Apocalipsis 4: 5 dice:
5 Y del trono proceden destellos de relámpagos y sonidos y truenos. Y había siete lámparas de fuego encendidas delante del trono, que son los siete Espíritus de Dios;
Lo que Juan vio fue similar a lo que vieron los israelitas cuando Dios descendió sobre el monte Sinaí muchos años antes. Se vieron truenos y relámpagos mientras Dios hablaba a la nación y les daba la Ley. Éxodo 19: 16, 18 dice:
16 Y sucedió que al tercer día, cuando llegó la mañana, hubo truenos y relámpagos y una densa nube sobre el monte y un sonido de trompeta muy fuerte, de modo que todo el pueblo que estaba en el campamento tembló … 18 Y el monte Sinaí estaba todo en humo porque el Señor descendió sobre él en fuego … y toda la montaña tembló violentamente.
Toda esta impresionante demostración de poder fue inquietante para los israelitas, y se retiraron atemorizados. Éxodo 20: 18-21 dice:
18 Y todo el pueblo percibió los truenos y los relámpagos, el sonido de la trompeta y el humo del monte; y cuando la gente lo vio, se estremeció y se mantuvo a distancia. 19 Entonces dijeron a Moisés: “Háblanos tú mismo y te escucharemos; pero que no nos hable Dios, no sea que muramos”. 20 Y Moisés dijo al pueblo: “No temáis; porque Dios ha venido para probaros, y para que el temor de Él permanezca con vosotros, para que no pequéis”. 21 Entonces el pueblo se mantuvo a distancia, mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios.
De modo que el pueblo se negó a acercarse a Dios o a escucharlo directamente, prefiriendo que Moisés fuera el que escuchara y luego les dijera de segunda mano lo que Dios dijo. Esta decisión de la gente sigue siendo válida hoy en día, ya que la mayoría de los creyentes de hoy todavía piensan en Dios como alguien a quien se debe temer, en lugar de ser amado. El amor atrae; el temor repele.
El miedo también es la fuente del denominacionalismo, porque la estructura organizativa generalmente se basa en el deseo de la gente de escuchar a Dios de segunda mano a través de los líderes. Confían en que los líderes les transmitirán la Palabra de Dios con precisión y tienen miedo de escuchar a Dios por sí mismos. Desafortunadamente, muchas denominaciones de iglesias han enseñado activamente a la gente a tener miedo de escuchar a Dios por sí mismos, para que no escuchen algo que va en contra de los credos de las iglesias. Refuerzan este miedo persiguiendo o excomulgando a aquellos que puedan escuchar de manera diferente a ellos.
Temor y amor
Moisés no tuvo miedo de escuchar la voz de Dios, aunque confesó en Deut. 9: 19, “Tuve miedo de la ira y el ardor con que el Señor se enojó contra vosotros para destruiros”. Heb. 12: 21 comenta sobre esto, diciendo:
21 Y tan terrible fue el espectáculo, que Moisés dijo: "Estoy lleno de temor y temblor".
La diferencia, sin embargo, era que Moisés temía lo que pudiera pasarle al pueblo, pero no temía a Dios mismo. Moisés estaba dispuesto a subir al fuego del monte, por lo que instó al pueblo a acercarse y escuchar también la voz de Dios.
Del mismo modo, Juan no muestra signos de tener miedo de los relámpagos y truenos que rodean el Trono de Dios. Juan y Moisés entendieron que Dios es amor. 1ª Juan 4: 16 dice:
16 Y hemos llegado a conocer y creer el amor que Dios tiene por nosotros. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él.
En otras palabras, el que conoce el amor de Dios "permanece en Dios, y Dios permanece en él". Esta unidad y unión con Dios solo es posible cuando uno no le teme. Su "temor" es reverencia, admiración y respeto, en lugar de tener miedo y angustia. Esta falta de temor les da confianza cuando se acercan al Trono de la Gracia, porque 1ª Juan 4: 17 dice:
17 En esto se perfecciona el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; porque como él es, así somos también nosotros en este mundo.
El temor de los israelitas de escuchar a Dios reveló su temor de escuchar lo que tenía que decir. Vino a dar su Ley, que es la revelación de quién es Él, su carácter, su naturaleza. Los Mandamientos también fueron sus promesas de cuál será nuestra naturaleza cuando seamos uno con Él. Sin embargo, el temor de la gente les hizo resistentes a la voluntad de Dios, poniéndolos en enemistad con su naturaleza. Entonces su naturaleza carnal ("el viejo hombre") temía la Ley y la resistía como si fuera el enemigo. Y de hecho, la Ley es enemiga del viejo hombre carnal, porque él está continuamente en desacuerdo con la Ley.
En cualquier desacuerdo el menor teme al mayor, porque el menor sabe que no puede ganar, ni la voluntad del menor puede prevalecer sobre la voluntad más poderosa. Este es el motivo subyacente del temor de los hombres a la Ley divina. Los que temen la Ley son todavía carnales, porque su temor es motivado por el viejo hombre carnal que debe ser crucificado con Cristo (Rom. 7: 22-25).
Trueno
En Juan 12: 20-22, ciertos griegos se acercaron a Felipe y le pidieron hablar con Jesús. Entonces Jesús les habló a esos griegos acerca de que había llegado la hora para que Él fuera glorificado. Juan 12: 28-29 dice:
28 "Padre, glorifica tu nombre". Por tanto, vino una voz del cielo: "Lo he glorificado, y lo volveré a glorificar". 29 Por tanto, la multitud que estaba allí y lo oyó, decía que había tronado; otros decían: "Un ángel le ha hablado".
Vemos aquí cómo el trueno significa la voz de Dios. En esa ocasión particular, la glorificación del nombre del Padre comenzaría con la cruz y culminaría con la salvación de todos los hombres, porque Jesús explicó en el versículo 32:
32 Y yo, si fuere levantado de la tierra [en la cruz], atraeré (arrastraré) a todos hacia Mí.
Ésta es la voz del amor, que atrae a todos los hombres hacia Él. ¡Qué contraste entre esta escena y la que tuvo lugar en el monte Sinaí! Sin embargo, esta es la diferencia entre los dos montes y los dos pactos. Heb. 12: 22 dice de los creyentes en Cristo: "Pero habéis venido al monte Sión y a la ciudad del Dios viviente, la Jerusalén celestial". Este no es el monte Sion en Jerusalén, sino el monte Hermón (o Sión, con tilde) (Deut. 4: 48), donde Jesús se transfiguró.
Hebreos 12: 26 continúa,
26 Y su voz sacudió la tierra entonces, pero ahora Él ha prometido, diciendo: "Una vez más haré temblar no solo la tierra, sino también el cielo".
El propósito divino al sacudir el Cielo y la Tierra es derribar todo lo que no es de su Reino, para que todo lo que quede sea lo que no pueda ser sacudido, “porque nuestro Dios es fuego consumidor” (Heb. 12: 29). El hecho de que Dios sea fuego consumidor no cambia del primer monte al último. En cambio, la verdadera naturaleza de este Dios de amor se comprende mejor a través del Nuevo Pacto.
Los Diez Mandamientos traen temor al viejo hombre, porque sabe que es incapaz de una obediencia perfecta y teme las consecuencias. Pero cuando se leen como las Diez Promesas de Dios, donde Dios se hace responsable de cambiar los corazones de los hombres, respondemos a su amor y así somos transformados a su imagen al contemplarlo (2ª Cor. 3: 18).
El fuego no está destinado a destruir a los hombres, sino a destruir sus malas obras que no se alinean con su propia naturaleza. En otras palabras, Dios trae juicio para llevar a todos los hombres a la perfección, como se expresa en la norma de la Ley de Dios. Una vez que entendemos este "trueno", perdemos todo miedo de acercarnos a este "fuego". Como Moisés, y también Juan, podemos subir más alto (Éxodo 20: 21; Apocalipsis 4: 1), acercándonos al Trono de Dios sin temor, a pesar de los truenos y relámpagos.
Si el trueno significa la voz de Dios, el rayo significa los Hijos de Dios. El rayo es un rayo de fuego que emana del Trono de Dios. Es una parte del carácter de Dios expresada en un destello de fuego. El relámpago es la fuente del trueno y, por lo tanto, la voz de Dios se escucha en los Hijos de Dios.
La palabra hebrea para relámpago es barak. Está representado en el Salmo 77: 17-18 como las flechas de Dios disparadas con un gran arco:
17 Las nubes derramaron agua; los cielos emitieron un sonido; tus flechas centellearon aquí y allá. 18 El sonido de tu trueno estaba en el torbellino; los relámpagos iluminaron el mundo; la tierra tembló y se estremeció.
Las flechas también se describen en el Salmo 127 como "hijos". El Salmo 127: 3-5 dice:
3 He aquí, los hijos son un regalo del Señor; el fruto del vientre es una recompensa. 4 Como flechas en la mano de un guerrero, así son los hijos de la juventud. 5 Bienaventurado el hombre cuyo carcaj (aljaba) está lleno de ellos …
Si las flechas son como hijos, entonces las flechas de Dios ("relámpagos") representan a los Hijos de Dios, que hablan con la voz de Dios ("trueno").
El hecho de que se vieran truenos y relámpagos provenientes del Trono, tanto por los israelitas en los días de Moisés como por Juan, revela algo sobre el propósito de Dios al sacudir la Tierra. La naturaleza de Dios, revelada en su Ley, profetiza de los Hijos de Dios, cuya voz sacudirá la Tierra por el poder de Dios. Su voz no es simplemente un grito, sino un Mensaje de Filiación. Su ejemplo es para que lo siga el resto de la Tierra. Y cuando su voz haya conmovido suficientemente la Tierra al final de la Era presente, todo lo que permanecerá en pie será aquello que se ajuste a la norma de la perfecta voluntad de Dios en su Reino.
Esta es la meta de la cruz. ¿Fue Jesús levantado en la cruz? Sí, porque sabemos esto por el registro bíblico. ¿Atraerá entonces a todos los hombres hacia Sí mismo? Sí, porque esa es la promesa de Cristo a través del Nuevo Pacto que se ha revelado progresivamente desde el principio de los tiempos.
https://godskingdom.org/studies/books/the-revelation-book-2/chapter-10-thunder-and-lightning
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