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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2024/09/the-meat-of-the-word-part-6/
Los tipos y las sombras se dan para desafiar a los hombres y mujeres a orar por una mayor comprensión y para prepararlos para lo que es real. Los tipos, entonces, son sólo pronósticos y carecen de la capacidad para realizar la tarea del antitipo. De esta manera, los tipos son como señales de cosas que aún están por venir. Las señales tienen valor, pero no están destinadas a ser un sustituto de aquello que señalan.
Cuando los maestros de la Biblia se abstienen de estudiar el Antiguo Testamento, especialmente la Ley, no logran captar el significado profético de los tipos y sombras que revela esa Ley. Peor aún, muchos terminan pensando que los tipos son en verdad lo real, y por eso enseñan a sus estudiantes que los tipos son el fin del asunto.
Los maestros del Antiguo Pacto, tanto en el judaísmo como en el cristianismo, inevitablemente presentan los sacrificios de animales como el ideal que Dios ha ordenado. En ambos casos, puesto que los sacrificios fueron abolidos hace muchos siglos, miran hacia el futuro, al día en que serán restaurados como fundamento de su sistema religioso de adoración. Para los judíos, esto es comprensible, dado el hecho de que han rechazado el gran Antitipo. Pero para los cristianos, que han aceptado el libro de Hebreos como parte de las Escrituras, esto es inexcusable. Tales cristianos necesitan volver a la Leche de la Palabra para poder digerir la Carne.
Los sacrificios de animales son meros tipos
Hebreos 10 explica cómo se ofrecían sacrificios dos veces al día, porque nunca pueden perfeccionar a nadie.
2 De otra manera, ¿no habrían dejado de ofrecerse, porque los adoradores, una vez purificados, ya no tendrían conciencia de pecado?
El autor cita luego el Salmo 40: 6-8:
6 Sacrificio y ofrenda no te agradan, has abierto mis oídos; holocausto y expiación no has demandado. 7 Entonces dije: “He aquí, Yo vengo; en el rollo del libro está escrito de Mí: 8 'El hacer tu voluntad, oh Dios, me ha agradado; tu ley está en medio de mi corazón'”.
El autor de Hebreos cambia “has abierto los oídos” por “me has preparado un cuerpo”. La nota del Dr. Bullinger sobre el Salmo 40: 6 lo explica de esta manera:
“Hebreos 10: 5 no es una cita de este versículo. Es lo que el Mesías ‘dijo’ cuando vino al mundo para realizar lo que profetiza el Salmo 40, cuando se encarnó y pudo decir ‘he venido’. Él debía cambiar la palabra ‘oídos’ por la palabra ‘cuerpo’ en el que esa obediencia debía cumplirse, y tenía derecho a cambiar las palabras y así adoptarlas”.
Así leemos en Hebreos 10: 9-10,
9 Luego dijo: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”. Quita lo primero para establecer lo segundo. 10 En esta voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
También debemos notar la declaración del Nuevo Pacto de David: “Tu ley está dentro de mi corazón”, algo que el profeta reafirmó en Jeremías 31: 33: “Pondré mi ley dentro de ellos, y sobre su corazón la escribiré”.
El siguiente versículo, Salmo 40: 9, no recibe ningún comentario en Hebreos 10, pero forma el contexto:
9 He proclamado buenas nuevas [basar, “el evangelio”] de justicia en la gran congregación [kahal, “iglesia”]; he aquí, no refrenaré mis labios, oh Señor, tú lo sabes.
Este es el evangelio según el rey David. Es el mismo basar (“buenas noticias”) de Isaías 61: 1, que Jesús vino a proclamar en Lucas 4: 18, donde la palabra se traduce como “evangelio”. ¿Qué evangelio es este? David dice que es el evangelio —buenas noticias— de que Dios no requiere sacrificios de animales. Era necesario temporalmente hasta la llegada del “cuerpo” del Mesías, que vino a ser el sacrificio final por el pecado.
La palabra hebrea basar tiene un doble significado: “evangelio” y “cuerpo”. La buena noticia del evangelio proclama que un niño se ha encarnado en un cuerpo tan obediente que estuvo dispuesto a morir en la cruz por el pecado del mundo.
Nuevamente, leemos en Hebreos 10: 14-16:
14 Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. 15 Y nos da testimonio también el Espíritu Santo, cuando dijo [en Jeremías 31: 33]: 16 Este es el pacto que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor. Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré.
El evangelio debe ser clasificado como la Leche de la Palabra, ya que uno debe creer en este evangelio para ser justificado por la fe en Cristo y su sacrificio. Desafortunadamente, a menudo hay mucha confusión o ignorancia acerca de esta creencia fundamental, como lo demuestra la afirmación de Scofield de que el sacrificio de animales se reanudará cuando Cristo regrese.
Hebreos 11 enumera a muchos hombres y mujeres de fe del Antiguo Testamento. Estos creyeron en la promesa de Dios y, por lo tanto, fueron declarados justos. Su fe no se basó en sus propios votos de obediencia, sino en la promesa que Dios les había hecho. Así que vemos que, aunque el Antiguo Pacto fue instituido por la promesa de los hombres en Éxodo 19: 8, no anuló ni erradicó el Nuevo Pacto que se había establecido antes. Ambos pactos existieron uno junto al otro, y así sucede hasta el día de hoy. Depende de nosotros elegir cuál pacto constituye el fundamento de nuestra fe. ¿Tenemos fe en nuestra promesa a Dios o en la promesa que Dios nos hace? ¿Nuestra promesa a Dios es la causa de nuestra justificación o el resultado de la promesa que Dios nos hace? ¿Cuál vino primero? ¿Cuál tiene precedencia?
Podemos centrarnos en la promesa a Abraham, ya que él es el principal ejemplo de la fe del Nuevo Pacto. Bajo el Antiguo Pacto, él era Abram, pero bajo el Nuevo Pacto era Abraham. Según el Antiguo Pacto, él heredó la tierra de Canaán; pero según el Nuevo Pacto, “esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios” (Hebreos 11: 10). Aquellos que comparten la visión de Abraham “desean una patria mejor, es decir, celestial” (Hebreos 11: 16).
Aquellos que no pueden ver más allá de su visión del Antiguo Pacto se centran en la tierra original de Canaán, y su sionista visión de la profecía refleja esto. No entienden ni pueden digerir la esencia de la Palabra.
La Jerusalén celestial es una ciudad espiritual, una forma de vida y de pensar, que tiene un origen celestial. Esta nueva ciudad debe venir a la Tierra (Apocalipsis 21: 2). El Cielo debe reflejarse en la Tierra, porque ese es nuestro propósito y es el enfoque del evangelio mismo. Así como Cristo vino a la Tierra, también todas las cosas del Cielo deben ser transferidas a la Tierra para que esta pueda cumplir su propósito para la Creación.
Por lo tanto, nuestro llamado es traer el Cielo a la Tierra. No estamos aquí como en una incubadora esperando el momento de poder ir al Cielo. No estamos aquí simplemente para soportar el dolor de la Tierra, para poder descansar más tarde en una nube en el Cielo. Lejos de eso. Estamos aquí para transformar la Tierra en el Reino de Dios. Esto ya ha llevado mucho tiempo, y todavía se requerirán dos Edades más antes de que todas las cosas sean puestas completamente bajo los pies de Cristo. No obstante, estamos aquí como participantes activos en la redención de la Tierra. Estamos aquí para ser una bendición para todas las naciones.
Ésta es la Carne de la Palabra.
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