(Extracto del Cap. IV del libro "El Trigo y los Asnos de Pentecostés")
En vídeo:
https://www.youtube.com/watch?v=aJe8VXOkJNg
Isacar, el Siervo
Lea y Raquel retratan la diferencia entre la Iglesia y los Vencedores (Compañías del Trigo y de la Cebada). Lea estaba casada con Jacob, pero Jacob amaba a Raquel, su otra esposa. En este contexto, vemos que Isacar, el hijo de Lea, está relacionado con la Iglesia, en vez de con el Cuerpo de Vencedores.
Lea llamó a su hijo Isacar porque, en efecto, ella había "alquilado" a Jacob para pasar la noche con ella. Este es el significado en hebreo de su nombre. Así, mientras Isacar era técnicamente un hijo, también era una manifestación de un siervo alquilado. Esto tiene grandes implicaciones en todas partes de las Escrituras, en particular en relación con el reino de Pentecostés. Durante la Edad de Pentecostés (33 dC – 1993 dC), la Iglesia ha estado en una etapa de esclavitud. Como Pablo nos dice tan elocuentemente en Gálatas 4: 1-5,
1 Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; 2 sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre. 3 Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo. 4 Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, 5 para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos.
Pablo nació en la Edad de la Pascua de los judíos (del Éxodo a la Crucifixión, 1446 aC - 33 dC). Así, él usa el tema de esclavo-hijo para explicar como él y los otros eran hijos en una etapa de desarrollo de la servidumbre. Esto duró hasta que ellos vinieron a Cristo y recibieron su Espíritu, porque entonces entraron experimentalmente en el reino más alto de Pentecostés. Pablo lo llama "el tiempo señalado por el padre" y “el cumplimiento del tiempo”.
Mientras esto es seguramente verdadero, debemos tener presente que hay aún otro tiempo designado para venir, que conocemos como la Fiesta de Tabernáculos. Tal como la Pascua de los judíos fue era etapa de servidumbre que conducía al Pentecostés, así también Pentecostés es una etapa de servidumbre que conduce a Tabernáculos.
Los tres niveles de los hijos de Dios
Cuando Pablo se refiere "a la adopción de hijos", esto viene de una sola palabra griega: “huiothesia”, "llegar a ser hijo maduro". Esto no denota "la adopción" en el sentido moderno de la palabra, donde un hombre podría adoptar a un huérfano de otra familia. En aquel tiempo cuando un hijo alcanzaba la madurez, su padre le daría formalmente al hijo maduro la “huiothesia”. Eso significaba que el hijo podría actuar entonces en nombre de su padre, y cualquier contrato que el hijo firmara implicaría obligación jurídica como si su padre mismo hubiera firmado el contrato. En otras palabras, la adopción de hijo, el "hijo maduro", trata con una posición en la familia, no con la adopción de huérfanos.
Tenemos que entender esto a fin de recibir el sentido de Gálatas 4: 1. En días Bíblicos había realmente tres ceremonias relacionadas con la filiación. Como podría esperarse, éstas corresponden a los tres días de fiesta de Israel.
La primera ceremonia ocurría poco después del nacimiento del hijo. En los tiempos más tempranos la gente tenía una gran celebración en el momento del destete del hijo, que a menudo ocurría aproximadamente a la edad de dos años. Sin embargo, esta parece haber sido sustituida, o al menos reemplazada, más tarde por la ceremonia de circuncisión, cuando el hijo tenía ocho días de nacimiento. Cualquiera de las éstas dos, tratan con la celebración del nacimiento de un hijo.
La segunda ceremonia de ser hijo se realizaba cuando el hijo alcanzaba la edad de trece años, hoy llamado en círculos judíos, el bar mitzvah. Era el segundo nivel de los hijos, cuando el padre comenzaba a enseñar seriamente al hijo su sabiduría y el comercio de la familia. Uno podría pensar en este bar mitzvah como un gusto de la huiothesia, o una garantía o arras de la posición de ser hijo.
La tercera ceremonia de ser hijo era el cumplimiento, a menudo hecha cuando el hijo tenía veinte años, con tal que el hijo se hubiese demostrado ser un siervo obediente. Esta ceremonia daba al hijo autoridad completa para tomar decisiones en el lugar de su padre, ya que él poseía la mente del padre; él pensaba como su padre; sus valores eran los mismos que los de su padre; idealmente, él era una réplica de su padre, y así el padre sabría que podría confiar en su hijo para actuar en su lugar.
Relacionando estas ceremonias con los días de fiesta de Israel, vemos que la Pascua de los judíos se parece a nuestro nacimiento como hijos infantiles de Dios, cuando somos justificados por la fe. En este sentido, todos los cristianos por definición son hijos de Dios. Y así, Juan nos dice que somos AHORA los hijos de Dios (1ª Juan 3: 2). Pero esto no significa que seamos totalmente hijos crecidos, o que hayamos llegado a la huiothesia, ya que Juan también nos dice que el recibir de Jesús (primer nivel de ser hijo) nos da la autoridad adicional para llegar a ser hijos de Dios (Juan 1: 12).
Pentecostés es nuestro bar mitzvah, el segundo nivel de ser hijo como adolescentes. Este es el tiempo del verdadero entrenamiento, cuando el padre comienza a entrenar a su hijo en su oficio de aprendiz y a enseñarle la Ley. Nosotros, quienes hemos recibido el Espíritu de Dios, también hemos entrado en tal entrenamiento para prepararnos para la tercera posición de ser hijos.
La Fiesta de Tabernáculos nos da el modelo profético del tercer nivel, hijo maduro o huiothesia. Será conferido sobre aquellos que han aprendido y han madurado bajo las dos primeras etapas de hijo. Será conferido sobre aquellos que tienen la mente de su Padre divino, quienes hacen sólo aquellas cosas que ven hacer a su Padre. Será conferido sobre aquellos que han aprendido a apreciar las disciplinas de su Padre y las reglas de la casa. Será conferido sobre aquellos que han entrado en el acuerdo completo con su Padre en todos los asuntos, siempre y cuando no queden desacuerdos básicos con sus leyes, métodos, y políticas, ya que tales hijos todavía no tienen su mente, ni tampoco realmente la entienden en absoluto.
Si miramos al cuadro más grande, podemos ver como estos tres niveles de ser hijo se aplican a Israel, la Iglesia y los Vencedores en la progresión de la historia. En la Edad de la Pascua Israel funcionó bajo el primer nivel de autoridad divina, y Dios estuvo con ellos (Traductor: Creemos que la unción pascual de vida es interna; por lo tanto sería en ellos) desde el principio.
Entonces vino el tiempo para Dios hacer una nueva cosa, ya que el pueblo de Dios había alcanzado la edad espiritual de trece años. El día de Pentecostés en el segundo capítulo de Hechos fue, en este sentido, el bar mitzvah de sus hijos. En esta Edad de Pentecostés el Espíritu de Dios está dentro de nosotros (Traductor: Creemos que la investidura de poder es externa, por tanto, sería con o sobre nosotros). Nuestro nivel de autoridad espiritual aumenta bastante para hacer el trabajo de restaurar la tierra para Él, ya que este es "el oficio" de Dios que Él enseña a sus hijos. Sin embargo, la Iglesia está en su etapa de rebelión de "adolescente" y generalmente piensa que lo sabe todo; tiene la impaciencia y el exceso de confianza en sus posiciones doctrinales que uno esperaría de un adolescente típico. La Iglesia sabe justamente lo suficiente para creerse sabia y tiene justamente lo suficiente de la autoridad de ser hijo para ser peligrosa. El problema más grande es que la Iglesia piensa de sí misma como adulta y capaz de decidirse entre lo bueno y lo malo, sin la necesidad de consultar las reglas de la casa (las Leyes de Dios). De hecho, algunos de estos hijos piensan que Dios es demasiado opresivo y realmente no sabe lo que Él hace. Ellos discrepan con Él y hacen nuevas reglas que satisfacen su entendimiento y, al poco tiempo, piensan que sus propias reglas son, de hecho, "las nuevas leyes de su Padre", cuando éstas sólo son tradiciones de hombres.
Nuestro crecimiento en Cristo se manifiesta sobre todo por nuestra disposición a ser siervos, no por nuestra insistencia en ser tratados como hijos privilegiados. Aquellos de nuestros hermanos que hoy insisten en entronizarse, ahora realmente están actuando como “niños malcriados”. Corren de aquí para allá “nombrándole” y “exigiéndole” como niños en una juguetería. Sus enseñanzas de prosperidad se parecen al apetito de un adolescente por todas las cosas finas en la vida—sin tener que trabajar por ellas.
Pero ¿quién está deseoso de sufrir las privaciones del desierto, para poder ser entrenado y disciplinado como hijo? ¿Quién está deseoso de aprender la destreza de su Padre? ¿Quién está deseoso de dar un paso en el fuego? En su inmadurez muchos piensan de sí mismos que son hijos ya perfeccionados, sin necesitar más de tal disciplina y entrenamiento como siervos. Piensan de ellos mismos que ya son espiritualmente maduros y esperan ser servidos, en lugar de servir. Su revelación de ser hijo maduro, huiothesia, se tuerce por su impaciencia.
Nosotros debemos aprender la responsabilidad hoy, para poder recibir la autoridad después. Dios siempre tiene su tiempo designado, y nosotros necesitamos conocer su Tiempo Designado según lo revelado en su Palabra.
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