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LOS VENCEDORES Y LAS OBRAS (1a. parte) (Los Vencedores y el Reino Milenario Cap- 4), Arcadio Sierra Díaz


Capítulo 4
LOS VENCEDORES Y LAS OBRAS
(1a. parte)


¿Un evangelio de obras?
En el primer capítulo hemos visto que la salvación no es por obras, sino un regalo eterno de Dios para los que Él antes conoció. Dice en Romanos 8:29-30. "29Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó". El verbo griego preoegno, conocer de antemano, no es un simple conocimiento previo de los que serían salvos, pues el Señor en cuanto Dios, conoce previamente todas las cosas, y conocía a todas las personas que nacerían en la humanidad en todos los tiempos, salvados o perdidos. Hay que tener en cuenta que todos estos verbos, para nosotros los humanos, están en tiempo pasado; que se trata de algo que Dios ya hizo en el pasado, antes de la fundación del mundo, cuando los humanos no habían hecho ni bien ni mal. Dios es el Dios de la eternidad; Él vive en un eterno presente; el tiempo existe para nosotros los humanos, no en Dios. Entonces este conocer previamente tiene una connotación más profunda que el simple conocimiento de las cosas; es un conocer íntimamente con amor; es amar a sus predilectos, a sus escogidos.

Nótese que en la misma forma encontramos el verbo conocer en Génesis 4:1, cuando dice:
"Conoció Adán a su mujer Eva, la cual concibió y dio a luz a Caín". Lo mismo acontece en Mateo 1:24-25: "24Y despertando José del sueño, hizo como el ángel del Señor le había mandado, y recibió a su mujer. 25Pero no la conoció hasta que dio a luz a su hijo primogénito; y le puso por nombre Jesús". Tanto en el caso de Adán como en el de José, hacía ya algún tiempo que ellos conocían a su respectiva esposa, pero allí no habla de ese conocimiento sino de una relación de amor, de una intimidad más allá del simple conocimiento personal; se trata de un conocimiento profundo y personal. Así nos conoció Dios desde antes de la fundación del mundo.
De manera que a los que antes conoció de esa manera predilecta, los predestinó para llamarlos y justificarlos. Ese llamamiento de Dios encierra una preparación de todos los llamados, para que el Hijo unigénito de Dios se convierta en primogénito de muchos hermanos, que conforman ahora la familia de Dios, porque ahora tienen la vida y la naturaleza de Dios, y forman ahora el Cuerpo de Cristo. El Señor era el Hijo unigénito, pero al encarnar, morir y resucitar, se convirtió también en el primogénito, dándonos la vida eterna.
Sin que mencionemos el catolicismo romano, que es la religión de la salvación por obras por antonomasia, se ha extendido en el protestantismo como una especie de evangelio de obras, consistente en tener que hacer cosas para que se vaya prorrogando en nosotros la salvación sin considerar que, por la sola obra de Su Hijo, nos la ha dado Dios. Hemos sido salvos por la cruz de Cristo. Proliferan por ahí las organizaciones con listas de mandamientos y prohibiciones, para que los hermanos las cumplan, y con lo cual, tal vez sin proponérselo, han sustituido a la auténtica transformación subjetiva y vida en el Espíritu. ¿Qué dice la Palabra de Dios?
"Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado" (Gá. 2:16).

Hay otras citas bíblicas que hablan por sí solas: "Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en él es justificado todo aquel que cree" (Hechos 13:39). "Quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos" (2 Timoteo 1:9).

El cristiano, que ha recibido su salvación gratuita de Dios, debe desarrollar su vida espiritual; no quedarse como un niño; no debe estancarse bajo la guía de su naturaleza carnal, sino crecer y llegar a ser un vencedor. El niño no se preocupa por las cosas profundas de Dios, ni tiene capacidad para percibirlas, sino que se basa en los rudimentos. Leemos en Gálatas 4:3: "Así también nosotros, cuando éramos niños, estábamos en esclavitud bajo los rudimentos del mundo". De acuerdo con el contexto, un niño y un esclavo en nada difieren; son esclavos de la ley, de obligaciones, de estatutos, de rudimentos. Luego dice en el versículo 9: "Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?" ¿Cuáles son esos rudimentos? Por ejemplo, en los versículos 10 y 11 dice: "10Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. 11Me temo de vosotros, que haya trabajado en vano con vosotros". Sutilmente se instituyen mandamientos y cargas para los hermanos; prohibiciones rudimentarias en la carne; instituciones forzosas de ciertos días, ciertas comidas y ciertas apariencias externas. Ya el Señor despojó al enemigo, a los carceleros, de todos los decretos que nos condenaban, y triunfó sobre esas potestades (cfr. Colosenses 2:13-15); ahora nos ha hecho siervos de Él. Aunque el creyente debe vestirse decentemente, sin embargo, la vestidura de justicia del creyente no tiene relación con los trajes que nos ponemos, sino con la vida de Dios en nosotros y nuestra obediencia a Él. Leamos en Colosenses 2:16-19:

"16Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de reposo, 17todo lo cual es sombra de lo que ha de venir; pero el cuerpo es de Cristo. 18Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal, 19y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios".

Nadie crece espiritualmente obedeciendo leyes y estatutos de otros, y menos de los que dicen ser muy espirituales y no lo son. Estas personas dominan a los que siguen siendo niños en el espíritu. Quien se agarra no a pretendidas cabezas, sino a la verdadera Cabeza de la Iglesia, el Señor Jesús, experimentando la normal nutrición corporativa, su desarrollo espiritual es verdadero, no aparente; esa persona llega a ser un vencedor, y nadie lo puede privar de su premio como vencedor. Aun la oración no debe ser una carga, sino un deleite, una constante comunicación con el Ser que amamos, que palpita con amor dentro de nosotros; un Ser maravilloso que se está formando en nosotros. A veces se llega a creer que es por la cantidad, que cuanto más oramos y leemos la Biblia, somos más vencedores. Luego sigue diciendo en los versos 20-23:

"20Pues si habéis muerto con Cristo en cuanto a los rudimentos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os sometéis a preceptos 21tales como: No manejes, ni gustes, ni aun toques 22 (en conformidad a mandamientos y doctrinas de hombres), cosas que todas se destruyen con el uso? 23Tales cosas tienen a la verdad cierta reputación de sabiduría en culto voluntario, en humildad y en duro trato del cuerpo; pero no tienen valor alguno contra los apetitos de la carne".

Un creyente puede perfectamente practicar cierto ascetismo en sus costumbres morales, religiosas y rituales, y seguir siendo un niño, carnal, sometido a preceptos; pero por la Palabra y la experiencia sabemos que el cumplimiento de preceptos no libra a su alma de los apetitos de la carne. ¿Qué diremos, por ejemplo, del ayuno? El ayuno se ha convertido en un legalismo; hay mucha gente que no sabe por qué está ayunando; ¿por el simple hecho de que esté instituido en su congregación? Es posible que se haya llegado al fariseísmo al respecto; como aquel hombre que se jactaba de que ayunaba dos veces a la semana (Lucas 18:12), cuando la ley sólo se lo mandaba una sola vez al año, en el día de la expiación (Hechos 27:9; Levítico 16:29).
Leemos en 1 Timoteo 4:1-3:
"1Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a doctrinas de demonios; 2por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia, 3prohibirán casarse, y mandarán abstenerse de alimentos que Dios creó para que con acción de gracias participasen de ellos los creyentes y los que han conocido la verdad". El Espíritu Santo mora en nuestro espíritu, en donde nos habla y nos advierte que nos guardemos de esos espíritus engañadores y de la doctrina de los demonios que trabajan con los mentirosos, a los cuales la hipocresía les ha cauterizado la conciencia. El Espíritu nos avisa de esos ataques cuando nuestro espíritu está ejercitado para escuchar la voz de Dios.

El celibato y el ascetismo son doctrinas de demonios, puesto que atentan contra la continuidad y multiplicación de la humanidad; lo mismo que abstenerse de ciertos alimentos necesarios para continuar viviendo. Nadie es más santo que otro por el hecho de ser célibe o porque se abstenga de comer algunos alimentos. Al contrario, puede caer en la trampa de severas tentaciones. Hay falsas enseñanzas religiosas que tienen apariencia de piedad, que aparentemente te impulsan a la santidad por medio de tus propias obras muertas, pero que en el fondo son obstáculos para el verdadero fortalecimiento espiritual.

Téngase en cuenta que en el mercado religioso a menudo se tiene por fundamental lo que apenas se trata de rudimentos. Por ejemplo, dice en Romanos 14:3,5,17: "3El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha recibido... 5Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente... 17Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo". Esto de las comidas y de los días de observancia religiosa son asuntos menores y secundarios para el Señor, que ni salvan ni impiden la salvación. Si Dios ha recibido a alguien mediante la obra de Su Hijo, nosotros también debemos recibirle. Todo el que ha sido lavado por la sangre del Señor Jesús, es nuestro hermano. El reino de Dios ya se manifiesta hoy en la Iglesia, que es la esfera donde el Señor ejerce Su autoridad en esta era; y lo que yo coma y beba no va en detrimento de la justicia, la paz y el gozo que me proporciona el Espíritu Santo, y la relación que yo debo mantener, vivir y expresar a los demás.


La salvación y las buenas obras
Por otro lado, tengamos en cuenta que nuestros pecados están delante de Dios, y también se hacen sentir en nuestra conciencia acusadora; y debido a esto, el hombre se ha inventado la salvación de las buenas obras. ¿Para qué? Para sobornar la conciencia, la cual constantemente le acusa que está condenado. Algunos se han inventado la teoría de la balanza, que consiste en la creencia de que Dios va a pesar en una balanza las obras de todos y cada uno de los hombres. En un platillo va a poner las obras buenas y en el otro las malas. Si las buenas pesan más, se va para el cielo, y si pesan más las malas, se va para el infierno. Hay personas que se engañan a sí mismas pensando que sus obras tienen algún mérito delante de Dios como para que Él las tenga en cuenta para salvarlas.

Estamos en la era de la gracia. ¿Qué significa eso? ¿Qué es gracia? La Biblia declara que Dios es amor (1 Juan 4:8): no meramente que ama, sino que su naturaleza es amor. Él ama al hombre, y viéndolo necesitado y perdido, pone en acción Su amor, y manifiesta Su misericordia; pero no se queda en la simple misericordia, porque Él sabe que sólo eso no resolvería nuestra miserable situación; de manera que el amor de Dios tiene una expresión que va más allá de la sola misericordia, y es la gracia de Dios para con el hombre. La gracia es la obra de Dios en favor del hombre necesitado, perdido, condenado. En el Antiguo Testamento se habla de la Ley, que consiste en las demandas de Dios para con el hombre, para que el hombre haga obras para Dios; pero la gracia, manifestada en el Nuevo Testamento, es lo contrario, es la obra que Dios hace en favor de los hombres, y esa obra la hace en Su Hijo, Jesucristo. Él es el Cordero de Dios que fue inmolado desde antes de la fundación del mundo.

Es verdad que a partir del Concilio de Trento, el catolicismo romano aprobó la aceptación de la doctrina de la gracia y de la sola fe, para la salvación, pero en la práctica lo de las obras se había arraigado profundamente, tanto que aún hoy en día se exalta la santidad de algunas personas, no necesariamente con base en la gracia y obra de Dios a favor de ellos y en ellos, sino en las obras y méritos de ellos mismos, como si hubieran logrado la salvación y la exaltación con la ayuda de sus méritos personales. Entonces quizás se me dirá, ¿acaso no llegaron a ser auténticos vencedores? Eso lo sabe el Señor. A pesar de lo anotado arriba del Concilio de Trento, la teología católica en la práctica sigue sosteniendo "que el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo no fue suficiente y entonces, hay que hacer o pagar misas, responsos, penitencias, comprar indulgencias, medallas, etc., y tratar a toda costa de agregar méritos a la redención y a ganar la Salvación por obras"*(2). Nosotros simplemente miramos las apariencias; sólo Dios conoce la realidad de las cosas, y no podemos juzgar antes de que llegue el día del tribunal de Cristo, en Su segunda venida, donde y cuando nuestras obras serán examinadas y juzgadas. Dios no nos hace objetos de Su gracia con base en nuestros méritos personales; es lo contrario, éstos obstaculizan la manifestación de la gracia de Dios; precisamente nuestra vida de pecado y perdición, es la que nos ha hecho necesaria de que la gracia de Dios se manifieste. La gracia de Dios tiene su fundamento en el amor y la misericordia de Dios, manifestada por la obra de Cristo en la cruz del Calvario.
*(2) Jaime Ortiz Silva. "Versiones Alteradas de la Palabra de Dios". Ransom Press International. 1999. Pág. 55.

Como en el Tabernáculo de Moisés, un velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo (Éxodo 26:33), así el pecado es un velo que nos separa de Dios; por eso cuando Adán pecó se escondió de Dios. Fue cuando Dios empezó a buscar al hombre, a llamarlo, pues el hombre jamás ha tomado la iniciativa de buscar a Dios; y cuando Dios lo encontró, el hombre estaba tapando su desnudez con hojas, escondiendo su pecado con obras humanas de apariencia religiosa. Y así ha sido todo el tiempo. Aun los creyentes, incluidos muchos de los vencedores, vivimos escondidos, nos falta transparencia delante de los hermanos y delante de Dios. Por tanto, es necesario que nos despojemos de todo tapujo de apariencia de piedad, de todo velo; es necesario que no escondamos nada a nadie. Si aquí insistimos en esconder algo por vergüenza, allá lo sabrá todo el cuerpo de los creyentes. El velo es una artimaña del alma que no ha experimentado la cruz, para esconder su verdadero estado. Mientras nuestro velo no sea del todo quitado, no puede ser completada nuestra restauración. ¿Cómo podemos ser plenamente liberados de nosotros mismos? Si nosotros no nos juzgamos ahora, y llevamos la cruz ahora y nos negamos ahora, el Señor nos juzgará en Su tribunal. Pocos creyentes comprenden que nuestra salvación no ha sido completada, y que aún no andamos plenamente en luz. Nadie puede andar en luz si no anda en unión con el Señor; en pleno acuerdo con Él.
Muchos de nosotros vivimos muy ocupados haciendo muchas cosas buenas para el Señor, pero muy pocos están haciendo lo que en realidad Él les ha llamado a hacer. Hay un constante llamamiento del Señor a Sus siervos, a que se pongan de acuerdo con Él. Tengamos muy en cuenta que ningún grupo religioso tiene la exclusividad del Señor. A menudo solemos enmarcar muy mal al Señor; desconociendo Sus legítimas dimensiones y Su corazón. Cada creyente debe vivir como los rieles de la línea férrea; un riel de nada sirve si falta el otro, y en el creyente un riel se llama creer, y el otro, obedecer.


Castigo temporal de los creyentes 
No somos salvos por obras, pero no podemos tener participación en el reino venidero sino por las obras. Todas nuestras obras de ahora como hijos de Dios serán examinadas. Cuando el Señor venga va a juzgar nuestras obras, sean buenas o sean malas; y de acuerdo con las Escrituras, hay varias categorías de creyentes derrotados, luego también hay variación frente al castigo dispensacional milenario, a saber:

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Tinieblas de afuera. Por ejemplo, unos no tienen pecados no resueltos, ese no es su problema; pero aun así no trabajaron adecuadamente, fueron descuidados, o no obedecieron los principios para la edificación de la casa del Señor, y si hicieron algo, lo hicieron conforme a su propia voluntad humana; éstos irán a las tinieblas de afuera; no tendrán parte en las fiestas de bodas del Cordero, y estarán fuera de la resplandeciente gloria del reino, llenos de remordimiento y sentimiento de culpa. Consideremos algunos versículos. Dice Mateo 8:11-12: "11Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos; 12mas los hijos del reino serán echados a las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes".

Aunque aquí se refiere particularmente a los judíos, sin embargo, nos sirve para sustentar que fuera de la resplandeciente gloria del reino de los cielos habrá tinieblas, donde mucha gente salva será disciplinada, en donde habrá remordimiento y terrible dolor por no haber hecho las cosas bien, lo cual es diferente a ser echado en el lago de fuego. Ser echado en las tinieblas de afuera no significa que la persona perezca eternamente, sino que es castigada dispensacionalmente; el creyente es descalificado y por no haber vivido una vida vencedora por medio de Cristo, no puede disfrutar del reino durante el milenio. Dice en Mateo 22:13: "Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes". Todo creyente es llamado, pero pocos son escogidos para recibir una recompensa; sólo el que venza recibe recompensa. También al final de la parábola de los talentos, el siervo inútil es echado en las tinieblas de afuera. "Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt. 25:30). Aquí se ve que no se juzga la salvación del creyente, la cual no es por obras, sino que se trata del juicio de la fidelidad del siervo frente a la obra del Señor. Es un castigo temporal para un siervo, salvo, del Señor.

-Azotes. En Lucas 12:35-40 venía la Palabra hablando del siervo vigilante; de pronto, en los versículos 41-48, habla de la otra cara de la moneda, los siervos negligentes, así:

"41Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos? 42Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente al cual su señor pondrá sobre su casa, para que a tiempo les dé su ración? 43Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así. 44En verdad os digo que le pondrá sobre todos sus bienes. 45Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir, y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer y beber y embriagarse, 46vendrá el señor de aquel siervo en día en que éste no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará duramente, y le pondrá con los infieles. 47Aquel siervo que conociendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes. 48Mas el que sin conocerla hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará; y al que mucho se le haya confiado, más se le pedirá".

Allí habla de azotes a los siervos infieles, a los descuidados; y habla de castigo a esos siervos en el mismo sitio donde estarán los infieles e incrédulos del mundo. Dice Hebreos 12:6: "Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo". El Señor jamás tiene por siervos a los que no le pertenecen. El Señor mismo se sometió al Padre en todo y se hizo siervo, y en calidad de siervo no se puso a reclamar derechos y posiciones de privilegio. El Señor se sometió a sufrir la cruz sin que primara su propia voluntad sino la del Padre. ¿Qué nos corresponde a nosotros? ¿Cuáles son los derechos que un creyente debe reclamar? Al respecto dice John Nelson Darby: "Creer que podemos mantener nuestros derechos en este mundo es olvidar la cruz de Cristo. No podemos pensar en nuestros derechos hasta que los Suyos sean reconocidos, pues no tenemos otros que los de Él". (J.N. Darby. Estudio sobre el Libro de Apocalipsis. La Bonne Semence, 1988, pág. 42.).

-La Gehena de fuego. Otros tienen pecados no resueltos; éstos irán al fuego temporalmente. ¿Qué es tener pecados no resueltos? El Señor Jesús murió en la cruz y derramó Su sangre para perdonar todos nuestros pecados pasados, presentes y futuros, manifiestos o no; y el pecador tiene un Abogado delante del Padre, a Jesucristo el Justo, y vence a Satanás por medio de la sangre del Cordero. Estamos ya justificados en Su sangre (cfr. Romanos 5:9). Pero se puede pecar intencional y continuamente, sin arrepentirnos; sin que rechacemos nuestros pecados; sin ni siquiera intentar eliminarlos. El pecador debe reconocer su pecado y confesarlo, apartarse y restituir. El sermón del monte ilustra al respecto.

"21Oísteis que fue dicho a los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. 22Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. 23Por tanto si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, 24deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez (el Señor Jesús), y el juez al alguacil (los ángeles), y seas echado en la cárcel. 26De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante" (Mt. 5:21-26).

En el contexto vemos tres clases de juicios escalonados de acuerdo a la gravedad del acto y mencionados conforme al trasfondo judío de los hermanos que en ese momento escuchaban al Señor. El primer juicio se realiza en la puerta de la ciudad, donde se dirimían los asuntos menores (Gen. 19:1,9; Rut 4:1-6; 2 Sam. 15:1-6); el segundo juicio era en el Sanedrín o tribunal supremo de los judíos, y el tercero es un juicio supremo, el de Dios, una de cuyas penas puede ser en la Gehena de fuego. La Gehena es el mismo Lago de Fuego. Si no te reconcilias con tu hermano ahora, es posible que pases una temporada larga en el Lago de Fuego, hasta que pagues el último cuadrante, hasta que tu corazón sea limpio de todo odio. No vas a sufrir la muerte segunda, pero sí te tocará un tiempo.

Nosotros somos el pueblo del reino y tenemos un Rey que ha de venir, y compareceremos delante de Su tribunal. Un hijo de Dios no necesariamente peca cuando comete el acto, sino cuando en su corazón ya tiene la intención, el deseo, la actitud. Si no vivimos la calidad de vida espiritual que exige nuestra condición de nuevas criaturas, ya estamos en pérdida, estamos derrotados. El contexto nos dice que se trata de hermanos de la Iglesia. Dice en los versículos 29-30: "29Por tanto, si tu ojo derecho te es ocasión de caer, sácalo y échalo de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno. 30Y si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala, y échala de ti; pues mejor te es que se pierda uno de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea echado al infierno". Si algo es para mí de mucha atracción y me es ocasión de pecado, con ello ofendo a Dios y a otras personas, debo cortar con eso. Recomendamos también leer Mateo 10:28; 18:9; 23:15,33; Marcos 9:43,45,47; Lucas 12:5.

-Cárcel. De acuerdo con la gravedad de nuestra condición espiritual, así seremos juzgados cuando venga el Señor. Otros irán a la cárcel. Leemos en Mateo 5:24b-26: "24Reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. 25Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. 26De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante". Aquí el camino representa la edad actual en esta tierra, el juez es Cristo y el alguacil es el ángel, y es posible que la cárcel sea el Lago de Fuego. Nótese que no se trata de condenación eterna; el siervo va a salir de la cárcel cuando haya cumplido su castigo, de acuerdo a la magnitud de la falta.
Dice Mateo 24:48-51:
"48Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; 49y comenzare a golpear a sus consiervos, y aun a comer y a beber con los borrachos, 50vendrá el Señor de aquel siervo en día en que éste no espera, y a la hora que no sabe, 51y lo castigará duramente, pondrá su parte con los hipócritas; allí será el lloro y el crujir de dientes". Observamos también que la Escritura nos revela aquí que el siervo no es castigado eternamente, sino sólo que tendrá su parte en el mismo lugar donde irán los hipócritas; es un castigo sólo dispensacional. Observe que el siervo es creyente, es un santo, pues llama al Señor: "mi Señor", pero se puso a tratar mal a los hermanos en la fe y a juntarse con gente mundana y a participar en lo que el mundo participa.


El cristiano es juzgado por su obediencia, por su servicio, por su fidelidad. ¿Qué caracteriza a un vencedor hoy? El cristiano vencedor, más que obrar, sirve, porque el servicio genuino involucra el amor, la disponibilidad, la comprensión, pero sobre todo la obediencia. El que obra sin amor, se vanagloria, se envanece. Cuando Cristo tiene la preeminencia en todo en nuestra vida, le servimos con amor. Cuando Cristo tenga la preeminencia en todas tus cosas, tanto en la experiencias dulces como en las amargas, eres vencedor, porque Cristo es nuestra vida. Un creyente no llega a ser pobre en espíritu, o humilde o amable, porque meramente se lo proponga; sin Cristo no podemos hacer nada bueno. La carne no puede producir algo meritorio. Toda bondad carnal es hediondez para el Señor. No se trata de que Él nos complete lo que nos hace falta; se trata de Su vida en nosotros. ¿Por qué eres un vencedor? Porque te has negado, ya te consideras débil, ya tú no vives; ahora tu vida es Cristo, tu fortaleza es Él, y Cristo es el que vence en ti. Al momento en que empieces a jactarte (de poder espiritual, de tus obras para el Señor, por ejemplo), y confiar en ti mismo, empiezas a ser un derrotado. Si eres consciente de que eres débil y que no puedes esperar de ti nada bueno, te consagras al Señor de manera absoluta, poniendo en Él toda la confianza y fe, y permitiéndole que sea el Señor de toda tu vida y de tu andar. ¿Qué es negarse a sí mismo? Leamos una magnífica, sencilla y elocuente definición que nos proporciona el hermano Paul Cain:"Pero ¿qué significa morir a ti mismo? Un bloqueo o interrupción del curso normal de tu vida por la intervención de Dios, eso es morir a ti mismo. Cuando todos te olvidan o te descuidan, o a proposito te colocan de lado, y tú no alimentas tu dolor, ni permites al insulto o al desprecio herir tu interior, sino que por el contrario, consideras una honra el poder sufrir por Cristo, eso es morir a ti mismo. Cuando aun aquello que haces bien es criticado, y tus deseos son contrariados, tu consejo despreciado y tu opinión ridiculizada, y sin embargo así tú te rehúsas a dejar subir la ira a tu corazón y no tomas ninguna iniciativa para defenderte, sino que lo aceptas todo con paciencia y amor, eso es morir a ti mismo. Cuando nunca haces cuestión de ser citado o reconocido por otros, o de divulgar tus buenas obras, sino que verdaderamente tienes placer en ser desconocido, eso es morir a ti mismo. Cuando ves a tu hermano prosperar y que sus necesidades sean suplidas, y tú puedes honestamente regocijarte con él en el espíritu, sin sentir envidia, ni cuestionar a Dios, a pesar de tener tú necesidades mucho mayores que las de él y estar en circunstancias mucho más desesperantes, eso es morir a ti mismo. Cuando puedes recibir corrección y reprensión de personas que tienen una estatura y madurez menor que la tuya, y puedes someterte humildemente por dentro y no tan sólo por fuera, sin que surja resentimiento ni amargura en tu corazón, eso es morir a ti mismo"(Paul Cain. Alerta para la Iglesia. Mensaje en Kansas, USA, diciembre/98).

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