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SORBOS DE VIDA - BIOGRAFÍA DE WATCHMAN NEE (Relación entre Nee y Lee: 4- Nuestra relación al entrar en la obra), W. Lee

 



NUESTRA RELACIÓN AL ENTRAR EN LA OBRA

Mientras Watchman Nee estaba en Shanghai, me recibió como huésped en octubre de 1933. Estuve con él unos cuatro meses, durante los cuales él laboró mucho para perfeccionarme. Yo entendía algunas de las cosas que él hacía, pero otras no, por lo menos en ese momento. Pasé muchas horas con él, y siempre estuve dispuesto a escuchar. No quería hablar, porque me di cuenta de que cuanto más hablaba, más evidente era mi insensatez; por eso le di todo el tiempo. Nunca me hablaba de cosas vanas, sino que siempre aprovechaba el tiempo para hablarme principalmente de cuatro asuntos.

Primero, él me ayudó a conocer al Señor como vida. Antes de permanecer con él, yo amaba al Señor y había recibido mucho conocimiento doctrinal de la Biblia, pero no entendía bien el asunto de la vida. Cuando pasé tiempo con él, mis ojos fueron abiertos para ver lo que significa la vida.

En cierta ocasión pasamos un largo tiempo sin que ninguno de nosotros dijera una sola palabra. Yo estaba sentado en un sofá y él en una mecedora. Mientras se mecía en la mecedora, me preguntó: “Hermano Witness, ¿qué es paciencia?” Quedé estupefacto, y no sabía qué decir, pues la pregunta era demasiado fácil. Indudablemente todos sabemos lo que es la paciencia. Pero dado que esta pregunta venía de su parte, debía de tener alguna importancia. No me atreví a contestar. Siguió meciéndose y, después de un rato me volvió a preguntar: “¿Qué es la paciencia?” Yo no entendía a qué se refería ni lo que me quería mostrar. El tenía una carga, pero yo no la entendía. Finalmente contesté: “Bueno, para mí la paciencia es una especie de tolerancia. Cuando la gente lo maltrata a uno y lo persigue, y uno soporta el sufrimiento, eso es paciencia”. 

El sacudió su cabeza y dijo: “No”. Entonces añadí: “Por favor, dime hermano qué es la paciencia”. El contestó: “La paciencia es Cristo”. Yo no le entendí. Era como idioma extranjero. Pregunté: “Hermano, ¿qué quieres decir con eso de que la paciencia es Cristo? ¿Me lo puedes explicar por favor?” El siguió moviéndose en la mecedora y no dijo nada más; sólo repetía: “La paciencia es Cristo”. No solo quedé atónito sino que estaba molesto. Permanecimos así durante mucho rato. No quise preguntarle nada más, y él no quiso decir nada más. Tenía muchos deseos de saber a qué se refería, pero después de un largo período sin recibir ninguna explicación, quedé desilusionado. Cuando ya anochecía, le dije: “Hermano Nee, debo regresar para cenar”, a lo que contestó: “Está bien”.

Cuando regresé a la casa de huéspedes, estaba realmente confuso. Fui a mi cuarto y oré: “Señor, ¿qué significa eso de que la paciencia es Cristo?” El Señor me habló en aquellos días, y mis ojos fueron abiertos. Vi que Cristo mismo es mi paciencia. La verdadera paciencia no es una especie de comportamiento, sino Cristo expresado por mí. ¡Lo vi! Fue de ese modo como Watchman Nee me ayudó a comprender lo que es la vida.

Segundo, durante aquellos ratos en que compartíamos, Watchman Nee también me relató la historia del mover del Señor en su vida, desde el año en que él fue salvo hasta ese día. Yo no había estado en la iglesia ni en la obra en estos primeros diez años del recobro del Señor; por lo tanto, él usaba cada hora para contarme lo relacionado con el mover del Señor en aquellos años dándome todos los detalles. En ese entonces, yo no entendía por qué me contaba todas esas cosas, pero lo comprendí más adelante. Se había propuesto perfeccionarme y edificarme. El estaba poniendo un buen fundamento.

Tercero, él me instruyó en asuntos relacionados con la historia de la Iglesia desde el siglo primero hasta el presente. El me volvió a contar los principales eventos que sucedieron en la Iglesia, y la manera en que lo hizo fue muy iluminadora. El lo relataba desde la perspectiva del recobro del Señor y con éste como la meta.

Cuarto, él también me ayudó a conocer la Biblia de una manera viva. La Asamblea de Hermanos me había ayudado a estudiar la Biblia en la letra, pero él me ayudó a conocerla enfocado en la vida. En todas nuestras conversaciones, me ayudó mucho en estos cuatro asuntos. Puso un buen fundamento para mi labor posterior, el cual sigue vigente en los asuntos de la vida, la iglesia y la obra.

Una tarde mientras yo estudiaba, él vino a mi cuarto y colocó dos juegos de libros usados sobre mi cama. Me dijo: “Aquí te dejo algunos libros”, y luego se fue. Uno de ellos era un juego de cinco tomos llamado Sinopsis de los libros de la Biblia de John Nelson Darby, y el otro eran los cuatro tomos de Henry Alford llamado: El Nuevo Testamento para lectores del inglés. Comprendí que al darme estos dos juegos de libros, deseaba perfeccionarme en el conocimiento de la Palabra de Dios.

Además, él me permitió participar en la obra y ministrar en la iglesia local de Shanghai. Esto me dio una excelente oportunidad de aprender a servir al Señor. No obstante, antes de ponerme en esa situación, él me puso a prueba, aunque de manera bastante discreta. Al principio yo no sabía lo que él estaba haciendo, y no me daba cuenta de que me ponía a prueba. En los años anteriores, mientras manteníamos correspondencia, él no me conocía. Pero después de pasar tanto tiempo juntos, él me observaba y me ponía a prueba sin que yo lo supiera

Cuando fui a Shanghai, se me pidió que compartiera en la reunión general del domingo por la mañana. Esto me tomó por sorpresa, pero di un largo mensaje sobre el camino a la gloria basándome en Mateo 13: 53—17: 8.

En ese entonces la iglesia en Shanghai se reunía en dos locales, a los que llamaban el local uno y el local dos. Poco después de mi llegada a esa ciudad, los hermanos prepararon una conferencia en el local dos, en la cual yo sería el orador principal. Creo que aquello fue hecho bajo la dirección de Watchman Nee para probarme un poco. Prediqué todas las noches y fui puesto en evidencia ante todos. Fui puesto a prueba durante una semana. Watchman Nee no estaba allí, pero todo lo que yo decía llegaba a oídos de él. Debo de haber pasado la prueba, porque más tarde se me dio la tarea de compartir regularmente en el local uno.

Un día Watchman me trajo un paquete de cartas procedentes de varios lugares. Muchas personas le habían escrito haciéndole preguntas acerca de la iglesia, de la práctica de la iglesia, de la vida y de la interpretación de la Biblia. El me dijo: “Hermano Witness, estoy muy ocupado. No tengo tiempo para todas estas cosas. ¿Puedes contestar estas cartas y responder todas sus preguntas en mi lugar?” No pensé que aquello fuese una prueba, pero lo era. Le dije: “Con seguridad hallaré preguntas que no podré contestar”. El contestó: “No importa; si tienes alguna duda, puedes preguntarme”. Por la misericordia del Señor contesté todas las cartas. La respuesta más larga que escribí fue sobre las sectas y la estructura de la iglesia. A Watchman le gustó y la publicó en el cuarto y quinto número de Colección de Boletines. 

Watchman presentó la tercera conferencia sobre vencedores en Shanghai en enero de 1934. Muchos colaboradores y santos vinieron a las conferencias desde varias partes del país. Empezó el lunes, y casi todos los que venían de lejos llegaron el domingo antes de la conferencia. Por la mañana del domingo, mientras esperábamos que el hermano Nee llegara para hablar, me entregaron una nota pidiéndome que hablara en esa reunión. Tanto yo como los asistentes quedamos sorprendidos por el hecho de que él no se presentara a esa reunión. Pero compartí como me lo había indicado y así obtuve una nueva experiencia.

Durante esa conferencia, la cual duró diez días, sus mensajes me proporcionaron mucha ayuda. Eran realmente maravillosos y marcaron un verdadero viraje tanto en mi vida cristiana como en mi vida de iglesia. Mis ojos fueron abiertos para ver a Cristo en su preeminencia en todas las cosas conforme al plan eterno de Dios. Tomé notas breves en todos los mensajes, las cuales él publicó posteriormente en los números de marzo y abril de El Testimonio Actual de 1934.

Un día antes de la conferencia, conversamos él y yo. Me preguntó cómo estudiaba yo la Biblia cada día. Contesté que estaba estudiando Hechos y Colosenses. Me dijo que esos dos libros se compaginaban muy bien. Al principio no entendí a qué se refería, pero más tarde me ayudó a ver que el libro de Hechos nos revela que Cristo ascendió a los cielos y fue hecho Señor y Cristo (2: 36), mientras que Colosenses revela que Cristo debe tener la preeminencia en todas las cosas y debe ser el todo en todos en la economía de Dios (1: 18; 3: 11). Ninguna otra persona en toda mi vida cristiana me ayudó a conocer las Escrituras de una manera tan viva y profunda, especialmente acerca de la revelación de Cristo y la Iglesia.

En una ocasión se hicieron preparativos en el local uno de Shanghai a fin de tener una reunión para predicar el evangelio, pero no se sabía quién iba a predicar. Muchos pensaban que Watchman Nee iba a predicar. Yo estaba bastante tranquilo y preparado para oírlo predicar, pues también deseaba aprender más acerca de la manera de predicar el evangelio. Como una hora antes de la reunión, alguien tocó a mi puerta y me entregó una nota, que decía: “Hermano Witness, te toca compartir el mensaje esta noche”. Aquello me dejó estupefacto. ¿Qué debía hacer? Tenía que predicar, costara lo que costara.

Aquella noche compartí acerca de que el Espíritu convence al mundo de pecado, de justicia y de juicio, como se ve en Juan 16. Hice énfasis en que el pecado se refiere a que todos nacimos de Adán, en que la justicia alude a que podemos creer en Cristo, y en que el juicio viene porque seguimos a Satanás. Les dije que hay tres personas: Adán, Cristo y Satanás. Todos nacimos como pecadores en Adán, pero ahora Dios nos brinda la oportunidad de entrar en Cristo para ser justificados al tomarle a Él como justicia. Al creer en Cristo, somos trasladados de Adán a Cristo. Pero si no creemos en Cristo, permaneceremos como pecadores en Adán, y un día participaremos junto con Satanás del juicio que Dios ejecutará sobre él. Mientras daba este mensaje, no vi a Watchman en la reunión; no sabía dónde estaba. Unos días más tarde, mientras caminábamos por la calle, él me miró y dijo: “Hermano Witness, en este país son pocos los que pueden dar un mensaje sobre el pecado, la justicia y el juicio relacionándolos con Adán, Cristo y Satanás como lo hiciste. Te animo a seguir adelante”. Cuando oí eso, me pregunté: “¿Cómo sabía él eso?” Después descubrí que mientras yo predicaba, él estaba detrás de la puerta escuchando. El oyó todo el mensaje. En aquel momento me di cuenta de que me estaba probando continuamente.

En 1934, después de haber estado en Shanghai cuatro meses, un día recibí la visita del hermano Watchman. El me dijo: “Hermano Lee, los colaboradores estamos de acuerdo en que deberías trasladar tu familia a Shanghai y laborar con nosotros. Consulta con el Señor al respecto, y examina de qué modo te ha de guiar”. Acudí al Señor para preguntarle sobre este asunto; mis ojos fueron abiertos y comprendí algo muy significativo. Vi en el libro de Hechos que en la Tierra había un solo fluir, una sola corriente, que salía del trono de la gracia y descendía a Jerusalén; de ahí seguía a Samaria, se extendía hacia el norte, a Antioquía; de allí giraba hacia el occidente, a Asia Menor y a Europa. Vi que en el libro de Hechos había una sola corriente en la obra del Señor en esta Tierra y que no mencionaba la obra de ninguna persona que no estuviese en esta corriente. Cuando Bernabé se separó de Pablo y siguió por otro lado, el libro de Hechos dejó de relatar su obra (Hch. 15: 36-41). Los colaboradores que vinieron luego, tales como Timoteo y Apolos, después de ser levantados por el Señor para su obra, se unieron al fluir del mover del Señor, aunque para ello no era necesario que fueran a Jerusalén (Hch. 16: 1-3; 18: 24-28). El Señor me reveló que el fluir de su obra en China debía ser uno solo. Había empezado en Shanghai; por lo tanto, yo no debía irme al norte y mantener otro fluir. Si el Señor iba a hacer algo en el norte, yo debía entrar primero en el fluir en Shanghai; de allí, la corriente se extendería al norte. Aunque yo había empezado una obra en el norte, entendía perfectamente que había un solo fluir. Después de aquellas conferencias, regresé al norte y, apoyándome en esta visión, me quedé allí por un tiempo, y luego volví a Shanghai para radicarme en esa ciudad y trabajar con el hermano Nee. En consecuencia, hubo un solo fluir y una sola corriente en la obra del Señor en China.

https://www.librosdelministerio.org/books.cfm?n

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