Siempre
que oramos de conformidad con la voluntad de Dios, para lo cual
primero hemos debido buscarla y ésta sernos revelada, la oración es
concedida en la dimensión del espíritu en el instante en que la
hacemos. No deberíamos tener que orar otra vez por dicho asunto,
pues sabremos que tenemos lo pedido,
1ª
Jn. 5:15 Y si sabemos que Él nos oye en cualquier cosa
que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos
hecho.
Ahora
podemos esperar con fe a que lo concedido Arriba en el Cielo se
manifieste abajo en la Tierra.
Pero,
¿qué hacer mientras esperamos?
Volver
a pedir una y otra vez no creo que pudiera acelerar la
materialización de la oración, sino que más bien demostraría
nuestra falta de confianza en que Dios ya nos escuchó y, quizás,
retrasaría su cumplimiento hasta que alcanzáramos la fe suficiente
para que pudiéramos alabar y dar gracias con certeza por lo ya
concedido. Definitivamente, Dios no es sordo ni olvidadizo. Tratemos
de sustituir, pues, las vanas repeticiones, que a nuestro juicio
cansan y aburren a Dios, por alabanzas y acciones de gracias cuando
sepamos que hemos sido oídos.
Mat.
6:7 Y orando, no
uséis vanas repeticiones,
como los gentiles, que piensan que por su palabrería
serán oídos. 8 No os hagáis,
pues, semejantes a ellos; porque vuestro Padre sabe de qué
cosas tenéis necesidad, antes que vosotros le pidáis.
Cuando
no sepamos que hemos sido escuchados deberíamos aprender de la
actitud de Pablo, quien incluso ante una dura aflicción por el
aguijón en su carne, solo osó orar tres
veces
y desistió (2ª Cor. 12:7). Muchos de nosotros, al contrario, somos
dados a la repetición insistente, e incluso desafiante y exigente,
pareciéndonos a coros de plañideras quejicas o a discos rayados.
Dios no es un criado nuestro al que podamos dar órdenes.
Creemos
que 'tres veces'
tal vez sea un buen principio a seguir al orar. Si no, al menos
podríamos tomar como norma abandonar la petición cuando sintamos
que se vuelve rancia.
¿Cómo
sabré que mi petición se ha vuelto rancia?
Cuando
se me haga pesada, aburridora, seca, cansina …
Si
creemos que es una petición conforme al corazón de Dios, en ese
momento también podemos seguir el método de aquella santa anciana,
que escribía sus oraciones en un papel en forma de huevo y luego lo
dejaba entre las páginas de su Biblia, hasta que ese huevo era
incubado y el 'pollito' salía del cascarón y veía la luz.
Algunos
estarán pensando, como yo también lo hacía, en el caso de la
insistente viuda y el juez injusto de Lucas 18. Para mí tal vez
estaríamos ante una situación de escoger entre lo bueno y lo mejor.
Insistir quizás sea bueno, pero confiar es mejor. Además deberíamos
tomar la parábola en su contexto (Luc. 17:20 y 18:8). Ese contexto
es el de la Segunda Venida; es decir, la oración incesante de la
viuda (Iglesia o creyente) contra Satanás (el Adversario) y en favor
de la Segunda Venida del Juez (el Señor). Solo estos dos asuntos,
por su importancia incomparable, reclaman de nosotros una oración
incesante. Esta es la opinión de Watchman Nee sobre dicha parábola.
Otros
tal vez piensen en el consabido 'Cuaderno
de Oración'
que muchos usan para llevar un registro o lista de sus oraciones. Al
respecto mi opinión personal no es recomendar tal método. Lo probé
en los comienzos de mi andadura espiritual. El resultado es que la
lista crecía y crecía, pero no veía casi ninguna respuesta a mis
peticiones, en su mayoría nacidas en la carne según mis propios
deseos (Santiago
4:3
Pedís,
y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites).
Cual mochila o saco cada vez más cargado, la lista crecía y crecía,
hasta que decidí soltar tal lastre.
Definitivamente,
creo que no somos llamados a arreglar el mundo nosotros solos, ni a
orar por todos y por todo, todo el tiempo. Si siente una compulsión
de orar por todo y por todos todo el tiempo, para no sentirse
culpable, casi puedo asegurarle que dicha compulsión no provenga del
Señor, sino probablemente de una acusación falsa del diablo, que lo
quiere a usted exhausto y gusta de robarle su tiempo. Recuerde que la
carga del Señor es fácil
y ligera
(Mat. 11:30), por lo que debería sospechar de las cargas difíciles
y pesadas.
Al
fin de esta andadura el Señor me llevó a las cuentas
cortas.
Presento al Señor en la mañana o en la noche los eventos frescos
del día; personas o asuntos o circunstancias que me ocuparon o
llamaron la atención durante las últimas horas. Incluso presento
los sucesos en cualquier momento y lugar, soltándolos ipso
facto
en las manos de Dios. Aquellos que luego me vengan a la mente los
vuelvo a presentar, hasta que se vuelven rancios y los doy por
concluidos. Así la carga y las cuentas las lleva el Señor y yo ando
reposado. Él tiene las espaldas anchas y la buena memoria que a mí
me faltan.
Teniendo
en cuenta que la oración que nos inspira el Espíritu Santo, es una
oración conforme a la voluntad de Dios y que cuando oremos así
invariablemente seremos respondidos, lo que deberíamos entender ante
la mayoría de las oraciones incontestadas, es que no se ajustaban a
la voluntad de Dios y por ello Dios no las podía honrar.
1ª
Jn. 5:14
Y esta es la confianza que tenemos ante Él, que si pedimos alguna
cosa conforme a
Su voluntad, Él nos oye (en
el sentido de conceder).
Vemos
que no siempre nos concede lo pedido, sino solo aquello que se ajusta a Su voluntad.
Obviamente,
también puede que sean peticiones que al Señor le gustaría poder
otorgar, pero existen otra clase de obstáculos como el pecado oculto
no confesado (Job. 16:7); el mal trato a las esposas u otros
creyentes (1ª Ped. 3:7); pedir para gastar en nuestros deleites y no
para la causa de Dios (Stg. 4:3); cuando pedimos conforme a los
ídolos de nuestro corazón (Ez. 14:4); etc. Es decir, Dios oye
siempre pero muchas veces dice “espera” o dice “no”.
Idolatría
del corazón:
Fuertes
opiniones, motivos o deseos ocultos y creencias equivocadas.
Un
ídolo
del corazón es
algún motivo
oculto o deseo
que nos impide ver la verdad o ver a Dios como realmente es.
Opiniones incorrectas sobre la Ley, o sobre el juicio de Dios, y los
factores de misericordia incorporados en la Ley (como el Jubileo) son
evidencia de la idolatría del corazón. Para derribar dichos ídolos
se requiere exponer
el problema,
porque una
vez que una persona ve el problema, los ídolos se vienen abajo.
Los ídolos del corazón requieren el secreto para mantener el
control; una vez que son descubiertos, pierden su agarre sobre los
corazones de los hombres (Stephen E. Jones).
A
veces, en Su misericordia nos concede las peticiones de nuestro
corazón aunque no sean Su voluntad perfecta, como cuando le concedió
15 años más de vida a Ezequías (2º Rey. 20; 2º Cr. 32:25) o un
rey a Israel (1º Sam. 8:6-9). Lo malo en estos casos es que junto
con la concesión suelen venir aparejadas consecuencias no idóneas
para el solicitante, su descendencia, la Iglesia, el país, etc.
Recuerdo
un tiempo en que viví compartiendo piso con un discípulo mío. Al
tal no le gustaba planchar, por considerarlo una tarea, digamos, baja
para su 'estatus'. Dios le concedió su deseo de no tener que
planchar. ¿Saben cómo? El Señor permitió que se agotara el dinero
y nos cortaran la luz por impago; así el hermano ya no tuvo que
planchar … Saquen ustedes sus propias conclusiones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.