“[Jesús] no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos”
(Mateo 13:58)
La incredulidad siempre impide la plenitud de la revelación y bendición de Dios y las Escrituras dejan claro que Dios no la toma a la ligera. Él nos da un ejemplo de esto en la historia del Rey Asa, un rey justo y descendiente de David que gobernó sobre Judá (leer el relato en 2 Crónicas 14 a 16).
Durante el reinado del rey Asa, él arrasó con la idolatría y trajo avivamiento a la Tierra. Luego, mientras la gente disfrutaba de la bendición de Dios, un enorme ejército de Etiopía invadió Judá, haciendo que Asa se volviera al Señor en oración, pidiendo ayuda. Judá obtuvo una victoria tremenda en uno de los mayores milagros de fe en la historia del pueblo de Dios. Después de la batalla, un profeta vino a Asa y, en lugar de felicitarlo por la gran victoria, emitió una advertencia: “Rey Asa, mientras te apoyes en el Señor y confíes plenamente en él, serás bendecido. Ganarás victoria tras victoria y el Señor caminará contigo. Pero si te apartas de él y confías en tu carne, el caos y el desorden te seguirán”.
El rey Asa caminó fielmente con el Señor y Judá fue grandemente bendecida por Dios, tal como lo dijo el profeta. Pero luego vino otra crisis y Judá fue atacada de nuevo. El enemigo capturó una ciudad a sólo cinco millas de Jerusalén, la capital de Judá, y cortó la ruta principal de comercio hacia la ciudad, lo que podría provocar el colapso de toda la economía de Judá.
Esta vez, el rey Asa entró en pánico y, en lugar de confiar en el Señor, se dirigió a un enemigo, el rey de Siria, en busca de ayuda. Increíblemente, Asa despojó al tesoro de Judá de toda su riqueza y se la ofreció a los sirios para liberar a Judá, un acto de absoluta incredulidad. Dios tenía preparado Su plan para liberar a Judá, pero Asa lo abortó al actuar con temor. Debido a que Asa no confió en el Señor, a partir de ese momento Judá tuvo guerras.
Actuar en incredulidad siempre trae crisis y confusión, sin excepciones. Pero confiar en la Palabra de Dios te permitirá mantenerte firme ante cualquier desafío y permitir que Dios traiga la victoria.
David Wilkerson (1931-2011)
(Por gentileza de Rafael Restrepo)
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