TRADUCTOR-TRANSLATE

COMPULSIÓN Y ACOSO “ESPIRITUAL” EN LAS REDES SOCIALES, José (Administrador)





23 de octubre del 2017


1ª Corintios 5: 8

Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con PANES SIN LEVADURA, DE SINCERIDAD Y DE VERDAD.


Jeremías 15: 19

Por tanto, así dijo Yahweh: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y SI ENTRESACARES LO PRECIOSO DE LO VIL, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.


Hace bastante tiempo que tenía ganas de abordar este asunto y lo haré desde mi experiencia personal, sabiendo que lo personal casi siempre es lo más universal.


Un hermano desconocido, a quien otro hermano muy amado me pidió el permiso para facilitarle mi número de WhatsApp para cierto asunto, se tomó la atribución de invadir mi privacidad para algo que sobrepasaba su intención primigenia; y este fue el desencadenante que me animó a escribir este artículo.


Este hermano me llamó para informarse, pero aprovechó la coyuntura para enviarme de 2 a 4 mensajes diarios con versículos, vídeos, … ¡Y eso sin conocerme!


Después de no leer los mensajes durante varios días, con la esperanza de que él se diera por aludido y dejara de enviarme más, me decidí a decirle con mucho amor, y ensayando el tono más adecuado para tal menester, que dejara de hacerlo.


Me contestó diciendo que lo entendía y sentí alivio doblemente; primero porque cesara el acoso y también porque no se molestara por decírselo. Además, oré para que tomara nota y en el futuro se cuidara en ese aspecto, lo cual, si lo hace, le evitará ser incordiante para muchos en su caminar como cristiano.


El Señor es sabio y nos permite recoger lo que sembramos, para que aprendamos ciertas lecciones. Yo mismo fui un superlativo acosador remitente de mensajes; eso sí, “muy espirituales”, a personas que nunca me los solicitaron.


Sabemos que las personas con llamados proféticos tienen esa compulsión divina a pregonar el mensaje que Dios les da, pero el profeta necesita madurar para discernir cuando y con quien puede hacerlo y, sobre todo, primero tratar de ser él mismo la encarnación del mensaje que pregonará; de lo contrario correrá el riesgo de conseguir un efecto adverso al que está persiguiendo. De no ser así, se hallará “cortando orejas” a destiempo, tal como hizo Pedro con Malco por usar su espada indebida e impulsivamente, sin la guía del Espíritu.


Sí, el profeta está en estrecho entre la opción de hablar aunque no se le escuche “para que sepan que hubo profeta”, la de callar hasta que lleguen el tiempo y lugar oportunos del Señor y la de simplemente lanzar el mensaje al aire en sus páginas sociales para que lo recoja aquel a quien el Espíritu guíe a hacerlo.


En un tiempo enviaba circulares a toda mi lista de correo, entre los cuales había correos “robados” de otras listas (porque “ahora sí sabrían esos desconocidos quien era el verdadero Cheche Espiritual de la Pradera”). Por supuesto, tomé la precaución de incluir una nota, invitando a los destinatarios a comunicarme si no deseaban seguir recibiendo mis “impresionantes y transcendentalísimas revelaciones y mensajes proféticos del siglo”, propios o ajenos.


Ahora creo que ese era el Señor susurrándome que quizás no debería mandarlos, y al que esquivé; eso sí, sólo momentáneamente, introduciendo dicha nota. Poco pensaba yo lo mucho que le costaría a la persona que recibía el mensaje tener que contradecirme o desagradarme tomando la decisión de notificarme su disconformidad o desagrado.


De una lista de unos 150, solamente 3 se atrevieron a hacerlo. Uno de ellos, agárrense, fue nada menos que el hermano Charles E. Newbold Jr. Eso me golpeó, pero al fin pude agradecer a Dios por su franqueza. Creo que de eso aprendí la necesidad de ser franco yo también, aun a riesgo de ser malinterpretado.


Confieso que me costó mucho hacerlo con este joven enamorado del Señor, que debe pensar que tiene el deber de compartir todo lo que Dios le da a él o le llega por otros con todo el orbe.


Tengo dos personas, una de ellas desconocida, de la que filtro sus correos, porque no me he atrevido todavía a decirle que deje de mandármelos; él en su afán divulgativo de sus revelaciones “robó” mi dirección electrónica de otro hermano que publicaba sin tomar la precaución de hacerlo con copia oculta. Él advertía en una nota que si alguno se molestaba se lo hiciera saber. ¿Les suena la cosa? Precisamente tomó mi correo electrónico de un hermano con el que si tuve trato, y que, sin contar conmigo, empezó a incluirme en su lista de envíos de artículos de forma rutinaria y bastante frecuente, incluso a veces diaria. Este es un hermano del que eventualmente podría interesarme tener correspondencia sobre algunas cuestiones, pero que si bloqueara su correo desviándolo a la papelera, no podría enterarme si me escribiera para cualquier otro asunto. Tal vez a ambos les envíe este escrito para ver si se dan por aludidos; pero, si no lo hacen, tendré que ser franco y pedírselo de forma directa… algún día.


Pienso que Dios nos llama a la luz, a la transparencia, a decir la verdad en amor y en su tiempo, cuando nuestra privacidad se vea invadida. Esto, definitivamente, creo que es mejor que la “cobardía” de no decir nada y enviar a la papelera esos mensajes que nos mandan y no queremos recibir ni leer.


La conclusión es que en esto de prodigarse con excesivo celo en las redes sociales y la correspondencia electrónica hay mucho de carnalidad, o de “celo no conforme a ciencia”, de orgullo, de exhibicionismo 'espiritual' y de auto-promoción. Aunque he dejado ese tipo de compulsión casi totalmente, salvo casos en los que creo que callar sería algo imperdonable y dañino para ellos y que un día podrían reprocharme diciendo: “No me avisaste. ¿Por qué no lo hiciste?”, quiero pedir perdón a quienes se hayan sentido acosados o perseguidos por mí (a los Miguel y Mari Carmen, a Javi, Ramón y otras personas de Remar, a Chen del Recobro —gracias porque tú fuiste uno de los valientes al decirme que no te enviara más—, a José Luis o Cristóbal igualmente del Recobro, a Mauricio Sánchez, etc., etc.; tú puedes añadir ahí tu nombre si también crees que debo disculparme contigo). Si alguno de vosotros no quiere que le envíe nada en absoluto, le ruego que tenga la valentía de decírmelo, porque no me enfadará para nada y se lo agradeceré grandemente. Pensé que dejar de hacerlo absolutamente sería irse al otro extremo y que debemos buscar un balance en todo.


Algo que creo que a muchos nos incomoda especialmente es que nos etiqueten, por norma, en Facebook; porque además eso acarrea una serie de comentarios en cadena de los etiquetados, que te llegan sin poder evitarlo. Es algo que Facebook no da la opción de impedir. Yo digo que me molesta que lo hagan sistemática o machaconamente, aunque lo aceptaría si alguien cree verdaderamente necesario hacerlo coyunturalmente.


¡Cuánto nos cuesta entender que debemos dejar que sea el Espíritu el que guíe a la gente a leer lo que necesita leer! Nuestros contactos saben cuál es nuestra página y si quieren buscarnos allí ellos lo harán.


Hace tiempo fui movido incluso a dejar de publicar en los más de 10 grupos en los que me habían incluido, siempre sin preguntarme, porque raramente alguien leía algo de lo que allí se ponía. Y ¿quién me negará que muchas veces esto sólo sirve para debates infructuosos o polémicas contenciosas? En cierta ocasión una hermana dijo, muy acertadamente, que “Facebook es un foro donde todos hablan, pero nadie escucha”. Creo que es una buena definición de lo que Facebook es.


Yo, tras pasar la fiebre consuetudinaria por la que los principiantes atraviesan, decidí no perder mi tiempo y usar mi página casi exclusivamente para publicar noticias y artículos y libros cristianos. Raramente bajo más allá de los tres o cuatro primeros mensajes en mi página de noticias de Facebook y coloco algún que otro “me gusta”. Muchas veces he pensado en cancelar mi cuenta, pero no lo he hecho, porque he visto que poco a poco hay algunas personas que están recibiendo el mensaje de Dios, adecuado para este 'kairos' o tiempo oportuno de la Edad de Tabernáculos.


¡Cuán lamentablemente pierde su tiempo la gente en Facebook! Y lo peor es que se autoengañan, pensando que todo lo que publica todo el mundo les incumbe a ellos, y que las frasecitas, los vídeos, ¡las fotos desde todos los ángulos y poses!, y las ñoñerías “espirituales” les están alimentando.


¡Imagínate cuánto me “encanta” la plaga de las invitaciones a los jueguecitos, a mí que jamás he perdido mi tiempo jugando ni un solo juego de esos ni tan siquiera en el móvil! Menos mal que eso se ha reducido mucho porque hubo una época que se convirtió en un verdadero azote. ¿Cuándo se hartarán de leche de tan baja calidad y les dará por leerse un sólo artículo o un libro de verdadera enjundia?






Y qué me decís de los “me gusta” por compromiso. ¿No os molesta a vosotros que la gente ponga sus “me gusta” por rutina o compartan lo que vosotros ponéis sin ni siquiera habérselo leído? Sintámonos libres de leer o no leer, pero no seamos hipócritas pensando que así complaceremos a los demás. No perdamos nuestro tiempo ni hagamos que lo pierdan los demás. Querido amigo no me pongas “me gusta” si no has leído lo que he colgado, pero si lo lees y te gusta, por favor, hazlo correr compartiéndolo.


Si me has solicitado en amistad y yo no te sigo, no te molestes. Yo sigo a quienes el Señor me muestra que es bueno que lo haga y leo aquello a lo que el Espíritu me conduce.


Busca a las personas que crees que el Señor puede usar para alimentarte y desecha al resto. Deja que el Señor guíe hacia ti a aquellos que Él quiera, pero no los persigas tú a ellos. Todos debemos buscar las conexiones superiores que el Señor nos proporciona y dejar que los demás hagan lo mismo. No podemos empujar a que nos sigan, pero sí podemos seguir a quienes merezca la pena hacerlo, mientras dejamos que el Señor se ocupe de traer a quienes quieran seguirnos a nosotros.


En definitiva, si no tienes dominio propio ni el discernimiento, lo mejor es que canceles esa cuenta que tanto tiempo te hace perder; pues sabe que de ese tiempo perdido tendrás que dar cuenta al Señor, quien nos mandó redimir nuestro tiempo. Ya sabes, “si tu ojo te hace caer arráncatelo”.


Yo no quise cerrar mi cuenta porque hallé la gracia del Señor para no dejarme atrapar en ese “come cocos”. Un buen y reconocido siervo llamado Michael C. me dijo que el Señor le había dicho a él que saliera de allí. Yo, después de considerarlo, decidí no hacerlo yéndome al otro extremo y aprovechar una ventana más para la divulgación del buen mensaje de la Cruz, del reposo en Dios y de Tabernáculos; eso sí, con discernimiento y dominio propio. Decía Watchman Nee que Elías vino en la austeridad veterotestamentaria de no comer y no beber, pero que Cristo vino comiendo y bebiendo con dominio propio. Creo que ese es el mensaje neotestamentario y no la abstinencia. Una vez más, ¡Equilibrio!


Liberémonos del acoso “espiritual”, descansemos y dejemos descansar. No se puede empujar una cuerda floja desde atrás, los líderes buenos atraen, no empujan. No hay necesidad de enviar correos electrónicos, ni mensajes en Facebook circunvalando a quienes tienen vetado que los demás publiquen en sus biografías, ni de etiquetar a nadie. En el fondo deberemos reconocer que tras esta compulsión y, a veces, acoso, se esconde cierto deseo de auto-promoción. Sólo Dios está capacitado para decidir cuándo y a quién ha de exhibirse nuestra justicia como el medio día y nuestra ciudad sobre el monte, en su tiempo (Sal. 37: 6; Mat. 5: 14).


Sigamos a los que queramos, que los que quieran seguirnos nos sigan y dejemos en paz al resto. No debemos perseguir a nadie, porque sólo el Espíritu Santo es Quién a de guiar a nosotros a las personas y viceversa.

¡La verdad nos hace libres! ¡Hagamos, pues, todo sin levadura, con sinceridad y con verdad, entresacando lo precioso de lo vil!


Hoy, a 9 de septiembre de 2024, cuando me dispongo a grabar este artículo en vídeo, precisamente me llegó este pequeño mensaje de Esdras Josué Zambrano en Telegram, que confirma el kairos de esta publicación:


No podemos obligar a nadie a ver aquello para lo que aún no está preparado, porque la comprensión y el crecimiento personal son procesos que ocurren a su propio ritmo. Cada individuo tiene su propio camino, marcado por experiencias, aprendizajes y momentos de apertura. Forzar a alguien a enfrentar una verdad o realidad para la que no está listo puede generar resistencia o incluso rechazo, haciendo que el proceso de crecimiento sea más difícil.


La clave está en la paciencia y el respeto. Es importante acompañar a las personas en su camino sin imponer nuestro ritmo o expectativas. Al final, cada uno debe llegar a sus propias conclusiones cuando esté emocional y mentalmente preparado. La verdadera transformación viene desde adentro, y no puede ser forzada por influencias externas.


Fermina Román


¡Gracias Fermina!


Moraleja: Abre tu propia página web o tus redes y deja que sea Dios quien guíe a ellas a quienes quiera y no aturulles ni acoses a una audiencia cautiva.



José


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Agradecemos cualquier comentario respetuoso y lo agradecemos aún más si no son anónimos. Los comentarios anónimos no serán respondidos.