Hoy
recibíamos este mensaje de una hermana en una red social:
“Hola
hermano estoy pasando una prueba muy dura. Me agradaría recibir de
algún hermano en la fe una palabra
de aliento,
pero por aquí escasea la buena palabra. Bendiciones”.
Esta es la respuesta
que hacemos pública por si a algún otro le puede ser de
ayuda:
Amada hermana:
Lo primero decirle que nos
condolemos con usted y que hace muy bien en buscar aliento. Reconocer
nuestra necesidad es una humillación que Dios no tardará en
reconocer, pues quien se humilla será ensalzado. Por otra parte las palabras de consolación no escasean
en ningún momento ni en ningún lado y menos ahora, que gracias a
Internet tenemos acceso a infinidad de mensajes y libros al respecto.
No creemos tener mejor respuesta que otros a las tribulaciones, pero
añadiremos nuestro aporte por si sirviera de algo a alguien.
No es fácil ni agradable sufrir,
aunque Don Sufrimiento es un visitante, que todo hijo de Dios que se
precie, recibirá en su vida; una y, quizás, muchas veces. Por otra
parte, no existe consuelo simple para quien está atravesando el
valle de lágrimas o el de sombra de muerte; sin embargo Dios dice en
Su Palabra que los que ya pasaron por algunos de esos valles, pueden
consolar a los demás con la consolación con la que ellos fueron
consolados:
2Co
1:3-7:
3
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de
misericordias y Dios
de toda consolación,
4
el
cual nos consuela
en todas nuestras tribulaciones, para
que nosotros podamos consolar
a los que están en cualquier tribulación, por
medio de la consolación con que nosotros mismos somos consolados por
Dios.
5 Porque de
la manera
que abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, así abunda
también por medio de Cristo nuestra consolación. 6 Ahora bien, si
somos atribulados, es para vuestra consolación y salvación;
o
si somos consolados, es para vuestra consolación y salvación, la
cual se va efectuando al soportar los mismos padecimientos que
nosotros también padecemos.
7 Y nuestra esperanza respecto de vosotros es firme, pues sabemos
que así como sois compañeros en los sufrimientos, también lo sois
en la consolación.
Bueno,
estos pocos versículos nos dicen muchas cosas. Una de las
especialidades de nuestro buen Dios es dar consuelo a Sus hijos
cuando atraviesan pruebas ¡es el maravilloso Dios de toda
consolación! Dice que Él nos consuela en
todas
nuestras tribulaciones, no solo en algunas; es decir, consuelo hay,
pero deberemos buscarlo en Él, en Su Palabra y, también, en los
hermanos victoriosos tras haber superado duras pruebas. No la busque
en aquellos cuyas vidas no muestran la fruta en el árbol. ¿Quién
mejor que nuestro Señor, varón de dolores y experimentado en
quebrantos? (Is. 53:3)
A
tenor de lo anterior, hermana, podemos decirle que usted va a ser
consolada con seguridad, en Su tiempo, con el objeto de que pueda ser
útil para consolar a otros. Su sufrimiento tiene varios porqués, y
uno de ellos es eso: que usted pueda consolar a otros que vendrán
por detrás de usted.
Dice
que somos atribulados o consolados para la consolación y salvación
de otros. Claramente esta salvación no se trata de la salvación de
nuestro espíritu, sino de la salvación de nuestra alma. Es para que
seamos perfeccionados o madurados al punto de alcanzar la victoria;
victoria que se logra por soportar
los
mismos padecimientos que otros ya han padecido. Le
animará pensar que su sufrimiento no será estéril, sino que
redundará en la salvación de su alma y ayudará a otros (Hch.
14:22; Luc. 21:19)
1Pe
4:12
Amados, no
os sorprendáis
de la hoguera que ha prendido en medio de vosotros para probaros,
como
si os aconteciese alguna cosa extraña,
13 sino
gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo,
para
que
también en
la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría.
2Ti
2:12
Si
sufrimos, también reinaremos con él;
Si le negamos, él también nos negará.
En
cierta ocasión que estaba soportando una prueba de fuerte presión
en un trabajo, un hermano, lejos de disuadirme o pasarme la mano por
el lomo, me dijo, “absorbe
tú la presión, no la traslades ni a mí ni a otros”.
Esta recomendación paradójicamente me animó a soportar mi cuota de
presión. Así mismo, el hermano Pedro nos llama a soportar y a
gozarnos. No le ocurre nada extraño hermana; lo que sí que sería
extraño es que no tuviera que sufrir. Todos los hijos son
disciplinados, los bastardos no y usted está teniendo una evidente
prueba del interés de Su Padre en usted. (trataremos de la
disciplina de los hijos en otra de las partes). ¡Anímese, el Señor
pudiera estar usándola para sufrir vicariamente por otros! (Col.
1:24). ¡Gócese!, tal vez esté siendo invitada a formar parte de
Sus hijos vencedores, ¡que serán manifestados con Él en gloria y
reinarán con Él! ¡Esto no es para todos en la Iglesia, sólo para
los vencedores!
También
nos dice que son sufrimientos que otros ya han padecido. No se va a
morir (salvo que sea una prueba de salud y Dios haya determinado que
así sea y le glorifique por muerte), ¡Dios está en perfecto
control y nada puede llegar a Su vida, que Él no haya medido
especialmente para usted! Llega el momento en que todos tenemos que
decidir ir al altar, o como un cerdo que chilla o como un cordero que
no abre su boca. En cierta ocasión, saliendo gradualmente de nuestro
paroxismo de sufrimiento, un hermano nos aconsejó, “muerde la
bala”. Está bien, reconocemos que hay veces que no podremos ni
alabar ni agradecer, pero en toda situación si podemos callar,
soportar, esperar … un
poquito más y el que ha de venir vendrá, no tardará (Heb.
10:37).
Isa
30:15
Porque así dijo Yahweh el Señor, el Santo de Israel: En
descanso y en reposo seréis salvos; en quietud y en confianza será
vuestra fortaleza.
Nuestra
fortaleza y paz vienen cuando exteriormente descansamos y reposamos;
mientras por dentro estamos calmos y confiados. La quietud, aunque
la tierra sea removida y se traspasen los montes al corazón del mar
(Sal.
46: 2, 10),
se lleva el temor, que es la incredulidad, lo opuesto a la fe o
confianza. La quietud es el antídoto al temor y cuando lo aplicamos
se establece la paz. El Salmo 46: 10 (Estad
quietos y conoced que yo soy Dios),
ha sido nuestro versículo lema ya por 20 ó 21 años; pero sólo en
este año nos dimos cuenta que su última parte (Seré
exaltado entre las naciones; enaltecido seré en la tierra)
está relacionada con el kairos
o sazón de Dios que nos toca vivir, en esta transición entre la ya
terminada edad de Pentecostés y el próximo derramamiento de la
doble porción, que inaugurará la edad de Tabernáculos. Sólo los
vencedores reinarán con el Señor en estos mil años; pero no hay
vencedores si no hay nada que vencer.
¿Recuerda
las no tan antiguas lavadoras de turbina? Se acordará de que cuando
apagaba la lavadora la turbina o fuerza externa que movía el agua
dejaba de girar, pero el agua aún continuaba haciéndolo por unos
segundos. Así es con nosotros cuando procuramos cesar en nuestra
actividad anímica, e incluso física, nuestra alma tenderá hacia el
sosiego. No se agite, descanse y repose, deje de maquinar y apueste
solo a la carta del milagro. Encomiéndele a Él su caso, confíe en
Él y Él hará (Sal. 37:5). ¡El hará, no usted!
Continuará
…
Vea el libro completo aquí: http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2016/08/libro-dios-de-toda-consolacion-una.html
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