Administrador: SABIDURÍA PRÁCTICA DE ALTO OCTANAJE en este mensaje.
LA PROMULGACION
DE LA CONSTITUCION DEL REINO
(11)
http://www.librosdelministerio.org/books.cfm?id=3D02C42E
Ahora
llegamos a la sexta sección de la promulgación que el nuevo Rey hizo en el
monte: 7:1-12.
VII. CON RESPECTO A LOS PRINCIPIOS
DEL PUEBLO DEL REINO
EN SU MANERA DE TRATAR A OTROS
Aparentemente,
la intención del Señor en 7:1-12 es abarcar los principios por los cuales el
pueblo del reino trata a otros. En realidad, Su intención aquí es exhortarnos a
olvidarnos de nosotros mismos y cuidar a otros.
En los dos capítulos anteriores, el Señor expuso nuestro mal genio, nuestras
concupiscencias, nuestro ser interior, el yo, la carne y nuestra ansiedad.
Ahora nos trae al punto en que debemos aprender a cuidar a otros. Cuando juzguemos a otros, es
necesario que lo hagamos conforme a la manera en que quisiéramos que otros nos
juzguen a nosotros. Considerar el asunto de este modo es cuidar a otros.
El
reinar celestial sobre el pueblo del reino requiere que ellos cuiden a otros.
Aunque varios puntos negativos fueron tratados en los capítulos cinco y seis,
lo de cuidar a otros se trata sólo cuando llegamos al capítulo siete. En todo lo que hagamos, debemos pensar en los demás. Nos falta mucho en esta área,
porque en nuestra vida natural no nos preocupamos por los demás. Desde el
principio hasta el fin, sólo pensamos en nosotros mismos. Nuestro pensar
y considerar están envueltos en nosotros. Por lo tanto, siempre nos centramos
en nosotros mismos y nunca pensamos en los demás. Yo le pediría a usted que
recuerde la manera en que vivía anteriormente. ¿Siempre pensaba en los demás? Si tuviéramos en cuenta a los demás cuando estamos a punto de
criticarlos o juzgarlos, no lo haríamos. La razón por la cual juzgamos a otros y los criticamos
es que no nos interesamos por ellos. Si tuviéramos afecto por ellos, nos
compadeceríamos de ellos.
A. No juzgar para no ser juzgados
con el juicio con que juzgamos
A. No juzgar para no ser juzgados
con el juicio con que juzgamos
En
7:1 el Señor dijo: “No juzguéis, para que
no seáis juzgados”. Las personas del reino, que
viven en un espíritu humilde bajo el gobierno celestial del reino, siempre se
juzgan a sí mismas, y no a los demás. Parece que lo dicho por el
Señor acerca de no juzgar a otros para que no seamos juzgados, no tiene nada
que ver con cuidar a otros. Sin embargo, cuando profundizamos en esta palabra,
vemos que en realidad significa cuidar a otros. Cuando estemos a punto de juzgar a otros, en vez de hacer
esto debemos cuidarlos.
Vamos
a procurar descubrir el secreto, o sea, lo que quiere decir esta palabra acerca
de juzgar. ¿Cómo podemos deducir que el verdadero significado de este versículo
es cuidar a otros? ¿Tiene usted miedo de ser juzgado? Si lo tiene, entonces
debe entender que otros también tienen miedo de ser juzgados. ¿Se aflige usted
cuando otros le juzgan? Si éste es el caso, entonces debe de saber que los
demás también se afligen al ser juzgados por usted. A nadie le gusta ser
juzgado. Si a usted no le gusta, entonces ¿qué diremos de los demás? Tenemos
que cuidarlos. Si a usted no le gusta ser juzgado por otros, ¿por qué juzga
usted a los demás? Si usted tiene miedo de ser juzgado, entonces debe considerar
a otros, quienes también tienen miedo de ser juzgados. Siempre cuide a otros.
El
versículo 2 dice: “Porque con el juicio
con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será
medido”. Bajo el gobierno celestial del reino, los ciudadanos del reino
serán juzgados con el juicio con que ellos juzgan. Si ellos juzgan a
otros con justicia, el Señor los juzgará a ellos con justicia; si juzgan a
otros con misericordia, serán juzgados por el Señor con misericordia, y la
misericordia triunfa sobre el juicio (Jac. 2:13). No juzgue mucho a
otros, porque usted será juzgado de la misma manera. Si los cuida, usted no
será juzgado por ellos.
El
versículo 2 dice que con la medida con que medimos, nos será medido. El
principio aquí es igual que con el juicio. Aparentemente, en estos versículos
el Señor no nos manda a cuidar a los demás; sin embargo, estos versículos, en
realidad, significan que debemos cuidar a otros. ¿Tiene usted miedo de ser
medido por otros? Si éste es el caso, entonces usted debe cuidar a otros,
porque ellos también tienen miedo de ser medidos por usted. Si los cuida, no
los juzgará ni criticará ni medirá.
Anteriormente
yo conocí cierto grupo de cristianos quienes hablaban mucho acerca de la
espiritualidad. En cierto sentido, lo que decían era verdad. No obstante, este
grupo tenía una debilidad: ellos siempre medían a otros. Parece que todos los
miembros de ese grupo tenían una pequeña escala en su bolsillo. Cuando le
invitaban a uno a tomar té, le medían con su escala invisible. Después se
reunían para hablar acerca de la persona. Algunos hacían la pregunta: “¿Ha
averiguado dónde está?” Esto significa: “¿Lo ha medido?” También aprendí que
este grupo no se ocupaba de los sentimientos de otros; sólo le interesaba
medirlos. Al medir a los demás, en realidad estaban criticándolos y
juzgándolos. Quisiera tomar esta oportunidad para exhortar a usted a no medir a
otros. No trate de determinar cuán espirituales son los demás, cuánto
crecimiento tienen o cuál es su condición en la vida. Si usted se abstiene de
medir a los demás, no los criticará ni los juzgará. Esto se basa en el
principio de cuidar a otros.
Los
miembros del grupo que ya mencioné tenían dificultad en ayudar a otros. La
razón por la cual no podían ayudar a los demás era que siempre los medían,
juzgaban y criticaban. Al ayudar a otros, debemos ser ciegos. Si usted quiere ayudar a otros en la vida de iglesia, necesita ser
ciego. Si quiere ser un buen esposo o esposa, sea ciego al cuidar a su cónyuge.
No mida, juzgue ni critique. No mida a los demás. De esta manera se muestra
misericordioso para con ellos. Si tiene misericordia de los demás, usted
recibirá misericordia. Pero si mide a otros sin misericordia, entonces usted
también será medido sin misericordia. Con la medida con que mide, le será
medido.
La
misericordia no mide. Esto quiere decir que la misericordia no impone
requisitos. Todo lo que exige una medida no es misericordia. La misericordia no
sabe matemáticas; no sabe sumar o restar. La misericordia es absolutamente
ciega. ¿Por qué me trata bien cuando estoy en un estado lastimoso? Se debe a
que usted tiene misericordia de mí.
A
veces, por la misericordia del Señor, me mostré misericordioso para con otros.
Después, algunos de mis hijos que habían visto claramente la situación, me
dijeron: “Papá, ¿no sabes cuán vil es esa persona? ¿Por qué fuiste tan amable
con él?” Fui amable porque me
hice el ciego. Sin embargo, mis hijos lo vieron todo claramente. Los que ven
claramente no pueden ser misericordiosos. Si usted quiere ser misericordioso,
debe ser como Isaac, quien bendijo a Jacob ciegamente. Del mismo modo,
nosotros los ciudadanos del reino debemos ser ciegos al tratar con otros. Si
somos así, tendremos misericordia de ellos y siempre los cuidaremos. Cuando mis
hijos me preguntaron por qué yo era amable con los que no merecían benignidad,
les contesté: “Ustedes no saben lo que estoy haciendo. Sus ojos son demasiado
grandes y ven muy claramente. ¿Por qué lo traté así? Porque les tuve
consideración”. Este es el principio del pueblo del reino en su manera de
tratar a otros. En
nuestras relaciones con otros, debemos tenerles consideración, compadecernos de
ellos y tener misericordia de ellos. Las personas del reino, en sus relaciones
con otros, tienen que cuidarlos.
Si
usted lee estos versículos una y otra vez, verá que el principio fundamental
escondido aquí consiste en que debemos olvidarnos de nosotros
mismos y cuidar a otros. ¿Sabe usted por qué criticamos y juzgamos a otros? Se
debe a que pensamos demasiado en nosotros mismos. No tomamos en cuenta lo que
sienten los demás y no nos ocupamos de ellos. Sólo nos ocupamos de lo que
nosotros sentimos. Por lo tanto, juzgamos a los demás y los criticamos.
Por consiguiente, si queremos abstenernos de juzgar a los demás, debemos
cuidarlos. Esto requiere que nos olvidemos de nosotros mismos y seamos
considerados con otros. Si nos centramos en nosotros mismos y pasamos por alto
cómo se sienten los demás, los criticaremos. Pero si los cuidamos, no los
juzgaremos.
1. Considerar la viga en nuestro propio
ojo
cuando miremos la paja en el ojo
de nuestro hermano
1. Considerar la viga en nuestro propio
ojo
cuando miremos la paja en el ojo
de nuestro hermano
En
el versículo 3 el Señor dice: “¿Y por qué
miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no consideras la viga que
está en tu propio ojo?” Nosotros, los que pertenecemos al reino y vivimos
en un espíritu humilde bajo el gobierno celestial del reino, debemos tener en
cuenta la viga que está en nuestro propio ojo cada vez que miremos la paja que
está en el ojo de nuestro hermano. La paja que está en el ojo de
nuestro hermano debe recordarnos la viga que está en nuestro propio ojo.
2. Sacar la viga de nuestro ojo
primero
El
versículo 4 continúa: “¿O cómo dirás a tu
hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?”
Lo dicho por el Señor en los versículos 3 y 4 es muy profundo. Su intención
aquí no es exhortarnos a cuidarnos a nosotros mismos, sino a cuidar a los
demás.
El
versículo 5 dice: “¡Hipócrita!, saca
primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás claro para sacar la paja del
ojo de tu hermano”. Mientras
permanezca la viga en nuestro ojo, veremos borrosamente sin ninguna claridad.
Al señalar el defecto de un hermano, debemos darnos cuenta de que nosotros
tenemos un defecto más grande. El defecto del hermano se compara con una paja y
el nuestro con una viga. Por lo tanto, una vez más vemos que el Señor desea que
cuidemos a los demás. Cuando usted trata de señalarle
un defecto a alguien, es posible que considere el defecto, mas no a la persona.
Cuando hacemos que el defecto de alguien parezca tan grande como una viga, es
evidente que sólo nos ocupamos de su defecto y no de él. Si le interesa el bienestar del
hermano, no le importará su defecto. Antes bien, usted dirá: “Su defecto es
sólo una paja al compararse con el mío, el cual es una gran viga. Por lo tanto,
me alegro de pasar por alto su defecto”.
La
intención del Señor en 7:1-12 consiste en que cuidemos a los demás. El
principio del pueblo del reino en su manera de tratar a otros consiste en que
tomemos a otros en consideración. Debemos observar este principio en todos
nuestros tratos con otros. No actuemos simplemente según
nuestro sentir, sino tomemos en cuenta a la otra persona. Este es el principio
fundamental.
B. No dar lo santo a los perros,
ni echar nuestras perlas delante de los cerdos
B. No dar lo santo a los perros,
ni echar nuestras perlas delante de los cerdos
El versículo 6 dice: “No deis lo santo a los perros, ni echéis
vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan y
os despedacen”. “Lo santo” debe de referirse a la verdad objetiva, la cual pertenece a Dios; y “vuestras
perlas” debe de referirse a las experiencias
subjetivas, las cuales son nuestras. Los perros no tienen pezuña ni tampoco
rumian; los cerdos tienen pezuña hendida pero no rumian. Así que, ambos
animales son inmundos (Lv. 11:4, 7). Conforme a lo revelado en 2 Pedro 2:12,
19-22, y Filipenses 3:2, los perros y
los cerdos aquí se refieren a las personas
que son religiosas, pero no limpias.
Mateo
7:6 también está relacionado al asunto de considerar a otros. Muchas veces
cuando usted ha visto cierta verdad, doctrina o luz, se lo dice a otros sin
importarle si son “perros”, “ovejas” o “lobos”. A usted sólo le interesa su
entusiasmo al respecto. Tal vez diga: “¡Oh, he visto la luz respecto a la vida
de iglesia! ¡La iglesia es gloriosa y maravillosa!” En su entusiasmo,
quizá le comparta esto a la persona equivocada. Esto es lo que significa dar lo
santo a los perros. Cuando le vaya a dar algo santo a otros, debe
tener en cuenta a quienes está hablando. No debe dar lo santo a los perros, ni
echar sus perlas delante de los cerdos. Cuando hable con otros de las cosas santas, o sea las
verdades, y las perlas, o sea las experiencias, tiene que observar el principio
fundamental de tomar a otros en cuenta.
Debe determinar si ellos pueden recibir o no lo que usted quiere compartir.
También es importante percibir cuánto pueden recibir. En otras palabras, al hablar a otros
con respecto a las cosas espirituales, no hable conforme a sus sentimientos ni
a sus deseos; más bien, hábleles
conforme a la capacidad que ellos tienen para recibir lo que usted quiere decir.
Muchas
veces los jóvenes han ido a hablarles a otros acerca de la iglesia o acerca de
ciertas cosas espirituales que han experimentado. Sólo les interesaba cómo se
sentían ellos, no se ocupaban por lo que sentían los demás. Desgraciadamente,
varias veces los demás eran perros o cerdos, los que son incapaces de recibir
lo que les decían. En vez de recibirlo, se vuelven en contra de los que
compartían, pisotearon las perlas y trataron de morder a los hermanos. Por eso, cuando hayamos visto la luz
con respecto a ciertas verdades o hayamos experimentado ciertas cosas preciosas
del Señor y deseemos compartirlas con otros, debemos cuidar a aquellos con
quienes estamos compartiendo. Debemos hacernos esta pregunta: “¿Podrán ellos
recibir mi testimonio? ¿Podrán aceptar lo que quiero compartir con ellos?” Si
cuidamos a otros, no compartiremos todo lo que tenemos con todos, y habrá
algunos a quienes no daremos nuestro testimonio. Este es el principio
del pueblo del reino en su manera de tratar a otros.
Con
frecuencia, hablamos con otros conforme a lo que sentimos nosotros sin
considerar a ellos. Tal vez en cierta ocasión usted sea muy celoso por la vida
de iglesia y por el recobro del Señor. Pero en el celo que siente es posible
que ofenda a algunos “perros”. En otras ocasiones, por haber tenido una
experiencia fresca de Cristo, tal vez diga: “¡Oh, Cristo es maravilloso! Cristo
es el bronce, el hierro, y las armas con que derrotamos al enemigo”. Usted está
tan entusiasmado acerca de su experiencia que la cuenta a todos. Pero puede ser
que algunos se vuelvan en contra de usted y lo ataquen, diciendo: “¡Qué es
esto! ¡Nunca hemos oído que Cristo es armas! ¿Dónde aprendió esto? ¿Y cómo
puede decir que Cristo es el bronce y el hierro? ¡Esto es blasfemia!” Sin
embargo, si usted toma en cuenta a otros, tal vez no diga nada acerca de lo que
recientemente disfrutó de Cristo. Más bien, tratará con ellos sabiamente,
considerando lo que los “perros” pueden aceptar o lo que pueden entender los
“cerdos”. Pero si usted
está muy emocionado y sólo piensa en sí mismo y no en los demás, se meterá en
líos o causará problemas. Anteriormente, algunos de los jóvenes han ido
a otras reuniones, y considerando sólo su propio celo, hablaron
imprudentemente. Eran ardientes, pero debido a que no tomaban en cuenta a los
demás, causaron problemas.
Los
ciudadanos del reino deben ser sumamente sabios. Cuando tenemos
contacto con otros, debemos averiguar cuál es su temperatura, y debemos
considerar su condición. Debemos actuar de manera apropiada y no provocar
a los perros a que nos muerdan ni incitar a los cerdos a que nos ataquen. Es
posible que se vuelvan en contra de nosotros y nos hieran.
C. Pedir, buscar y llamar
Los
versículos del 7 al 11 presentan una dificultad porque parece que estos
versículos no deberían estar aquí. Por algunos años, me brinqué estos
versículos, yendo del versículo 6 al 12, porque éste corresponde a los
versículos del 1 al 6. El versículo 12 dice: “Así que, todo lo que queráis que los hombres os hagan a vosotros, así
también hacedlo vosotros a ellos; porque esto es la ley y los profetas”. Este versículo es la
continuación y conclusión de los primeros seis versículos. Sin embargo, entre
los versículos 6 y 12, tenemos los versículos del 7 al 11 como una inserción.
¿Qué quiere decir esto? Como ya hemos señalado, 7:1-12 trata de los principios
del pueblo del reino en su manera de tratar a otros. Hemos visto que el pueblo
del reino tiene que observar primordialmente el principio de cuidar a otros. Al
juzgar a otros o al hablar acerca de lo santo, debemos tener en cuenta a los
demás. Consideremos ahora
cómo los versículos del 7 al 11 encajan en este asunto.
Los
versículos 7 y 8 dicen: “Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Se requiere
experiencia para entender estos versículos. Al leer estos
versículos una y otra vez a la luz de nuestra experiencia, podemos comprender
lo que significa el hecho de que debamos acudir al Padre celestial cuando
estamos tratando con otros. Tenemos que pedirle, buscarle y llamarle.
Muchas veces no lo hemos hecho. Pero estos versículos indican que en el mismo momento en que estamos
relacionándonos con las personas y tratando con ellas, debemos acudir al Señor
y decir: “Señor, dime cómo relacionarme con estas personas. Señor, muéstrame
cómo tratar con ellas”. Algunas veces, no es adecuado simplemente pedir.
Tenemos que buscar e incluso llamar. Esto indica que tener contacto con las
personas es un asunto serio; nunca piense que es una cosa insignificante.
Nosotros el pueblo del reino debemos tomarlo en serio, y nunca hacerlo de una
forma ligera o descuidada o meramente conforme a lo que nos parezca. Más bien,
debemos proceder teniendo cuidado con los demás. Tenemos que pedir la manera,
buscarla e incluso llamar a la puerta celestial para conseguirla. Por lo tanto, es necesario pedir, buscar y llamar; entonces tendremos la
manera apropiada para ponernos en contacto con otros.
En
Mateo, la forma adecuada de relacionarnos con otros está en conformidad con el
principio del reino. En el versículo 11, después de usar los ejemplos de un
hijo que pide un pan y un pescado en los versículos 9 y 10, el Señor dice: “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los
cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” Debido a que Mateo es un
libro sobre el reino, las “buenas dádivas” en el versículo 11 indudablemente
son las cosas del reino. Sin embargo, Lucas 11:13, el versículo hermano de
Mateo 7:11, dice: “Pues si vosotros,
siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro
Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” En Lucas
11:13 las “buenas dádivas” son cambiadas por “el Espíritu Santo”. Si
yuxtaponemos estos dos versículos, vemos que la mejor manera para que el pueblo
del reino tenga contacto con otros es conforme al reino y al Espíritu Santo.
Tanto el reino como el Espíritu Santo son la forma de relacionarnos con otros.
La sabiduría que necesitamos para tener un contacto adecuado con otros
concuerda con el reino y con el Espíritu. Al tratar con otros, debemos pedir,
buscar y llamar. Con el tiempo, recibiremos la guía para tratar con otros en
conformidad con el reino y el Espíritu. Por tanto, el principio que
rige el contacto que tenemos con otros es el reino y el Espíritu. Si el contacto que tenemos con otros
está basado en este principio, no cometeremos errores.
Si
consideramos el pasado, tendremos que admitir que hemos cometido errores al
ponernos en contacto con otros. Algunos de esos contactos no le fueron de
provecho a nadie. Pero ahora estamos bajo el adiestramiento del reino. No somos
creyentes ligeros, sino ciudadanos del reino, serios y estrictos, y el contacto
que tenemos con otros está en conformidad con el principio del reino y con el
del Espíritu Santo. Nosotros recibimos la guía que necesitamos en el contacto
que tenemos con otros al pedir, buscar y llamar. Si pedimos, recibiremos; si
buscamos, encontraremos; y si llamamos a la puerta, se nos abrirá.
Conforme a nuestro pensamiento humano, primero tomamos el
camino y luego llegamos a la puerta. Pero el concepto divino en la Biblia es
exactamente lo opuesto. Primero pasamos por la puerta, y luego andamos por el
camino. El
Señor dijo: “Llamad y se os abrirá”.
Esto significa que la puerta se nos abrirá y luego estaremos en el camino. Si
pedimos, buscamos y llamamos a la puerta, se nos abrirá y el camino estará ante
nosotros. Entonces sabremos cómo relacionarnos con otros. Necesitamos
una puerta abierta y un camino recto como nuestra guía para tener contacto con
las personas. Sólo podemos tener esta puerta abierta y este camino recto al
pedir, buscar y llamar. Cuánto
necesitamos encontrar la manera apropiada y provechosa para tener contacto con
otros, ya sean incrédulos, santos o las iglesias.
Todos debemos aprender a tener en cuenta a otros y a orar: “Señor, muéstrame la manera”.
Primero usted necesita pedir. Si el camino no está abierto, entonces tiene que
buscar. Si el camino todavía no está abierto, entonces debe llamar a la puerta.
Llamar significa acercarse a Aquel a quien usted busca. Cuando usted pide, quizá todavía haya cierta distancia, pero cuando
usted llama, no hay distancia. Más bien, usted está frente Aquel a quien
busca. Por lo tanto, usted necesita
dedicar tiempo para buscar al Señor.
Cuando tenemos contacto con otros,
necesitamos pedir, buscar y llamar. Entonces la puerta se nos abrirá, se nos
dará un camino recto para que tengamos contacto con ellos, nuestro contacto
será provechoso, y seremos guardados de cometer errores. También sabremos cómo
cuidarnos de los perros y de los cerdos. Este es el significado de la inserción
de los versículos del 7 al 11 entre los versículos 6 y 12.
Antes
de que consideremos el versículo 12, necesitamos añadir una palabra adicional
acerca de pedir, buscar y llamar. Pedir es orar de una manera común, buscar es hacer súplicas específicas y llamar es llegar a la puerta y así
estar lo más cerca. El asunto de pedir y recibir en el versículo 8 es
bueno para la oración del pueblo del reino con respecto a que guarden la nueva
ley del reino. Ellos piden por ello y lo recibirán. El asunto de buscar y
hallar es bueno para 6:33. El pueblo del reino busca el reino del Padre y Su
justicia y los encontrarán. Lo de llamar y que la puerta se abra es bueno para
7:14. La puerta angosta se abrirá al pueblo del reino cuando ellos llamen.
El
versículo 11 contiene una gran promesa. Esta promesa afirma que el pueblo del
reino está bajo el cuidado y el suministro del Padre quien está en los cielos.
De esta manera, ellos están bien capacitados para cumplir la nueva ley del
reino y vivir en su realidad para lograr entrar en su manifestación.
En
los versículos 9 y 10, el pan y el pescado que se piden indican la necesidad
del que pide. Cuando pedimos, buscamos y llamamos, siempre tenemos una
necesidad. Nuestro Padre celestial conoce nuestra necesidad y nos dará lo que
necesitemos. Ningún padre humano les dará a sus hijos una piedra por un pan o
una serpiente por un pescado, sino que siempre les dará buenas dádivas. Cuánto
más nuestro Padre celestial nos dará las cosas que El considera buenas. Incluso al buscar nosotros una
manera de relacionarnos con otros, El nos dará la mejor manera, aquélla que
necesitamos.
D. Hacer a las personas lo que
queremos
que ellos nos hagan a nosotros
D. Hacer a las personas lo que
queremos
que ellos nos hagan a nosotros
Ahora
llegamos al versículo 12, la conclusión a la sección sobre los principios del
pueblo del reino en su manera de tratar a otros. Este versículo dice: “Así que, todo lo que queráis que los hombres os hagan a vosotros, así
también hacedlo vosotros a ellos; porque esto es la ley y los profetas”. La nueva ley del reino no
contradice la ley y los profetas; al contrario, los cumple e incluso los
complementa.
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