ABRE TU CORAZÓN
Percibes dentro de ti lo que Dios desea, pero te resistes. No hay que extrañarse de que estés angustiado. Dices, “es imposible hacer lo que Dios quiere”. Bueno, esa es una verdadera invitación al desespero, ¿sí o no? Desespérate de ti mismo tanto como te venga en gana, pero nunca desesperes de Dios. Sabes que Él es todo bondad y todo poder. Dios te dará según tu fe. ¡Mira a Abraham que esperó en contra de la esperanza! ¡Mira a María cuando no dudó siquiera cuando le propusieron la cosa más increíble de la Tierra!
Abre tu corazón. Lo has cerrado con tanta fuerza que ni siquiera quieres que Dios te ayude en este punto. ¿Cómo puede tener la gracia espacio suficiente para trabajar con una actitud como esa? Todo cuanto pido es que descanses en fe con un corazón manso. Dios lo hará todo por ti. Las cosas que parecen más imposibles y monstruosas serán llevadas a cabo sin que ni siquiera sepas cómo.
Mediante la circuncisión de tu corazón eres hecho un hijo de Abraham. Al igual que él, debes dejar tu país de origen y todo cuanto te es familiar, y salir sin siquiera saber adónde vas. ¡Menuda bendición! Déjalo todo y entrégate a Dios que te ama celosamente.
Tú, por ti mismo, sólo puedes llevar a cabo cambios superficiales. No te conoces a ti mismo. Dios te conoce íntimamente, y sabe exactamente dónde excavar para encontrar la fuente de tus problemas. El amor propio es cobarde. El yo no tiene el valor de herirse hasta la muerte. La mano de Dios golpea en lugares inesperados y no deja nada sin descubrir. Tu amor propio clamará cuando Dios lo golpee. Asegúrate de que no haces nada para consolarle. Simplemente échate para atrás y deja a Dios hacer su trabajo. Permanece en calma a medida que Él opera en ti y Su trabajo será un éxito.
Encuentro propia inspiración en Juan el Bautista, que se olvidó por completo de sí mismo para que sólo pudiera pensar en Cristo. Puso rumbo a Cristo con toda su vida, ¡menudo ejemplo expone ante ti!
A medida que leas un pasaje de las Escrituras, haz una pausa después de cada versículo o frase para oír lo que Dios pueda decir. Considera cómo Jesús practica lo que lees. Piensa en cómo otros creyentes fieles viven la verdad de Dios. Considera lo que puede estar impidiendo que vivas la verdad por ti misma. A medida que sientas tu incapacidad para vivir cierta verdad, acude ante Dios en silencio y humildad. Admira con claridad lo incapaz que eres. Pide a Dios que viva Su vida en ti, y que haga por ti todo aquello que tú misma no puedes. En verdad que Él terminará la obra que empezó en ti.
Permíteme ofrecerte un ejemplo. Suponte que estás leyendo Juan 17. En este pasaje Jesús dice a Su Padre: “Te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me diste”. Cada cual tiene su propia obra pero no todo el mundo está haciendo la obra que Dios le ha dado a hacer. Todo lo que hagas que provenga del orgullo, o para desfilar ante los ojos del mundo, o simplemente porque agrada a tu vieja naturaleza no es la obra que Dios te da. Todo este tipo de obra proviene del mundo, o de la carne, o incluso del diablo. Lo que Dios quiere que hagas es obrar en aquellas cosas que están en consonancia con Su naturaleza dentro de ti. Quiere reponer tu vieja naturaleza con Su mismísima naturaleza. Esto conllevará nuevos pensamientos y deseos.
Aquí está la obra de Dios. Considera el ejemplo de los creyentes que han marchado delante tuya. Algunos de ellos lo pasaron mucho peor que tú. También eran débiles, pero terminaron su carrera espiritual.
No hablas a favor de Dios cuando exhibes un temperamento fuera de control. Su obra comienza en ti al querer alejarte de tu antigua vida. La mansedumbre es tu obra, Dios mío. He aquí la obra que Tú me has dado a hacer.
Puede que Dios te haya llamado a soportar que te sirvan de mala manera. Hazlo con gozo, pues ciertamente agradará a Dios. Recuerda que no eres llamado a ser bien servido, sino a servirle bien a Él. Aprende a ser manso y paciente con todo cuanto te turbe.
Cada día está lleno de cosas así y aprenderás a tratar con ellas. Cada uno de estos acontecimientos te enseñarán a vivir en la presencia de Dios. No confíes en tus buenas intenciones si no producen un sentir de vida dentro de ti. Busca hacerte manso y humilde. Si haces algo incorrecto que sólo te afecte a ti, arrepiéntete en calma. Si has agraviado a otros, a lo mejor con una palabra desagradable, entonces haz algún pequeño acto de bondad. Recuerda cuán mansa y pacientemente trata Dios contigo. Observa cómo Él trata contigo y de ahí aprende a tratar con otros. No te desanimes por tus errores. Nunca dejes de acudir a Dios.
VIVE LA VERDAD DE DIOS
A medida que leas un pasaje de las Escrituras, haz una pausa después de cada versículo o frase para oír lo que Dios pueda decir. Considera cómo Jesús practica lo que lees. Piensa en cómo otros creyentes fieles viven la verdad de Dios. Considera lo que puede estar impidiendo que vivas la verdad por ti misma. A medida que sientas tu incapacidad para vivir cierta verdad, acude ante Dios en silencio y humildad. Admira con claridad lo incapaz que eres. Pide a Dios que viva Su vida en ti, y que haga por ti todo aquello que tú misma no puedes. En verdad que Él terminará la obra que empezó en ti.
Permíteme ofrecerte un ejemplo. Suponte que estás leyendo Juan 17. En este pasaje Jesús dice a Su Padre: “Te he glorificado en la tierra; he completado la obra que me diste”. Cada cual tiene su propia obra pero no todo el mundo está haciendo la obra que Dios le ha dado a hacer. Todo lo que hagas que provenga del orgullo, o para desfilar ante los ojos del mundo, o simplemente porque agrada a tu vieja naturaleza no es la obra que Dios te da. Todo este tipo de obra proviene del mundo, o de la carne, o incluso del diablo. Lo que Dios quiere que hagas es obrar en aquellas cosas que están en consonancia con Su naturaleza dentro de ti. Quiere reponer tu vieja naturaleza con Su mismísima naturaleza. Esto conllevará nuevos pensamientos y deseos.
Aquí está la obra de Dios. Considera el ejemplo de los creyentes que han marchado delante tuya. Algunos de ellos lo pasaron mucho peor que tú. También eran débiles, pero terminaron su carrera espiritual.
No hablas a favor de Dios cuando exhibes un temperamento fuera de control. Su obra comienza en ti al querer alejarte de tu antigua vida. La mansedumbre es tu obra, Dios mío. He aquí la obra que Tú me has dado a hacer.
Puede que Dios te haya llamado a soportar que te sirvan de mala manera. Hazlo con gozo, pues ciertamente agradará a Dios. Recuerda que no eres llamado a ser bien servido, sino a servirle bien a Él. Aprende a ser manso y paciente con todo cuanto te turbe.
Cada día está lleno de cosas así y aprenderás a tratar con ellas. Cada uno de estos acontecimientos te enseñarán a vivir en la presencia de Dios. No confíes en tus buenas intenciones si no producen un sentir de vida dentro de ti. Busca hacerte manso y humilde. Si haces algo incorrecto que sólo te afecte a ti, arrepiéntete en calma. Si has agraviado a otros, a lo mejor con una palabra desagradable, entonces haz algún pequeño acto de bondad. Recuerda cuán mansa y pacientemente trata Dios contigo. Observa cómo Él trata contigo y de ahí aprende a tratar con otros. No te desanimes por tus errores. Nunca dejes de acudir a Dios.
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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