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Cuatro hermanas desempeñaron un papel vital en la vida y la obra de Watchman Nee. El fue salvo por medio de la predicación de Dora Yu, perfeccionado por Margarita Barber, y sustentado por dos colaboradoras de edad avanzada,
Ruth Lee y Peace Wang. Dora Yu y Margarita Barber pertenecían a la generación anterior, mientras que Ruth Lee y Peace Wang eran de la misma generación que él.
RUTH LEE
Ruth Lee nació en la provincia de Hupei en 1894, nueve años antes que Watchman Nee. Su nombre chino era Lee Yuan-ru.
Fue salva
Los siguientes extractos son una recopilación de los testimonios personales que ella dio en varias ocasiones y que fueron asentados en las notas del doctor Chang Yu-lan y de Weigh Kwang-hsi:
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Aunque mi familia no era cristiana, yo me consideraba una buena persona que no necesitaba la salvación. Durante mi primer año en la Universidad Normal Femenina de Wuchang, tenía temor de pecar contra Dios, aunque en aquel tiempo no estaba segura de que Dios existía. Después de varios años de estudios y de acumular más conocimiento, no me preocupé más por el asunto.
Más adelante, fui maestra en Tientsin, en una escuela que un pariente mío había establecido. Un tío por parte de mi madre era creyente, y yo admiraba su carácter y su ilustración. No obstante, lo consideraba bastante supersticioso. Aprendí inglés con una misionera occidental, pero no acudía al estudio bíblico que ella ofrecía. Cuando llegué a ser decana de la Universidad Normal Pública de Nanking, con frecuencia aconsejaba a los estudiantes que no creyeran en Cristo.
En marzo de 1918, mientras navegaba por el río Yangtze y disfrutaba el panorama, de algún modo me di cuenta de que tenía que existir un Ser supremo, superior a la humanidad, sabio y todopoderoso, como lo menciona Romanos 1: 19-20.
Un día una de mis colegas, la señorita Cheng, abrió su Biblia y me mostró el pasaje de Romanos 2: 28-29, y luego leyó Romanos 3: 29. En ese momento comprendí que Dios existía y que era también mi Dios.
A fines de abril, la señorita Cheng me invitó a una merienda en casa de la señorita María A. Leaman, una misionera estadounidense, donde me enteré de que mi amiga había orado por mí. Después de la merienda, la señorita Leaman me instó a creer en el Señor y me pidió que me arrodillara y orara con ella. Después de la oración, algunas personas presentes cantaron el himno siguiente para mí: “¡Mi Salvador también es tu Salvador! Por ti estoy orando, por ti estoy orando” (Hymns, #933).
Desde entonces comencé a leer diariamente algunos versículos de la Biblia. Un día me arrodillé y en mi oración dije que si Dios existía y si la Biblia era verdadera, El debía permitir que creyera en ésta. Cuando terminé de orar, pude creer en la Biblia.
Deseaba aprender a orar y a cantar los himnos. Secretamente le pedí a uno de mis estudiantes cristianos que me escribiera la letra y la música de un himno. ¡Fue maravilloso cantar la primera estrofa del himno! “¡Qué día tan feliz cuando vine a Ti, mi Salvador y mi Dios!” Decidí creer que Jesús era mi Salvador. Canté el coro: “Cuando Jesús me lavó de mis pecados”, y eso me trajo mucho regocijo. Fue como si Dios me hubiera dicho que Jesús me había lavado y quitado mis pecados. Aquel día fui salva.
Más tarde, la luz de Dios vino a mí nuevamente. Comprendí lo pecaminosa que era y me di cuenta de la pesada carga que arrastraba. Confesé todos mis pecados a Dios y recibí su perdón. A partir de entonces, cada vez que recordaba haber lastimado a alguien, iba a esa persona y le confesaba mi agravio. Por consiguiente, hubo un gran cambio en mi vida diaria y en mis anhelos.
Un día leí Lucas 12: 8. Tomé la decisión de confesar ante los hombres mi fe en Jesús. Aún así, me faltaba el valor para hacerlo. Luché con eso mucho tiempo, lo cual me turbaba bastante.
Otro día oí una voz interna que me decía: “¿Estás dispuesta a renunciar a todo y a seguirme?” Al principio no sabía lo que aquello significaba, pero lo comprendí más tarde. Cuando entendí el significado de aquella expresión, respondí: “Señor, estoy dispuesta”. Después de tomar esa decisión, hablé con el rector de la universidad y renuncié a mi trabajo.
Recibí el llamado
Al poco tiempo, un colegio femenino cristiano me ofreció la posición de directora. Yo pensaba usar mi experiencia administrativa para mejorar la vida religiosa de aquel colegio.
A las dos semanas me enfermé y comprendí que el Señor me estaba disciplinando. Me di cuenta de que estaba equivocada, pues era ambiciosa y me estaba apoyando en mi propia fuerza laborando para el Señor. Desde esos días empecé a conocer a Dios. Poco tiempo después, Dios volvió a hablarme y me dijo que dejara mi trabajo como docente y que le sirviera con todo mi corazón.
Renuncié en marzo de 1920. Finalmente, contesté al llamado del Señor para servirle. Después de dejar mi trabajo, trabajé con una misionera estadounidense durante siete años, y en ese lapso recibí mucha ayuda y edificación.
Anhelaba servir al Señor como Él quisiera
Durante estos años tuve mucho contacto con varios grupos cristianos. Descubrí que la mayoría de ellos se habían convertido en organizaciones establecidas según conceptos humanos. Buscaba el camino recto. Finalmente, el Señor me llevó a Nanking, donde encontré algunos hermanos y hermanas espirituales que me ayudaron. Empecé a aprender la diferencia entre lo que procedía del hombre y lo que era de Dios.
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Tuve contacto con Watchman Nee
Al final del año 1922 Ruth Lee fue invitada a Fuchow para llevar a cabo una campaña de evangelización. Los hermanos y hermanas de dicha ciudad se preparaban para recibirla en el desembarcadero.
La noche anterior a su llegada, Watchman Nee estaba pensando si debía participar en la recepción, porque ella era una buena evangelista, pero era una mujer y, por ende, no debía recibir demasiada atención. No obstante, esa noche tuvo un sueño en el que iba al puerto junto con otras personas para recibir esta hermana. Cuando la vio en el sueño, el Señor le dijo que ella debía laborar juntamente con él.
La siguiente mañana él se despertó y meditó seriamente en el sueño. Sabía que si el sueño procedía realmente del Señor, no cumpliría la voluntad del Señor si no iba a recibir a la hermana. Así que fue. Cuando la embarcación llegó al muelle, muchos hermanos y hermanas subieron a bordo para saludarla, pero Watchman Nee se quedó atrás. Después de saludar a la hermana Lee, se la presentaron al hermano Nee. El dijo: “Ya la conozco a usted”. Nadie entendía lo que quiso decir.
En 1926, Ruth Lee y Cheng Chi-kwei invitaron a Watchman a Nanking para que descansara. Para entonces, ya tenía más contacto con Ruth Lee y otros hermanos. Watchman Nee relató hechos de su pasado en una reunión en Shanghai el 4 de diciembre de 1932 y se refirió a la situación de Ruth Lee de la siguiente manera:
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Un año antes de ir a Nanking, compartí con la hermana Lee acerca de la Iglesia. Al notar su rígida posición y su falta de apertura, no mencioné más el tema. Más adelante, ella leyó un libro sobre la historia de la Iglesia, y comprendió que el origen de las denominaciones no era bíblico; esto abrió su entendimiento. Supe que más adelante fue bautizada por inmersión. Más tarde ella junto con varias hermanas empezaron a tener reuniones para partir el pan cada domingo. Cuando fui a Nanking, obviamente asistí a su reunión para recordar al Señor con ellas.
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En esos días Ruth Lee fue invitada a ser la redactora de La luz espiritual, una importante revista cristiana, publicada por los autores cristianos más destacados del país. Ella aceptó la posición, pero por su contacto con Watchman Nee, recibió luz acerca de la manera en que el Señor actúa y decidió seguir el camino del recobro del Señor. Por lo tanto, presentó su renuncia como redactora de aquella revista. El presidente del comité no aceptó su renuncia y quiso que se quedara en ese empleo a toda costa. Debido a su alto sentido de responsabilidad, en aquella ocasión ella no pudo renunciar.
En 1927 Nanking fue ocupada por el ejército revolucionario. Varias iglesias y la oficina de la revista La luz espiritual fueron desalojados por los que se oponían al cristianismo. La revista fue cerrada, y Ruth Lee quedó libre de su cargo, por la intervención del Señor.
Una gran ayuda
Libre de su responsabilidad como redactora, viajó a Shanghai para reunirse con otras hermanas que servían en la obra. Ese mismo año Watchman Nee mudó la Editorial Evangélica, que él dirigía, a Shanghai y le pidió a Ruth que lo ayudara en la redacción.
Ella era muy versada en el idioma chino, y a partir de 1927, todos los escritos de Watchman fueron redactados por ella. Fue una ayuda enorme en la obra de las publicaciones.
En 1933 Watchman Nee decidió publicar Colección de boletines para mantener informados a los santos y a las iglesias y fomentar la comunicación. Le pidió a Ruth que fuera jefe de redacción. Ella lo ayudó mucho, lo cual le ahorró un tiempo precioso.
En 1937 la invasión japonesa causó la dispersión de los hermanos. En aquellos días Watchman empezó a publicar la revista La puerta abierta para facilitar el flujo de información entre los santos y las iglesias. Debido a que Watchman tuvo que viajar a Europa, pidió nuevamente a Ruth que se encargara de la redacción. Sus editoriales fueron de gran ayuda para todas las iglesias en China y en los países del Sudeste asiático.
Entre los años 1950 y 1952, Watchman Nee sintió la urgencia de acelerar la publicación de los mensajes que había dado en los entrenamientos de 1948 y 1949. En esta tarea, Ruth Lee fue una ayuda invaluable para él, ya que facilitó la publicación de la mayoría de sus mensajes en forma de libro antes de que fuera encarcelado, y éstos se han convertido en un gran legado para el recobro del Señor hoy. ¡Cuánto agradecemos al Señor por eso!
Además, Ruth Lee no sólo tenía un sólido fundamento en la vida y el conocimiento espiritual, sino también el debido carácter para conocer y experimentar la vida humana. Ella era una persona muy capacitada, tenía un discernimiento profundo y era muy disciplinada. Pudo suministrar muchos cuidados no solamente a las hermanas sino también a los hermanos, tanto en las iglesias como en la obra.
A continuación incluimos los extractos de algunas cartas que ella publicó en El testimonio actual mientras reemplazaba al hermano Nee. Hasta cierto punto muestran su peso espiritual. Escribió lo siguiente en el número siete, publicado el 27 de marzo 1929:
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Cuanto más amplia es nuestra visión de la voluntad eterna de Dios, cuanto más gozosos y llenos de confianza estemos, más debemos reconocer claramente los límites que Dios nos ha demarcado. Si Dios ha establecido a algunos para que lleven a cabo otra clase de obra, le pedimos al Señor que la bendiga, y nuestros corazones se regocijan por ello. Pero nosotros mismos no nos atrevemos a iniciar ninguna obra, sólo para satisfacer la urgente necesidad que veamos. Lo que pedimos y esperamos es ser fieles al Señor dentro de los límites que El nos ha demarcado. Cuando comprendemos que la Iglesia comparte la misma vida, que es Cristo y que crecerá a la medida de Él, quien es su Cabeza, no podemos dejar de alabar y cantar por el misterio del evangelio. Hermanos y hermanas, que el Señor haga nuestro corazón ferviente y lleno de amor para que nos levantemos y oremos. Oremos para que del Cuerpo de Cristo sea edificado pronto y para que Su reino se establezca en breve.
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El siguiente extracto fue tomado del número ocho de El testimonio actual, publicado el 18 de marzo de 1929:
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No queremos que las verdades de Dios sean almacenadas solamente en las cabezas de los hombres, ni se queden en exhibición en las estanterías. Lo que deseamos es que sean asimiladas en el espíritu humano y manifestadas en las vidas de las personas. Por consiguiente, aunque cada número consta de pocas páginas, los mensajes que contiene son importantes. Esperamos que los lectores no se conformen con leer cada número que reciban, sino que se detengan a adentrarse en sus profundidades. El hecho de que uno conozca la verdad no significa que esa verdad haya sido asimilada. Cuando uno experimenta la verdad, recibe liberación.
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La cita que insertamos a continuación fue tomada del número nueve de El testimonio actual, publicado el 20 de junio de 1929.
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Ningún artículo de este número es sólo teoría. Si nos humillamos y somos diligentes, comprenderemos la verdad de que “Cristo está en nosotros”. ¡Cuán tangible, cuán significativo y cuán glorioso! También veremos cuánta oración necesitamos para colaborar con Dios, y la actitud que debemos tener para arrojar a Satanás de los cielos.
Estimados lectores, ahora es el momento en el cual necesitamos que el Señor nos vuelva a avivar. No obstante, debemos discernir entre un avivamiento producido por el hombre y uno producido por el Espíritu Santo. Si se trata de un avivamiento artificial, por muy grandioso y dramático que fuera, no sería más que otra actividad de la carne. ¡Cuánto descanso nos proporciona aprender a ponernos a un lado y ejercitar solamente nuestra fe para identificarnos con Cristo en Su fidelidad! Ya tenemos demasiados métodos, y ya tuvimos demasiados fracasos. Dios no quiere que mejoremos la situación, y tampoco que nos desanimemos ni desfallezcamos. Él desea que lleguemos al final de nuestro camino y reconozcamos que aun lo bueno de nuestra carne es vanidad. Por tanto, debemos volvernos a Él para buscar su voluntad.
El peligro más grande que afrontamos es no estar dispuestos a pedir a Dios que examine toda nuestra vida y nuestras obras, ni estar dispuestos a dejar a un lado nuestra habilidad natural y nuestras opiniones para confiar exclusivamente en Dios, ni estar dispuestos a perseverar en medio de nuestros fracasos y debilidades para acudir a Dios solamente.
Realmente debemos pedir al Señor que nos conceda la luz de la revelación para conocernos a nosotros mismos y para saber lo que es la salvación a fin de ser avivados por el Espíritu Santo.
A los lectores que anhelan el arrebatamiento, ¡quiero decirles que todos debemos velar! El menor pensamiento en la carne es enemistad contra Dios; la más leve ansiedad por esta vida basta para cargar nuestros corazones. Si todavía no estamos preparados, no nos quedemos pasivos. Nuestro hermano Watchman Nee dice: “Tiemblo cuando pienso que las lámparas de las vírgenes insensatas no arderán hasta que el Novio venga”. ¿Qué actitud tenemos frente a esto?
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Con el conocimiento profundo de la verdad que ella tenía, su rica experiencia de la vida divina, su consagración al Señor y su discernimiento, pudo dar la ayuda apropiada, el apoyo necesario y cuidado práctico a muchos necesitados. En el transcurso de los años, Watchman Nee se apoyó en ella. Esta hermana fue un verdadero suministro dado por el Señor.
Fiel hasta el fin
Ruth Lee fue encarcelada desde 1956 hasta que descansó en el Señor, cuando tenía como setenta y cinco años de edad. Ella se mantuvo firme en la fe hasta su muerte.
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