Un vencedor es uno que está de acuerdo con Dios. El acuerdo es el ingrediente más importante de
un matrimonio del Nuevo Pacto, simbolizado por Sara, la mujer libre.
En Gálatas 4:22-31 el apóstol Pablo habla de los dos
pactos como siendo simbolizados por Agar y Sara—es decir, la esclava y la
libre. En los tiempos bíblicos había dos tipos distintos de matrimonio. Si un
hombre se casaba con una esclava, tenían más bien una relación de amo-sirviente. Tal una esposa tenía menos derechos y
ciertamente no tenía ninguna voz en tomar cualquier decisión familiar. Su
marido la puede haber concedido tal privilegio, pero él no estaba obligado a
hacerlo.
Éste es un pacto
matrimonial tipo Agar. También describe la relación que Israel tenía con
Dios cuando ellos se casaron en el monte Sinaí. Era un matrimonio del Antiguo Pacto, y en el Éxodo 19:5 Israel tuvo que
jurar ser obediente a Dios como su Marido. Israel
se volvió la sirvienta-esposa de Dios. Esto no es malo, pero tampoco no es
totalmente el tipo de relación matrimonial que Dios quiere con Su gente. Él
está buscando más, y por eso Él contempló en Su plan el hecho que eventualmente
Él se divorciaría de Israel (Jeremías 3:8) y haría un Nuevo Pacto que era
basado en mejores cosas.
El Nuevo Pacto se retrata por Sara, la mujer libre.
Un matrimonio basado en el Nuevo Pacto no es construido alrededor de la idea de obediencia, sino de la idea
de acuerdo. Cuando un
matrimonio es de acuerdo, ¿qué necesidad hay de hablar de obediencia? No sería pertinente, porque no hay ya
necesidad de ordenarle a la esposa que hacer algo. La autoridad sólo se ejerce
cuando hay una falta de acuerdo, y él que está en autoridad debe ordenar a la
otra que haga su voluntad.
Por esta razón, Dios no tiene ninguna intención de
casarse con los que no sean vencedores. Un vencedor es uno que está de acuerdo
con Dios (Jesucristo). Un vencedor conoce Su mente o le busca hasta que él la
conozca. Y cuando él descubra la voluntad de Dios, él se encontrará de
acuerdo—o continúará buscando entendimiento hasta que él entre finalmente en
acuerdo perfecto con Él. En
el curso de aprender y el desarrollo espiritual, claro está, el vencedor no
puede entender la mente de Dios inmediatamente, pero entretanto, él obedecerá
como un sirviente bueno. Pero él no está satisfecho hacer simplemente la
voluntad de Dios. Él se obliga a buscar el entender de la mente de Dios hasta
que él tenga un acuerdo completo.
Desacordarse con Dios es falta de entendimiento. Si
nosotros pudiéramos ver el universo como Dios lo ve, todos entenderíamos el
porqué Dios hace lo que hace, y no habría desacuerdo. El problema es que nosotros no vemos el mundo con
la perspectiva divina. Esto no
cambia automáticamente tan pronto como una persona acepta a Jesucristo y es
justificado por fe en una experiencia de Pascua. Tampoco una persona no llega a
estar en acuerdo completo con Él cuando se llena con el Espíritu a través de la
Fiesta de Pentecostés. Le exige a una persona desarrollar espiritualmente una
relación de Tabernáculos, "para
que seáis llenos de toda la plenitud de Dios" (Efesios 3:19).
Así, cuando nosotros aplicamos el principio de la
relación matrimonial del Antiguo y Nuevo Pacto a los individuos cristianos, se
pone claro que cuando nosotros venimos primeramente a Cristo, nosotros no somos
de repente espiritualmente maduros. Nuestra relación con Cristo empieza como una relación del
amo-sirviente, así como se ve con la casa de Israel en el Antiguo Testamento.
Nosotros debemos aprender la obediencia primero, porque ése es el primer paso
en nuestro crecimiento.
La función de la
ley divina es darnos
principios básicos y pautas que son escritos y aplicables a todos los hombres.
Entonces somos advertidos para ser llevados
por el Espíritu, para que nosotros podamos llegar a entender la mente de
Dios y aprender a aplicar esos principios escritos apropiadamente. A Israel
bajo Moisés se le dio una ley escrita, pero ésta no era ningún suplente para
seguir la columna de nube de día y la columna de fuego por noche—ambos
representaban la dirección del Espíritu Santo. Tampoco la dirección del
Espíritu Santo contradijo lo que Dios había escrito en la ley. Los dos vinieron
de la misma Fuente y siempre han estado de acuerdo.
Así, el propósito
del crecimiento espiritual de un creyente es empezar con la obediencia y acabar
con el acuerdo. Yo también llegaría a decir que ningún
hombre menos el mismo Jesús ha podido pasar por alto la fase de obediencia, porque
ningún hombre empieza con estar en completo acuerdo con Dios. Esto era tan
verdadero antes de la cruz como después. Y así, mientras nosotros afirmamos
estar bajo el Nuevo Pacto aún hoy, es más exacto decir que ésta es nuestra
meta, en lugar de lo que nosotros ya hemos logrado.
Esto también es porque Juan habló de "la cena de las
bodas del Cordero" como si fuera todavía futuro (Apocalipsis 19:9). Dios no tiene ninguna intención
de casarse con cualquier cuerpo de personas en un matrimonio del Nuevo Pacto
hasta que ellos estén de acuerdo con Él. Él se casó con una Agar en Sinaí, pero
Él se casará sólo con una Sara la segunda vez. Por esto sólo los vencedores
heredarán la primera resurrección para gobernar con Él (Apocalipsis
20:4-6). Una esposa del tipo
Sara tiene una tremenda autoridad en un matrimonio del Nuevo Pacto, porque únicamente ella hace lo que su
Marido hace. Ella ejerce su autoridad como si fuera Él haciéndolo --y ES Él
haciéndolo, porque ellos se han vuelto "una carne" (Génesis 2:24).
(NOTA
DEL ADMINISTRADOR:
Creemos
que de lo anterior se puede concluir que debemos obedecer aunque no estemos
de acuerdo y aunque no nos guste; es decir que podemos obedecer
aunque no nos guste o no estemos de acuerdo. Nunca podremos pasar del nivel del
amor de Pentecostés o amor phileo al amor de Tabernáculos o amor ágape, si no aprendemos a obediencia,
como el mismo Jesús tuvo que hacer. Por tanto, ¡obedece, obedece, obedece…;
permanece, permanece, permanece…! Si no puedes estar de acuerdo, al menos
obedece.
Estas
son las tres fases en el camino de la Cruz (cruz es Su voluntad cruzada contra
la mía): Primero, la cruz nos repugna y es rechazada; segundo, la cruz
repugna pero es aceptada; tercero, la cruz es amada y abrazada con
gozo. Al abrazar la cruz habremos llegado a la cumbre de la espiritualidad:
la unión de las voluntades o “no
sea como yo quiero, Padre, si no como Tú quieres…”)
http://www.gods-kingdom-ministries.net/ |
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