EL ARNÉS DEL SEÑOR
Bill Britton
Hay una operación tremenda del Espíritu ocurriendo hoy día para llevar a los Hijos de Dios a un confinamiento absoluto a la Voluntad Perfecta de Dios. Este es el Día de su Preparación, el día en que Él está preparando el canal por el cual Él pueda derramar su gloria para que todo el mundo la vea. Este canal es su Cuerpo en la Tierra, aquella Compañía gloriosa de personas quienes, mediante mucha tribulación y fuegos de prueba, se están conformando a la Imagen del Hijo de Dios. Esta Compañía es su “martillo y armas de guerra” con la cual sojuzgará reinos y vencerá a todos sus enemigos. Este es su “fuerte y poderoso” a quien encomendará la obra de juzgar al mundo. Este es su Vencedor, su “gran ejército” con el cual sojuzgará las naciones. Las armas de su milicia no son carnales, naturales, sino armas “poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas”. Este es el pueblo que “se esforzará y actuará”.
Pero, antes de que Dios pueda encomendar en sus manos este ministerio grande y tremendo, ellos tienen que someterse a la disciplina del Señor, dejando que verdaderamente Él sea el Señor de su vida entera.
Mucho tiempo hemos tratado con la cuestión del pecado abierto, pero ahora Dios está tratando con la rebelión interior de nuestra propia voluntad. Él no trata así con algunos buenos cristianos, porque no son de esta Compañía de Primicias, pero, sin embargo, hay una verdadera obra de Dios efectuándose en los que son llamados al “Supremo Llamamiento de Dios”. Esta es una cosa muy real, y es la obra del Fuego Refinador. Para los que están experimentándolo, algunos de sus aspectos son horribles, pero muy necesarios, y el resultado final es glorioso, cuando somos llevados a una sumisión absoluta y completa a la Voluntad de nuestro Señor.
Fue en una conferencia y convención para ministros en Tulsa, Oklahoma, que Dios me dio una visión que quiero compartir con usted, sobre el asunto de poner el arnés a nuestra propia voluntad. Hubo más de 30 ministros presentes un jueves en la reunión de la mañana, y Dios, el Padre de los espíritus, estaba presente para tratar con sus hijos, para corregirlos y disciplinarlos para la obediencia absoluta a su Voluntad.
Hubo una manifestación del Espíritu tal que nadie podía pasar adelante y ministrar, y los ministros no querían decir nada, excepto lo que fuese ordenado directamente por el Espíritu. Y mientras que aquellos hombres de Dios estaban sentados allí en la presencia temible del Dios Todopoderoso, algunos de ellos teniendo muchos años de ministerio, algunos eran misioneros, todos eran capaces de levantarse y predicar un sermón poderoso, me impresionaba la manera en que ellos reaccionaban a la disciplina del Espíritu. Y en medio de este trato formidable de Dios con nuestros espíritus, el Espíritu Santo me dio una visión…
VI EL CARRUAJE DEL REY
En un camino en medio de un campo ancho estaba un carruaje hermoso, algo semejante a una diligencia, pero todo orlado en oro, con tallas hermosas. Era tirado por seis grandes caballos castaños, dos adelante, dos en medio, y dos atrás. Pero no se movían, no tiraban el carruaje, y yo deseaba saber por qué.
Entonces vi al cochero debajo de carruaje, postrado en el suelo detrás de los talones de los últimos dos caballos, trabajando en algo entre las ruedas delanteras del carruaje. Yo pensaba, “Oh, él está en un sitio peligroso; porque si uno de aquellos caballos pateara o retrocediera, le podrían matar, o si decidieran ir adelante, o se asustaran por alguna razón, entonces tirarían al carruaje por encima de él”. Pero él no parecía tener miedo, porque sabía que aquellos caballos eran disciplinados y no se moverían hasta que se lo indicara. Los caballos no pateaban ni se inquietaban y aunque había campanillas en sus patas, las campanillas no retiñían. Había borlas en su arnés, sobre sus cabezas, pero las borlas no se movían. Ellos sencillamente estaban quietos, esperando la voz del maestro.
HABÍA DOS POTRILLOS
Mientras que yo observaba los caballos uncidos, noté que dos potrillos salieron del campo abierto, y se acercaron al carruaje, y parecían decir a los caballos: “venid y jugad con nosotros, tenemos muchos buenos juegos, correremos con vosotros, venid a alcanzarnos…”. Y con eso los potrillos retozaron, sacudieron sus colas, y corrieron a través del campo abierto.
Pero al mirar atrás y ver que los caballos no los seguían, quedaron perplejos. No habían conocido nada de arneses, y no entendieron por qué los caballos no querían jugar. De modo que les gritaron: “¿Por qué no corréis con nosotros? ¿Estáis demasiado cansados? ¿Estáis demasiado débiles? ¿No tenéis fuerza para correr? Estáis demasiado solemnes, necesitáis más alegría en vuestra vida”.
Pero los caballos no contestaron ni una palabra, ni patearon, ni movieron la cabeza. Aun así se quedaron quietos, esperando la voz del Maestro. Nuevamente, los potrillos les llamaron: “¿Por qué estáis así bajo el sol caluroso? Venid acá a la sombra de este árbol. ¡Ved cuán verde es la hierba! Tendréis hambre, venid y comed con nosotros, es tan verde y tan agradable. Tendréis sed, venid y bebed de uno de nuestros muchos arroyos de agua limpia y refrescante”. Pero los caballos no les contestaron siquiera con una mirada, sino que se estuvieron quietos, esperando las órdenes para ir adelante con el Rey.
POTRILLOS EN EL CORRAL DEL MAESTRO
Entonces fue cambiada la escena, y vi lazos corredizos caer sobre los cuellos de los dos potrillos, y fueron llevados al corral del Maestro para adiestramiento y disciplina. ¡Cuán tristes estaban cuando desaparecieron los hermosos campos verdes, y fueron puestos en confinamiento en el Corral de tierra morena y cerca alta! Los potrillos corrieron de cerca a cerca, buscando libertad, pero encontraron que estaban encerrados en ese lugar de adiestramiento.
Entonces el Domador comenzó a trabajar con ellos, con su látigo y su freno. ¡Qué muerte para esos potros que toda su vida estuvieron acostumbrados a gran libertad! No podían entender la razón de esa tortura, esa disciplina terrible. ¿Qué gran crimen habrían cometido para merecer esto? Poco sabían de la responsabilidad que sería suya cuando se hubieran sometido a la disciplina, terminado su adiestramiento y aprendido a obedecer perfectamente al Maestro. Todo lo que sabían era que este procedimiento era la cosa más horrible que jamás habían conocido.
SUMISIÓN Y REBELIÓN
Uno de los potrillos, se rebeló durante el adiestramiento, y dijo, “Esto no es para mí. Yo quiero mi libertad, mis collados verdes, mis arroyos fluyentes de agua dulce. No voy a tolerar más este confinamiento, este adiestramiento terrible”. De modo que halló una salida, saltó sobre la cerca y, corriendo alegremente, se volvió a las praderas. Yo me asombré de que el Maestro lo dejara salir, y no lo siguiera. Pero él puso su atención en el otro potrillo.
Este potrillo, aunque tuvo la misma oportunidad de escaparse, decidió someter su propia voluntad, y aprender los caminos de su Maestro. Y el adiestramiento se puso más duro que nunca, y él rápidamente aprendía más y más cómo obedecer el deseo más leve de su Maestro, y a responder aún a su voz más apacible.
Y vi que si no hubiera habido ningún adiestramiento, ni disciplina, no se habría manifestado ni sumisión ni rebelión de uno u otro de los potrillos. Porque en el campo no tuvieron la alternativa de rebelarse o someterse, en su inocencia eran sin pecado. Pero cuando fueron llevados al lugar de prueba, adiestramiento y disciplina, entonces se manifestó la obediencia de uno y la rebelión latente en el corazón del otro. Y aunque parecía más seguro no ir al lugar de disciplina a causa del riesgo de ser hallado rebelde, sin embargo, vi que sin eso no se podría participar de la gloria del Rey, ni ser sus Hijos Manifestados.
EN EL ARNÉS
Al fin se terminó este período de adiestramiento. ¿Fue recompensado ahora con su libertad, y devuelto a los campos? Oh, no. Más bien, vino a un confinamiento más grande que nunca, cuando el arnés cayó sobre sus brazuelos. Ahora halló que no tuvo ni la libertad de correr a través del pequeño corral, porque en el arnés sólo podía moverse a donde y cuando su Maestro hablase. Y a menos que su Maestro hablase, no se movía.
Se cambió la escena, y vi al otro potrillo parado en una ladera, mordisqueando la hierba. Entonces por los campos, a lo largo del camino vino el carruaje del Rey, tirado por seis caballos. Con asombro él vio que adelante, al lado derecho, estaba su hermano potro, ahora hecho fuerte y maduro por medio del buen grano de la cuadra del Maestro. Vio las hermosas borlas moviéndose en el viento, notó el resplandeciente arnés, orlado en oro, sobre su hermano, oyó el bello retintín de las campanillas en sus patas… y la envidia entró en su corazón. Así que se quejaba en su interior: ¿Por qué ha sido honrado así mi hermano, y yo he sido despreciado? No han puesto campanillas en mis patas, ni borlas sobre mi cabeza. El Maestro no me ha dado a mí la responsabilidad maravillosa de tirar de su carruaje, ni me han puesto el arnés de oro. ¿Por qué han escogido a mi hermano en vez de a mí?
Y por el Espíritu me vino la respuesta mientras que miraba: “Porque uno se sometió a la voluntad y disciplina del Maestro, y el otro se rebeló, así uno ha sido escogido y el otro desechado”.
HAMBRE EN LA TIERRA
Entonces vi una gran sequía descender sobre los campos, y la hierba verde se puso seca, quemada y quebradiza. Se secaron los arroyuelos, dejaron de fluir, y hubo sólo unos pequeños charcos aquí y allá. Vi al potrillo (me maravillé de que nunca pareciese haber crecido o madurado) mientras corría acá y allá por los campos buscando arroyos frescos y pasto verde, sin hallarlos. Todavía correteaba, aparentemente dando vueltas, siempre buscando algo para saciar su espíritu hambriento. Pero había hambre en la tierra, y no se hallaban los ricos pastos verdes y los arroyos fluyentes de antaño.
Y un día el potrillo se paró sobre el collado sobre sus piernas débiles, que se bamboleaban, preguntándose a donde iría ahora a encontrar alimento, y cómo recibiría fuerzas para ir. Parecía que no había remedio, porque la buena comida y arroyos fluyentes eran cosa del pasado, y todos los esfuerzos para hallarlos solamente le debilitaban más. De repente vio el carruaje del Rey yendo por el camino, tirado por seis grandes caballos, y vio a su hermano ya gordo y fuerte de músculo, hecho hermoso por el mucho almohazar (Estregar a las caballerías con la almohaza o peine para limpiarlas). Con corazón asombrado y perplejo clamó: “Hermano mío, ¿dónde encuentras la comida para mantenerte fuerte y gordo en estos días de hambre? Yo, en mi libertad, he corrido por todas partes buscando comida y no encuentro nada. Y tú, en tu confinamiento terrible, ¿dónde encuentras comida en este tiempo de carestía? ¡Dime, por favor, porque tengo que saberlo!”
Entonces vino la respuesta en una voz llena de victoria y alabanza: “En la casa de mi Maestro hay un lugar secreto, en las limitaciones restringentes de su cuadra, donde con su propia mano me alimenta y sus graneros nunca se agotan y su pozo nunca se seca”.
Con eso el Señor me hizo saber que, en el día cuando el pueblo está débil y hambriento en espíritu, en el tiempo de hambre espiritual, los que han perdido su propia voluntad y han entrado en el Lugar Secreto del Altísimo, en el confinamiento completo de su Voluntad Perfecta, tendrán el trigo del Cielo en abundancia y revelación por su Espíritu, que fluirá como un arroyo fresco y perpetuo.
Así terminó la visión.
INTERPRETACIÓN DE LA VISIÓN
“Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella” (Hab. 2: 2).
“Uncid caballos y subid, vosotros los jinetes” (Jer. 46: 4).
Estoy seguro de que muchos de vosotros, que podéis oír lo que el Espíritu dice a la Iglesia, ya habéis comprendido lo que Dios mostraba en la visión. Pero permitidme aclararlo.
El ser engendrados en la familia de Dios, el alimentarse de los pastos verdes y el beber de los muchos arroyos de la revelación de sus propósitos, está muy bien y es maravilloso, pero no es suficiente.
Cuando éramos niños tiernos y disciplinados, limitados solamente por el cerco exterior de la Ley que circundaba los límites de los pastos (para impedirnos la entrada a los pastos sombríos de hierbas venenosas), Él se contentaba con vernos desarrollar y crecer hasta ser jóvenes en el sentido espiritual. Pero, para los que se alimentaban en sus pastos y bebían de sus arroyos, llegó el tiempo cuando tuvieron que ser llevados a la disciplina, con el propósito de hacerlos hijos maduros.
Hoy en día muchos niños espirituales no pueden comprender por qué algunos de los que se han puesto el arnés de Dios no pueden emocionarse de los muchos juegos religiosos y despropósitos juguetones de los inmaduros. Quieren saber por qué los disciplinados no corren tras cada revelación nueva ni se alimentan de cada oportunidad para ocuparse en actividades religiosas que parecen ser buenas y provechosas. Desean saber por qué algunos no correrán con ellos en sus esfuerzos frenéticos para edificar obras grandes y ministerios grandes y notables.
No pueden comprender el hecho sencillo de que esta Compañía de Santos se quede esperando la voz del Maestro, y ellos no oyen a Dios en toda esa actividad exterior. Ellos se moverán en su tiempo, cuando el Maestro les hablase. No se moverán antes, aunque vinieran muchas tentaciones de los potros juguetones. Y los potros no pueden entender por qué los que aparentemente tienen grandes habilidades y fuerza no las usan para bien. Dicen, “pon el carruaje en el camino”; pero los disciplinados, los que están en el arnés de Dios, saben que no deben moverse antes de oír la voz del Maestro. Ellos se moverán en su debido tiempo con grande resolución y con gran responsabilidad.
Y el Señor me hizo saber que hay muchos que Él comenzó a adiestrar, quienes se habían rebelado contra la disciplina y la corrección del Padre. A ellos no se les podría confiar la gran responsabilidad de ser hijos maduros, así que les dejó regresar a su libertad, a su actividad religiosa y a sus revelaciones y dones. Siempre son su pueblo, alimentándose en sus pastos. Pero Él les ha puesto a un lado para que no tengan parte en los propósitos grandes de este fin de siglo. Así que, ellos se gozan de su libertad, sintiendo que son los escogidos en los muchos arroyos de agua viva, no sabiendo que han sido puestos a un lado, como ineptos para su gran obra en este fin de siglo.
Me mostró que, aunque el castigo parece doloroso por un tiempo, y la disciplina difícil de soportar; sin embargo, el resultado de alcanzar toda la gloria que tendrán los Hijos Manifestados, vale la pena y la gloria venidera excede al sufrimiento que fue necesario para alcanzarla. Y aunque algunos pierden hasta sus vidas en este adiestramiento, no obstante, compartirán igualmente la gloria de sus propósitos eternos.
Por tanto, santo de Dios, no desmayes, porque es el Señor quien te lleva al confinamiento y no tu enemigo. Es para tu bien y para su Gloria. Por ello, soporta todo con alabanzas y acción de gracias porque Él te ha tenido por digno de compartir su Gloria. No temas el látigo en su mano, porque no es para castigarte, sino para corregirte y adiestrarte, para que puedas entrar en una sumisión completa a su Voluntad y ser hallado en su semejanza en aquella hora.
Regocíjate en tus pruebas y en toda tu tribulación, y gloríate en su cruz y en las limitaciones de su arnés, porque Él te ha escogido y ha tomado sobre Sí mismo la responsabilidad de mantenerte fuerte y bien alimentado. Así que, apóyate en Él, y no confíes en tu propia habilidad ni en tu propia prudencia. De esta manera serás alimentado y su mano estará sobre ti, y su Gloria te hará sombra y fluirá por medio de ti, mientras que sale para llenar toda la Tierra.
¡Gloria a Dios! ¡Bendito sea el Señor! ¡Él es maravilloso!
Deja que Él sea Señor de tu vida, amigo, y no te quejes de lo que Él permita en ella.
ABUNDANCIA EN TIEMPO DE HAMBRE
En la hora cuando el hambre corre por la Tierra, Él alimentará con su propia mano a los que se someten a su voluntad Perfecta y habitan al abrigo del Altísimo. Cuando el terror taconea por la Tierra, los que están bajo su arnés no temerán, porque sentirán su brida y su freno y conocerán la guía de su Espíritu. Cuando otros estén débiles y temerosos, estarán los que se fortalecerán en el poder de su fuerza y no les faltará ningún bien. En la hora cuando las tradiciones de los sistemas religiosos se hayan probado falsas, y sus arroyos se hayan secado, entonces sus escogidos pregonarán la Palabra Verdadera del Señor.
Entonces, regocijaos, hijos de Dios, que habéis sido escogidos por su Gracia para esta obra grande en esta última hora.
La cerca que retenía a los potros en sus propios prados y pastos no significa nada para los caballos del tiro en el arnés, porque a ellos se les abren las puertas y salen tirando del carruaje del Rey, a muchos lugares extraños y maravillosos. No se detienen para comer las hierbas venenosas del pecado, porque comen solamente en la cuadra del Maestro. Esos campos ellos los pisotean bajo sus pies al salir en los negocios del Rey. Así que, para los que se someten completamente a su Voluntad, no hay Ley. Porque se mueven en la Gracia de Dios, guiados solamente por su Espíritu donde todo es lícito, pero no todo conviene. Esta es una esfera peligrosa para los que son indisciplinados y muchos han perecido en pecado saltando sobre la cerca sin tener su arnés y su brida.
Algunos han pensado de sí mismos que ya eran completamente uncidos y sumisos a Él, solamente para encontrar que en una parte de su vida todavía moraban rebeldía y obstinación.
Esperemos delante de Él hasta que ponga su lazo alrededor de nosotros y nos atraiga a su lugar de adiestramiento. Aprendamos los tratos de Dios y los movimientos de su Espíritu, hasta que sintamos al fin que su arnés caiga alrededor de nosotros y oigamos su voz dirigiéndonos.
¡Entonces sí habrá resguardo de las artimañas y trampas del pecado y moraremos en su casa para siempre!
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