Hoy me topé con un pasaje de las Escrituras que me hizo sentir curiosidad. Se relaciona con el Evangelio de Cristo. Como la mayoría de ustedes saben, la palabra hebrea basar significa “evangelio, buenas noticias, buenas nuevas”. Así se traduce en Isaías 61: 1, que dice: “El Espíritu del Señor Dios está sobre Mí, por cuanto me ha ungido el Señor para traer buenas nuevas [basar] a los afligidos”.
Jesús citó este versículo en Lucas 4: 18, donde la palabra griega se traduce como “evangelio”. Jesús se aplicó el pasaje a Sí mismo al comienzo de su ministerio terrenal. El “evangelio” es la “buena noticia”.
También notamos que basar tiene un doble significado, porque también se traduce como “carne” la mayor parte de las veces. Véase, por ejemplo, Génesis 2: 21 y 23. He señalado en el pasado que es por eso que Jesús dijo en Juan 6: 56 que debemos comer su carne. Esto no debe tomarse literalmente, por supuesto. Él quiso decir que debíamos creer y asimilar el Evangelio, que es su carne.
Hoy me encontré con Ezequiel 11: 19-20, que es una promesa de Dios dada a Israel después de que los asirios llevaron a los israelitas al exilio cerca del Mar Caspio. El pasaje dice,
19 Yo les daré un solo corazón y pondré un espíritu nuevo dentro de ellos. Y quitaré de su carne [basar] el corazón de piedra y les daré un corazón de carne [basar], 20 para que caminen en mis estatutos y guarden mis ordenanzas y las cumplan. Entonces ellos serán mi pueblo, y Yo seré su Dios.
Esencialmente, esta promesa de Dios de llevarles el evangelio, de darles la “carne” de Cristo, por la cual se les podría dar el Espíritu Santo. Su “corazón de piedra” sería removido y reemplazado por un “corazón de carne”. En otras palabras, sus corazones endurecidos se volverían flexibles a través del evangelio de Cristo.
El propósito de esto era para que “ellos me sean por pueblo, y Yo sea a ellos por Dios”. La intención divina no podía lograrse a través del Antiguo Pacto (Éxodo 19: 8), porque este Pacto dependía de la voluntad del hombre y su habilidad para cumplir su voto. Pero el Segundo Pacto, cuarenta años después, se basó solo en la voluntad de Dios, diciendo en Deuteronomio 29: 12-13,
12 para que podáis entrar en el pacto con el Señor vuestro Dios, y en su juramento que el Señor vuestro Dios hace hoy con vosotros, 13 para que Él os establezca hoy como su pueblo y para que Él sea vuestro Dios, justamente como os habló y como juró a vuestros padres Abraham, Isaac y Jacob.
El juramento que Dios hizo a Abraham, Isaac y Jacob, fue el juramento o promesa del Nuevo Pacto, basado completamente en su habilidad para hacerlos su pueblo y ser su Dios. Todas las promesas de Dios están basadas en el Nuevo Pacto.
Entonces, cuando Dios expulsó a los israelitas de la tierra y contrató a los asirios para llevarlos al exilio, fue porque no habían cumplido su voto del Antiguo Pacto de Éxodo 19: 8. Por esta razón, necesitaban un recordatorio de que Dios también había instituido el Nuevo Pacto que estaba basado en “su juramento” y su capacidad para cumplirlo por el consejo de su propia voluntad.
En Ezequiel 11: 19-20, el profeta les recordó este Nuevo Pacto, descrito aquí en términos del Espíritu Santo y un cambio de corazón. En otras palabras, el juramento de Dios se cumplirá y el corazón de la gente cambiará en algún momento. ¿Cómo? Por medio del Evangelio (basar). El pueblo en verdad comerá la carne de Cristo, creyendo en el Evangelio, en la buena nueva que Jesucristo vino a predicar a los afligidos.
En la actualidad, solo un remanente ha cumplido las promesas de Dios (Romanos 11: 1-7), porque el propósito de la Edad presente es llamar a los pocos para bendecir a la mayoría. Después del gran Juicio del Trono Blanco, el resto de la humanidad resucitará. Entonces toda rodilla se doblará, y entonces toda lengua confesará (exomologeo, “profesará”) a Cristo (Filipenses 2: 9-11). Comenzarán a comer su carne, y el evangelio transformará sus corazones hasta que toda la Creación sea “librada de la esclavitud de la corrupción a la libertad de la gloria de los hijos de Dios” (Romanos 8: 21).
He cubierto estos temas muchas veces en el pasado, así que no daré más detalles sobre ellos aquí. La cuestión es que Ezequiel 11: 19-20 nos da otra pieza del rompecabezas. Muestra el efecto del Evangelio en la transformación de corazones endurecidos (de piedra) en corazones que reflejan el Evangelio de Cristo. El profeta deja en claro que la gente se convertirá en el pueblo de Dios a través del Evangelio. Dios puede garantizar esto, porque se basa en su promesa y no en las promesas de los hombres.
Seremos su pueblo, y Él será nuestro Dios, porque Dios es capaz de hacer que esto suceda a pesar de las fallas de los hombres y su enemistad natural hacia Dios. Ezequiel expuso la promesa de Dios en un momento en que parecía haberse perdido toda esperanza. Ese, por supuesto, es el momento en que la gente tenía la mayor necesidad de escuchar una Palabra de esperanza.
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