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SORBOS DE VIDA - BIOGRAFÍA DE WATCHMAN NEE (Dieron Testimonio de él. Sanidad versus síntomas - Parte 3), W. Lee

 




3. UN DISCÍPULO

Chang Wu-chen, uno de los hermanos que laboró en la isla de Taiwán, fue uno de los que estuvo en ese adiestramiento que dio Watchman Nee. A continuación incluimos su testimonio acerca de Watchman Nee:

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Fui salvo por medio de Watchman Nee

Conocí a Watchman Nee en Chifú, provincia de Shantung, en el verano de 1935. Yo tenía veintiún años de edad. Crecí en una familia cristiana y estudié en un colegio cristiano. Aunque mi padre había sido pastor metodista libre, el cristianismo me había dejado una impresión bastante pobre y perdí la fe; me volví ateo. No obstante, Dios tuvo misericordia de mí y me permitió conocer a Watchman Nee y a Witness Lee. Recibí la salvación por medio de ellos.

Mi tía, quien estaba bastante preocupada por mi salvación, encontró una oportunidad para presentarme a Watchman Nee en la casa de Witness Lee. 

El empezó a predicarme el evangelio, y discutimos acerca de la existencia de Dios. Me presentó muchos argumentos que demostraban la existencia de Dios, pero yo afirmaba no creer en Dios por el simple hecho de que no podía verlo. Entonces me preguntó: “¿Puedes verlo todo con los ojos? ¿Te atreverías a negar la existencia de algo simplemente porque no lo puedes ver? Por ejemplo, en este cuarto hay aire y ondas eléctricas. ¿Puedes negar su existencia? Dios no es físico; es Espíritu. Tú no puedes tener contacto con Él usando tus ojos; para ello debes usar tu espíritu. Si buscas a Dios con tu espíritu, lo encontrarás”. 

Entonces le pregunté: “¿Cómo puede mi espíritu tener contacto con Dios?” Su respuesta fue: “Sólo habla con Dios desde lo profundo de tu corazón, conforme a tu necesidad y a lo que sientes interiormente”.

Fui a casa y oré como él me indicó, y ¡gloria a Dios! Dios contestó mi oración y me cambió desde dentro. El domingo siguiente asistí a la reunión, y Witness Lee predicó el evangelio. Sus palabras fueron tan poderosas que el Señor me conquistó, me liberó y me salvó.

Recibí ayuda de sus publicaciones

Después de ser salvo, me consagré secretamente al Señor. Él era tan especial y precioso para mí que yo estaba dispuesto a dejar el mundo y servirle el resto de mi vida. No volví a ver a Watchman Nee por doce años, pero seguí recibiendo mucha ayuda por medio de sus publicaciones.

Fui adiestrado por Watchman Nee

Participé en el primer entrenamiento que Watchman Nee llevó a cabo en el monte Kuling, Fuchow, en 1948. Asistí a ese adiestramiento durante casi cuatro meses, y allí recibí mucha ayuda. En una oportunidad, después de dar mi testimonio, él comentó lo siguiente:

Hermano Chang, usted dijo que en asuntos espirituales se ha sentido agotado y seco en reiteradas ocasiones. Espero que de ahora en adelante haga caso omiso de todos esos sentimientos. No les preste atención. Abandónese simplemente en las manos del Señor y crea que Él puede cuidarlo, y automáticamente lo sacará de esa situación. Hay muchos problemas que no podemos vencer solos. Pero cuando contemplamos al Señor y nos acercamos a Él, el problema desaparece.

Tomemos el caso de un ciempiés, que cuando iba a moverse, comenzó a examinar sus patas para decidir cuál movería primero. Pensó: ¿Empiezo por la pata delantera izquierda o por la derecha? ¿Qué tal si muevo el octavo par, o mejor el décimo? El ciempiés se quedó estancado sin poder tomar una decisión. El problema de su mente se convirtió en una problema de acción. Cuando salió el sol, el ciempiés corrió para ver el amanecer sin darse cuenta cuál pierna movió primero. Dejó de analizar la forma en que debía andar, y simplemente avanzó. Cuando desapareció el problema de la mente, el problema de la práctica se esfumó.

Cuanto más tratamos de hallar solución para nuestra aridez interior, nuestro decaimiento y nuestro desanimo, más imposibilitados nos vemos para vencerlos, ya que al dar demasiada importancia a estas cosas, cobran fuerza. Si las hacemos a un lado, desaparecerán.

Hay problemas que se vencen luchando, y hay otros que se vencen olvidándolos. Se pueden conseguir muchas cosas por el ejercicio de la fuerza, pero en otras ocasiones, el problema se soluciona olvidándolo. Gloriémonos en nuestra debilidad y abandonemos nuestra lucha y nuestros métodos; entonces el poder de Dios se extenderá sobre nosotros.

El secreto al leer la Biblia, al orar, al asistir a las reuniones o al compartir con los hermanos, es pedirle a Dios que nos muestre algo de sus riquezas y de su gloria. Espontáneamente nos olvidaremos de todo lo demás. Somos llenos cuando nos olvidamos del obstáculo, y el olvido viene cuando tocamos al Señor, puesto que al mirarlo a Él, dejamos de mirarnos a nosotros mismos.

Después de sus comentarios sobre mi testimonio, le pregunté: “Estuve enfermo de tuberculosis durante un año, al grado de sangrar por las vías respiratorias. Un día la Palabra de Dios vino, recibí fe, y la enfermedad desapareció. Pero de vez en cuando volvía a vomitar y los síntomas regresaban. ¿A qué se debe esto y cómo lo puedo vencer?"

El hermano Nee respondió lo siguiente:

En cuanto a la sanidad, debemos prestar atención a los tres factores siguientes: 1) no tiente a Dios; 2) no acepte los síntomas si tiene una Palabra, y 3) crea que la gracia es suficiente.

Timoteo padecía de una afección gástrica crónica. Pablo le aconsejó que dejara de beber agua. En aquellos días, los judíos tenían estanques de agua debajo de sus casas para almacenar agua de la lluvia o el agua extraída de algún estanque. Las bacterias proliferaban en el agua y ésta se volvía insalubre. Por eso, Pablo aconsejó a Timoteo que usara un poco de vino (1ª Tim. 5: 23), el cual estimula la circulación. 

Pablo tenía el don de sanidad, y sanó a muchos enfermos, pero no sanó a Timoteo, quien también tenía dones, pero no podía sanar sus problemas gástricos. Dios no le dio ninguna Palabra. 

Timoteo no podía decir: “No hay ninguna diferencia entre beber agua y vino". ¡No! Esto sería tentar a Dios. No debía beber el agua del estanque de barro. 

Aparentemente no se ve diferencia alguna entre confiar en Dios y tentarle. La diferencia reside en si uno ha recibido una Palabra de Dios o no. En apariencia, levantarse y andar con la Palabra de Dios es lo mismo que levantarse y andar sin ella. Pero en realidad, levantarse y andar sin haber recibido una Palabra de Dios es tentar a Dios. Si caminamos basados en la premisa de que Dios puede sanarnos, estamos tentando a Dios. Pero si Dios me habla, no necesito preocuparme por las normas de salud

Si Dios no me ha dicho nada, me debo limitar a las leyes naturales

Observe el caso del hombre que tenía una mano seca. El Señor le dijo una Palabra, y basándose en ella, el hombre no esperó hasta que los síntomas desaparecieran para creer que estaba sano. El podía pasar por alto los síntomas. El Señor le dijo que extendiera la mano, y él lo hizo. Podemos confiar en la Palabra del Señor y hacer a un lado el síntoma. 

El paralítico no esperó hasta sentirse más fuerte para tomar su lecho y caminar. El Señor le dijo que tomara su lecho y caminara; así que, él lo tomó y anduvo. 

Cuando recibimos una Palabra del Señor, no necesitamos tomarnos el pulso ni ver si la fiebre desapareció. Si no tenemos la Palabra de Dios, debemos permanecer dentro de la leyes que rigen la salud y la sanidad, pero si Dios nos dice algo específico, podemos darnos el lujo de ir a los extremos, sin temerle a nada.

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A continuación Watchman Nee dio testimonio de la manera en que fue sanado:

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Yo estuve enfermo, pero un día Dios mandó su Palabra para sanarme. Sólo supe que debía recibir la Palabra de Dios y no prestar atención a mis síntomas. Si Dios dice que estoy sano, es porque su Palabra erradicó la enfermedad. Si fijo mis ojos en la enfermedad, la Palabra de Dios pierde su eficacia. No me entusiasmaba si la fiebre bajaba ni me preocupaba si subía. Mi atención no se centraba en la temperatura de mi cuerpo, sino en la Palabra de Dios. Ni la temperatura, alta o baja, ni la composición de la sangre, normal o deficiente, eran el Señor. Sólo Él es el Señor. 

Aprendamos a reírnos de la fiebre y a confiar en la Palabra de Dios y no en los síntomas. Sólo la Palabra de Dios es verdadera; los síntomas que la contradigan son falsos. Cuando Dios dice que desaparecieron, en verdad desaparecieron. Si uno vomita sangre, Dios probablemente está probando la fe de uno. Si confiamos en la Palabra de Dios y no en los síntomas, éstos desaparecerán. 

Al principio yo no podía creer que estuviese sano, porque no había oído nada de parte de Dios. Pero un día la palabra de Dios vino, aunque mis síntomas seguían siendo muy graves. Me levanté y dije: “Señor, reprende los síntomas si son falsos”. Una o dos horas más tarde la enfermedad desapareció.

Tenía un problema pulmonar, una afección renal, y complicaciones en el hígado y el corazón. En 1923 tuve una peritonitis. Quedé postrado en cama más de un mes. Inclusive al respirar sentía dolor; tenía mucha fiebre y mucho dolor. El hermano Miao les pidió a algunos santos que vinieran a orar por mí, pero después de la oración que hicieron, yo no sentí nada. Mas cuando la señorita Barber oró con las palabras: “Señor, nadie que esté en la tumba puede alabarte”, mi corazón descansó, aunque mi fiebre persistía y los dolores se agudizaban. Cuando rayó el alba, me levanté y caminé hasta la pagoda Lo-hsing para publicar otro número de la revista El cristiano. 

Si uno no ha recibido una Palabra de parte de Dios, debe cuidarse como se lo indiquen, pero si tiene la Palabra de Dios, debe hacer caso omiso de los síntomas. Considere los síntomas como tentaciones y mentiras. No se aferre a los síntomas; aléjese de ellos.

Algunas enfermedades son sanadas inmediatamente, otras no

Una vez, cuando estaba enfermo, le pedí al Señor que me sanara. El Señor dijo: “La sanidad no llegará pronto, pero Mi gracia te baste". Entonces Él me mostró un barco que navegaba por un río y se encontró frente a una roca grande y no podía sortear ese escollo. El me preguntó: “¿He de quitar la roca para que puedas salir de esta situación, o elevo el nivel del agua para que puedas pasar por encima?" Entonces entendí la voluntad del Señor, y dije: “Señor, no te pido que soluciones el problema, sino que aumentes Tu gracia".

El creyente está por encima de cualquier enfermedad que exista en el mundo. Si el Señor le habla a uno específicamente, no se preocupe por los síntomas. Crea que Dios es fiel y fortalézcase al tomar la Palabra de Dios, y no procure que los síntomas desaparezcan. Tampoco tema que los síntomas constituyan un obstáculo. La roca posiblemente no se mueva, pero el nivel del agua subirá mucho. Este es el camino que seguimos.

En síntesis, debemos destacar estos tres factores: 1) si actuamos sin haber oído nada de parte de Dios, lo tentamos a Él; 2) si recibimos la Palabra de Dios, no miremos los síntomas; 3) si la Palabra de Dios no nos sana inmediatamente, entonces su gracia nos bastará. El no desea que estemos enfermos sin suficiente gracia. Pablo tenía una enfermedad, pero trabajaba más que cualquiera. La enfermedad nunca detiene la obra. Aprenda a consagrarse al Señor, quien es verdadero y fiel.

Un mes antes de asistir al entrenamiento en Kuling, vomité sangre y me internaron en el hospital de Shanghai. Cuando me sentí mejor, fui a Kuling. Esa fue la razón por la cual pregunté acerca de los síntomas que se manifiestan después de que uno ha sido sanado. Después de recibir la ayuda y la dirección del hermano Nee, el Señor me mostró que en el universo sólo hay dos cosas verdaderas: Dios y su Palabra; todo lo demás es falso. 

Yo estaba sano porque Dios así lo había dicho, y no debía preocuparme por los síntomas. Todos síntomas eran mentira porque la Palabra de Dios ya me había declarado sano. Le doy gracias al Señor porque desde junio de 1948 hasta el presente, 1991, es decir, durante cuarenta y tres años, nunca volví a vomitar sangre. Los síntomas desaparecieron por completo. ¡Alabado sea el Señor!

https://www.librosdelministerio.org/books.cfm?n


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