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Autor: Dr. Stephen E. Jones
https://godskingdom.org/blog/2023/09/the-demise-of-democracy-and-the-rise-of-the-kingdom/
Las llamadas "democracias" de las naciones occidentales están en el proceso de desacreditar toda la idea de democracia a los ojos del resto del mundo, al mismo tiempo que se levanta el Reino de Dios. La idea de que el voto de la gente realmente cuenta ha quedado expuesta como un fraude, ya que ahora se considera que el fraude electoral es la norma en todo el mundo, especialmente en los países dominados por Occidente.
Sólo eso deja al descubierto las pseudodemocracias, diseñadas para perpetuar la estructura colonial. Si bien el colonialismo de viejo estilo disminuyó en el siglo pasado, el neocolonialismo lo reemplazó. Aquí es donde las naciones coloniales acordaron instalar líderes nativos que estén en deuda con ellos, elegidos personalmente por Occidente para actuar como amortiguadores y dar la apariencia de independencia.
A medida que se expone el neocolonialismo, a estas “democracias” les resulta cada vez más necesario ejercer la censura a través de los principales medios de comunicación. Ahora se está llegando al punto en que uno puede ser multado o incluso encarcelado por no estar de acuerdo con la narrativa oficial del gobierno. Cuando los gobiernos asumen el papel de árbitros de la verdad, de hecho nos encontramos en serios problemas. El objetivo de una “prensa libre” era impedir el control gubernamental de las noticias y de la verdad misma.
Así que la idea de que “somos una democracia” se encuentra ahora en la etapa 4 del cáncer y avanza rápidamente hacia el cementerio de la historia. La nueva generación que surge es la idea del Reino. Por supuesto, crecerá y madurará con el tiempo. Los reinos de los hombres deben dar paso al Reino de Dios. Para nosotros, es la ascensión de SM el Rey Jesús, el Cristo de Dios, cuyo carácter y amor demostrado por el mundo le han valido el derecho a gobernar la Tierra.
Su derecho le es más inherente, por supuesto, porque “todas las cosas fueron hechas por él”, es decir, por su palabra (Juan 1: 3). Por lo tanto, fue gracias a su labor que se creó el Universo, convirtiéndolo a Él en el legítimo Dueño de todas las cosas. Sin embargo, también se ganó el derecho de gobernar por su disposición a morir por la redención del mundo.
Las democracias se definen según la voluntad de los hombres; más específicamente, de hombres poderosos que gobiernan entre bastidores sobre presidentes y primeros ministros títeres. Son ellos quienes, en términos prácticos, definen el significado de democracia. Supongo que este es su derecho, ya que una democracia es obra del hombre.
Estados Unidos pasó gradualmente de una República Cristiana a una Democracia Socialista, a partir de 1933 con la administración de Roosevelt. El cambio central estuvo en el concepto de quién es la fuente de los derechos humanos. La Declaración de Independencia, sobre la cual se construyó nuestra Constitución, declaró claramente que Dios es la Fuente de todos los derechos y que los gobiernos son creados para hacer cumplir esos derechos. Cambiar a una democracia socialista significó que el gobierno comenzó a usurpar el lugar de Dios, afirmando ser la fuente de todos los derechos.
Cuando los gobiernos conceden derechos según la voluntad de los hombres, estos ni siquiera son verdaderos derechos, sino privilegios que los hombres pueden conceder o eliminar a voluntad. De ahí que, en las últimas décadas, abogados y políticos hayan comenzado a utilizar “derechos” y “privilegios” indistintamente, como si fueran la misma cosa. De hecho, son lo mismo en una democracia.
Roosevelt, como títere del Estado Profundo, destronó a Dios en nombre de sus amos, y no pasó mucho tiempo antes de que el sistema educativo y el sistema legal reflejaran esto. Dios fue prohibido en las escuelas a principios de los años 1960, y la revolución de los años 1960 dejó de lado toda moralidad del gobierno y de la sociedad en su conjunto. La estructura familiar y el matrimonio en sí se vieron socavados cuando se hizo legal vivir juntos sin un compromiso matrimonial.
Lo que vemos hoy es simplemente la maduración del fruto del árbol que fue plantado hace muchos años. Necesitamos ver un gran arrepentimiento en toda la Tierra y en todo el mundo, y esto requiere un derramamiento del Espíritu Santo. Ya hemos superado el punto en el que la legislación podría haber solucionado el problema. Incluso si tuviéramos un sistema perfecto de leyes divinas, fracasaría debido a los corazones anárquicos de la gente.
Lo mismo sucedió en el tiempo de Moisés, quien dio a Israel una Ley perfecta (Salmo 19: 7). ¿Trajo esto justicia al pueblo? Obviamente no, porque la historia muestra que Dios finalmente expulsó al pueblo de Israel y Judá. El Pacto de la Ley hacía que el pueblo mismo fuera responsable de cumplir su voto de obediencia (Éxodo 19: 6-8). Tal justicia era insostenible debido al problema que se remontaba a Adán.
Entonces Dios instituyó un Segundo Pacto, donde Dios mismo ha prometido por su propia Vida (“como vivo Yo, dice el Señor”) poner todas las cosas bajo los pies de Cristo. Si bien esto técnicamente comenzó con la muerte y resurrección de Cristo hace casi 2.000 años, la implementación de los derechos de Cristo recién ahora está comenzando a emerger a una escala más amplia en las naciones. Hasta ahora hemos visto el Reino de forma individual, donde Dios ha obrado en y a través del Remanente de Gracia.
Pero esto ahora está cambiando. El Remanente de Gracia se acerca al punto de formar un Cuerpo completo, compuesto por unos pocos de cada generación. La siguiente fase del Reino ahora está por llegar, donde Dios se está moviendo sobre las naciones para establecer un Reino. El Remanente de Gracia es su gobierno en la Tierra, aquellos a quienes Él ha elegido y entrenado para gobernar bajo la autoridad de Cristo. Se les dan “tronos” (Daniel 7: 9; Apocalipsis 20: 4) y “coronas” (Apocalipsis 4: 10).
El propósito de dicha autoridad es implementar la voluntad de SM Jesús, el Rey de Reyes, y hacer valer su derecho a gobernar las naciones.
Todavía estamos en las primeras etapas del tiempo de transición, pero ha llegado el momento de que el Remanente de Gracia comience a asumir sus llamamientos. Este no es momento de derrotas, ni siquiera de martirio. Los últimos 2.000 años fueron el tiempo de los mártires, porque entraron en los sufrimientos de Cristo en su Primera Aparición. Nosotros, sin embargo, vivimos en una generación de la Segunda Aparición de Cristo, que es una obra viva representada en la segunda ave (Levítico 14:7) y el segundo chivo (Levítico 16: 10). Esto también fue profetizado en el Salmo 118: 17-18,
17 No moriré sino viviré y contaré las obras del Señor. 18 El Señor me ha castigado severamente, pero no me ha entregado a la muerte.
Para que el Remanente de Gracia cumpla su llamado, debe experimentar las tres fiestas del Señor. Deben ser justificados por la fe mediante la Pascua; deben ser santificados y aprender a obediencia mediante Pentecostés; y finalmente deben ser glorificados y transformados a su imagen a través de la Fiesta de Tabernáculos.
A muchos creyentes les falta claridad en esto, porque no han estudiado las Escrituras para aprender el significado de estas fiestas. Por lo tanto, muchos están contentos con una experiencia de Pascua (es decir, “ser salvos”). Otros están contentos con Pentecostés, pero no comprenden verdaderamente que es una celebración de la entrega de la Ley en el Monte Sinaí. Por lo tanto, mientras se esfuerzan por ser guiados por el Espíritu, a menudo no comprenden que el Espíritu escribe la Ley en sus corazones. Por esta razón, muchos pentecostales rechazan la Ley como si no fuera espiritual,
El Espíritu de Dios no desecha la Ley; la transfiere a una nueva ubicación. Pablo nos dice que “la ley es espiritual” (Romanos 7: 14) y no carnal. Ezequiel 36: 27 profetiza,
27 Pondré mi Espíritu dentro de vosotros y haré que andéis en mis estatutos, y seréis cuidadosos en observar mis ordenanzas.
Por lo tanto, el Espíritu de Dios no obra de manera contraria a la Ley de Dios. La tarea del Espíritu de Dios es hacer que obedezcamos su Ley, algo que no era completamente posible mientras la Ley permaneciera siendo externa. Por lo tanto, si un creyente se da el derecho de violar cualquier Ley de Dios con la que no está de acuerdo, esa es la medida en que el Espíritu de Dios no ha dado fruto en su vida.
En términos prácticos, esto significa que nosotros, como pueblo del Reino, debemos dejar de defender el sistema penitenciario de justicia y, en cambio, afirmar el principio del trabajo para pagar la restitución a las víctimas, como se defiende en Éxodo 22: 1-4. Aquellos creyentes que piensan en términos de castigo en prisión, en lugar de restitución a las víctimas de la injusticia, son defensores de las tradiciones de los hombres, que anulan la Ley de Dios (Mateo 15: 9). Hay que adorar a Dios en la vida práctica y no sólo con los labios.
En un sentido más amplio, los creyentes necesitan entender el mandamiento: "No robarás". El socialismo descarta este mandamiento en favor de la redistribución de la riqueza. La Biblia establece la santidad del trabajo de uno y el derecho del trabajador a retener los frutos de su trabajo. Comienza con la labor de Dios en los seis días de la Creación, lo que significa que Dios es dueño de la Tierra.
Luego, Dios se asoció con el hombre y le dio el 90 por ciento del fruto como recompensa por su trabajo cada vez que utiliza la naturaleza para producir algo. Entonces Dios recibe el 10 por ciento como recompensa por su propio trabajo, y esto es para el apoyo del gobierno divino. Éste es el estándar de justicia de Dios, construido sobre los principios inherentes a su propia naturaleza.
La mayoría de las iglesias, sin embargo, no entienden el principio fundamental sobre el cual se construye el diezmo, y por eso piensan que se debe diezmar por todo tipo de ingreso o ganancia. El hecho es que se debe diezmar (un décimo) cuando los hombres trabajan utilizando el trabajo de Dios, como en la agricultura, el pastoreo, la explotación maderera, la pesca, la energía nuclear, etc. No se debe diezmo cuando uno recibe un cheque del Seguro Social o cuando recibe salarios por trabajar en Walmart. El principio del diezmo debe ser entendido por el Remanente de Gracia si alguna vez esperan establecer un Reino justo. Los impuestos (diezmo) deben ser justos. La tasa impositiva en una democracia se fija según los caprichos de los hombres sin tener en cuenta la Ley de Dios, y gravan prácticamente todas las formas de ingresos para que el pueblo pague por su propia esclavitud.
El Remanente de Gracia, a través del cual obra el Espíritu, pone en práctica las Leyes de Dios para conformarse a su voluntad y naturaleza. La Iglesia a menudo ha sido descuidada (en el mejor de los casos) al estudiar la Ley, debido a su creencia de que la Ley fue abolida por Cristo. Pero ¿abolió Cristo lo que el Espíritu ha escrito en nuestros corazones? La respuesta se encuentra en Mateo 5: 17-19 y nuevamente en Romanos 3: 31. Aquellos que no están de acuerdo con SM el Rey Jesús pueden ser objeto de su reprimenda en Mateo 7: 23,
23 Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad (anomia, iniquidad, anarquía)”.
Esto no significa que perderán su salvación sino que se perderán la Primera Resurrección. También significa que “serán salvos, pero como por fuego” (1ª Corintios 3: 15) cuando sus obras sean probadas por el fuego, es decir, por “la ley del fuego” (Deuteronomio 33: 2), que quemará toda la “madera, heno, hojarasca” (1ª Corintios 3: 12), que son las obras y tradiciones de los hombres.
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