El testimonio del Espíritu
26
Y
de la misma manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues
que hemos de pedir como debiéramos no lo sabemos, pero el Espíritu
mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles; 27 Mas el que
escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu,
porque Él intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
Recordemos
desde el versículo 16 que "el
Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos
de Dios".
Pablo distingue entre el Espíritu Santo y nuestro espíritu. Los
traductores utilizan letras mayúsculas cuando creen que se refiere
al Espíritu Santo, y minúsculas cuando se refiere a nuestro
espíritu. Pero no hay este tipo de herramientas en el Nuevo
Testamento griego, tal como está escrito originalmente. A veces no
está claro a cual "espíritu" se está refiriendo. No es
un punto crucial, por supuesto, porque el
Espíritu Santo se ha fusionado con nuestro propio espíritu para
disponer el doble
testimonio de
toda verdad. Cuando llegamos a los versículos 26 y 27, sin embargo,
es útil entender que el "Espíritu" que intercede por
nosotros no es el mismo espíritu humano que se encuentra en lo
profundo de nuestros corazones.
En
mi opinión, es el Espíritu Santo quien "intercede
por nosotros",
porque "sabe
cuál es la intención del espíritu [humano]".
Una vez más vemos una unidad y un testigo doble por el cual se
establecen todos los asuntos.
Es
evidente que Dios conoce nuestros corazones. Muchas veces nuestras
oraciones son contestadas de una manera que es muy diferente de la
forma en que realmente hemos orado. Esto es así porque "no
sabemos cómo pedir como conviene"
(8:26),
y las oraciones de nuestra boca no siempre están de acuerdo con la
oración del espíritu dentro de nuestro corazón. El Espíritu
Santo, sin embargo, conoce el verdadero clamor de nuestro corazón y
da testimonio de ese clamor, porque nuestro espíritu es el hombre
nuevo interior, que es nuestra Cristo-identidad. El Espíritu Santo
siempre da testimonio de Cristo en ti.
En
nuestra vida de oración, entonces, cuanto más
conscientes y en contacto están nuestras mentes
con
el clamor del corazón en nuestro espíritu,
más capaces somos de expresar en la oración el sentir real de
nuestro espíritu. Esto se convierte en un tercer testigo para
cumplir con la Ley de Dos o Tres Testigos. El
primer testigo es la verdad que percibimos. El segundo testigo la
establece y aplica como verdad por la Ley. El tercer testigo nos
aclara la verdad y a menudo nos revela el tiempo. Esto
es lo que vemos en la Ley,
los Profetas y los Salmos (Lucas
24:44),
las tres divisiones principales del Antiguo Testamento. Moisés
reveló la verdad. Los profetas la establecieron y la aplicaron a la
nación. Los Salmos la pusieron musicalmente para que fuera
memorable, agradable al oído, y para marcarle el tiempo.
Por
lo tanto, cuando entrenamos nuestra alma
(mente
del alma) para servir a la mente y la voluntad de nuestro espíritu,
el
alma comienza a saber cómo expresar la oración del espíritu a
través del cuerpo (la boca y las cuerdas vocales). Al principio,
puede que sepamos poco o nada sobre la voluntad del espíritu, porque
la
mente del alma (por
lo tanto carnal) es la que se utiliza para tomar todas las decisiones
en la vida cuando no estamos sujetos al Cristo en nosotros. En
su estado de rebelión, usurpando la autoridad del espíritu, la
mente del alma debe ser evitada hasta que hayamos sido "transformados
mediante la renovación de vuestra mente"
(Rom.
12:2).
La
mente se pasa por alto sobre todo en el don de lenguas,
del que Pablo tiene dice poco en el libro de Romanos. Pablo deja
claro, no obstante, que la
profecía es preferible a las lenguas (1
Cor.
14:19).
En otras palabras, es
preferible entender lo que se está diciendo u orando,
así como es preferible escuchar la voz de Dios en el idioma nativo,
en lugar de tener que escucharla en ese proceso de dos pasos, de
lenguas e interpretación. Escuchar
la voz de Dios en nuestra propia lengua muestra evidencia de que
nuestras mentes anímicas han aprendido el lenguaje del espíritu y
han llegado a un nivel más maduro en su interpretación y
presentación.
Pablo
discute esto con más detalle en 1
Cor. 14:18-25,
diciendo que prefería "...
hablar cinco palabras con mi mente más que diez mil palabras en
lengua desconocida".
Luego cita a Isaías
28:11
para
respaldar su doctrina, porque Isaías 28 es el capítulo fundamental
en el don de lenguas. El pueblo de Israel se había rebelado contra
Dios y se había negado a escuchar la profecía de Isaías. Efraín
estaba borracho con el vino, en lugar de ser lleno del Espíritu
(Isaías
28:1;
Efesios
5:18).
Así que Dios
trajo juicio sobre la nación y levantó a los Asirios para venir a
hablar la palabra de juicio en otra lengua.
En ese caso, los israelitas incrédulos no entendieron el lenguaje y
necesitaron la interpretación de lenguas.
22
Así
que entonces las lenguas son por señal, no a los que creen, sino a
los incrédulos; pero la profecía es una señal, no a los
incrédulos, sino a los que creen.
El
"no creyente" puede
ser un no cristiano que asiste a la reunión en la iglesia o en la
casa, o puede
ser la intención de la carne del viejo hombre adánico dentro de los
propios creyentes.
De
cualquier manera, la interpretación es importante con el fin de
conocer la voluntad de Dios y revelar los secretos del corazón (1
Cor. 14:24).
El
punto de Pablo es que las
lenguas son necesarias siempre y cuando haya incredulidad
en
nosotros o los no creyentes en el mundo en general;
pero la profecía es preferible, porque así la
Palabra del Señor se expresa sin la necesidad de interpretación.
La formación del alma para aprender a oír
Volviendo
a Romanos 8, podemos ver que solo porque una persona haya llegado a
creer en Cristo, o incluso a recibir el Bautismo del Espíritu Santo,
no significa que la mente del alma haya aprendido a someterse al
espíritu del interior o incluso a conocer su idioma. Se la debe
enseñar a escuchar y entrenar a someterse.
Hace
cuarenta años (1971) mi esposa y yo recibimos el don de lenguas,
pero descubrimos
diez años después que podríamos también aprender a escuchar Su
voz en nuestro propio idioma nativo.
Rompí a este respecto del 5 al 7 junio de 1982, cuando escribí en
el
capítulo 3
de mi libro, Escuchando
la Voz de Dios
(En castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2014/04/oyendo-la-voz-de-dios-dr-stephen-e-jones.html).
(Mi esposa rompió diez años más tarde, en junio 5-7, 1992). Cuando
empecé a "escuchar", pensé que había llegado a la cima
del éxito espiritual. Pronto descubrí, sin embargo, que el
conocimiento de las palabras nativas no significaba que yo entendía
lo
que Dios estaba diciendo. Descubrí que todavía necesitaba saber la
interpretación de las palabras nativas con el fin de aplicarlas
correctamente. En otras palabras, necesitaba
más claridad.
Esta fue proporcionada por la revelación
del tiempo o momento en
1991. Así que en 1992 tuve un doble testimonio interior del Espíritu
y
el espíritu,
con el tercer testigo de la oportunidad
o momento.
Al mismo tiempo, mi esposa se convirtió en un doble testimonio de la
palabra también. Esto es, por supuesto, el verdadero propósito del
matrimonio según lo establecido en Génesis
2:24.
Cuando aprendemos a ir más allá de un matrimonio tipo Antiguo Pacto
a un matrimonio del Nuevo Pacto, entonces podemos experimentar lo que
Dios tenía en mente desde el principio. (Véase mi libro, Antiguo
y Nuevo Pacto Matrimonial
(En castellano:
http://josemariaarmesto.blogspot.com.es/2014/09/folleto-antiguo-y-nuevo-pacto.html).
Se
necesita tiempo para aprender estas cosas y crecer espiritualmente. A
medida que aprendemos somos, usando el término de Pablo, todavía
"débiles". Dios nos ha provisto de herramientas
de formación durante
ese tiempo en que "no
sabemos pedir como conviene".
Nuestro espíritu siempre ora perfectamente, y el Espíritu Santo da
testimonio. Pero nuestras mentes anímicas necesitan tiempo para
aprender.
He
encontrado en mi propia vida que Dios
me ha llevado a un nuevo plano de desarrollo cada
diez años
desde 1971. (1) Las lenguas
en
1971; (2) la profecía
(en
mi idioma nativo) en 1981-2; (3) claridad
en
1991-2, (4) y luego una mayor
claridad en
el año 2001, para
llevar a cabo las muchas batallas de la guerra espiritual
que se llevaron a cabo en ese año. (5) En
2011, mientras escribo esto, es evidente que (en
la quinta etapa)
Dios
está juntando las
dos corrientes del Espíritu representadas
por las
codornices
y
el
maná (Éxodo
16). Las codornices es conocer
el Plan Divino (Ex.
16:6).
El maná es ver
la gloria de Dios (Ex.
16:7).
Esta es la dieta equilibrada que nos lleva hasta el lugar de la plena
madurez
espiritual.
Esto, creo, es lo que Dios está haciendo en nosotros ahora.
(Extracto del Cap. 12 de la Epístola a los Santos en Roma, Dr. Stephen Jones)
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