23 de noviembre de 2020
ENSANCHA EL SITIO DE TU TIENDA, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas.
Padre celestial nuestro, te rogamos que expongas toda idolatría en nuestros corazones. Permítenos poder estar delante de Ti completamente desnudos de toda nuestra teología y doctrina preconcebidas, por muy atávicas que éstas sean o por muy seguros que estemos de ellas. Que podamos salir de todo cajón denominacional y de tradiciones religiosas o eclesiásticas, porque Tú eres más grande que cualquier denominación y que cualquier concepto carnal. Señor, que podamos estar dispuestos a cambiar o retocar nuestra teología tantas veces como sea necesario. ¡Que en tu Luz veamos la luz!
Quita de nosotros todo velo, Señor: afectos humanos y emocionales, gustos, preferencias, fortalezas y argumentos mentales, razonamientos humanos, altiveces, prejuicios, presunciones… Conforme a tu Palabra, destruye nuestras fortalezas, derribando los argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo.
Despójanos, oh Padre, de toda acepción humana, de cualquier apego a líderes o instituciones que esté por encima de Ti.
Padre bueno, que nuestros corazones sean prismas tan transparentes, que reflejen tu Luz tal cual, sin teñirla o distorsionarla con nuestras apreciaciones carnales subjetivas. Danos la gracia de una justa apreciación de nosotros mismos, conforme a la medida de fe y de la madurez del Cristo que has formado en nosotros, para que no nos veamos ni más chicos, ni más grandes de lo que Tú nos ves; y que en todo sigamos creciendo hasta la estatura del varón perfecto que Tú pensaste para nosotros.
Señor, que nosotros queramos y creamos sólo lo que Tú crees y quieres. Haznos dóciles y sumisos al silbo apacible del Espíritu Santo. Como oraba uno de tus hijos ilustres, ¡Dobléganos Señor! ¡Doblega a Tu Iglesia!
¡Ensancha nuestros corazones, oh Dios!, para que podamos correr por el camino de tus dichos. (Sal 119: 32).
Oramos en el precioso nombre de Jesucristo, tu amado hijo y Señor nuestro. Amén
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