentalmente nuevas; descubren y aplican leyes ya existentes.

 

Recuerdos que se desvanecen

Eclesiastés 1: 11 dice:

11 No hay memoria de las cosas pasadas, ni tampoco de las que han de venir; ni habrá memoria de ellas entre los que vendrán después.

El significado ligado al recuerdo es frágil; la memoria misma es hevel, «vanidad». Incluso la grandeza se desvanece. Sus nombres, logros, sus vidas, todo queda olvidado en libros de historia polvorientos que pocas generaciones posteriores leen. Eclesiastés 2: 16 habla de aquellos «bajo el sol», diciendo:

16 Porque no hay recuerdo perdurable del sabio como del necio, pues en los días venideros todo será olvidado. ¡Y cómo mueren tanto el sabio como el necio!

Sin embargo, el Salmo 112: 6 dice: Los justos serán recordados para siempreProverbios 10: 7 dice: La memoria de los justos será benditaMalaquías 3: 16 dice:

16 Entonces los que temían a Yahweh hablaron cada uno a su compañero; y Yahweh escuchó y oyó, y fue escrito libro de memoria delante de Él para los que temen a Yahweh, y para los que estiman su nombre.

El NT afirma que el recuerdo de Dios prevalece sobre el olvido humano. La Escritura distingue entre el recuerdo humano, que se desvanece, y el recuerdo divino, que es permanente. Los justos pueden ser olvidados en la Tierra, pero Dios nunca los olvida.

Este es el prólogo del libro de Eclesiastés. La mortalidad y la corrupción limitan a plazos temporales los valores terrenales y la riqueza. Tal pesimismo, en última instancia, tiene sus raíces en el pecado original de Adán. Afortunadamente, los profetas han señalado un nuevo camino, una nueva forma de vida que nos da esperanza. Es la manera de trascender y superar el peso de la gravedad terrenal que nos ata a las cosas temporales y a los valores efímeros.


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