CAMINANDO EN LA SABIDURÍA DE LA CRUZ
Como los hijos de Esceva, podemos tener la fórmula correcta:
“Ato este espíritu malo en el Nombre de Jesús”… pero rara vez se consigue algo porque no somos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales
y así, nuestras palabras no son ni oídas ni obedecidas.
Ef. 3:9- “Y de aclarar a todos cuál sea la
dispensación del misterio…”
En vano
vamos a simplificar el evangelio presentándolo alegremente con talento musical,
drama, marionetas o el arte de la retórica o la elocuencia de discurso. Es
necesario que caigan escamas de los ojos ciegos de los hombres antes de que
puedan “VER la dispensación del misterio”. No se trata de persuadir a los
hombres a cambiar de religión.
“El dios de este mundo ha cegado las
mentes de los incrédulos” (2ª Cor. 4:4). Los
corazones de los hombres tienen que ser atravesados por la espada del Espíritu
antes de que puedan VER.
“Mas hablamos sabiduría de Dios en
misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para
nuestra gloria… Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído
oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los
que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu” (1ª Cor.
2:7-10).
Nadie
puede llegar a conocer a Dios a menos que los ojos ciegos y los oídos sordos
sean abiertos. El
evangelio es un “misterio”, un “secreto” que los hombres sólo pueden conocer
cuando el Espíritu de Dios revela a Cristo a sus corazones.
“En aquella misma hora Jesús se regocijó
en el Espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra,
porque escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has REVELADO a
los niños. Sí, Padre, porque así te agradó. Todas las cosas me fueron
entregadas por mi Padre; y nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; ni
quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.”
(Lucas 10:21-22).
Jesús
vino a revelar al Padre, a darle a conocer, a desvelar al Jehová-Dios del
Antiguo Testamento. Esto lo hizo caminando en total unión con Él, diciendo sólo aquello que el Padre le daba a hablar, haciendo solamente lo que el Padre le daba para hacer. Nadie conoce al Padre a menos
que el Hijo Lo revele. Y este es
el Evangelio… quitar la ceguera de los ojos para que los hombres puedan ver y
conocer a Dios. Pablo predicó de tal manera a Cristo en Galacia al caminar
en la debilidad y fragilidad de su carne, que el Espíritu de Dios fluyó de su
vida y de su mensaje y el
pueblo VIO a Cristo, crucificado aún en medio de ellos (Gál. 3:11). Y al ver a
Cristo, las escamas de oscuridad cayeron de sus ojos.
Dios nos ayude a comprender que no
proclamamos el evangelio meramente con libros, palabras y canciones. Debe haber
una revelación, un desvelar a Cristo mediante una ministración del Espíritu de
Dios.
“Para que la multiforme sabiduría de Dios
sea ahora dada a conocer POR MEDIO de la iglesia a los principados y potestades
en los lugares celestiales.”
La
gente sigue diciendo: “No nos centremos tanto en el cielo de modo que no
sirvamos para nada en lo terrenal.” El Diablo comenzó ese dicho. Porque sabe
que no servimos para nada en la tierra al no estar centrados en el cielo. No
hemos podido penetrar en los cielos con “la multiforme sabiduría de Dios”, y
por tanto, las potestades de la oscuridad permanecen inmutables, a la par que
las potestades del Reino Celestial no son alertadas con lo que decimos o
hacemos. ¡PARA QUE AHORA…!
El propósito del evangelio no está ahí, en la mayor parte de nuestra
predicación.
El
propósito del evangelio es ATAR en el Cielo esas fuerzas que están sueltas en
la tierra, y que deben ser atadas antes de que los hombres puedan ver y oír. La intención del evangelio es SOLTAR en
el Cielo esas fuerzas del Reino que necesitan ser soltadas en la tierra.
Como los hijos de Esceva, podemos tener la fórmula correcta: “Ato este espíritu malo en el Nombre de Jesús”… pero rara vez se consigue algo porque no somos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales y así, nuestras palabras no son ni oídas ni obedecidas. El apóstol nos dice que el propósito del evangelio es que la sabiduría de Dios sea revelada AHORA en los lugares celestiales por medio de la Iglesia. Reflexionemos en esto. Estamos aquí, en la tierra, en medio de todo el conflicto y la atadura terrenal. ¿Para qué habría de preocuparme sobre la revelación de la sabiduría de Dios a los principados y potestades en los cielos? ¡Dejemos esas cosas tan lejanas a un lado, y sigamos en nuestra tarea de predicar el evangelio por todo el mundo!
Como los hijos de Esceva, podemos tener la fórmula correcta: “Ato este espíritu malo en el Nombre de Jesús”… pero rara vez se consigue algo porque no somos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales y así, nuestras palabras no son ni oídas ni obedecidas. El apóstol nos dice que el propósito del evangelio es que la sabiduría de Dios sea revelada AHORA en los lugares celestiales por medio de la Iglesia. Reflexionemos en esto. Estamos aquí, en la tierra, en medio de todo el conflicto y la atadura terrenal. ¿Para qué habría de preocuparme sobre la revelación de la sabiduría de Dios a los principados y potestades en los cielos? ¡Dejemos esas cosas tan lejanas a un lado, y sigamos en nuestra tarea de predicar el evangelio por todo el mundo!
Repentinamente
somos confrontados con el descubrimiento de que la sabiduría de Dios es la
sabiduría de la Cruz; y que si no estamos caminando en el camino de la
obediencia total a la voluntad de Dios ni identificándonos con la Cruz de
Cristo—tampoco estaremos haciendo incursiones en el mundo de la oscuridad
porque no seremos conocidos ni reconocidos en los lugares celestiales.
Repentinamente descubrimos que SI NO SOMOS CONOCIDOS NI RECONOCIDOS AHÍ ARRIBA,
TAMPOCO VAMOS A SERVIR DE MUCHO AQUÍ ABAJO.
Si
pudiéramos creer esto, ¡Qué diferencia habría en nuestro enfoque completo sobre
el ministerio del evangelio! Todo
nuestro estilo de vida sería cambiado por completo. Nuestra vida de
oración sería transformada en extremo. Porque cuando comenzamos a caminar en la obediencia de la
Cruz, descubrimos que la misma atmósfera de la oración está impregnada con la
voluntad de Dios y con el deseo de hacer
solo aquello que Le es agradable. Nuestro único deseo sería
convertirnos en vasos aprobados por Dios y no preocuparnos en absoluto por la
aprobación de los hombres. Y entonces descubriríamos lo que Jesús quería decir
cuando dijo: “Si
permanecéis en Mí y Mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que
queráis y os será hecho” (Juan 15:7). Sabríamos como entregarnos al
Espíritu de Dios para que a través de nosotros pudiera hacer “intercesión por
los santos conforme a la voluntad de Dios”. Aprenderíamos a “orar en el Espíritu Santo: oraciones
“fervientes”, “llenas de fuego”, bautizadas con el fuego del Cielo… oraciones
que alcancen el trono de Dios.
Amados,
vamos a tener que familiarizarnos más con el Cielo si es que vamos a ser de
alguna utilidad terrenal aquí abajo. Tenemos que comenzar a penetrar los cielos con la sabiduría de
Dios si es que vamos a ver como las escamas son quitadas de los ojos de los
hombres y como son liberadas sus almas cautivas.
Estamos
hablando de la Sabiduría de la Cruz. Señor, ¡Enséñanos a caminar en la
sabiduría de la Cruz!
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