AMA A DIOS DE TODO CORAZÓN
Mora en paz. Tus sentimientos de devoción a Dios y tu entusiasmo para servirle no dependen de tu propia habilidad. Lo único sobre lo que tienes control es tu voluntad. Entrégale a Dios tu voluntad sin reservas. La pregunta importante no es, “¿disfruto siendo cristiano?” sino más bien, “¿deseo lo que Dios desea?”
Confiesa tus defectos. No estés demasiado apegado a las cosas de este mundo. Confía en Dios. Ámale más que a ti mismo. Ama Su gloria más que tu vida. Si no deseas estas cosas, pide desearlas. Dios vendrá a ti con Su amor, y pondrá Su paz en tu corazón.
Es necesario que aprendas a alejarte de los pensamientos innecesarios y agitados que surgen del amor propio. No cabe duda de que cuando tus propias reflexiones se hagan a un lado te hallarás en medio del camino recto y estrecho. Experimentarás la libertad y la paz que han de ser para ti como hijo de Dios.
Intento seguir el mismo consejo que doy a otros. Sé que debo buscar la paz de igual manera.
Normalmente cuando sufres, es la vida de tu propia naturaleza la que te hace daño. Cuando estás muerto no sufres. Si estuvieras completamente muerto a tu antigua naturaleza dejarías de sentir muchas de las penas que ahora te preocupan.
Soporta los dolores y heridas de tu cuerpo con paciencia. Haz lo mismo con tus aflicciones espirituales (esto es, problemas que te han puesto por el camino y que no puedes controlar). No agudices la cruz de tu vida volviéndote tan ocupado
que no tengas tiempo de sentarte en mansedumbre ante Dios. No te resistas a lo que Dios trae a tu vida. Estate dispuesto a sufrir si eso fuera lo necesario. La actividad desenfrenada y la terquedad sólo conseguirán incrementar tu angustia.
Dios te prepara una cruz que debes abrazar sin pensar en tu propia supervivencia. La cruz duele. Acepta la cruz y hallarás paz aún en medio del tumulto. Deja que te advierta que si empujas la cruz a un lado tus circunstancias serán el doble de difíciles de sobrellevar. A largo plazo, es mucho más duro vivir el dolor de resistir a la cruz que la propia cruz.
Contempla la mano de Dios en las circunstancias de tu vida. ¿Quieres experimentar verdadera felicidad? Sométete en paz y en sencillez a la voluntad de Dios, y carga con tus sufrimientos sin luchas. Nada acorta y alivia tu dolor tanto como el espíritu de nula resistencia a tu Señor. Por muy bonito que esto suene, puede que no detenga tus regateos con Dios.
Lo más duro del sufrimiento reside en no saber cuán grande será o cuánto durará. Te verás en la tentación de imponer límites a tu sufrir. Seguro que vas a querer controlar la intensidad de tu dolor. ¿No ves la velada y obstinada custodia que ejerces sobre tu vida? Este control hace que la cruz sea una necesidad primaria. No rechaces la obra completa que el poder de la cruz podría llevar a cabo en ti. Por desgracia, se te obligará a acudir al mismo terreno una y otra vez. Y lo que es peor, sufrirás mucho, pero tu sufrimiento no tendrá propósito alguno. ¡Que el Señor te libre de caer en un estado interior en el que la cruz no obra en ti! Dios ama al dador alegre. (II Corintios 9:7) ¡Imagínate cuanto debe amar a aquellos que se abandonan a sí mismos a Su voluntad con aliento y por entero, a pesar de que el resultado sea su crucifixión!
ABRAZANDO LA CRUZ
Es necesario que aprendas a alejarte de los pensamientos innecesarios y agitados que surgen del amor propio. No cabe duda de que cuando tus propias reflexiones se hagan a un lado te hallarás en medio del camino recto y estrecho. Experimentarás la libertad y la paz que han de ser para ti como hijo de Dios.
Intento seguir el mismo consejo que doy a otros. Sé que debo buscar la paz de igual manera.
Normalmente cuando sufres, es la vida de tu propia naturaleza la que te hace daño. Cuando estás muerto no sufres. Si estuvieras completamente muerto a tu antigua naturaleza dejarías de sentir muchas de las penas que ahora te preocupan.
Soporta los dolores y heridas de tu cuerpo con paciencia. Haz lo mismo con tus aflicciones espirituales (esto es, problemas que te han puesto por el camino y que no puedes controlar). No agudices la cruz de tu vida volviéndote tan ocupado
que no tengas tiempo de sentarte en mansedumbre ante Dios. No te resistas a lo que Dios trae a tu vida. Estate dispuesto a sufrir si eso fuera lo necesario. La actividad desenfrenada y la terquedad sólo conseguirán incrementar tu angustia.
Dios te prepara una cruz que debes abrazar sin pensar en tu propia supervivencia. La cruz duele. Acepta la cruz y hallarás paz aún en medio del tumulto. Deja que te advierta que si empujas la cruz a un lado tus circunstancias serán el doble de difíciles de sobrellevar. A largo plazo, es mucho más duro vivir el dolor de resistir a la cruz que la propia cruz.
Contempla la mano de Dios en las circunstancias de tu vida. ¿Quieres experimentar verdadera felicidad? Sométete en paz y en sencillez a la voluntad de Dios, y carga con tus sufrimientos sin luchas. Nada acorta y alivia tu dolor tanto como el espíritu de nula resistencia a tu Señor. Por muy bonito que esto suene, puede que no detenga tus regateos con Dios.
Lo más duro del sufrimiento reside en no saber cuán grande será o cuánto durará. Te verás en la tentación de imponer límites a tu sufrir. Seguro que vas a querer controlar la intensidad de tu dolor. ¿No ves la velada y obstinada custodia que ejerces sobre tu vida? Este control hace que la cruz sea una necesidad primaria. No rechaces la obra completa que el poder de la cruz podría llevar a cabo en ti. Por desgracia, se te obligará a acudir al mismo terreno una y otra vez. Y lo que es peor, sufrirás mucho, pero tu sufrimiento no tendrá propósito alguno. ¡Que el Señor te libre de caer en un estado interior en el que la cruz no obra en ti! Dios ama al dador alegre. (II Corintios 9:7) ¡Imagínate cuanto debe amar a aquellos que se abandonan a sí mismos a Su voluntad con aliento y por entero, a pesar de que el resultado sea su crucifixión!
(Por gentileza de E. Josué Zambrano Tapias)
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