EL SACRIFICIO DEL AMOR
Si sólo sigues a Dios para sentir Su presencia y consuelo, entonces le sigues por los motivos equivocados. Tu mente está ansiosa de conocer, tu corazón quiere sentir cálidas emociones, pero no estás dispuesto a seguir a Cristo a la Cruz. ¿Es eso morir a uno mismo? Hay una ambición espiritual refinada cuando se persiguen indebidamente los dones espirituales. Pablo habla de un mejor camino. “El amor no busca lo suyo”. ¿Cómo seguirás en la madurez si estás siempre buscando el consuelo de sentir la presencia de Dios contigo? La búsqueda del placer y el ignorar la Cruz no van a llevarte muy lejos. Pronto te verás atrapado en la búsqueda de placeres espirituales.
Si tienes una niñez demasiado tierna en Jesucristo serás un buen candidato para pasarlo muy mal cuando Dios empiece a destetarte del consuelo emocional de la presencia de Dios. ¡No vivas en el porche y pienses que estás en la casa! Los comienzos de tu fe pueden ser acompañados con muchos sentimientos maravillosos, pero eso no quiere decir que hayas madurado. Aférrate únicamente a Dios, y no dependas de nada de lo que sientas, o saborees, o imagines. Llegarás a ver cuánto más seguro es este camino que andar tras visiones y profecías.
EL PROPÓSITO DEL SUFRIMIENTO
Haces que la vida te sea más dolorosa cuando resistes a Dios en lo más mínimo. Sueles regatear con Dios para poner un límite a tu sufrimiento. El propio capricho interior que hace necesaria la obra de la cruz en tu vida es el mismo que intenta empujar la cruz a un lado. Dios tiene que empezar contigo desde cero cada vez que le echas a un lado. Hay veces que Dios se lleva Sus dones hasta que los puedas poseer con pureza. Si no fuera así te envenenarían. Es raro poseer los dones de Dios sin afán de posesión.
Crees que todo es para ti. No piensas primero en la gloria de Dios, pues de otro modo no te deprimirías cuando tus bendiciones visibles se desvanecen. La verdad es que casi sólo te preocupas de ti mismo. El amor propio se siente orgulloso de sus hazañas espirituales. Has de perderlo todo para encontrar a Dios sólo por Sí Mismo (Administrador: ¡En la nada encontramos el Todo!). Pero no vas a perderlo todo hasta que te sea arrancado de un tirón.
¡No empezarás a desprenderte de ti hasta que te despeñen por un barranco! Él quita para volver a dar de una forma mucho mejor. Mira el ejemplo de las amistades. Al principio Dios te atrae al derramar Su presencia en ti. Estás dispuesto a orar y a dejar atrás tus deleites y amistades egoístas. Renuncias a todo aquel que no se sienta como tú te sientes. Muchas personas nunca pasan de este lugar. Algunos pasan de ahí cuando dejan a Dios desnudarles de todo, pero se deprimen cuando todo se convierte en una carga. Lejos de buscar amigos, los amigos con que antes solía pasarlo bien, ahora le incomodan. Aquí hay agonía y desespero. No es posible hallar gozo. ¿Te sorprende tal
cosa?
Dios se lo lleva todo porque no sabes amar, y no hablemos de la amistad. La idea misma hace que se te salten las lágrimas. Todo te abruma. No sabes qué hacer. Estás de malhumor y lloras como un niño. Eres un amasijo de tumultuosas emociones que cambian de un instante a otro. ¿Te parece difícil creer que una persona fuerte y altruista pudiera llegar a un estado semejante? Hablar de amistad es como hablarle de baile a un enfermo.
Espera a que pase el invierno. Tus verdaderos amigos volverán a ti. Ya no amarás por ti mismo, sino en y para Dios. Antes, de alguna forma tenías siempre miedo de perder ... por muy generoso que parecieras. Si no buscabas riqueza ni honor, buscabas un interés en común, o confidencia, o entendimiento. Si te llevan estos consuelos, te duele, te daña, y te ofende. ¿No te muestra esto a quién amas de verdad? Cuando lo que amas en alguien es a Dios, estarás al lado de esa persona a pesar de todo.
Si la amistad se rompe en el orden de Dios, estás en paz. Puede que sientas un profundo dolor, pues la amistad era un gran don, pero es un sufrimiento tranquilo, y libre de la agria pena de un amor posesivo. El amor de Dios te hace libre.
No malgastes tu sufrimiento. Deja que el sufrimiento lleve a cabo lo que Dios quiere que haga en tu vida. Nunca te endurezcas tanto que sufras sin razón y sin ninguna finalidad. Pablo dice, “Dios ama al dador alegre”. ¡Cuánto ha de amar Él a aquellos que con gozo se entregan a sus tratos!
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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