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CUIDANDO DE LOS DEMÁS (E.V. Mateo-Witness Lee)

Administrador: SABIDURÍA PRÁCTICA DE ALTO OCTANAJE en este mensaje.



LA PROMULGACION
DE LA CONSTITUCION DEL REINO

(11)

http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=3D02C42E

Ahora llegamos a la sexta sección de la promulgación que el nuevo Rey hizo en el monte: 7:1-12.

VII. CON RESPECTO A LOS PRINCIPIOS
DEL PUEBLO DEL REINO
EN SU MANERA DE TRATAR A OTROS

Aparentemente, la intención del Señor en 7:1-12 es abarcar los principios por los cuales el pueblo del reino trata a otros. En realidad, Su intención aquí es exhortarnos a olvidarnos de nosotros mismos y cuidar a otros. En los dos capítulos anteriores, el Señor expuso nuestro mal genio, nuestras concupiscencias, nuestro ser interior, el yo, la carne y nuestra ansiedad. Ahora nos trae al punto en que debemos aprender a cuidar a otros. Cuando juzguemos a otros, es necesario que lo hagamos conforme a la manera en que quisiéramos que otros nos juzguen a nosotros. Considerar el asunto de este modo es cuidar a otros.
El reinar celestial sobre el pueblo del reino requiere que ellos cuiden a otros. Aunque varios puntos negativos fueron tratados en los capítulos cinco y seis, lo de cuidar a otros se trata sólo cuando llegamos al capítulo siete. En todo lo que hagamos, debemos pensar en los demás. Nos falta mucho en esta área, porque en nuestra vida natural no nos preocupamos por los demás. Desde el principio hasta el fin, sólo pensamos en nosotros mismos. Nuestro pensar y considerar están envueltos en nosotros. Por lo tanto, siempre nos centramos en nosotros mismos y nunca pensamos en los demás. Yo le pediría a usted que recuerde la manera en que vivía anteriormente. ¿Siempre pensaba en los demás? Si tuviéramos en cuenta a los demás cuando estamos a punto de criticarlos o juzgarlos, no lo haríamos. La razón por la cual juzgamos a otros y los criticamos es que no nos interesamos por ellos. Si tuviéramos afecto por ellos, nos compadeceríamos de ellos.

A. No juzgar para no ser juzgados
con el juicio con que juzgamos

En 7:1 el Señor dijo: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. Las personas del reino, que viven en un espíritu humilde bajo el gobierno celestial del reino, siempre se juzgan a sí mismas, y no a los demás. Parece que lo dicho por el Señor acerca de no juzgar a otros para que no seamos juzgados, no tiene nada que ver con cuidar a otros. Sin embargo, cuando profundizamos en esta palabra, vemos que en realidad significa cuidar a otros. Cuando estemos a punto de juzgar a otros, en vez de hacer esto debemos cuidarlos.
Vamos a procurar descubrir el secreto, o sea, lo que quiere decir esta palabra acerca de juzgar. ¿Cómo podemos deducir que el verdadero significado de este versículo es cuidar a otros? ¿Tiene usted miedo de ser juzgado? Si lo tiene, entonces debe entender que otros también tienen miedo de ser juzgados. ¿Se aflige usted cuando otros le juzgan? Si éste es el caso, entonces debe de saber que los demás también se afligen al ser juzgados por usted. A nadie le gusta ser juzgado. Si a usted no le gusta, entonces ¿qué diremos de los demás? Tenemos que cuidarlos. Si a usted no le gusta ser juzgado por otros, ¿por qué juzga usted a los demás? Si usted tiene miedo de ser juzgado, entonces debe considerar a otros, quienes también tienen miedo de ser juzgados. Siempre cuide a otros.
El versículo 2 dice: “Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido”. Bajo el gobierno celestial del reino, los ciudadanos del reino serán juzgados con el juicio con que ellos juzgan. Si ellos juzgan a otros con justicia, el Señor los juzgará a ellos con justicia; si juzgan a otros con misericordia, serán juzgados por el Señor con misericordia, y la misericordia triunfa sobre el juicio (Jac. 2:13). No juzgue mucho a otros, porque usted será juzgado de la misma manera. Si los cuida, usted no será juzgado por ellos.
El versículo 2 dice que con la medida con que medimos, nos será medido. El principio aquí es igual que con el juicio. Aparentemente, en estos versículos el Señor no nos manda a cuidar a los demás; sin embargo, estos versículos, en realidad, significan que debemos cuidar a otros. ¿Tiene usted miedo de ser medido por otros? Si éste es el caso, entonces usted debe cuidar a otros, porque ellos también tienen miedo de ser medidos por usted. Si los cuida, no los juzgará ni criticará ni medirá.
Anteriormente yo conocí cierto grupo de cristianos quienes hablaban mucho acerca de la espiritualidad. En cierto sentido, lo que decían era verdad. No obstante, este grupo tenía una debilidad: ellos siempre medían a otros. Parece que todos los miembros de ese grupo tenían una pequeña escala en su bolsillo. Cuando le invitaban a uno a tomar té, le medían con su escala invisible. Después se reunían para hablar acerca de la persona. Algunos hacían la pregunta: “¿Ha averiguado dónde está?” Esto significa: “¿Lo ha medido?” También aprendí que este grupo no se ocupaba de los sentimientos de otros; sólo le interesaba medirlos. Al medir a los demás, en realidad estaban criticándolos y juzgándolos. Quisiera tomar esta oportunidad para exhortar a usted a no medir a otros. No trate de determinar cuán espirituales son los demás, cuánto crecimiento tienen o cuál es su condición en la vida. Si usted se abstiene de medir a los demás, no los criticará ni los juzgará. Esto se basa en el principio de cuidar a otros.
Los miembros del grupo que ya mencioné tenían dificultad en ayudar a otros. La razón por la cual no podían ayudar a los demás era que siempre los medían, juzgaban y criticaban. Al ayudar a otros, debemos ser ciegos. Si usted quiere ayudar a otros en la vida de iglesia, necesita ser ciego. Si quiere ser un buen esposo o esposa, sea ciego al cuidar a su cónyuge. No mida, juzgue ni critique. No mida a los demás. De esta manera se muestra misericordioso para con ellos. Si tiene misericordia de los demás, usted recibirá misericordia. Pero si mide a otros sin misericordia, entonces usted también será medido sin misericordia. Con la medida con que mide, le será medido.
La misericordia no mide. Esto quiere decir que la misericordia no impone requisitos. Todo lo que exige una medida no es misericordia. La misericordia no sabe matemáticas; no sabe sumar o restar. La misericordia es absolutamente ciega. ¿Por qué me trata bien cuando estoy en un estado lastimoso? Se debe a que usted tiene misericordia de mí.
A veces, por la misericordia del Señor, me mostré misericordioso para con otros. Después, algunos de mis hijos que habían visto claramente la situación, me dijeron: “Papá, ¿no sabes cuán vil es esa persona? ¿Por qué fuiste tan amable con él?” Fui amable porque me hice el ciego. Sin embargo, mis hijos lo vieron todo claramente. Los que ven claramente no pueden ser misericordiosos. Si usted quiere ser misericordioso, debe ser como Isaac, quien bendijo a Jacob ciegamente. Del mismo modo, nosotros los ciudadanos del reino debemos ser ciegos al tratar con otros. Si somos así, tendremos misericordia de ellos y siempre los cuidaremos. Cuando mis hijos me preguntaron por qué yo era amable con los que no merecían benignidad, les contesté: “Ustedes no saben lo que estoy haciendo. Sus ojos son demasiado grandes y ven muy claramente. ¿Por qué lo traté así? Porque les tuve consideración”. Este es el principio del pueblo del reino en su manera de tratar a otros. En nuestras relaciones con otros, debemos tenerles consideración, compadecernos de ellos y tener misericordia de ellos. Las personas del reino, en sus relaciones con otros, tienen que cuidarlos.
Si usted lee estos versículos una y otra vez, verá que el principio fundamental escondido aquí consiste en que debemos olvidarnos de nosotros mismos y cuidar a otros. ¿Sabe usted por qué criticamos y juzgamos a otros? Se debe a que pensamos demasiado en nosotros mismos. No tomamos en cuenta lo que sienten los demás y no nos ocupamos de ellos. Sólo nos ocupamos de lo que nosotros sentimos. Por lo tanto, juzgamos a los demás y los criticamos. Por consiguiente, si queremos abstenernos de juzgar a los demás, debemos cuidarlos. Esto requiere que nos olvidemos de nosotros mismos y seamos considerados con otros. Si nos centramos en nosotros mismos y pasamos por alto cómo se sienten los demás, los criticaremos. Pero si los cuidamos, no los juzgaremos.

1. Considerar la viga en nuestro propio ojo
cuando miremos la paja en el ojo
de nuestro hermano

En el versículo 3 el Señor dice: “¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que está en tu propio ojo?” Nosotros, los que pertenecemos al reino y vivimos en un espíritu humilde bajo el gobierno celestial del reino, debemos tener en cuenta la viga que está en nuestro propio ojo cada vez que miremos la paja que está en el ojo de nuestro hermano. La paja que está en el ojo de nuestro hermano debe recordarnos la viga que está en nuestro propio ojo.

2. Sacar la viga de nuestro ojo primero

El versículo 4 continúa: “¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?” Lo dicho por el Señor en los versículos 3 y 4 es muy profundo. Su intención aquí no es exhortarnos a cuidarnos a nosotros mismos, sino a cuidar a los demás.
El versículo 5 dice: “¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del ojo de tu hermano”. Mientras permanezca la viga en nuestro ojo, veremos borrosamente sin ninguna claridad. Al señalar el defecto de un hermano, debemos darnos cuenta de que nosotros tenemos un defecto más grande. El defecto del hermano se compara con una paja y el nuestro con una viga. Por lo tanto, una vez más vemos que el Señor desea que cuidemos a los demás. Cuando usted trata de señalarle un defecto a alguien, es posible que considere el defecto, mas no a la persona. Cuando hacemos que el defecto de alguien parezca tan grande como una viga, es evidente que sólo nos ocupamos de su defecto y no de él. Si le interesa el bienestar del hermano, no le importará su defecto. Antes bien, usted dirá: “Su defecto es sólo una paja al compararse con el mío, el cual es una gran viga. Por lo tanto, me alegro de pasar por alto su defecto”.
La intención del Señor en 7:1-12 consiste en que cuidemos a los demás. El principio del pueblo del reino en su manera de tratar a otros consiste en que tomemos a otros en consideración. Debemos observar este principio en todos nuestros tratos con otros. No actuemos simplemente según nuestro sentir, sino tomemos en cuenta a la otra persona. Este es el principio fundamental.

B. No dar lo santo a los perros,
ni echar nuestras perlas delante de los cerdos

El versículo 6 dice: “No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y os despedacen”. “Lo santo” debe de referirse a la verdad objetiva, la cual pertenece a Dios; y “vuestras perlas” debe de referirse a las experiencias subjetivas, las cuales son nuestras. Los perros no tienen pezuña ni tampoco rumian; los cerdos tienen pezuña hendida pero no rumian. Así que, ambos animales son inmundos (Lv. 11:4, 7). Conforme a lo revelado en 2 Pedro 2:12, 19-22, y Filipenses 3:2, los perros y los cerdos aquí se refieren a las personas que son religiosas, pero no limpias.
Mateo 7:6 también está relacionado al asunto de considerar a otros. Muchas veces cuando usted ha visto cierta verdad, doctrina o luz, se lo dice a otros sin importarle si son “perros”, “ovejas” o “lobos”. A usted sólo le interesa su entusiasmo al respecto. Tal vez diga: “¡Oh, he visto la luz respecto a la vida de iglesia! ¡La iglesia es gloriosa y maravillosa!” En su entusiasmo, quizá le comparta esto a la persona equivocada. Esto es lo que significa dar lo santo a los perros. Cuando le vaya a dar algo santo a otros, debe tener en cuenta a quienes está hablando. No debe dar lo santo a los perros, ni echar sus perlas delante de los cerdos. Cuando hable con otros de las cosas santas, o sea las verdades, y las perlas, o sea las experiencias, tiene que observar el principio fundamental de tomar a otros en cuenta. Debe determinar si ellos pueden recibir o no lo que usted quiere compartir. También es importante percibir cuánto pueden recibir. En otras palabras, al hablar a otros con respecto a las cosas espirituales, no hable conforme a sus sentimientos ni a sus deseos; más bien, hábleles conforme a la capacidad que ellos tienen para recibir lo que usted quiere decir.
Muchas veces los jóvenes han ido a hablarles a otros acerca de la iglesia o acerca de ciertas cosas espirituales que han experimentado. Sólo les interesaba cómo se sentían ellos, no se ocupaban por lo que sentían los demás. Desgraciadamente, varias veces los demás eran perros o cerdos, los que son incapaces de recibir lo que les decían. En vez de recibirlo, se vuelven en contra de los que compartían, pisotearon las perlas y trataron de morder a los hermanos. Por eso, cuando hayamos visto la luz con respecto a ciertas verdades o hayamos experimentado ciertas cosas preciosas del Señor y deseemos compartirlas con otros, debemos cuidar a aquellos con quienes estamos compartiendo. Debemos hacernos esta pregunta: “¿Podrán ellos recibir mi testimonio? ¿Podrán aceptar lo que quiero compartir con ellos?” Si cuidamos a otros, no compartiremos todo lo que tenemos con todos, y habrá algunos a quienes no daremos nuestro testimonio. Este es el principio del pueblo del reino en su manera de tratar a otros.
Con frecuencia, hablamos con otros conforme a lo que sentimos nosotros sin considerar a ellos. Tal vez en cierta ocasión usted sea muy celoso por la vida de iglesia y por el recobro del Señor. Pero en el celo que siente es posible que ofenda a algunos “perros”. En otras ocasiones, por haber tenido una experiencia fresca de Cristo, tal vez diga: “¡Oh, Cristo es maravilloso! Cristo es el bronce, el hierro, y las armas con que derrotamos al enemigo”. Usted está tan entusiasmado acerca de su experiencia que la cuenta a todos. Pero puede ser que algunos se vuelvan en contra de usted y lo ataquen, diciendo: “¡Qué es esto! ¡Nunca hemos oído que Cristo es armas! ¿Dónde aprendió esto? ¿Y cómo puede decir que Cristo es el bronce y el hierro? ¡Esto es blasfemia!” Sin embargo, si usted toma en cuenta a otros, tal vez no diga nada acerca de lo que recientemente disfrutó de Cristo. Más bien, tratará con ellos sabiamente, considerando lo que los “perros” pueden aceptar o lo que pueden entender los “cerdos”. Pero si usted está muy emocionado y sólo piensa en sí mismo y no en los demás, se meterá en líos o causará problemas. Anteriormente, algunos de los jóvenes han ido a otras reuniones, y considerando sólo su propio celo, hablaron imprudentemente. Eran ardientes, pero debido a que no tomaban en cuenta a los demás, causaron problemas.
Los ciudadanos del reino deben ser sumamente sabios. Cuando tenemos contacto con otros, debemos averiguar cuál es su temperatura, y debemos considerar su condición. Debemos actuar de manera apropiada y no provocar a los perros a que nos muerdan ni incitar a los cerdos a que nos ataquen. Es posible que se vuelvan en contra de nosotros y nos hieran.

C. Pedir, buscar y llamar

Los versículos del 7 al 11 presentan una dificultad porque parece que estos versículos no deberían estar aquí. Por algunos años, me brinqué estos versículos, yendo del versículo 6 al 12, porque éste corresponde a los versículos del 1 al 6. El versículo 12 dice: “Así que, todo lo que queráis que los hombres os hagan a vosotros, así también hacedlo vosotros a ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Este versículo es la continuación y conclusión de los primeros seis versículos. Sin embargo, entre los versículos 6 y 12, tenemos los versículos del 7 al 11 como una inserción. ¿Qué quiere decir esto? Como ya hemos señalado, 7:1-12 trata de los principios del pueblo del reino en su manera de tratar a otros. Hemos visto que el pueblo del reino tiene que observar primordialmente el principio de cuidar a otros. Al juzgar a otros o al hablar acerca de lo santo, debemos tener en cuenta a los demás. Consideremos ahora cómo los versículos del 7 al 11 encajan en este asunto.
Los versículos 7 y 8 dicen: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Se requiere experiencia para entender estos versículos. Al leer estos versículos una y otra vez a la luz de nuestra experiencia, podemos comprender lo que significa el hecho de que debamos acudir al Padre celestial cuando estamos tratando con otros. Tenemos que pedirle, buscarle y llamarle. Muchas veces no lo hemos hecho. Pero estos versículos indican que en el mismo momento en que estamos relacionándonos con las personas y tratando con ellas, debemos acudir al Señor y decir: “Señor, dime cómo relacionarme con estas personas. Señor, muéstrame cómo tratar con ellas”. Algunas veces, no es adecuado simplemente pedir. Tenemos que buscar e incluso llamar. Esto indica que tener contacto con las personas es un asunto serio; nunca piense que es una cosa insignificante. Nosotros el pueblo del reino debemos tomarlo en serio, y nunca hacerlo de una forma ligera o descuidada o meramente conforme a lo que nos parezca. Más bien, debemos proceder teniendo cuidado con los demás. Tenemos que pedir la manera, buscarla e incluso llamar a la puerta celestial para conseguirla. Por lo tanto, es necesario pedir, buscar y llamar; entonces tendremos la manera apropiada para ponernos en contacto con otros.
En Mateo, la forma adecuada de relacionarnos con otros está en conformidad con el principio del reino. En el versículo 11, después de usar los ejemplos de un hijo que pide un pan y un pescado en los versículos 9 y 10, el Señor dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Debido a que Mateo es un libro sobre el reino, las “buenas dádivas” en el versículo 11 indudablemente son las cosas del reino. Sin embargo, Lucas 11:13, el versículo hermano de Mateo 7:11, dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” En Lucas 11:13 las “buenas dádivas” son cambiadas por “el Espíritu Santo”. Si yuxtaponemos estos dos versículos, vemos que la mejor manera para que el pueblo del reino tenga contacto con otros es conforme al reino y al Espíritu Santo. Tanto el reino como el Espíritu Santo son la forma de relacionarnos con otros. La sabiduría que necesitamos para tener un contacto adecuado con otros concuerda con el reino y con el Espíritu. Al tratar con otros, debemos pedir, buscar y llamar. Con el tiempo, recibiremos la guía para tratar con otros en conformidad con el reino y el Espíritu. Por tanto, el principio que rige el contacto que tenemos con otros es el reino y el Espíritu. Si el contacto que tenemos con otros está basado en este principio, no cometeremos errores.
Si consideramos el pasado, tendremos que admitir que hemos cometido errores al ponernos en contacto con otros. Algunos de esos contactos no le fueron de provecho a nadie. Pero ahora estamos bajo el adiestramiento del reino. No somos creyentes ligeros, sino ciudadanos del reino, serios y estrictos, y el contacto que tenemos con otros está en conformidad con el principio del reino y con el del Espíritu Santo. Nosotros recibimos la guía que necesitamos en el contacto que tenemos con otros al pedir, buscar y llamar. Si pedimos, recibiremos; si buscamos, encontraremos; y si llamamos a la puerta, se nos abrirá.
Conforme a nuestro pensamiento humano, primero tomamos el camino y luego llegamos a la puerta. Pero el concepto divino en la Biblia es exactamente lo opuesto. Primero pasamos por la puerta, y luego andamos por el camino. El Señor dijo: “Llamad y se os abrirá”. Esto significa que la puerta se nos abrirá y luego estaremos en el camino. Si pedimos, buscamos y llamamos a la puerta, se nos abrirá y el camino estará ante nosotros. Entonces sabremos cómo relacionarnos con otros. Necesitamos una puerta abierta y un camino recto como nuestra guía para tener contacto con las personas. Sólo podemos tener esta puerta abierta y este camino recto al pedir, buscar y llamar. Cuánto necesitamos encontrar la manera apropiada y provechosa para tener contacto con otros, ya sean incrédulos, santos o las iglesias.
Todos debemos aprender a tener en cuenta a otros y a orar: “Señor, muéstrame la manera”. Primero usted necesita pedir. Si el camino no está abierto, entonces tiene que buscar. Si el camino todavía no está abierto, entonces debe llamar a la puerta. Llamar significa acercarse a Aquel a quien usted busca. Cuando usted pide, quizá todavía haya cierta distancia, pero cuando usted llama, no hay distancia. Más bien, usted está frente Aquel a quien busca. Por lo tanto, usted necesita dedicar tiempo para buscar al Señor.
Cuando tenemos contacto con otros, necesitamos pedir, buscar y llamar. Entonces la puerta se nos abrirá, se nos dará un camino recto para que tengamos contacto con ellos, nuestro contacto será provechoso, y seremos guardados de cometer errores. También sabremos cómo cuidarnos de los perros y de los cerdos. Este es el significado de la inserción de los versículos del 7 al 11 entre los versículos 6 y 12.
Antes de que consideremos el versículo 12, necesitamos añadir una palabra adicional acerca de pedir, buscar y llamar. Pedir es orar de una manera común, buscar es hacer súplicas específicas y llamar es llegar a la puerta y así estar lo más cerca. El asunto de pedir y recibir en el versículo 8 es bueno para la oración del pueblo del reino con respecto a que guarden la nueva ley del reino. Ellos piden por ello y lo recibirán. El asunto de buscar y hallar es bueno para 6:33. El pueblo del reino busca el reino del Padre y Su justicia y los encontrarán. Lo de llamar y que la puerta se abra es bueno para 7:14. La puerta angosta se abrirá al pueblo del reino cuando ellos llamen.
El versículo 11 contiene una gran promesa. Esta promesa afirma que el pueblo del reino está bajo el cuidado y el suministro del Padre quien está en los cielos. De esta manera, ellos están bien capacitados para cumplir la nueva ley del reino y vivir en su realidad para lograr entrar en su manifestación.
En los versículos 9 y 10, el pan y el pescado que se piden indican la necesidad del que pide. Cuando pedimos, buscamos y llamamos, siempre tenemos una necesidad. Nuestro Padre celestial conoce nuestra necesidad y nos dará lo que necesitemos. Ningún padre humano les dará a sus hijos una piedra por un pan o una serpiente por un pescado, sino que siempre les dará buenas dádivas. Cuánto más nuestro Padre celestial nos dará las cosas que El considera buenas. Incluso al buscar nosotros una manera de relacionarnos con otros, El nos dará la mejor manera, aquélla que necesitamos.

D. Hacer a las personas lo que queremos
que ellos nos hagan a nosotros


Ahora llegamos al versículo 12, la conclusión a la sección sobre los principios del pueblo del reino en su manera de tratar a otros. Este versículo dice: “Así que, todo lo que queráis que los hombres os hagan a vosotros, así también hacedlo vosotros a ellos; porque esto es la ley y los profetas”. La nueva ley del reino no contradice la ley y los profetas; al contrario, los cumple e incluso los complementa.

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